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Red Internacional
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TV // CRITICA. Educando a Nina: hecho en Buenos Aires

La nueva ficción de la TV desató polémicas entre personalidades de la cultura popular cordobesa y dejó en evidencia a las producciones centralizadas en la capital porteña. Se plantea además otro interrogante ¿A quién buscan educar?

Domingo 1ro de mayo de 2016

Transitar la TV en nuestra época es atravesar un momento que algunos productores y profesionales del medio ya describen como crisis, por la positiva y por la negativa, gracias a la tecnología de los últimos quince años y la mano de internet que produjo, y anticipa, cambios aún inesperados en cuanto a producciones audiovisuales. Hoy por hoy el éxito de las series norteamericanas, con su formato reducido a cerca de 13 capítulos que online permite ver lo que uno quiere, cuándo y cómo le place, le ha ganado terreno a la TV. A esto le sumamos que el vertiginoso dinamismo de la época ha hecho lo suyo dentro de la propia programación de los canales: compitiéndole a las ficciones, en los últimos diez años coparon la pantalla los programas de debate con panelistas en vivo disputando la audiencia en el horario estelar.

Caso aparte para analizar es el auge de las telenovelas extranjeras en la pantalla local. Las llamadas - latas – (novelas de Brasil, México, Turquía, y otros) que se consiguen a bajo costo en relación a lo que valdría producirlas acá, han sido fomentadas por los empresarios de los medios a cuenta de ahorraren inversiones para la producción autóctona; dicho en criollo, redujeron las posibilidades de trabajo para artistas y técnicos de este género de la TV. De conjunto, el combo obliga a las productoras locales a repensar la presentación de los contenidos de ficción, al igual que por sus elevados costos no pueden darse el lujo de que el rating no funcione.

La controvertida Educando a Nina es un producto de esta inicial transición televisiva. Una comedia corta pensada para lograr su objetivo en la mitad de tiempo que las ficciones tradicionales. Es decir, en lugar de apostar por los 120 (ahora) largos capítulos, bastarán 60 para verle el final a una trama que… a priori, parece lo mismo de siempre.

La polémica como contenido ad-hoc en la ficción

Hasta ahora la tira cómica es un éxito para los empresarios del entretenimiento. Por una parte porque a la experiencia del nuevo formato, aún por verse su resultado, acompaña un contenido que es un “imbatible” de siempre en las ficciones. A la vieja receta de la chica pobre a la que de pronto le aparece una solución millonaria y un galán sencillo, la segundean polémicas que no paran de surgir.

En la primera semana del estreno se alzaron entre los medios las voces de los cordobesesque se quejaron por la representación estereotipada, sintiéndola peyorativa por el grosero desatino de la tonada y la construcción de la identidad cordobesa a base de chistes simplones, cuarteto y fernet. El primer error que seguramente los productores no desconocen pero obviaron para facilitar el exprimidor de risas (a cuenta de ridiculizaciones) es que si en TV existe algo prohibido, esto es subestimar a la audiencia. La Tota Santillán, una de las personalidades más conocidas del propio ámbito tropical, salió a poner en palabras la cuestión: “los hacen quedar como cuadrados y eso no es así”. Como señalaron muchos usuarios en las redes sociales, si querían mostrar cordobeses en una comedia, bien podrían haberle hecho lugar a los actores y actrices de la provincia, que los hay muy buenos y muchos, y salvo excepciones, tienen espacios restringidos para desarrollarse a nivel nacional.

Siguiendo la tónica, otro aspecto de la crítica popular es la actuación –simil parodia - sobre un personaje tan querido como lo fue y es Rodrigo Bueno. Meterse con él implicaba algunos cuidados extremos. Aunque los productores y actores salieron a despegarse, la comparación del personaje El Bicho y su manager, que es su propia madre, inevitablemente remite al “Potro” cordobés. Y jugarse a una representación con tonada y actuación exageradas, hasta pintándole el pelo, pero sin incluir su música explícitamente, tiene sabor a ninguneo, según se ha dicho en las redes también. La madre de Rodrigo, la propia Olave, planteó su disgusto públicamente.

Y como si no le faltaba dar que hablar, en los últimos días un mediático “crítico” del mundillo de la moda se sumó acusándolos de plagio. Resulta que el personaje que interpreta Diego Ramos, dice Medina Flores, es una mímica de él, y exige su parte de la torta. Sea más cámara y/o dinero, quién sabe, ya desfiló en la mesa de la “eterna”Legrand con su reclamo.

¿Educar a quién?

En principio dentro de la propia trama, que aunque pareciera lo mismo de siempre vamos a esperar para confirmarlo, la idea de llamarle “educación” al aprendizaje de códigos, costumbres y modales de los empresarios y familias “bien” de Puerto Madero, ya resulta al menos controvertida. Y si bien también está presente la parodia sobre ese pequeño sector que es la clase alta (diminuto en relación a las mayorías populares a quien se dirige esta comedia), es para tomar nota el título que eligieron centrando el eje en “instruir” a la humilde cordobesa. Los televidentes más percatados ya habrán sospechado que de los dos personajes protagónicos, sea Mara la que necesitaría que la eduquen aceleradamente en algunas cosas de la vida común y corriente. Se verá si la producción en realidad estaba jugando con nuestra imaginación, pero sin embargo el título… siempre es el título.

Por último, que los contenidos que salen en un medio, y con mayor importancia los masivos, puedan ser neutrales, es una afirmación en decadencia y muy cuestionada dentro del propio ámbito de formación comunicacional. Sea un noticiero, un programa de debate o entretenimiento, allí hay una intención consciente de qué roles sociales se juegan a “enseñarle” a la audiencia. El humor como recurso ha mostrado en la historia del cine y de la TV un enorme poder, con un doble filo: de las carcajadas pueden emerger brillantes críticas sociales, o de ellas mismas pueden naturalizarse las costumbres y mandatos de las Maras y familias, o la idea de que la explotación laboral de las trabajadoras de las bailantas se resuelve con el salvataje individual.

No hay que negar que sea necesario reírse de todas maneras, pero ojo al piojo.