En menos de un año 500.000 personas murieron a causa de COVID-19 en los Estados Unidos. Este fracaso para contener la pandemia es un asunto del partido republicano y el partido demócrata.
Miércoles 24 de febrero de 2021 23:40
Ya hay medio millón de muertes causadas por el COVID-19 en los Estados Unidos. Es una cifra tan devastadoramente alta que casi desafía la comprensión. Las muertes por COVID-19 ya superaron las muertes de estadounidenses ocurridas en la Primera y Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam, Irak y Afganistán. Entre las causas de muerte, el COVID-19 se encuentra detrás de las enfermedades cardíacas y el cáncer en los Estados Unidos. ¿Cómo es posible que la nación más rica del mundo haya sufrido las consecuencias más mortíferas de esta pandemia mundial?
El negacionismo del expresidente Donald Trump y su desprecio por la salud pública ciertamente estuvieron entre los factores que más han contribuido. De hecho, es probable que su negación a ofrecer alguna respuesta útil haya hundido sus posibilidades de reelección para el 2020. Los votantes vieron como Trump descartó el peligro del virus en sus primeros días, minimizó la necesidad de usar máscaras, promovió curas falsas como la hidroxicloroquina y alentó a miles a asistir a mitines para su campaña electoral.
De todas formas, sería un error atribuirle la responsabilidad solamente a Trump o al Partido Republicano. El fracaso en contener la dispersión de la pandemia es un asunto bipartidista. Estas muertes no son meramente casos de mal liderazgo - son el resultado predecible de la particular forma de opresión y explotación del capitalismo neoliberal que dominó a los Estados Unidos por casi 50 años.
Las pandemias son el resultado de la forma de producción capitalista
La recurrencia de enfermedades infecciosas y su rápida expansión alrededor del mundo son el resultado directo de la producción capitalista. Muchos se remontan a los bosques del mundo, que han sido arrasados a una velocidad vertiginosa para dar paso a la actividad agrícola y minera industrializada. La deforestación provocó una mayor interfaz entre los seres humanos o el ganado y los vectores de enfermedades como los murciélagos o los mosquitos. El actual brote tuvo probablemente sus orígenes en la provincia china de Hubei, pero el siguiente podría venir tranquilamente de Brasil, Indonesia o cualquiera de los países que son el hogar de la deforestación extendida. También podría emerger de los Estados Unidos, donde la cría intensiva creó las condiciones ideales a enfermedades para esparcirse entre los animales domésticos y luego pasar a los seres humanos.
Mientras el rol jugado por China no es insignificante, debemos ubicar la misma o mayor responsabilidad en los poderes de Estados Unidos y Europa que subcontratan la producción minera agrícola a países donde el costo de la mano de obra es mucho más bajo y las regulaciones ambientales son fácilmente eludidas. El ecologista marxista Rob Wallace y Mike Davis contribuyeron ampliamente a nuestro entendimiento de la base de la pandemia en los métodos de producción irracionales y ecocidas del capitalismo. Incluso antes del actual brote, Wallace y Davis notaron que la deforestación, agricultura industrial y la migración forzosa de pequeños agricultores del campo a los barrios marginales de los centros urbanos jugaron un papel fundamental en la aparición de nuevas enfermedades en este siglo. Y a pesar de las señales de advertencia (la gripe aviar, la gripe porcina, el SARS 1 y el MERS), estas prácticas imprudentes continuaron igual que antes. Como escribe Wallace, “la agroindustria está tan centrada en las ganancias que la selección de un virus que podría matar a mil millones de personas se considera un riesgo digno”.
Lo que agravó la crisis fueron las principales aerolíneas, que ayudaron al virus emergente a cruzar continentes en cuestión de semanas. Los viajes aéreos globales se duplicaron de 2004 a 2019. Si el SARS 1 no hubiera surgido en 2002 sino en nuestra era actual de viajes aéreos extensos, sus consecuencias fácilmente podrían haber sido tan mortales como su pariente, COVID-19. Por lo tanto, los gigantes de las aerolíneas deben ser considerados responsables de dos emergencias sanitarias globales: la pandemia del coronavirus y una crisis climática que, según la ONU, amenaza la vida de más de mil millones de personas.
La pandemia golpeó a los Estados Unidos peor que a cualquier otro país del G20 - un resultado de las condiciones de opresión del capitalismo norteamericano. A diferencia de los países más desarrollados, los Estados Unidos no brindan salud pública ni licencia por enfermedad con goce de sueldo garantizado, lo que obliga a muchos a renunciar al tratamiento ni pueden permanecer en casa mientras están enfermos. Los alquileres, particularmente en las ciudades más grandes, dejaron a muchos trabajadores viviendo en casas y departamentos superpoblados. Los políticos se negaron sistemáticamente a cerrar sus economías o reabrieron muy pronto, actuando en interés de las empresas, no de los trabajadores. En la industria de envasado de carne, por ejemplo, las plantas permanecieron abiertas en los peores días de la pandemia y los trabajadores lucharon por recibir el equipo de protección adecuado o poder tomarse licencias remuneradas, lo que provocó miles de muertes. Hasta el 8% de todas las infecciones estadounidenses en julio pasado estaban representadas por trabajadores del procesamiento de ganado. Por supuesto, los más propensos a infectarse y morir son los sectores que sufren la superexplotación, los negros e indígenas, los latinos y los pobres.
