Las teorías ligadas al postmodernismo están moldeando la subjetividad de los estudiantes de pedagogía, con un entramado institucional e ideológico que entrena para actuar y tomar decisiones didácticas y evaluativas en función de la miseria de lo posible.
“Queremos otra sociedad para otra escuela y luchamos por otra escuela hacia la conquista de otra sociedad” Hernan Cortiñas [1]
Hoy en día, en las distintas facultades que imparten carreras de Pedagogía, como la facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, las diversas facultades del Pedagógico (UMCE), la mayoría de las universidades de la Iglesia Católica, la UPLA, etc. Podemos constatar que existe un serio problema en la formación de nuevos docentes. Todas las teorías ligadas a las corrientes del postmodernismo están moldeando la subjetividad de muchos compañeros y compañeras que entran a estudiar pedagogía con una intención genuina de luchar contra las injusticias y desigualdades que provoca el sistema capitalista, pero que se encuentran con un entramado institucional e ideológico que nos entrena para actuar y tomar decisiones didácticas y evaluativas en función de la miseria de lo posible, ya que abundan teorías de la posibilidad de la resistencia local, de la micro oportunidad de aprendizaje, basadas en la anulación de la lucha de clases, es decir, la lucha en el marco del sistema educativo del Estado burgués. De ahí la necesidad de que futuros y futuras docentes elaboren, discutan y propongan teorías cimentadas en las ideas revolucionarias para la transformación radical de la sociedad y la educación.
El sistema educativo actual genera subjetividades ajustadas al sistema social, político y económico imperante, dentro de este sistema han aparecido corrientes pedagógicas que proponen “micro espacios de resistencia educativa” basadas en las teorías de poder y resistencia en las sociedades disciplinarias y de control de Michel Foucault, para lograr transformaciones pedagógicas dentro de las fronteras de la sala de clases y el sistema educativo actual. Esto enmarcado en el sentido común de estas teorías de adentrarse en el contexto neoliberal y repensar las políticas culturales en el siglo XXI, del mismo modo que proponen que los grupos oprimidos encuentren una alternativa de cambio a través de una producción cultural específica que desenvuelva la transformación de la sociedad. [2]
Los acontecimientos de Francia en Mayo del 68 tuvieron repercusiones importantes en los intelectuales de la época y muchos sacaron lecciones de esa experiencia. Michel Foucault fue uno de ellos. A partir de este momento, el filósofo considera que el sujeto de la revolución que propone el marxismo deja de estar en el centro con la irrupción de estudiantes, mujeres, LGTBI+, en lugar de tomar la aparición de estos nuevos actores como un elemento positivo para lograr alcanzar el poder dirigidos por la clase obrera para acabar con el sistema capitalista. Rompe con las teorías marxistas para relativizar el sujeto, el rol que cumple la economía y el Estado y renuncia a la conquista del poder proponiendo las resistencias particulares y anteponiendo un análisis positivo del poder como abstracción expresada en cada individuo y no analiza ni propone nada sobre las relaciones económicas que se entrecruzan en la constitución de las jerarquías en la sociedad.
Por otra parte, el sentido estratégico del proyecto de Vigotsky [3] va en sentido opuestos a las síntesis foucaultianas y en línea con las conclusiones marxistas del problema de la superación de la sociedad capitalista, es decir en el camino de acabar con las relaciones sociales de explotación y opresión del capital. Juan Duarte [4] , en su artículo “El marxismo, piedra angular de la psicología Vigotskiana”, sintetiza esta perspectiva estratégica de la cual hablamos, en la siguiente frase del pensador soviético:
“La vida se convierte en creación solo cuando se libera definitivamente de las formas sociales que la deforman y mutilan. Los problemas de la educación se resolverán cuando se resuelvan los problemas de la vida.” (Vigotsky, 1926)
Es decir, que el propio Vigotsky (aunque esta parte de su vida, este limada o derechamente omitida por la mayoría de las facultades de Pedagogía) cree fuertemente que los cambios entre las relaciones sociales de los seres humanos derivan de la destrucción del modo de organización social y producción capitalista y su consecuente necesidad de ampliar las capacidades y posibilidades creativas de la clase obrera como clase social dirigente de dicha transformación revolucionaria.
