Nació en Córdoba en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del PTS. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Sábado 30 de octubre de 2021 00:00
A poco de realizarse las generales de noviembre, ¿cómo evalúas el proceso electoral en curso?
Hay que atender a varias dimensiones en el análisis. En el terreno de las fuerzas políticas es evidente la crisis del oficialismo que salió golpeado de las PASO. En ese mismo nivel hay que situar la elección de Juntos, que no creció en relación al 2019, pero aparece como ganador en el escenario. Hay que contabilizar también las buenas elecciones del Frente de Izquierda y de la derecha libertaria, que expresaron cierta polarización en los extremos del mapa político nacional.
Hay otra dimensión y es la que tiene que ver con la percepción de las grandes mayorías sobre la política y los partidos políticos como “herramientas” para dar solución a sus problemas más urgentes. Las PASO mostraron un fuerte desencanto que se volcó esencialmente contra el oficialismo. Pero, en general, no hay programas o candidatos que “enamoren”, como suele decirse.
Ese malestar tiene que ver con una profunda crisis social y económica frente a la cual las fuerzas políticas mayoritarias no pueden ofrecer una salida global, dado que -más allá de diferencias o matices- comparten una agenda dominada por la necesidad de acordar con el FMI. Y eso implica, necesariamente, ajustes futuros.
¿Qué está en juego para el Frente de Todos?
Muchas cosas. Pero esencialmente su estabilidad y unidad hacia el 2023. Ningún sondeo hasta ahora muestra una recuperación importante hacia el 14 de noviembre. Si los resultados son nuevamente desfavorables, las tensiones internas volverán a emerger con fuerza. Las distintas fracciones que hoy lo conforman van a entrar en un tire y afloje permanente. No habría que descartar eventuales rupturas, pero es muy temprano aún para hacer pronósticos precisos. Sin embargo, el horizonte social y político está lejos de ser tranquilizador para el oficialismo.
¿Cómo ves al peronismo?
En su conjunto, el peronismo está cruzado por múltiples tensiones. En primer lugar, la distancia entre las expectativas de millones de personas que lo votaron en 2019 para mejorar su situación y hoy ven que la misma no cesó de empeorar. En segundo lugar, las existentes entre sus diversas alas. Aunque comparten el esquema económico global, el kirchnerismo y el peronismo territorial tienen sus matices parciales e intereses específicos. No son, aclaremos, las únicas alas en tensión. Allí hay que sumar a las conducciones sindicales y de los llamados movimientos sociales, así como al massismo y otras fracciones.
Más allá de la retórica y los discursos de campaña, en términos estructurales el peronismo muestra su incapacidad para afectar los intereses del poder económico más concentrado. En un escenario de crisis social y económica aguda, eso empuja un proceso de experiencia política en sectores de masas. Aunque eso no necesariamente significa un cambio hacia la izquierda, sí abre el escenario para una discusión de fondo acerca de programas y proyectos políticos capaces de dar solución a las demandas más urgentes de las mayorías trabajadoras.
¿Y a la oposición de Juntos por el Cambio?
Tiene a su favor el haber ganado la elección a nivel nacional y en provincia de Buenos Aires. Sin embargo, no está exenta de tensiones internas y contradicciones entre sus alas más duras y las más dialoguistas. Aunque, de conjunto, este espacio viene haciendo primar un discurso cada vez más reaccionario, buscando evitar que la derecha de Milei y Espert le horade el espacio electoral.
Al mismo tiempo, crece la tensión interna con el radicalismo que -luego de la buena elección de Manes en Buenos Aires- intenta aparecer con un perfil propio, ensayando una suerte de disputa política al interior de la alianza. Cómo se desarrollará esto en concreto es música del futuro.
Aunque en términos discursivos hay fuertes diferencias y tensiones con el Frente de Todos, comparte lo esencial de la agenda económica: garantizar la gobernabilidad capitalista en el marco de aceptar la subordinación al FMI.
Sectores empresariales y cada vez más candidatos intentan instalar la idea de avanzar en una reforma laboral que consideran pendiente para un nuevo ciclo de inversiones, generación de empleo y crecimiento. ¿Cómo evalúas este tema?
La crisis que vive la Argentina en la última década empuja una agenda de ajuste por parte de sectores del gran capital. Obviamente que esto significa mayores tasas de explotación para el conjunto de la clase trabajadora y una mayor pobreza para las mayorías populares. Intentan recuperar la tasa de ganancia capitalista sobre el hambre del pueblo trabajador.
Este tipo de ideas se propagandizan en diversos registros y niveles. En el caso de Espert y Milei, se plantea de manera abierta. En el caso de Juntos por el Cambio, el mensaje aparece de manera un poco más elíptica luego de las declaraciones iniciales de Rodríguez Larreta, que terminaron empujando cierta oposición social y cierta unidad del campo sindical peronista. El Frente de Todos, por su parte, rechaza de palabra la reforma laboral, pero impulsa modificaciones en los convenios colectivos junto a las conducciones sindicales burocráticas. El reciente caso del acuerdo entre Toyota y Smata es ilustrativo.
La enorme publicidad mediática que vemos alrededor del tema empuja a instalar un falso sentido común: que el hecho de quitar derechos a los trabajadores ayuda a crear nuevo empleo. Pero como lo ilustra la experiencia argentina en los 90, eso no es así. Las enormes condiciones de flexibilización laboral impuestas fueron de la mano de un crecimiento geométrico del desempleo.
¿Cuál es la agenda que viene luego de las elecciones?
Desde el punto de vista del poder político y económico dos temas parecen ineludibles: la negociación del acuerdo con el FMI y las eventuales vías de una reforma laboral. Sin embargo, creo que el desarrollo de los mismos va a depender en parte de los resultados de las elecciones. Si el oficialismo sale muy golpeado es probable que las presiones empresarias se hagan aún más agudas en todos los terrenos.
