La producción audiovisual grabada en La Araucanía fue destacada por Academia de Cine en los First Steps Awards en Alemania a mediados de septiembre, en la categoría de largometraje.
Lunes 28 de septiembre de 2020
«Escuchas el galope de las generaciones,
los nombres enterrados
con cántaros y frutos,
la lágrima, el clamor de lentas caravanas
escapando a los montes de la muerte y la vida»
-Fogón
El anterior era un extracto de la obra del premio nacional de poesía Jaime Luís Huenún quien habla en su poema, interpretando el modo en que el fogón es el testigo del movimiento y transformación del pueblo mapuche dentro de su propia comunidad. Ha observado como un pueblo ancestral ha resistido guerras e infiltraciones por casi 500 años y también el intento del Estado chileno de dominar el territorio del Wallmapu mediante el colonialismo económico y cultural.
Hoy en día seguimos siendo observadores del conflicto que se ha vuelto como la llama del fénix, que cuando se apaga y se cree muerta, esta renace y con más fuerza aun.
Si bien los medios tradicionales han hecho poco y nada por exponer la difícil situación en la Araucanía, podemos rescatar la película de Juan Mora Cid llamada "Dominio vigente", y fue destacada por la Academia de Cine en los First Steps Awards en Alemania a mediados de septiembre.
La producción audiovisual que fue grabada en Puerto Domínguez, en la comunidad Quechukahuin, en la comuna de Puerto Saavedra; tiene dentro de su elenco a los reconocidos actores Luis Dubó y Daniel Antivilo, y de su propio territorio, Joel Maripil y Maria Porma.
En su trama se habla de un hombre chileno-suizo que vuelve a Chile para vender un terreno que heredó de su familia, pero este es reclamado y ocupado por una comunidad mapuche generándose ahí la pugna y eje de la historia. Se espera que esta película tenga su estreno el próximo año ya que tuvo atrasos en su post producción debido al estallido social de octubre.
Lo interesante del film, es que toca temas que hemos visto como el reflejo de males mayores que persisten hoy en día. Si bien es una historia de ficción, se desarrolla en el Wallmapu de nuestra era. Mostrando distintos matices de la vida espiritual y social de las comunidades y la relación que tienen ellos con los "winkas". Vemos una cosmovisión espiritual que se contrapone a los intereses de un privado; en que los conflictos dejaron de ser solo una retórica legal y judicial, la violencia en escalada es el reflejo una problema político que no se ha querido atender, lo que sucede hoy no es diferente a la pacificación que llevaron a cabo los militares chilenos en el siglo 19. La sangre de los inocentes están en las manos del aparataje institucional del estado chileno y no hay organización que quede exento, sea por victimario, cómplice o por silencio.
Los territorios del sur fueron ocupados por colonos extranjeros durante los últimos 200 años para crear una pséudo soberanía que beneficiaría solo al estado chileno y no a las comunidades indígenas. La constante usurpación de la que fueron víctimas muestra la cara más fea de la privatización; en donde los intereses individuales han destruidos bosques tan antiguos como la tierra misma, se han apropiado de los recursos hídricos esenciales para la vida y han creado una cultura de odio y racismo hacia un pueblo subyugado por el Estado burgués. Si bien la película no es un documental, intenta encapsular la dramática situación de familias y comunidades mapuches frente a los intereses individuales de los privados; y llama a reflexionar sobre el futuro que queremos como país. Un grito de desesperación se puede escuchar del otro lado del mundo, siempre y cuando estemos dispuesto a escuchar.
Hace poco vimos que varias comunidades mapuches enviaron una carta a La Moneda para expresar el deseo de recuperación de sus territorios por derecho ancestral. La respuesta del gobierno, como es de costumbre, fue invocar la Ley de Seguridad del Estado, como si se tratase de una invasión extranjera con capacidad nuclear.
Criminalizar está en el corazón (si es que tienen) de la derecha fascista y les funciona bien entre sus filas. Pasó con el estallido social que comenzó en octubre del 2019; cuando Piñera nos declaró la guerra y los militares junto con las policías hicieron el trabajo sucio de asesinarnos y torturarnos solo por demandar algo tan básico como dignidad y justicia. El reclamo de un pueblo no se puede silenciar, como no se puede tapar el sol con un dedo.
Ya estamos terminando septiembre, ad portas del plebiscito del desvío, donde la casta política quiere asegurar ser ella misma la que redacte la nueva constitución y dirigir las convenciones fraudulentas, sean cual sean, dentro de este proceso viciado desde que lo pactaron el 15 de noviembre, que además fue diseñado para que los partidos tradicionales manejen la discusión y controlando la Comisión Técnica.
Acaso, ¿veremos representación real de nuestros pueblos originarios en la convención? ¿Ha decidido el pueblo mapuche participar? ¿Chile no era respetuoso de la autodeterminación de los pueblos? ¿Cómo nos aseguramos que las voces silenciadas sean escuchadas? La única opción sería con una Asamblea Constituyente libre y soberana, en la perspectiva de un gobierno de lxs trabajadorxs, de la verdad, la justicia, la memoria y la dignidad. Llegó el momento de romper el Acuerdo de Paz firmado e impuesto por los partidos cómplices con el gobierno asesino. En las calles debemos hacerla retumbar con una tercera opción, usemos su plebiscito trucho para anular la segunda papeleta y marcar este camino. Que se escuche fuerte Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Por Fabiola, por Gustavo, por el peñi Matías, por Ámbar, por Hernán, por ti y por mí. Por nuestros pueblos originarios.