Entre las internas y el oportunismo de anuncios, un país que cruje en la crisis bajo la sombra del FMI. La aparición de Cristina Fernández y Mauricio Macri para la polarización. La propuesta de unidad de toda la izquierda.
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Jesica Calcagno @Jesi_mc
Domingo 20 de junio de 2021
Asomando en la tormenta
Para el bolsillo de las mayorías populares sigue sin haber buenas noticias. Ni en lo inmediato, ni en el horizonte. Y cada dato que aparece, es un cachetazo a las promesas del gobierno.
Se publicó la inflación de mayo del Indec, y el gobierno pretendió un tibio festejo porque “se desaceleró”. La realidad es que trepó al 48,8% en los últimos 12 meses.
Que los salarios siguen siempre atrás, también se reconfirmó con el cálculo de la Canasta Básica Total del Indec: una familia necesitó $64.445 para no ser pobre. Equivale a casi tres veces el salario mínimo.
Un Frente de Todos llegó al gobierno con promesas, y suenan a un “yo ya no puedo cumplir hazañas que prometí”. Algo que busca disimularse con la utilización de la polarización y anuncios oportunamente electorales que son pan para hoy, hambre para mañana.
Esta semana, el protagonismo lo tuvieron Cristina Fernández y Mauricio Macri. Asoman las caras públicas de la polarización. Una expresión más de que la campaña electoral está en marcha.
Mauricio Macri lo hizo, con sus usuales "pifiadas". Estuvo en Mendoza para hablar de su libro y dijo que “estas elecciones definen si vamos a vivir en democracia o en una autocracia” y pidió “minimizar las internas”. Le habló a su propio espacio de Juntos por el Cambio, que está inmerso en múltiples disputadas de candidaturas que probablemente terminen en PASO en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Pero también nos dejó otra frase que generó polémica: “Nunca he creído realmente que esta gripe un poquito más grave es algo por lo que uno debe estar sin dormir”. No extrañó el parecido con la “gripezinha” de Bolsonaro y llovieron las críticas. Terminó pidiendo disculpas por twitter, al mejor estilo Alberto Fernández, explicando que quiso decir otra cosa.
La interna en Juntos por el Cambio sigue. Suma candidatos, como Facundo Manes, postulado por la UCR para provincia de Buenos Aires, y también a otras fuerzas como los ultraliberales de Espert y Lopez Murphy. La coalición de derecha prefirió dejar atrás los vínculos que salieron a la luz entre los liberales de Espert y un empresario narco acusado de lavado de dinero y tráfico de droga.
Joaquín Morales Solá en La Nación aparece alineado con las expectativas de Macri de minimizar las internas y parece más molesto con Juntos por el Cambio. Se queja de “una oposición invertebrada, con media docena de candidatos presidenciales para dentro de dos años y más dispuesta a mirarse el ombligo que a observar lo que sucede en el país”. Le pide a la coalición macrista que juegue fuerte en esta elección porque el 2023 puede ser tarde: “el margen se encoge, pero muchos de sus dirigentes trabajan para un 2023 que podría no ser un proyecto, sino una suposición”.
Por su parte, Cristina Fernández apareció en un acto bonaerense con Axel Kicillof y sus declaraciones tuvieron el efecto rebote esperable (y deseable) a ambos lados de la grieta. Esta vez no dijo una palabra de inflación y salarios, ni nada que tenga que ver con la grave situación económica y social. Se focalizó en pedir que no se “politice la pandemia” y en “repensar el sistema de salud”. Dijo que hoy, está integrado “a las patadas y a la fuerza porque lo impuso la realidad”.
Repensar quién gana con la salud
Desde la oposición de derecha se utilizó el discurso de la vicepresidenta para avivar el fantasma de una “estatización” (que en verdad nadie puso en debate.
Eduardo Van Der Kooy se hace eco de esta interpretación. Aunque todos reconocen que no hay ningún proyecto que proponga semejante cosa, por las dudas se ataja con un viejo paper que circula en el Instituto Patria. “Habla de mecanismos regulatorios” recuerda Van Der Kooy. Y para esgrimir argumentos en contra de cualquier intromisión en las ganancias privadas afirma que “el papel administrador del Estado fue malo para la compra de las vacunas y la campaña de inmunización”. La lectura más general del columnista de Clarín es que el discurso fue “una carta para el Presidente” para recordar que “el poder de decisión forma parte de su patrimonio”.
