Detrás del debate sobre sesiones virtuales o en presencia, los bloques mayoritarios impusieron su agenda de polarización electoral. La clase trabajadora sigue pagando los costos de la pandemia.
Javier Nuet @javier_nuet
Miércoles 2 de septiembre de 2020 09:38
En Argentina no son novedad las llamadas “sesiones maratónicas” del Congreso, cuando una ley importante genera posiciones divididas y los discursos a favor y en contra se extienden hasta la madrugada o incluso hasta el día siguiente. Bien lo saben las miles de personas que fueron parte de la marea verde que en el 2018 le impuso la media sanción a Diputados en una noche helada. También fue así cuando se discutió el matrimonio igualitario en el 2010 o incluso más atrás, con la famosa 125 de la pelea entre las patronales agrarias y el kirchnerismo.
Pero lo que pasó en Diputados este martes fue distinto. Si alguien se pregunta dentro de muchos años, cuáles fueron las leyes que hicieron que la jornada parlamentaria empezara a las 11 de la mañana y terminara bien entrada la madrugada del ya 2 de septiembre del 2020, probablemente no le sería fácil recordarlo. Porque, a decir verdad, las dos leyes que se votaron en la sesión (protección al turismo y aumento de penas para la pesca ilegal) prácticamente no fueron parte del debate.
Hay tres maneras de entender lo que sucedió. Las tres coinciden en que la jornada fue vergonzosa, pero no en los motivos de esa vergüenza.
Juntos por el Contagio
La primera es aquella que dice que la “cuasi dictadura chavista-peronista que reina” en Argentina no quiso permitirle trabajar a los diputados opositores, que son “trabajadores esenciales”. Que el Gobierno no cumplió las reglas parlamentarias y que estaba en juego la mismísima república.
Es la de Juntos por el Cambio, que acusa al oficialismo de emprender, con esta modalidad, el principio del fin de la “división de poderes” en Argentina. Sin embargo, en 8 horas de labor parlamentaria, hubo un momento donde parecía haber un acuerdo para extender el protocolo de funcionamiento mixto (algunos diputados de manera presencial y otros de manera remota). O sea que, según su propio discurso, los diputados de esa bancada estuvieron a punto de convalidar el “fin de las instituciones”. Raro.
Como si no hubiera pandemia, ni la Cámara estuviera funcionando bajo esa modalidad hace meses, los dirigidos por Mario Negri anunciaron, entrada la tarde, que iban a llevar a la justicia la sesión promovida por Sergio Massa. El oficialismo, según ellos, tenía que atenerse al reglamento previo al Covid-19 y dejar que se junten cientos de personas en el recinto para sesionar sin distanciamiento social. Mientras tanto, en la realidad, la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva alarmaba diciendo: "Sentimos que estamos perdiendo la batalla".
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Frente de Todos (los amagues)
La segunda visión puso en evidencia durante toda la jornada las inconsistencias de Cambiemos y lo ridículo de poner en cuestión el funcionamiento remoto de la Cámara como si el problema fuese técnico. Lo que intentaron demostrar en sus intervenciones los diputados del Frente de Todos, fue que Juntos por el Cambio no estaba preocupado por las “reglas” sino por imponer cuáles leyes se pueden tratar y cuáles no. Una suerte de poder de veto.
El abanderado de este discurso fue Massa. En conferencia de prensa, luego en el recinto y por último en su Twitter, el tigrense también hizo una grandilocuente interpretación de los hechos, planteando que lo que estaba en juego era "el funcionamiento de la democracia argentina".
Esta explicación del papelón se sostuvo sobre la irresponsabilidad de Cambiemos de poner condicionamientos para el tratamiento de leyes necesarias para “el pueblo”. Llamativo planteo de parte de un oficialismo que durante los primeros tres meses de pandemia tuvo cerrado el congreso y gobernó por decreto. Que ante cada gran discusión en todos estos meses cedió a los grandes empresarios, no solo votando leyes como la de “Economía del Conocimiento”, sino retrocediendo en temas centrales como Vicentín, entregando miles de millones de dólares en el acuerdo con los bonistas e incluso en las propias medidas de aislamiento ante la prepotencia patronal.
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Seamos realistas
La tercera forma de entender lo que pasó en Diputados implica ver un poco más allá del hecho en si mismo. Después de largos meses de “unidad nacional” y “consenso” entre el Gobierno y la oposición de derecha, esa relación tan apegada se empezó a debilitar. Empezó con algunas marchas opositoras a las que se sumaron dirigentes como Patricia Bullrich y Mauricio Macri, este último en forma de felicitación a los manifestantes desde la comodidad de Suiza.
Pero también el Gobierno se subió a ese plan hace algunas semanas. Porque la carrera electoral para el 2021 ya empieza a asomar la cabeza y de un lado y de otro empiezan a polarizar para ir marcando el rumbo. Tanto es así que, después de la convocatoria del 17A, Santiago Cafiero y Wado de Pedro cruzaron a Macri por Twitter. Pero eso no fue todo, porque a los pocos días el mismísimo presidente sacó a relucir supuestos dichos del líder de Cambiemos sobre la pandemia. Tampoco pasó desapercibido que el último anuncio respecto de la situación del Covid-19 en Argentina ya no fue en una conferencia de prensa conjunta, como había sido desde el 20 de marzo.
Si ampliamos un poco la lupa, cada tema que entra en agenda está siendo utilizado para este fin. La reforma judicial en estos días es un eje claro. Pero también la hipocresía de Cambiemos llega a límites impensados y permite que denuncien el gatillo fácil y la violencia policial de la que es responsable el Gobierno, como si ellos no tuvieran nada que ver con los asesinatos de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado o como si no hubieran sido parte de levantar la famosa “doctrina Chocobar”.
Pero si en algo tienen acuerdo los bloques mayoritarios es en no poner en el centro de la discusión los temas centrales y urgentes para las grandes mayorías. El riesgo del colapso del sistema de salud ya es una realidad en muchas provincias, pero ni al Gobierno ni a la derecha se le ocurre discutir la centralización del sistema de salud. “No los escuché en ningún medio exigiendo medidas concretas para disponer recursos sanitarios. No vinieron acá a decir ‘¿cómo hacemos para que la gente tenga un respirador?’. Eso no les importa.” les planteó Del Caño en su intervención.
La misma suerte tuvo el impuesto a las grandes fortunas, un proyecto que el Gobierno tardó cinco meses en presentar y que finalmente no va a tocar los intereses de los bancos o de las privatizadas de los servicios que se beneficiaron con los tarifazos del macrismo. Un proyecto que podría haber dado una respuesta de emergencia a millones de personas que se quedaron sin ingresos durante la cuarentena, que podría haber servido para fortalecer el sistema de salud cada vez más comprometido, termina llegando tarde e insuficiente. Por eso el Frente de Izquierda buscará que se debata el proyecto presentado en abril.
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La crisis, tanto sanitaria como económica y social, todavía está muy lejos de tocar fondo. No hay manera de encontrar una salida a favor de las grandes mayorías si no es invirtiendo las prioridades, poniendo en el centro la salud y las necesidades de millones de personas, enfrentando los intereses de los capitalistas que nos llevaron a esta situación. Si ellos tienen su agenda, las y los trabajadores tenemos que imponer la nuestra.