Reproducimos en esta nota una carta de Alejandra, trabajadora discriminada y despedida de la empresa QBE Seguros por padecer esclerosis múltiple, una enfermedad que afecta el sistema nervioso central y se agrava con cuadros de estrés que pueden producir discapacidad.
Martes 28 de noviembre de 2017 12:05
Los despidos de trabajadores que padecen enfermedades graves son más frecuentes de lo que parecen. La mayoría de las empresas, lejos de reasignar tareas a los empleados diagnosticados o de reducir su jornada, optan por la opción más conveniente para la patronal: el despido, por lo general sin causa. Para las empresas, la salud de los empleados no deja de ser un problema de baja de producción, es decir, de rentabilidad, mientras los trabajadores se enfrentan a una inmensidad de problemas dado que, por sus afecciones, quedan prácticamente fuera del sistema laboral y tienen que hallar la forma de sostener a sus familias al tiempo que luchan contra su enfermedad.
Por otro lado, como se menciona en la siguiente carta, las obras sociales y prepagas buscan cualquier excusa con tal de no brindar a los pacientes la medicación y el tratamiento requeridos, a su vez obligatorios, dado su costo elevado. En este sentido, la salud no deja de ser un negocio para la lógica capitalista donde los cuerpos son convertidos en mercancías que cuando se adquiere una enfermedad, muchas veces producida por los propios ritmos y tipos de trabajo, comenzamos a ser “pérdida” a la hora de tener que cubrir el tratamiento obligatorio.
El derecho social sobre el acceso a la salud, muestra la inequidad que se logra cuando los intereses económicos se imponen por sobre el bienestar colectivo de la sociedad.
A continuación, una carta abierta realizada por Alejandra, quien se encuentra luchando desde hace tres años contra QBE Seguros por el reintegro a sus tareas, y contra OSDE, prepaga que se opone a proporcionarle tratamiento para su afección:
“Mi nombre es Alejandra, soy madre separada de una nena de 13 años y padezco de esclerosis múltiple desde hace 3 años (enfermedad degenerativa que afecta el cerebro y la médula espinal). Trabajé en QBE Seguros como vendedora y tuve mi primer brote en el 2014 durante mi horario laboral. En lo que duró el episodio, perdí la visión y comencé a tener hormigueos en todo el cuerpo, además de que no podía mantener el equilibrio y no sentía las piernas.
A partir de ese momento, todo fue cuesta abajo. Comencé mi licencia en septiembre y, después de pasar por infinidad de consultorios y de que me vieran médicos de diferentes especialidades durante casi un mes, me llegó el diagnóstico: esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune incurable. Y en situaciones de estrés aparecen estos brotes que provocan que la enfermedad progrese y pueda causar discapacidad a mediano ó largo plazo. Los brotes pueden reducirse tomando una medicación que me brindaba OSDE.
Cuando tuve el diagnóstico, me reuní en noviembre con el área de Recursos Humanos de mi empresa. Les llevé el certificado y les comenté que mi neuróloga me había recomendado que me reubicaran en un puesto en el que no tuviera que tolerar tanto estrés como en el área de ventas. La respuesta de ellos fue “lo que tuviste vos fue un ataque de pánico nada más”, y después de escuchar eso me levanté y me fui.
Volví a reunirme un mes después, llevando absolutamente todos los estudios que me realicé durante dos meses, certificados y demás documentos médicos. Durante la reunión, volví a mencionar el cambio de puesto propuesto por mi neuróloga, con lo cual mi gerente perdió los estribos y se fue gritándome “la misericordia andá a buscarla a la iglesia”. Desde RRHH me sugirieron que “continúe con mi licencia” mientras ellos buscaban un puesto adecuado para mí.
Dos meses después de esa reunión, al cumplir 6 meses de licencia, me reintegré al trabajo. Desde el primer día me di cuenta de que no habían hecho nada para reubicarme. Continuaba dependiendo de la gerencia de Ventas, pero esta vez no tenía escritorio ni lugar físico en el que ubicarme; me habían quitado todo tipo de acceso al sistema y sólo me asignaban tareas administrativas que ya habían sido realizadas por mis colegas, con lo cual no tenía nada para hacer. Mi jefe me sugería que le hiciera algún trámite personal a su nombre y si no había me enviaba “a comprarle unas facturas” o a “ver qué había para comer”.
No hubo un solo día que no volviera de mi trabajo angustiada y con ganas de llorar, pero aún así cumplía con lo que me solicitaban. Luego de un mes y una semana, me sentaron en una oficina y me informaron que quedaba desvinculada de la empresa. Utilizaron frases del tipo “Si hubieras seguido con la vincha, tendrías trabajo” (en referencia a los auriculares que usan quienes trabajan en atención telefónica), insinuando que no debí seguir la recomendación médica de cambio de sector. Para empeorar todo, transcurridos 15 días OSDE me dio de baja y no me permitió volver a ser cliente, incumpliendo la ley que indica que la obra social debe mantenerse 3 meses luego del cese laboral.
Hoy en día me encuentro peleando contra QBE Seguros por la reinstalación en mi sector de trabajo, habiendo sido discriminada por mi condición de salud y siendo sostén de mi única hija. Me encuentro sin tratamiento desde hace dos años: tengo tramitado un amparo y dos medidas cautelares contra OSDE, quien aun así no cumple con la entrega de la medicación. Ninguna otra obra social quiere cubrirme la medicación (alegan “enfermedad preexistente”).
Durante todo este tiempo fui contactada por gente que padece enfermedades de diferente índole (HIV, cáncer y diferentes EPOF -enfermedades poco frecuentes-), que me dieron su apoyo pero que también hicieron que me diera cuenta de que somos muchos en situaciones como la mía, discriminados en el ámbito laboral y sin poder acceder a la medicación para mejorar nuestra condición.
Espero que con esta historia pueda ayudar a visibilizar una problemática que muchos atravesamos pero cuya gravedad sólo se logra entender cuando se vive en carne propia.”
Hoy Alejandra tiene sala para que en segunda instancia judicial se confirme o rechace la sentencia a favor para su reinstalación en QBE Seguros y un fallo del INADI que sanciona su despido como discriminatorio. Su historia deja en evidencia que, tanto para las empresas como para el sistema de salud, el cuerpo y el bienestar de los trabajadores son solamente un engranaje en la maquinaria que genera ganancia, así como confirma la falta de celeridad que el sistema judicial ofrece para estas situaciones.
Debemos luchar por terminar con la ganancia capitalista, contra los patrones que cada vez tienen más soltura e impunidad cuando de desvinculación laboral hablamos. Para ellos, no solo nuestras vidas, sino que nuestra salud engorda sus ganancias. Por eso, Nuestra salud, vale más que sus ganancias.