La fotografía que ilustra este artículo es, quizás, una de las más famosas de la Revolución mexicana iniciada en 1910. En la fotografía hay una sola mujer, a menudo invisible detrás de Pancho Villa y Emiliano Zapata. ¿Quién es esa chica?
Celeste Murillo @rompe_teclas
Sábado 20 de diciembre de 2014
Imagen: Dolores Jiménez y Muro, detrás de Pancho Villa y Emiliano Zapata en 1914, en el sillón presidencial.
La gran revolución mexicana de 1910 comprendió un proceso amplio y complejo, que incluyó la movilización de enormes sectores del campesinado, e incipientes sectores obreros y urbanos.
Las mujeres, como sucede en los procesos revolucionarios, fueron partícipes y protagonistas de la revolución, a un nivel mucho mayor del que es reflejado en la historia oficial. Figuras como Amelia Robles, Lucrecia Tóriz, la misma Dolores Jiménez y Muro y otras miles de anónimas combatientes se sumaron a las filas revolucionarias.
Mujeres como Amelia Robles formaron parte del Ejército revolucionario, encabezaron sus divisiones, y asumieron puestos importantes en el zapatismo. Después de una de sus últimas campañas, Amelia Robles toma la determinación de adoptar otro nombre: coronel Amelio Robles. Pocos años después, conocería a su compañera por más de una década, Ángela Torres, y fue una de las primeras y pocas mujeres que a principios del siglo XX vivió su elección sexual plena y públicamente (Luchadoras, 2005).
Desde los años previos a la revolución habían surgido grupos de mujeres de los que participaban obreras, campesinas, intelectuales y maestras. Luchaban por la revolución y también por salarios iguales a los de los varones, licencias por maternidad, y educación para las mujeres indígenas y campesinas. En los incipientes intentos de organización de la clase obrera, las mujeres jugaron un rol destacado.
Dolores Jiménez y Muro nació en Aguascalientes el 7 de junio de 1848. Formada en los círculos liberales de San Luis Potosí, desde su juventud apoyó los ideales juaristas, y la resistencia a la invasión francesa y el Imperio de Maximiliano. En 1901 colaboró con la redacción del programa del Partido Liberal Mexicano, donde compartió militancia con Ricardo Flores Magón. Durante el régimen de Porfirio Díaz, en su creciente participación en acciones filantrópicas se acerca a los trabajadores, conoce y denuncia la miseria y la explotación.
Esos años serán recordados por Dolores cuando escribe durante una de sus estancias en la cárcel: “Desde entonces comprendí que la revolución actual [se refiere a la revolución de 1910] no estaba lejos, porque ideas germinaban por todas partes. Poco después vine a México, donde vi que millares de ciudadanos iban a inscribirse en los clubs políticos, de donde debería surgir la revolución, como fue”.
Desde 1904, se empezó a gestar en México el movimiento “antirreeleccionista” contra Díaz; Dolores participa junto a muchas mujeres. Editaba el periódico La Mujer Mexicana y presidió el Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, con el que encabezó una protesta contra el fraude bajo la consigna “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.
Emiliano Zapata la invitó expresamente a unirse a las filas del zapatismo donde emprende tareas de docente, escritora, periodista y oradora. Aunque ya había superado los 60 años, acompañó muchas campañas del Ejército del Sur. Redactó el preámbulo del Plan de Ayala, proclamado en 1911; un plan que sintetizaba el programa zapatista, planteaba la renuncia de todos los funcionarios del gobierno y jefes militares, la desmilitarización de las zonas ocupadas por el ejército, la expropiación y reparto de todas las tierras y los recursos naturales entre los campesinos y la libertad a todos los presos políticos. Fue nombrada por el general Emiliano Zapata como coronela del Ejército Libertador del Sur.
Dolores se destacó entre las mujeres que, distintas a la imagen popularizada de las adelitas (una retaguardia indispensable de los ejércitos revolucionarios) y las mujeres campesinas que acompañaron, fundaban grupos políticos, organizaban sindicatos, ponían en pie diarios y revistas, discutían con pares y superiores, incluso en un momento donde las mujeres tenían un estatus legal inferior. Más tarde, en 1917, formó parte de la Secretaría de Educación, desde donde se impulsó la primera campaña de alfabetización, y participó también de las Misiones Culturales.
Dolores Jiménez y Muro murió en 1925 cuando tenía 77 años, sus amigas y compañeras todavía la llamaban “antorcha de la revolución”. Supo tejer lazos entre las generaciones que se habían enfrentado a dictaduras y resistido invasiones, y la generación que abrazó la revolución de 1910. Se ganó un lugar entre los generales de la Revolución, reuniendo las ideas y redactando documentos clave como el Plan de Tacubaya y el prólogo del Plan de Ayala.
Su participación en la Revolución no fue desapercibida. La poca visibilidad de su figura no le hace justicia a la mujer valiente que entró en la Ciudad de México aquel 1914 con los ejércitos revolucionarios de Zapata y Villa. Su lugar en la foto no es casual, su aporte a la revolución se cuenta entre los fundamentales. La historia oficial, y esa cara costumbre de esconder prolijamente la participación de las mujeres en los procesos históricos, es la única responsable de que todavía hoy alguien vea la foto, y sorprendido se pregunte “¿Quién es esa mujer detrás de Zapata y Villa?”.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.