Las razones del portazo de Martín Guzmán y la crisis del gobierno en su laberinto de ajuste y escasez. La metáfora de una lapicera gastada que nadie quiere agarrar. Cristina Fernández y el eterno retorno de lo electoral. ¿A quién le sirve la agenda del 2023? El 9 de julio habrá movilizaciones en todo el país: la disputa por una salida de otra clase.
Jesica Calcagno @Jesi_mc
Domingo 3 de julio de 2022 10:18
El subsuelo del quinto piso
La decisión de Martín Guzmán de dejar la silla del quinto piso, donde funciona la oficina del ministro de economía, no fue sorpresiva. Hace tiempo que su salida era comentada, especulada, y pedida por un sector del propio Frente de Todos. Los detractores de Guzmán fueron creciendo con el tiempo, hasta que solo le quedó el respaldo de Alberto Fernández. Algo que vale poco últimamente.
En las próximas horas el presidente tendrá que definir y anunciar quién lo reemplazará. Los llamados “mercados” están con colmillos afilados para operar desde el lunes y dar su mensaje. Esa costumbre de poner su pliego de demandas atacando en el mismo acto a la clase trabajadora y sectores populares. Es lo que pasa cuando presionan para una devaluación más acelerada.
Los nominados que se comentan son varios. Van desde Sergio Massa, hasta Cecilia Todesca, pasando por Martín Redrado y algunos más. Pero ¿quién querrá ocupar esa silla que quema? Jairo Straccia en Diario Con Vos deja planteadas las contradicciones de encontrar a “alguien que se haga cargo de un país con una inflación hacia arriba del 70% y dólares paralelos que pasan los $ 250, un 100% más que el oficial”.
No es el único: Diego Genoud en La Política Online cuenta que cerca de Sergio Massa dicen que “lo mejor para él sería asumir con la devaluación ya consumada. Nadie quiere hacer el trabajo sucio”. ¿Será una opción del gobierno “dejar correr” que el trabajo sucio lo termine haciendo el mercado?
Los detonantes de la renuncia, en la superficie, se asocian al petardeo constante de la vicepresidenta y su tribu. Casi coordinado, el tuit con el que quedó como ex ministro apareció cuando Cristina Fernández lanzó en su discurso en Ensenada que Melconian “piensa más parecido a Guzmán con el tema del déficit fiscal”. Ella defendió el encuentro con el economista liberal y ex funcionario de Macri, porque “hay que escuchar a todos”. Aunque en una voltereta mágica, lo utilizó discursivamente en forma de dardo contra Guzmán.
El petardeo incluyó las trabas que venían poniendo funcionarios cristinistas del área de energía, para implementar la anunciada segmentación de tarifas. Uno de los ejes de la disputa que enfrentaban, hace rato, a los dos “bandos” del Frente de Todos.
Si las críticas de la vicepresidenta a Martín Guzmán ya eran parte del folklore de la interna a cielo abierto de la coalición de gobierno, quizás haya que poner la lupa en otros factores que aceleraron la decisión.
Ahí nomás asoma primero y a paso firme, el FMI. Hace unos días, luego de hacer el desembolso de dólares de la renegociación de la deuda, el organismo publicó un “informe” sobre las metas para la Argentina, que hay que leer como exigencias. Así opera el Virreinato del FMI. Como explicóMónica Arancibia en La Izquierda Diario, “reclama un mayor ajuste en la segunda mitad del año para que se cumplan las metas anuales. Sus pedidos son los de siempre: recorte fiscal, poda de salarios y jubilaciones, y reformas estructurales”. La misma evaluación hizo Alejandro Bercovich en BaeNegocios: el FMI anunció que el tercer trimestre “debe incluir sí o sí un severo ajuste fiscal”. Guzmán dejó el andamiaje de un acuerdo que es de ajuste, pero pegó el portazo antes de que lleguen días más oscuros.
Además, entre los ítems que “sugiere” el Fondo, está el de “racionalizar el gasto en bienes y servicios, subsidios al transporte, y transferencias discrecionales a provincias y empresas públicas así como priorizar mejor el gasto de capital”. Señal de alerta para la Liga de Gobernadores que se reactivó hace una semana bajo la sombra de la vicepresidenta. Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna reafirma esta preocupación de los caciques provinciales del PJ, que hoy respaldan “los cuestionamientos a la política económica’. Uno de los motivos debe buscarse en el último documento del Fondo Monetario”. No porque impugnen el acuerdo con el FMI que ellos mismos apoyaron, promovieron o dejaron correr. No quieren que sus cajas provinciales sean las ajustadas. Implicaría una amenaza a su propio poder territorial y electoral.
Allí encontró terreno fértil la vicepresidenta para confluir con el personal más tradicional del peronismo. La presencia mayor de gobernadores y funcionarios en el acto de Ensenada, que contrastó con la del viernes del presidente, es otra expresión de este corrimiento.