Del lado de los empresarios de la salud, el vocero fue Claudio Belocopitt que salió al cruce en seguida para defender su negocio, victimizándose. Aprovechó la volteada para exigir nuevos aumentos de las cuotas de las prepagas.
A este magnate de la medicina privada y empresario de medios de comunicación, le vendría bien refrescar algunos datos. En 2019 la medicina prepaga tuvo aumentos autorizadas del 60,7%, en el 2020 del 10%. Y en lo que va del 2021, el gobierno ya les autorizó dos aumentos: 4,5% en abril y 5,5% en mayo. También vale recordar que el propio Belocopitt fue beneficiario del programa ATP el año pasado: cobró su “sueldo” con subsidios del Estado. Ahí no tuvo queja alguna de “la intromisión estatal”.
Pero el debate que se abre es interesante. ¿Hay una integración “a las patadas” del sistema de salud como dijo la vicepresidenta? ¿La coordinación de datos es suficiente para merecer esa definición?
Diego Genoud en El DiarioAr da en el clavo en un aspecto central de este debate: “hoy el Estado, las prepagas, las obras sociales y los prestadores son gobernados por los laboratorios y multinacionales de tecnología sanitaria que multiplican sus márgenes de ganancias gracias a la pandemia”. Ahí se mueven grandes, y nadie cuestiona sus millonarios negocios. Genoud afirma que “los medicamentos de terapia intensiva aumentaron hasta un 140% en lo que va del año y hay algunos que subieron hasta 1300% según la Unión Argentina de Salud”.
Otro ejemplo es el fenomenal negocio con el oxígeno. Los “dueños del aire” son tres multinacionales que concentran la producción de gases en el mundo, y en Argentina operan las tres controlando el 90% del mercado nacional. Están dentro de las empresas con más ganancias del país.
Y la lista puede seguir con “patriotas” como el Laboratorio Richmond de Figueiras o el grupo Insud de Hugo Sigman que ahora se metieron en el negocio de las vacunas contra el covid-19, y tienen larga trayectoria en el negocio de medicamentos e insumos sanitarios. También recibiendo subsidios estatales.
Para discutir el sistema de salud, una necesidad que la pandemia reafirmó, estos intereses de grandes laboratorios son una pieza central del tablero. Por más discursos que el gobierno (o un sector) haga sobre una “integración” que no tiene ninguna precisión concreta, la realidad es que desde el Frente de Todos se han negado a tocar estos intereses. Lo demostraron con las vacunas: en vez de declarar de utilidad pública esos laboratorios como propuso el Frente de Izquierda, prefirieron preservar sus ganancias aún a costa de miles de vidas que podrían haberse salvado si la vacuna llegaba mucho antes que los meses previos a las elecciones. La centralización del sistema de salud público y privado se demuestra urgente, pero eso no vendrá de la mano de quienes se ubican como lobbistas de los grandes laboratorios en ambos lados de la grieta.
Tengo un plan
El FMI metió otra vez la cola. ¿Cuándo no? El vicesecretario del Tesoro de Estados Unidos, Wally Adeyemo, conversó esta semana con el ministro de Economía, Martín Guzmán. El tema fue la deuda con el Club de París y el FMI que siguen atando el destino de la Argentina. La frase que quedó del encuentro fue la que plasmó el funcionario norteamericano en un documento: “un marco sólido de política económica para Argentina que brinde una visión para el crecimiento del empleo en el sector privado tendría el apoyo de Estados Unidos y la comunidad internacional”. Como dijo Mónica Arancibia en La Izquierda Diario “es una exigencia para que el Gobierno explique cómo pagará la deuda y con qué recursos”. Son los clásicos pedidos de organismos internacionales: achicar gastos para pagarles a ellos.
Alfredo Zaiat en Página 12 busca polemizar sobre las repercusiones de esta frase, que como era de esperar, le dio letra al establishment más concentrado que se entusiasma con ajustar más todavía al pueblo trabajador.
