Nuestra generación no se siente representada en los partidos políticos patronales
Miércoles 8 de noviembre de 2017
Según datos de El Sol de México la población de jóvenes en México representa el 17% de la población total y de estos el 64.9% son mayores de edad, según cifras que la secretaría de Desarrollo Social dio a conocer el año pasado. Esto significa que cerca de 20 millones de jóvenes tendrán la posibilidad de participar en las elecciones del 2018 y serán un público importante para los partidos y candidatos de la contienda.
Desde luego que cualquier candidato con un buen equipo de propaganda estará pensando en cómo ganarse a la juventud mexicana para poder ganar la presidencia, diputaciones o cualquier puesto de voto popular en las próximas elecciones.
Pero, ¿los jóvenes seguimos creyendo en las promesas y en la demagogia de los partidos tradicionales? Según varios estadistas, esta generación es de las que menos confianza deposita en los partidos clásicos del régimen así como en las instituciones del Estado y en el Estado mismo.
Durante años hablaron de quienes nacimos entre el 85 y el 2000 como la generación “millenial”, los escépticos de todo, desinteresados por la vida y comprometidos con nada.
Tras el sismo del 19S se hizo evidente que estos eran puros prejuicios, fuimos nosotras y nosotros los primeros en acudir a los distintos lugares afectados y hasta el día de hoy muchos y muchas siguen apoyando a reconstruir todas aquellas casas que el gobierno no ha ni visitado. Nuestra generación fue la que en 2012 se movilizó en #YoSoy132, repudió la desaparición de los 43, los que hemos crecido en las calles.
Disentimos
Al final quienes hemos vivido nuestra juventud en los inicios de este milenio sí tenemos algo en particular, como toda generación el clima político, social e incluso económico en el que nos ha tocado crecer y conocer este mundo, nos ha definido de muchas maneras.
A nosotros no nos tocaron los años de relativa estabilidad del capitalismo, crecimos en la crisis, quienes ya trabajan conocen en carne propia lo que son las extenuantes horas laborales pagadas con salarios de miseria y quienes no, sabemos que si las cosas siguen como están, el futuro laboral que nos espera no es nada prometedor.
Nacimos en un país que llevaba cerca de 70 años siendo gobernado por el mismo partido político, donde los derechos democráticos fueron poco a poco recortadas y las libertades de expresión una y otra vez pisoteadas y aunque hubo “alternancia” con el PAN vimos con nuestros ojos como el país se convertía un panteón: cifras escalofriantes de miles de muertos y desaparecidos.
Crecimos con la supuesta “guerra contra el narcotráfico”, que llenó nuestras calles de fuerzas armadas quienes se suponía nos iban a proteger y lo único que han logrado 11 años después ha sido aumentar los índices de violencia, siendo las mujeres y los jóvenes los más afectados y cuando somos pobres nos va mucho peor. Tanto es así, que ahora feminicidio y juvenicidio se han vuelto palabras necesarias para hablar de la realidad cotidiana en nuestro país.
Nuestra generación es la que vio como es más fácil desaparecer que obtener un buen futuro. Eso les pasó a nuestros hermanos de Ayotzinapa, los 43, desaparecidos por el ejército.
Ya sabemos que es costumbre cada tres o seis años ver propaganda de los partidos del régimen en cada cuadra, escucharla cada dos minutos en la radio o en la tele, cada vez con una nueva táctica para atraer nuestra atención, canciones de reggaeton, lenguaje coloquial etc.
¿A alguno le interesará de verdad cambiar la situación de precarización laboral generalizada o la falta de espacios de ocio y esparcimiento para la juventud? ¿Alguno estará preocupado por acabar con las situaciones de violencia a las que somos sometidos y sometidas la mayoría de las masas de este país?
La verdad yo creo que no, por algo cada día son más crudas todas estas realidades. Por otro lado, por más interés que tuvieran para darle salida a estas problemáticas, esto resulta imposible mediante la política capitalista, donde al final del día lo que prima son las ganancias y los privilegios de unos cuantos sobre las vidas de millones.
Por eso, nos gusta disentir. No aceptamos que nuestro país sea entregado a las trasnacionales, que México sea un panteón con miles de fosas, desaparecidos y desplazados. No tenemos miedo y por eso apostamos por otro mundo, uno enteramente nuevo.
Pensamos que es importante organizarnos y construir una herramienta política de los de abajo, que no tenga ninguna relación con los empresarios: una herramienta de los trabajadores, la mujeres, la diversidad sexogenérica, los pueblos indígenas, de intelectuales críticos, de víctimas de la guerra contra el narco, de estudiantes, de trabajadores precarios para luchar por nuestros intereses antagónicos a los de los partidos patronales.