Fracaso bipartidista
Si bien es cierto que mucha de la responsabilidad de este fracaso en la salud pública es de Trump y el Partido Republicano, los demócratas no fueron mejores en sus respuestas. El gobernador democrático de Nueva York, Andrew Cuomo, por ejemplo, publicó un libro celebrando su exitoso manejo de la pandemia, pero sus acciones (e inacciones) fueron directamente responsables del enorme número de muertos del estado. El estado de Nueva Jersey sufrió más muertes por COVID-19 cada 100.000 residentes. Las medidas austeras de Cuomo, las cuales incluyeron recortes a Medicaid (sistema de salud pago a cargo del Estado), forzaron a miles a continuar trabajando a pesar del riesgo de infección. Después de que el virus alcanzara el estado, Cuomo se resistió una y otra vez a los llamados de cerrar los negocios y escuelas. “No va a haber ninguna cuarentena, nadie va a encerrarlos en sus casas, nadie se va al infierno, no se puede dejar la ciudad. Eso no va a pasar” dijo el gobernador a mediados de marzo del 2020. Recientemente se dio a conocer que las muertes en el estado de Nueva York fueron mayores a las que el mismo Cuomo declaró: de acuerdo al fiscal general, más de 6.000 muertes por COVID-19 en hogares de ancianos quedaron fuera del recuento oficial del gobernador.
Mientras tanto, el gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, también reportó las casi 50.000 muertes y California sigue reportando casi 300 muertes por día. A pesar de esto, el gobernador Newsom levantó recientemente las órdenes de quedarse en casa, exige que las escuelas vuelvan a abrir lo antes posible y amenazó con vetar las propuestas para posponer la apertura de las escuelas hasta abril.
En su primer mes en el cargo, Joe Biden ya demostró que no está dispuesto a tomar las medidas necesarias para limitar drásticamente el número de muertes y terminar rápidamente con la pandemia. Como Trump antes que él, la principal prioridad de Biden es reabrir la economía y proteger las ganancias corporativas. Su promesa de reabrir completamente las escuelas de EE. UU. dentro de los 100 días, aunque varios informes demostraron que la reaperturas de escuelas contribuye a la propagación del virus, muestra que su administración se preocupa más por proteger los intereses de los empleadores que por la salud de los trabajadores.
Si bien los medios burgueses aplaudieron a Biden por su plan de vacunar a 100 millones de estadounidenses en 100 días, la propuesta es en realidad mucho menos ambiciosa de lo que parece. De hecho, el día de la asunción presidencial, el país ya estaba en camino de alcanzar este hito, pero solo cinco días después, el presidente le dijo al público que esperara 250.000 muertes adicionales antes de que el virus estuviera bajo control. Sin embargo, esta predicción clínica no era inevitable y existe una manera más fácil y eficiente de producir y distribuir rápidamente la vacuna. En su primer día en el cargo, Biden podría haber obligado a Pfizer y Moderna a compartir sus patentes, permitiendo que países de todo el mundo fabricaran las vacunas cantidades mucho mayores. Si lo hace ahora, Estados Unidos podría vacunar a toda su población mucho más rápido y, al mismo tiempo, reducir el riesgo de futuros brotes y mutaciones al garantizar que todo el mundo tenga acceso a las vacunas necesarias para poner fin a la pandemia de una vez por todas.
Llevar adelante un plan de estas características amenazaría directamente las ganancias de las mismas compañías farmacéuticas que actualmente están ganando miles de millones con los derechos exclusivos de sus patentes de vacunas, algo que Biden y el resto del régimen de los EE. UU. claramente no están dispuestos a hacer.
A pesar de este hito aterrador, todavía estamos a varios meses de tener la enfermedad bajo control, y es casi seguro que Estados Unidos verá muchas más miles de muertes antes de que termine esta pandemia. Aunque todavía hay tiempo para tomar las acciones necesarias para reducir drásticamente ese número, eso solo puede suceder si los trabajadores y sus organizaciones toman la iniciativa, como lo hicieron durante los meses de la pandemia, para cerrar los lugares de trabajo y las escuelas mientras se defendieron sus salarios, y exigieron equipos de protección, condiciones de trabajo seguras, medidas económicas, atención médica pública y gratuita para todos y acceso inmediato a la vacuna para todos los trabajadores de primera línea y los sectores más vulnerables. El hecho de que el gobierno de los Estados Unidos haya fracasado tan completamente en manejar su respuesta a esta crisis muestra inequívocamente que el capitalismo ya no sirve más como sistema social y económico. Las 500.000 personas que murieron no son víctimas de un desastre natural, son víctimas de la irracionalidad y la crueldad capitalistas.
Este artículo originalmente publicado en Left Voice parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.
Traducción: Lucía Maquieyra
Robert Belano
Vive en Washington y es escritor y editor de Left Voice de EE. UU.