Es sabido que los lineamientos del acuerdo con el FMI tienen en su adn una inflación alta, para licuar por esa vía las partidas presupuestarias, jubilaciones y salarios de estatales. Las previsiones de la inflación de junio no son buenas: distintos analistas coinciden en que puede estar por encima del 5,1% de mayo. Guzmán quedó preso de la promesa de bajar la inflación, y se va 10 días antes de que se publiquen los datos que podrían exponerlo una vez más.
La conducción de la CGT ahora dice que se impacienta por la aceleración de los precios, aunque fueron los únicos que aceptaron el dibujo de las proyecciones de inflación del ex ministro. Les valió un agradecimiento especial en la carta de renuncia. Por su respeto para que se siga haciendo un ajuste sobre los salarios, sin recuperar nada de lo perdido con Macri. Mucho no les cuesta: están entrenados en no hacer nada frente a tantos años de pérdida de poder adquisitivo. Hasta Eduardo Van Der Kooy en Clarín señala que “Ocurre que entre los sindicalistas también existe una diáspora por la crisis social ante la cual aparecen paralizados. Nada de medidas de fuerza. Nada de movilizaciones. La calle ha pasado a ser de los movimientos sociales, con claro predominio de la izquierda”.
Alfredo Zaiat en Página 12 da cuenta de estos agujeros: “más allá de las condiciones del acuerdo con el FMI, no es un misterio que las tensiones políticas en los gobiernos quedan al descubierto cuando existen resultados económicos malos en dos indicadores sensibles: inflación e ingresos”. La cuestión es que esos malos indicadores no están “más allá” del acuerdo con el Fondo. Pablo Anino en el Semanario Ideas de Izquierda, profundiza cómo son eslabones de una misma cadena llamada FMI.
Por eso, tampoco se explica la crisis económica y social por una “gestión fragmentada” como dice Zaiat (y desliza el propio Guzmán en su carta de renuncia). No va a resolverse con un “super ministro” empoderado. Mientras siga mandando el acuerdo con el FMI, el rumbo económico estará atado a variantes de ajuste contra el pueblo trabajador.
En todo caso, la eyección de Guzmán demuestra cuáles son las consecuencias de haber legitimado una deuda fraudulenta y aceptar el liderazgo del FMI. Del lado de los misiles de Cristina Fernández para cambiar “los funcionarios que no funcionan”, podrán revalidar su poder al interior del peronismo. Pero difícilmente puedan apuntar a resolver los problemas más urgentes para las mayorías. Como dice Diego Genoud “nunca termina de quedar claro cuál es su salida económica (de la vicepresidenta) para dar por terminado el vía crucis de Guzmán”.
Otra papa caliente que le queda a quien aterrice en Economía, es la que incluye Martín Rodríguez Yebra en La Nación: “La temporada alta de liquidación de divisas se termina este mes y crece la demanda de dólares para importar energía”. Guzmán podrá anotarse en su currículum, que en los últimos seis meses de su gestión el complejo agroexportador liquidó casi 19.145 millones de dólares. Aunque de eso no quedó prácticamente nada en el país ni en el Banco Central. Venga quien venga, tendrá que lidiar también con escasas reservas combinado con más demanda de dólares y una mala temporada de ingresos por exportaciones.
El dilema de la lapicera
Cristina insistió este sábado en Ensenada en que Alberto Fernández “use la lapicera”. Le revoleó una cita de Perón para responderle que no se puede persuadir con palabras sino con “hechos y con ejemplos”. Si fuera por eso, que el último apague la luz en el Frente de Todos. Hay hechos desde el que armó el acuerdo con el FMI, hasta quienes permitieron que se vote. O ejemplos de aprobar sin fisuras el cambio de la movilidad que ajustó a los jubilados, hasta la represión a las familias sin techo en Guernica.
La deriva del gobierno no está tanto en el uso o no de la lapicera, sino en los contornos de un mecanismo de ajuste sobre el ajuste del cual no pueden salir. La propia ubicación de Cristina y su espacio es sintomático de esa imposibilidad.
Cristina quiere la lapicera para rearmar al peronismo, pero no la quiere para tomar las riendas en una situación donde acotan las alternativas a medidas cada vez más antipáticas para las mayorías populares. Son las opciones que les quedan por no sacar los pies del plato del acuerdo con el FMI.