“La controversia sobre si existe un plan económico entonces es sólo una trampa discursiva de la derecha para condicionar la gestión de la coalición política al frente del gobierno” dice Zaiat. ¿Se trata de una “trampa discursiva”? ¿Cuál es el plan del gobierno?
Si hace unos meses Guzmán repetía que “el plan” era el presupuesto 2021, la conclusión a la que se fue llegando es que fue sinónimo de ajuste y que los perjudicados son los de siempre. El pueblo trabajador.
Eliminando gastos covid-19, como el IFE, recortando en salud, y poniendo un pauta inflancionaria del 29% anual que sirvió para la paz social de los sindicatos y licuar el poder de compra de las y los trabajadores. Con la cercanía de la fecha electoral ese plan empezó a rediscutirse. Pero apenas parcialmente.
Por un lado, se están reabriendo algunas paritarias con acuerdos más cercanos al 40% o 45%, como fue el caso un gremio con un poder de fuego con “poco uso”, como el de camioneros esta semana. También el de trabajadoras de casas particulares, un sector altamente informal y que más retrasado venía en el debate salarial.
Ninguno de estos casos alcanzó lo conquistado con la lucha por los autoconvocados de salud de Neuquén que pasaron de una oferta inicial del 12% a lograr un 53% con 55 días de lucha y cortes de ruta a Vaca Muerta. O los vitivinícolas que arrancaron un 57% en la paritaria producto de su lucha y organización con paros y piquetes.
Por otro lado, el gobierno largó una serie de anuncios de gasto social. Infobae cita un estudio de la consultora Eco Go que calcula que estas nuevas medidas alcanzan una cifra de $248.718 millones (incluye desde bonos extraordinarios a beneficiarios de prestaciones sociales, monotributistas, hasta el REPRO, Tarjeta Alimentar, Ampliación de Potenciar Trabajo, entre otros). Pero, según la titular de la consultora, Marina dal Poggetto, “esas medidas no llegan a anular el fuerte ajuste de los primeros 5 meses del año”. Agrega que este monto, está igualmente lejos del gasto covid del 2020 que fue de $ 900.000 millones.
La vice jefa del gabinete, Cecilia Todesca, salió a contestar que el plan del gobierno “siempre fue el mismo, siempre dijimos que es la producción, el estímulo a las exportaciones, la sustitución de importaciones allí donde el país tiene capacidades productivas, es empleo con derechos”.
A lo de estimular exportaciones, le podemos dar un “check”. Con minidevaluaciones y sin tocar los impuestos a los grandes empresarios agropecuarios, es uno de los más ganadores en pandemia. Pero ¿empleo con derechos? En el caso de la juventud en nuestro país, el 63% está en la informalidad, una cifra que duplica la precariedad del promedio general. Datos que surgen del informe exclusivo del Observatorio de les trabajadores en pandemia de La Izquierda Diario. Otro dato alarmante que publicó la UCA recientemente es que el 30% de los asalariados son pobres.
Sacando alguna que otra medida excepcional, no tanto por la pandemia sino por la cercanía electoral, el plan más claro del gobierno es seguir atando al país a pagar la deuda fraudulenta con el FMI. ¿Cómo se explica sino el presupuesto de Guzmán con el objetivo de hacer un ajuste fiscal? ¿Y que el gobierno haya priorizado pagar la deuda en vez de volcar todos esos recursos a atender las necesidades sociales? ¿Quién los obliga a seguir financiando, y cada vez más, la especulación financiera con las Leliqs? ¿Y a bajar las jubilaciones?
Desde que asumió el Frente de Todos hasta abril del 2021 se llevan pagando 6.000 millones de dólares a los organismos de crédito internacional. Esas son prioridades. Como dice Horacio Verbitsky hoy en El Cohete a la Luna, “Las diferencias en el gobierno sobre la negociación son menos drásticas de lo que se dice en los medios”.
Aunque Alfredo Zaiat se excuse en la herencia recibida por Macri y la excepcionalidad de la pandemia, el gobierno toma decisiones todos los días y es en esos hechos donde se ven sus prioridades y su “plan económico”.
