De Retiro a Los Angeles: el festejo de la AEA y la Cumbre de las Américas. ¿Qué une a las dos cumbres? Alberto Fernández y Joe Biden: los intereses en la debilidad. Los empresarios de la AEA entre aspiraciones, relato y amenazas.
Jesica Calcagno @Jesi_mc
Domingo 12 de junio de 2022 12:30
Foto: Martín Cossarini
Hay un cuento de Borges llamado “Utopía de un hombre que está cansado”. Un profesor y escritor de 70 años, viaja al futuro y se encuentra con un hombre con quien tiene una conversación e intercambian sobre sus respectivos mundos. El del futuro le cuenta del suyo: “Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio”. En otro pasaje, el viajero le pregunta curioso al hombre del futuro: “¿Qué sucedió con los gobiernos?”. Y la respuesta que obtuvo fue “Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”.
Dos fragmentos que le calzan a dos postales de esta semana. Una Cumbre de las Américas cruzada por la decadencia norteamericana y una latinoamérica inestable, que aportan su grano de arena a un mundo frágil y atravesado por una guerra. De este lado del mapa, se reunió la opulencia de la AEA. Los más ricos del país en el Hotel Sheraton con un vallado y un cartel de “propiedad privada” que los separaba de la protesta de organizaciones sociales reclamando por la comida y la inflación. ¿Qué une a estas dos Cumbres?
Un tablero endeble
La Cumbre de las Américas que pasó esta semana en Los Ángeles dejó algunas conclusiones interesantes sobre un tablero mundial y regional convulsionado y plagado de incógnitas.
Diego Genoud en La Política Online expone la debilidad en la que se encuentra Estados Unidos, amenazado por problemas domésticos y externos, al punto que le bajó el precio a sus objetivos en el encuentro en Los Ángeles: “Biden solo necesitaba que la Cumbre no termine en un naufragio continental” dice. Genoud cita además la definición sobre Estados Unidos que presentaron investigadores de Argentina, México y Colombia en la propia Cumbre: “Tiene la ´casa en desorden´en un contexto internacional de ´acelerada redistribución del poder´”.
No es el único que alerta sobre lo que la Cumbre de las Américas nos dejó. Mario Wainfeld en Página 12 afirma que “Washington no acepta que ya no domina el mundo ni la caída de su reputación”. Apela al artículo de uno de esos investigadores, que desde el título habla del “síndrome de la superpotencia frustrada”. Cita un pasaje de Juan Gabriel Tokatlian en la Revista Nueva Sociedad: “Estados Unidos pretende la primacía (primacy): Washington no acepta ni tolera la existencia de una potencia de igual talla. Con George W. Bush esa primacía fue agresiva, bajo Barack Obama fue recalibrada y bajo Donald Trump fue ofuscada; con Joe Biden asistimos a una primacía deteriorada o la gestión hacia la región ha tenido más continuidad que cambio, una suerte de «trumpismo soft»”.
Claudio Mardones en Tiempo Argentino pone la disputa con China como el duelo donde “se concentra el punto más importante del tablero regional”. Habla de “un momento donde la ausencia de una iniciativa de Washington quedó al desnudo ante las diferencias de las propuestas de inversión del gigante asiático”.
Por su parte, Horacio Verbistky en El Cohete a la Luna describe algo de los problemas domésticos norteamericanos: “En 150 días, Biden enfrentará las cruciales elecciones de medio término, donde nadie le vaticina una victoria. Sus índices de aprobación han caído por debajo del 40%”. Aunque no es el eje de su columna, dice que “La escenografía que se montó en LA muestra al Presidente Joseph Biden y su Vice Kamala Harris como si fueran la mesa examinadora ante la que se presentan los demás jefes de Estado”. Desde ese “montaje” busca ponerle límites al discurso de Alberto Fernández cuando se refirió críticamente a Estados Unidos por excluir a a Cuba, Venezuela y Nicaragua. El propio presidente de Argentina confesó después en una conferencia de prensa, que la Casa Blanca sabía de antemano el contenido, y que las relaciones están en un muy buen momento. Desde las páginas de La Nación, Joaquín Morales Solá, se ofusca de todas formas, con cualquier crítica al imperio en decadencia. Lo considera “ubicarse en el lado ridículo de la historia”.
De todas formas, la reunión bilateral que tendrá Alberto Fernández con Biden en julio lo confirma, y entusiasma a Fernández en el rol de “equilibrista” en la región.