Por algo, desde el propio cristinismo le huyen a tomar el timón en la tormenta. Santiago Fioriti en Clarín, cuenta que “en el entorno de la vicepresidenta aseguran que ni aunque Alberto quisiera podría irse antes de tiempo. ´No se lo permitiríamos´, dice una fuente que desprecia Alberto”. En respuesta a quienes barajen la posibilidad de esa pesadilla que dejaría a Cristina expuesta al frente de la Casa Rosada. Rodríguez Yebra lo grafica con otras palabras en La Nación “´Quiere que Alberto reaccione, no que se vaya´, dice un funcionario que trabaja codo a codo con Kicillof. Alivio para hoy, zozobra para mañana”. Horacio Verbitsky aporta lo suyo, pero en clave 2023: “quienes conocen de cerca sus sentimientos entienden que no aspira a ocupar por tercera vez el Poder Ejecutivo”.
La misma lógica se traslada al pensar cómo dirimir la silla que dejó Guzmán. Pablo Ibáñez da algunas pautas de esas contradicciones en El DiarioAr: no se barajan opciones de un reemplazo directamente cristinista. O alguien de “consenso” entre todos los socios, que no tenga el veto del Instituto Patria. O alguien del círculo de Alberto Fernández (opción que considera que puede “resultar terminal”). Para Ibáñez, cómo se termine resolviendo el futuro del Palacio de Hacienda, va a determinar “la suerte del FdT tal como se conoce hasta ahora”. Esperar y ver.
Cristina pretende tener más peso en las decisiones del rumbo del gobierno, pero más desde las sombras sin ser la cara directa. En el medio, negocia para que Alberto termine de desistir de su propia reelección. Fue su mensaje a la militancia en Ensenada, luego de dar el discurso. La vicepresidenta dijo que su única ambición era que quienes “hoy tienen responsabilidades más altas hagan ganar al peronismo en 2023, como hice yo en 2019”. En modo electoral, tiene por delante un complejo álgebra de estar atada a los resultados económicos del Frente de Todos, aunque intentando preservarse lo máximo posible. Difícil. Algo así como “aguantar hasta el 2023” con las manos atadas al FMI.
Este sábado también reflotó la idea de un “acuerdo nacional”."Se lo dije a Melconian, no hay posibilidad si no hay un gran acuerdo, hay que encontrar un instrumento que vuelva a colocar una unidad de cuenta, una moneda de reserva y una moneda de transacción, si no hacemos esto estamos sonados, venga quien venga". Una señal todavía vaga, que Mario Wainfeld interpretó en Página 12 como “la idea de acordar entre distintas fuerzas políticas un plan de estabilización”. Algunos pensaron en el “Plan Austral” que implementó Alfonsín, que fue una terapia de shock respaldada por Washington, que incluyó el congelamiento de precios y salarios, y hasta la desregulación del sector petrolero.
De por sí, la idea de acordar con la oposición de derecha trae malos augurios. Ya lo vimos con el acuerdo con el FMI, para legitimar la estafa macrista. Ni te cuento si está asociada al nombre de Melconian, de la misma Fundación empresarial que parió a Cavallo. O, como parece ilusionarse Verbitsky, a Horacio Rodríguez Larreta (si no fuera por “los dogos de su coalición” que “lo destrozarían”).
El tiempo es hoy
Falta un año y medio para las próximas elecciones presidenciales, y el Frente de Todos empuja otra vez una agenda electoral anticipada. La impotencia sin salida del gobierno también se expresa en que ya ni siquiera pueden hablar de “llenar la heladera”. La ambición pasó a ser que el “peronismo gane en el 2023”.
En el mientras tanto, las cámaras empresarias y “los mercados”, actúan. Sacan provecho de las crisis políticas y económicas. Van delineando su plan económico y el personal político que pueda implementarlo. La oposición de derecha se rearma: no hay nada que les convenga más que la agenda se ordene por el calendario electoral. Que haya ruido por arriba, pero que esté calmo abajo. Que las conducciones sindicales, “sean responsables” como dijo Guzmán. Bien activas en desactivar cualquier malestar y descontento. Qué mejor para Juntos por el Cambio, que quiere volver a la Casa Rosada, que la clase trabajadora, los movimientos sociales y sectores populares ni aparezcan con sus reclamos o con un paro nacional. Así tendrán más allanado el camino para implementar su plan económico de más ajuste.
La izquierda se propone dar batalla en la crisis. Presentando una alternativa política independiente con el Frente de Izquierda, a la vez que apuesta a poner en movimiento junto a decenas de organizaciones, una fuerza social y política que se despliegue en las calles contra el ajuste y el FMI. Ahí es donde se juega el futuro para la clase trabajadora y los sectores populares. Como en los distintos conflictos que está protagonizando por trabajo, salario y enfrentando la flexibilización laboral.
Como dijo Fernando Rosso en El Círculo Rojo, “acá falta una voz y precisamente es la mayoritaria”. Para que esa voz gane protagonismo, el próximo sábado 9 de julio en la Plaza de Mayo y en todo el país, convocan a marchar masivamente y lo hacen extensivo a los sindicatos, lugares de trabajo y estudio, los barrios y movimientos sociales. El tiempo es hoy.
Jesica Calcagno
Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.