Desde el punto de vista de las grandes mayorías trabajadoras habría que plantear otra agenda, ligada a cómo prepararse para enfrentar nuevos ataques y cómo luchar por solucionar las demandas urgentes que las aquejan, como el desempleo o la pobreza.
Si el 2001 dio lugar a construcciones políticas como el kirchnerismo y el macrismo, emergiendo como una especie de nuevo bipartidismo. ¿Cómo analizas el sistema político en este momento?
Muchos analistas hablan de la existencia de una bi-coalicionalidad. Es decir, un régimen político donde esos dos espacios representan lo que alguna vez fue el bipartidismo radical y peronista. Aunque el concepto suena difícil, creo que en general es acertado. Da cuenta de las tensiones que recorren a Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. Permite dar cuenta de sus internas, de las peleas y tensiones entre grupos y tendencias internas. Y sobre todo muestra cierta fluidez interna en cada espacio.
Sin embargo, luego de la derrota, la preeminencia política dentro del peronismo pareciera estar pasando al sector que tiene poder territorial directo, como los intendentes y los gobernadores. El encumbramiento del reaccionario Juan Manzur como jefe de Gabinete es el mejor reflejo de eso.
Hasta cierto punto, sucede algo similar en Juntos por el Cambio. Rodríguez Larreta -que tiene el poder territorial de CABA- es quien dirige hoy un armado con alcance nacional. De todos modos, el peso de Macri no se puede menospreciar. Se cimenta, por un lado, en el 41 % de los votos logrados en 2019. Por otro lado, en el hecho de ser la figura elegida por el peronismo para antagonizar. Esto quedó patente en los últimos días, con la enorme discusión que se abrió con su paso por tribunales, a raíz del espionaje a familiares de la víctimas del ARA San Juan.
Sin embargo, en muchos momentos existe una suerte de co-gobierno. Por ejemplo, el ajuste macrista hubiera sido imposible sin la colaboración activa de los gobernadores que hoy integran el Frente de Todos. O sin la pasividad de la CGT peronista. Si se mira hacia el futuro, ambos espacios comparten un programa que implica acordar con el FMI. Es decir, ahí la llamada “grieta” deja de existir.
Agreguemos a esto que el escenario electoral vino a mostrar, como dijimos antes, un cierto crecimiento en los extremos de una izquierda y una derecha duras, con programas más definidos frente a los grandes problemas nacionales.
Los sectores juveniles fueron ganando presencia en la campaña como una franja del electorado a conquistar. ¿Qué refleja la campaña en este aspecto?
Salvando al Frente de Izquierda, creo que lo que se ve en otros espacios es la combinación de frases vacías con promesas de trabajo precario. Si uno mira los programas de empleo joven que plantean tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio, lo que se ve son matices. Incluyen todo tipo de beneficios para el empresariado sin que eso garantice trabajo estable, de calidad y con derechos para los jóvenes. La promesa de un “primer empleo” viene asociada, en general, a todo tipo de condiciones de precariedad.
La propuesta del Frente de Izquierda Unidad de reducir la jornada laboral a 6 horas, con un salario que como mínimo cubra la canasta familiar, permitiría crear trabajo estable y con derechos para la juventud. Esto implica, lógicamente, afectar las ganancias del gran empresariado.
En otros terrenos creo que las fuerzas políticas mayoritarias también tienen importantes límites para sintonizar con las demandas y los intereses de la juventud. ¿Cómo dialogar con la defensa del medioambiente si se impulsan políticas extractivistas en todo el país? ¿Cómo captar la simpatía de las jóvenes que fueron y son protagonistas de la marea verde con dirigentes y candidatos como el derechista Juan Manzur o el misógino Fernando Iglesias, por citar dos ejemplos a ambos lados de la llamada grieta?
En este terreno tampoco Milei y Espert pueden terminar de sintonizar. Aunque expresan el malestar de ciertos sectores juveniles, su agenda conservadora va a contramano de tendencias globales que recorren la juventud. Tendencias asociadas a una frustración que es constante frente a un sistema que cada día ofrece menos para lograr una vida digna de ser vivida.
Los resultados de las PASO dejaron al FIT-U como tercera fuerza nacional. ¿Cómo ves la situación de la izquierda en el actual escenario político?
El Frente de Izquierda Unidad hizo una muy buena elección. Junto al lugar conquistado como tercera fuerza nacional, hay que sumar el casi 24 % obtenido en Jujuy y las buenas elecciones en distritos como Neuquén y Chubut. En ese listado entran, lógicamente, los resultados de Provincia de Buenos Aires y CABA. En la Provincia la izquierda hizo una muy buena elección en distritos importantes del conurbano, considerados en general como “bastiones peronistas”. En partidos como Merlo, Moreno, La Matanza o Berisso está planteado seguir creciendo e, incluso, lograr representación en los Concejos Deliberantes.
En una situación global donde las tensiones sociales tenderán a acrecentarse, el lugar conquistado por la izquierda se vuelve fundamental hacia el futuro. En un marco que estará signado por los intentos del gran empresariado y sus políticos por imponer mayores ajustes y ataques, las posiciones y avances que logre el Frente de Izquierda serán importantes trincheras para las peleas que la realidad plantee.
En muchos momentos existe una suerte de co-gobierno. El ajuste macrista hubiera sido imposible sin la colaboración activa de los gobernadores que hoy integran el Frente de Todos. O sin la pasividad de la CGT peronista. Si se mira hacia el futuro, ambos espacios comparten un programa que implica acordar con el FMI.
Acerca del entrevistado
Eduardo Castilla nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.