Pablo Anino en el Semanario Ideas de Izquierda, profundiza este debate. Derribando los mitos de un “Estado presente” que redistribuye el ingreso.
La gira de Sergio Massa en Estados Unidos para mostrar la voluntad del gobierno a pagar la deuda con el FMI, también deja ver que nada es gratis. La renegociación de los plazos de pago que pretende el gobierno (y todo indica que se pateará buena parte para el 2022) tiene su contrapartida. No es sólo el plan de ajuste. Estados Unidos está preocupado por las posiciones “diplomáticas” de la Argentina, por el peso que está adquiriendo China en la región, y la situación crítica en Colombia, Chile y Perú. Según cuenta Román Lejtman en Infobae, “Biden sugirió que Alberto Fernández puede actuar como un fixer en América Latina” y que “puede contribuir a establecer mecanismos de estabilidad institucional en la región”. Es decir, jugar en el tablero geopolítico a favor de los intereses de Estados Unidos.
La salida es por izquierda
En este escenario de crisis social, económica y sanitaria, las dos coaliciones políticas tradicionales se preparan para ir a una disputa electoral utilizando la polarización. Un método clásico de bajar la vara del debate público, a la mediocridad de “lo posible”. Juntos por el Cambio como vocero de los sectores más concentrados de la economía. El Frente de Todos victimizándose de la herencia recibida, que igualmente utiliza para no revertirla y pararse sobre ella. En la deuda que nos ata al FMI, en la precarización, en la pérdida salarial.
Caminos que conducen a legitimar una pobreza ascendente que ya se calcula en un 45% en 2020. Ya nadie discute cuál es el plan para revertir este flagelo.
Estos términos del debate son peligrosos, también en otros sentidos. La reflexión de Fernando Rosso en El Círculo Rojo, a propósito de la discusión que se abrió con la investigación sobre la “reacción conservadora”, merece atención. Se pregunta “qué es ser conservador o reaccionario hoy en nuestro país y en el mundo; dónde se hace el corte”. Porque en esto de hacer amplias coaliciones políticas amplias, dice, aparecen “progresistas” que esconden a un conservador, y muchos o muchas que destacan su “progresismo” en un punto para encubrir que son reaccionarios en todos los demás. Sabemos dónde ubicar a Macri, Milei o Patricia Bullrich. Pero, ¿dónde ubicar a Sergio Berni? ¿A Gildo Insfran o Capitanich?
La propuesta que impulsa el PTS del Frente de Izquierda de unificar a toda la izquierda para las luchas y la disputa electoral, cobra un valor especial y de mayor importancia en estos debates. Sobre la base de ya estar impulsando la coordinación de trabajadores ocupados y desocupados que hoy están en lucha, se demuestra que hay unan izquierda arraigada en los reclamos populares, de las mujeres y la juventud. Que está siempre del mismo lado, sin sorpresas. Los intentos del oficialismo y la oposición de derecha de instalar la polarización, necesitan ser sorteados con una izquierda más fuerte y unida para mostrar una alternativa política frente a cualquier “mal menor” o “mal mayor”.
A diferencia de otros procesos latinoamericanos, donde el desgaste de los partidos tradicionales se canaliza en organizaciones políticas de colaboración de clases (como el PC chileno que fue parte del gobierno de Bachelet), la izquierda en Argentina es un actor político de peso, se ha mantenido independiente de los gobiernos, ha conquistado presencia en el congreso con diputados nacionales y legisladores provinciales, y está arraigada en la clase trabajadora ocupada y desocupada, en el movimiento de mujeres, del medio ambiente y por los derechos humanos.
La unidad de la izquierda clasista y socialista es una necesidad para las luchas en curso, y para lo que viene en el país y en la región. El camino de fortalecer una alternativa política de la clase trabajadora, sería una potente herramienta para enfrentar las maniobras de los partidos tradicionales que intentan borrar cualquier horizonte que ponga en cuestión la miseria de lo posible. En ese desafío estamos, y los necesitamos, las necesitamos para hacer fuerte esta propuesta. Firmando y difundiendo este petitorio, o compartiendo este video de Nicolás del Caño y Myriam Bregman. Hagamos realidad la unidad de la izquierda.
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Jesica Calcagno
Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.