Es que Latinoamérica tampoco está para bollos. En el semanario Ideas de Izquierda, Santiago Montag y Omar Floyd, profundizan el análisis sobre la Cumbre. Su punto de partida es doble: de un lado la crisis de la hegemonía norteamericana anclada en el profundo deterioro del capitalismo y su “gran empresa” neoliberal. Del otro, el problema que encuentra EE.UU. para desplegar su política imperialista de Norte a Sur que, en vez de integración, se topa con “asimetrías, fragmentación política y desequilibrios económicos espaciales”. Hacen un repaso por la región donde hay “gobiernos que son producto del fracaso mismo de sus antecesores conservadores entre el 2016 y 2019 (Argentina, potencialmente Brasil si gana Lula este año, según proyectan las encuestas), o llegaron al poder luego de revueltas populares como en Chile, Perú (y potencialmente Colombia si se confirma la victoria de Petro en la segunda vuelta), o tras largos procesos contra la corrupción estatal y expectativas de fuertes cambios como en México”. Donde hubo revueltas y recambio de gobierno, la inestabilidad está a la orden del día. Colombia, aliado histórico de Estados Unidos, tiene el ballotage el próximo domingo 19 y puede sumarse a esta lista.
En este escenario de fragmentación e inestabilidad, Estados Unidos parece apostar a los vínculos con Argentina para asentarse en la región. Aunque se da la paradoja, como señala Genoud, de un Alberto Fernández más festejado y saludado en Los Angeles que en su propio país donde está asediado por varios frentes. El malhumor social por los fracasos de su propio gobierno, la marcada de cancha de los empresarios y Juntos por el Cambio, y las internas del Frente de Todos. Viene de sufrir un golpe con la salida de Kulfas del gabinete.
El perdón tramposo
El gobierno de Alberto Fernández tiene en el horizonte sacar algún provecho de una debilidad extendida que lo puede posicionar como interlocutor privilegiado de Estados Unidos en la región. Aunque es una búsqueda que expresa sus propias ataduras y debilidades: el acuerdo con el FMI.
El organismo internacional, del cual Estados Unidos es socio mayoritario, informó esta semana que avanza la primer revisión trimestral sobre la Argentina. El anuncio vino con novedades, en paralelo al desarrollo de la Cumbre de las Américas. El FMI adelantó que van a permitir recalibrar las metas trimestrales, aunque no las anuales. Quiere decir que en los próximos meses permitirán más flexibilidad en las metas de ajuste fiscal, pero lo que no hagan ahora, tendrá que ser más drástico al cierre del 2022. A su vez, el organismo aseguró que van a modificar las proyecciones de inflación para el país.
Mónica Arancibia en La Izquierda Diario explica que lo que puede ser un alivio temporal, puede tener otras consecuencias que seguirán pesando sobre mayorías trabajadoras y populares aunque se trate de una deuda fraudulenta que benefició a un puñado de fugadores.
Entre los análisis económicos hay distintas visiones sobre el futuro más inmediato del acuerdo con el FMI. Marcelo Di Bari en Tiempo Argentino sostiene que “La recalibración de las metas servirá para despejar el riesgo de tener que pedir un tempranero waiver o dispensa, como muchos analistas aseguraban”. El waiver es un especie de “perdón”. Por su parte, Alejandro Bercovich en BaeNegocios, asegura que “lo que hizo Kristalina Georgieva fue preparar el terreno para el ´waiver´ que se va a ver obligado a pedir a fin de este mes el Gobierno”. Es más categórico al afirmar que “Ya nadie cree que vayan a cumplirse las metas, ni anual ni trimestralmente, en materia fiscal ni de acumulación de reservas”. Lo que sí es seguro es que, con el FMI, la hipoteca del futuro para las mayorías será por varias décadas, y que las revisiones trimestrales implican renunciar a la soberanía nacional más elemental. El gobierno no podrá dar ningún paso que no sea negociado con el organismo. A lo que hay que sumar condicionamientos políticos, de una diplomacia norteamericana siempre voraz para defender sus propios intereses aunque sea una potencia en decadencia.
Un fantasma recorre la AEA
La viralización de la frase del dueño de “La Anónima” confesando “la remarcación de precios” con una sonrisa de oreja a oreja fue lo más comentado de la cumbre de la AEA. Es que las carcajadas a coro de los presentes en el lujoso Hotel Sheraton, aturdieron más allá de sus puertas. En un país con 60% de pobreza infantil, y hasta con trabajadores formales arañando los umbrales de pobreza, fue una provocación obscena a los millones que la están pasando mal. Ni una palabra se les cayó a los liberales de Milei y Espert, ni a los de Juntos por el Cambio sobre este reconocimiento empresarial. Se tapan los oídos para que no se les caiga la estantería de argumentos flojos de papeles sobre las causas de la inflación, porque tendrían que apuntar a la casta empresarial sedienta de ganancias.
