Entrevistamos al preparador físico –actualmente en Barracas Central- Diego Vilaseca, tras su rica experiencia por el fútbol de Nueva Zelanda. La interesante concepción del juego de un protagonista.
Sábado 11 de febrero de 2017
Foto: fanpage de Facebook del club Taradale AFC
El preparador físico Diego Vilaseca se muestra convencido de que el fútbol es una pasión. Durante los cinco meses que vivió en el país oceánico, jugó en el Taradale A.F.C. de la ciudad de Napier, al norte de Wellington.
Hace dos años, Diego Vilaseca se embarcó en una aventura: viajar a Nueva Zelanda. Con cuatro amigos, decidieron que iban a trabajar para poder juntar plata y viajar para recorrer el sudeste asiático. El trabajo no era sencillo, ya que consistía en levantarse muy temprano para recolectar kiwis (Nueva Zelanda es uno de los principales exportadores). Pero les fue tan bien que pudieron recorrer Indonesia, Malasia, Tailandia, Laos y Vietnam durante tres meses. Pero el fútbol no fue dejado de lado. Durante esos cinco meses, la rutina era trabajar, entrenar y jugar. En la actualidad, Vilaseca está terminando sus estudios para recibirse de profesor de Educación Física, y se desempeña como preparador físico de futsal en el club Barracas Central.
- ¿Por qué decidiste viajar y trabajar, o como se le dice en inglés: work and travel?
Siempre me gustó viajar, siempre lo hice y creo que siempre que se pueda lo voy a hacer. En un momento apareció la idea con unos amigos y de forma natural se fue gestando y armando. Me parece que viajar e interactuar con otras culturas es la mejor y más genuina manera de conocer y ser menos prejuicioso. Como dijo Miguel de Unamuno: "El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando".
Hay experiencias que solo se aprenden al viajar: es necesario romper un poco con lo cotidiano, lo que te aliena, para poder tomar consciencia de lo que uno cree, siente y piensa en la vida. Solo con la distancia se puede generar perspectiva para ver las cosas desde otro ángulo y otra predisposición.
- ¿Cuánto tiempo estuviste en Nueva Zelanda? ¿Extrañabas a la familia?
En Nueva Zelanda estuve cinco meses: de principios de diciembre a mediados de mayo. Después fueron tres meses recorriendo el sudeste. Estuve en Indonesia, Malasia, Tailandia, Laos y Vietnam. El sudeste asiático es increíble, son culturas muy diferentes a la nuestra. Es muy cierto eso de que en occidente vivimos apresurados. En cambio allá es distinto, la gente tiene más paz.
Y sí, un poco siempre se extraña. Aparte justo me había ido cuando mis hermanas habían tenido cada una a su hija, así que se me hizo difícil también por eso, porque quería estar presente como tío. Pero con la tecnología todo se hace más fácil.
- ¿Cómo se dividía el día cuando había que trabajar y después entrenar?
Se trabajaba y después, a la tardecita, cuando estaba por anochecer, se entrenaba. Pero siempre primero había que trabajar, porque si no el capataz se enojaba. Al ser un deporte amateur, los demás jugadores también trabajaban, lo tomaban más como un hobbie. Los partidos eran los fines de semana así que no había problema con el trabajo. Era un ritmo de vida bastante exigente, pero muy divertido y saludable.
- ¿Cómo descubriste el equipo de fútbol? ¿Cómo es el sistema de ligas allá?
Como tenía ganas de jugar y entrenar me puse en campaña para averiguar a dónde podía ir. Había escuchado de un argentino que estaba jugando en uno de los equipos más importantes, el Auckland City. Traté de comunicarme con él y con un técnico, pero ninguno contestó. Yo estaba en Hastings, que está a unos 300 kilómetros de Wellington, la capital. Ahí fui a un centro informativo y me pasaron direcciones y números de teléfono de algunos equipos. Llegué justo antes de que empiece el torneo así que me pude sumar a los últimos entrenamientos preparativos. Primero probé en un equipo, cuyo nombre no recuerdo y después fui a otro que se llama Taradale A.F.C. en Napier, muy cerca de Hastings.
En Nueva Zelanda el sistema de ligas es distinto al de acá. Cada región tiene su liga, en la que juegan varios equipos. Luego, en la segunda mitad del año, hay una suerte de torneo nacional de otros equipos, conformados a su vez por los mejores jugadores de los equipos regionales. Entonces se forman como "selecciones" de cada región y juegan entre ellos. Nosotros estábamos en la región de Bay Of Plenty.
Los lazos de solidaridad, respeto y compañerismo; la actitud ganadora, el entendimiento con el otro, del juego en equipo por sobre el individual
- ¿En qué se diferencia el fútbol de acá con el de allá? ¿La preparación física es diferente?
Capaz allá es un deporte. Acá el fútbol es el fútbol, hay muchísimas implicancias intrínsecas de nuestra cultura que lo hacen difícil de definir. Desde el punto de vista emocional, por supuesto. Allá es un deporte más, en donde es todo muy tranquilo y respetuoso. Acá muchas veces hasta el torneo más informal se vuelve de vida o muerte. Otra cosa que no hay es el “potrero”, entonces se juega muy distinto. No hay mucha técnica individual y tampoco se “encara” igual que acá, pero eso refuerza mucho más el juego en equipo.
En cuanto a la preparación física, con el poco tiempo que teníamos de entrenamiento mucho no se podía hacer, pero se notaba que le daban mucha importancia y la trabajaban muy bien. De hecho, Nueva Zelanda es un país en donde tienen cuatro veces por semana Educación Física en la escuela, donde la comunidad practica muchísimo deporte, y eso se nota. A pesar de ser súper amateur, el entrenamiento era de muy buen nivel, muy serio.
Diego Vilaseca
- ¿Te dejó alguna enseñanza la experiencia?
Por supuesto, pero no del fútbol en particular, porque estuve poco tiempo, pero sí en cómo me relacioné. Está bueno que siendo extranjero te traten como uno más, que te incluyan y te hagan sentir parte. Eso hace que uno lo traslade y lo aplique estando del otro lado.
- ¿Qué es el fútbol para vos?
El fútbol es muchas cosas: puede ser un cable a tierra, un lugar de encuentro con amigos o una forma de entretenerse. Pero, sobre todo, es una sublimación de como uno entiende la vida: los lazos de solidaridad, respeto y compañerismo; la actitud ganadora, el entendimiento con el otro, del juego en equipo por sobre el individual, de que siempre es necesario, aún en antítesis, un otro. El fútbol es sacar fuerzas de donde no hay, es darse cuenta de que las cosas no terminan hasta que terminan o que siempre habrá revancha. También tiene la parte poética, no solo en los caños o los lujos (rabona, taco y firulete), sino también en la perfecta sincronía de una pared, de ver dormir un pelotazo en un solo toque, de cómo baja la pelota después de picarla, de la grandeza de lo simple.