Por lo tanto, a las corrientes pedagógicas simpatizantes de Foucault que proponen llevar adelante transformaciones pedagógicas dentro de las fronteras de la sala de clases, sin romper con las relaciones de producción social que sustenta y protege el propio sistema, es decir, dentro de las fronteras del Estado burgués, están destinados a la marginalidad y la esterilidad tanto pedagógica como política, esta debilidad política y fundamentalmente estratégica, se expresa muy bien en el siguiente párrafo escrito por IA [5] :
“Desde Izquierda Autónoma y la Fundación Nodo XXI tenemos la convicción profunda de que la desmercantilización de la educación pasa necesariamente por la reconstrucción y expansión de una nueva educación pública como corazón, eje rector y presencia mayoritaria del sistema educativo en todos sus niveles (...) Entendemos que la reconstrucción de la educación pública debe ser una herramienta de recuperación de la soberanía de la sociedad por sobre espacios hoy colonizados por el mercado.”
Proponen un cambio meramente culturalista que no ataca los intereses fundamentales de los principales actores económicos que manejan la sociedad y resulta incapaz de proponer un camino verdaderamente superador del sistema educativo capitalista. Incluso si los trabajadores de la educación logramos hacernos de la conducción del Ministerio de educación y pudiéramos dictar ordenanzas ministeriales en pos de una “Nueva Educación Pública” sin dirigir nuestros esfuerzos hacia acabar con las relaciones sociales de producción capitalista, es decir, conviviendo en el ordenamiento del Estado burgués, esto no sería más que un “lindo sueño” pacifista [6] .
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo comenzamos a sacar al mercado de la educación, aquí y ahora? se preguntan estos amigos autonomistas, y punto seguido se responden: “El temor a proponer respuestas concretas a estas preguntas hace que para la dominación resulte aún más fácil procesar a la generación 2011” ( Carvallo F, Sanhuesa,J.2017).
No solo ocultando penosamente en la emoción del miedo su posición política y estratégica de subordinación al régimen, sino además plantean ante esta problemática que la contradicción principal para resolver la supuesta eliminación del mercado educativo está en cuestiones de métodos, es decir respondiendo al “cómo hacer política” entre las formas de la “vieja política y la autonomía” sin reconocer la existencia de una sociedad de clases ni sus intereses contrapuestos, relegando el problema de cómo acabar con los empresarios de la educación a una cuestión generacional entre los viejos y nuevos políticos reformistas.
Ahora bien, ¿cómo planteamos los y las revolucionarias hacernos cargo de las problemáticas de la educación en particular y por ende de los problemas de la vida en general, a partir de nuestros puntos de vista ya expresados en el artículo? La profesora Argentina y delegada sindical, Ana Belinco [7] en su artículo “¿Es posible desarrollar una pedagogía liberadora en la escuela actual?” desarrolla lo siguiente:
“La educación por sí misma no puede transformar nuestra realidad social si no está ligada a una estrategia política que permita crear un partido revolucionario que presente una direccionalidad seria y efectiva para movilizar a las masas trabajadoras hacia la búsqueda y la lucha por su propia emancipación. Pese a lo antes dicho no se puede desconocer o negar que la educación es una herramienta fundamental en el ¨mientras tanto¨ más allá de sus limitaciones.” [8]
Por tanto, cualquier proyecto educativo que disocie las tareas pedagógicas de las tareas políticas, abstrayendo mediante este acto la condición de clase del trabajo docente, no tiene más derrotero que la impotencia estratégica a la hora de pensar los problemas de las transformaciones sociales en el contexto de la sociedad actual.
La necesidad en Chile es reponer el debate de una pedagogía militante que busque unirse con todos los trabajadores y las trabajadoras que son los que hacen posible la existencia del sistema educativo y a la vez que combata como fracción revolucionaria, es decir como partido independiente de la burguesía y a contracorriente del Estado, las iglesias y las burocracias.
La tarea de los trabajadores y trabajadoras de la educación es unir las luchas de los movimientos educativos a un solo programa revolucionario como respuesta ante las miserias que vive día a día la clase obrera y sus hijos e hijas en su conjunto, en todas las dimensiones de la vida social. Lo cual no quiere decir bajo ningún punto de vista, que devaluemos el rol que podemos cumplir desde la pedagogía y como trabajadores y trabajadoras de la educación, luchando cada día por abrir espacios educativos de cuestionamiento a la sociedad capitalista y patriarcal en la cual nos encontramos, su historia, principios del conocimiento y modos de relacionarse.
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