×
×
Red Internacional
lid bot

Sociedad. Discapacidad y capitalismo

Jueves 4 de diciembre de 2014

El 3 de diciembre es el Día internacional de las personas con discapacidad, fecha instaurada por Naciones Unidas en 1992, con el objetivo de fomentar su integración en la sociedad y promover la igualdad de oportunidades. Alrededor de un 15% de la población mundial, o mil millones de personas, viven con algún tipo de discapacidad.
Me interesa en esta nota aportar desde mi situación personal una visión distinta, o tal vez no muy difundida, de lo que significa ser enfermo o discapacitado en la sociedad actual, de la doble opresión que sufren estas personas si son de la clase trabajadora, de cómo este sistema, el capitalismo, discrimina y también fabrica personas “discapacitadas”, pero sin embargo aprovecha esta situación para obtener rentabilidad, su principal y único fin.

Hace cinco años que padezco esclerosis múltiple, una enfermedad crónica neurodegenerativa y discapacitante en gran parte de las personas afectadas. Soy docente y por trabajar en el Estado tengo más beneficios (conquistas ganadas a través de históricas luchas) que trabajadores del sector privado. Aún así, tuve que dar una gran batalla individual, legal y a través del sindicato, para que la obra social me otorgue la medicación. La obra social del Estado, que igual que el resto, funciona para recaudar y asegurar indirectamente las ganancias de los laboratorios, con su negación o dilaciones a la hora de cubrir estudios y tratamientos.

Casi como un sentido común se piensa que el Estado se ubica por encima de todo y controla que se cumplan las leyes, siendo imparcial y objetivo. Así, debe regular el accionar de las empresas privadas y garantizar el bien de todos y todas. Por ejemplo, a través de leyes, el Estado garantiza algunos beneficios para las personas con discapacidad, tales como cubrir íntegramente tratamientos, el transporte gratuito, autos a mitad de precio, etc. y un subsidio o pensión, mejor llamada limosna, a quienes no estén aptos para trabajar. Pero en definitiva ¿de quién depende que estos beneficios/derechos se cumplan? De la “buena voluntad” de una empresa o, en el 99% de los casos, del reclamo e insistencia de la persona que los necesita. ¿Qué ocurre cuando una persona sin obra social, ni recursos, va atenderse a un hospital público de cualquier punto del país? Todos conocemos el deterioro que sufre la salud pública, tanto edilicio como escasez de personal, etc.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo el Estado en el sistema capitalista no es neutral ni se ubica por encima de las clases sociales sino que siempre, sea directamente, por burocracia, por inacción o por omisión, defiende los intereses de un sector, los capitalistas.

“Todos somos iguales ante la ley”, declaman las constituciones. Sin embargo, si pensamos en la realidad que le toca vivir a desocupados, “villeros”, pueblos originarios, mujeres en su conjunto, personas con discapacidad, gays, negros, y tantos otros grupos sociales habitualmente denominados minoritarios o vulnerados, podemos constatar que ninguno de ellos son considerados o tratados como iguales en la sociedad, y por tanto tampoco ante la ley. Y ese trato desigual se manifiesta política, social, cultural y económicamente”. Eduardo D. Joly (MA en Sociología)

Según Joly: “La discapacidad es algo que a primera vista parece estar en el cuerpo, pero en realidad está en el lugar que se le permite a uno ocupar en la sociedad. Ahora bien, ¿qué se entiende por “el lugar que se le permite ocupar”?” (…)

“Mi enfoque principal ha sido analizar el concepto de discapacidad íntimamente relacionado al surgimiento del sistema de producción capitalista que conocemos. Sin embargo, hemos visto evidencias de prejuicios culturales referidos a personas con deficiencias y/o deformidades (y digo deficiencias y/o deformidades y no discapacidad) en occidente aun mucho antes de la emergencia del capitalismo. (…) la discapacidad, como categoría analítica, surge con el capitalismo y sirve para discriminar entre quienes se consideran aptos / capaces para trabajar productivamente y quiénes no.”

En la sociedad capitalista, un discapacitado es considerado tal por su ineptitud para vender su fuerza de trabajo, rendir y producir ganancias al capitalista. Paradójicamente, cuando no se trata de problemas congénitos o enfermedades, es este mismo sistema el que crea personas con discapacidad, ya sea en los llamados accidentes laborales, con los ritmos de producción y condiciones que afectan la salud de los trabajadores, o directamente, por la miseria y hambre que genera en una gran parte de la población, causando graves problemas de desarrollo en niños a causa de la desnutrición.

Pero el capitalismo busca beneficio y rentabilidad en todos los terrenos, y el de la salud/enfermedad y la discapacidad también lo ha encontrado: “del cuerpo no-explotable en la producción, el capitalista también saca beneficio: lo aprovecha como objeto de la mercantilización de la salud, pretendiendo curarlo, borrarle la discapacidad, rehabilitarlo para una supuesta integración social, preferentemente laboral, que luego le niega por su propia discapacidad”. (Eduardo D. Joly).

El gran negocio de los laboratorios privados que genera millones en todo el mundo es el negocio de la salud, la mercantilización del ser humano.

En la sociedad actual, las personas con alguna discapacidad luchan contra la discriminación tanto en el aspecto laboral como social, arquitectónico, etc. Eduardo Joly, tantas veces citado en este artículo, dice que nuestra lucha “viene siendo, dentro de esta sociedad, por el derecho a ser explotados”, sin negar que nuestra realización como personas será construida en una sociedad con otras bases (…) donde el criterio de valoración según nuestra productividad sea reemplazado por un criterio que valore aquello que podamos aportar, aunque no sea cuantificable como ganancias (extraordinarias o no) para unos pocos”.

Personalmente, adhiero a estas palabras. También, como persona que sufre una enfermedad crónica discapacitante de la que aún no se ha “encontrado” la cura definitiva, como de tantas otras; como maestra que día a día vive y sufre la realidad de muchos niños que no han desarrollado bien sus capacidades a causa de anemias, desnutrición o situaciones traumáticas, en una escuela pública que actúa como contención de todas las desigualdades sociales y disciplinadora de la futura mano de obra, donde los niños son números. Quiero pensar en una educación como patrimonio de todos por igual y para que cada uno pueda desarrollarse plenamente. Y en un sistema de salud único, público y gratuito gestionado por las/os trabajadoras/es, al servicio de la salud de las mayorías; en el conocimiento e investigación al servicio de la humanidad.

Fuentes:
. LA DISCAPACIDAD: UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL AL SERVICIO DE LA ECONOMÍA
Eduardo D. Joly, MA en Sociología
. EMA www.ema.org.ar