“El único modelo es el capitalista” sentenció Federico Braun, el mismo supermercadista que se rió por remarcar precios. Además presentó una filmina con la leyenda "Ser un país normal: capitalismo, NO comunismo". Paolo Rocca de Techint no se quedó atrás, como recuerda Alejandro Rebossio en El DiarioAr, “planteó que se viene un mundo más similar al de la Guerra Fría donde nuestro país tendrá ocasiones de progreso pero siempre y cuando se alinee con Occidente, con las potencias atlánticas”. Fue su manera de presentar también la disyuntiva capitalismo vs comunismo.
La necesidad del poder económico de reafirmar “la superioridad del capitalismo” habla de su propia debilidad y decadencia. La conferencia de la AEA fue complementaria a lo que dejó la Cumbre de las Américas. Una agonía capitalista que acorrala gobiernos y la hegemonía norteamericana. Los estallidos que vivió la región como en Chile, Bolivia, Perú, Colombia, explican también esa amenaza que huelen los protagonistas de la AEA. La lista de “países capitalistas modelo” se está limitando, y hasta Estados Unidos exhibe debilidades.
Fue la mirada y el análisis de Fernando Rosso de La Izquierda Diario, que puso el foco en esto: “una clase que tiene que justificar tanto su sistema, que tiene que reafirmarse todos los días, es una clase insegura, que también en el fondo tiene miedo porque sabe de las consecuencias que este régimen social genera. Es decir, no hablan del pasado (o no hablan sólo del pasado), hablan del presente y, sobre todo, del futuro”.
La figura de Javier Milei, aunque está dando muestras de desinfle, también se lo puede analizar desde esta óptica. Encuadra con la necesidad de crear un imaginario de “superioridad del capitalismo”, que pone de enemigo al comunismo, para proponer recetas del neoliberalismo más clásico que están en el corazón de los fracasos y la decadencia que vemos hoy.
Los discursos de la AEA y los liberales incluyen como objetivo asociar al comunismo a cualquier forma de estatismo y regulación, aunque son los primeros en aplaudir cada beneficio que el Estado les brinda para desarrollar sus negocios. Algo que incluye la “regulación al mercado” que propone Cristina Fernández, y que se ve en concreto en el debate alrededor del gasoducto. Quienes ingresen en la licitación para construirlo, y quienes exploten cada vez más con el fracking Vaca Muerta salen ganando (y mucho). Si Techint hubiera fabricado en Argentina las chapas como pedía la vicepresidenta, el círculo de mayor concentración empresarial, extranjerización, fuga y saqueo iba a desarrollarse de todas maneras.
Como analiza Esteban Mercatante en Ideas de Izquierda, “si algo definió a la cúpula económica durante este tiempo, es su capacidad para disociar el desenvolvimiento de sus negocios de la trayectoria declinante del capitalismo argentino”. Lo hace por múltiples mecanismos que están aceitados como mucha “eficiencia”: la fuga de capitales, pagos de la deuda, giro de ganancias a sus casas matrices en el exterior, la renta agraria.
Estas cumbres empresariales suelen pasar más desapercibidas, y comentarse en un reducido núcleo de la política tradicional con quienes buscan tejer lazos. Lo interesante es que esta vez, trascendió más de lo que querían. Se la vio como lo que es, la clase social que vive del padecimiento ajeno, se alimenta a costa del trabajo y las riquezas que producen otros y otras. Que sale ganando con las crisis y los ajustes. Una minoría privilegiada, que es muy consciente de sus intereses y los defiende con sus propias organizaciones como la AEA. Arma su relato, responde cuando se siente amenazada. Que sirva de inspiración no solo para indignarse. Sino para responder con una organización política de otra clase, que abra el camino a un sociedad superior donde la riqueza sea devuelta a quienes la crean y para las necesidades sociales, ya no más para el lujo de unos pocos.
En este diálogo entre Emilio Albamonte y Matías Maiello en Ideas de Izquierda, algunas reflexiones y debates sobre la capacidad de la clase productora para un proyecto de emancipación.
Jesica Calcagno
Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.