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Historia. El 26 de julio del peronismo y el de la revolución cubana

El 26 de julio de 1953 un grupo de combatientes contra la dictadura cubana de Fulgencio Batista intenta copar el cuartel de Moncada. Otro 26 de julio, un año antes, moría Evita. Dos acontecimientos que sirven para reflexionar sobre la lucha contra el imperialismo.

Facundo Aguirre

Facundo Aguirre @facuaguirre1917

Viernes 24 de julio de 2020 23:18

La muerte de Evita fue un acontecimiento trágico para millones de hombres y mujeres del pueblo argentino que veían en ella la “abanderada de los humildes”. Evita es el emblema de un peronismo plebeyo y anti-oligárquico. Sin embargo, el nacionalismo burgués que representó el peronismo capituló sin combatir ante el imperialismo. La burocracia sindical de la CGT, íntimamente vinculada a Evita -quien eligió a dedo a José Espejo como secretario general- se desbando sin ofrecer resistencia al golpe gorila del 16 septiembre de 1955.

La subordinación del elemento plebeyo y proletario dentro del nacionalismo burgués explica en gran medida la derrota. Su movilización y armamento era una condición para enfrentar el levantamiento militar impulsado por el imperialismo, el clero y las patronales. Perón se negó a hacerlo porque, perdido el apoyo social de la burguesía y los militares, considera agotado su tiempo. En palabras de John William Cooke, padre ideológico de la izquierda peronista, el gobierno de Juan Domingo Perón cayó porque la clase trabajadora “no participó en la lucha en que se resolvió su suerte y la del país para un largo período histórico. El 17 de octubre fue un hecho de masas; el 16 y 21 de septiembre de 1955, las masas se enteraron por la radio de que habían perdido una guerra sin llegar a pelear en ella”.

Del Moncada al M26, un programa democrático burgués

El 26 de Julio de 1953, el frustrado intento de copamiento del cuartel Moncada en Cuba por parte de Fidel Castro y un grupo de combatientes, va a dar lugar más tarde a la fundación del M26, que en 1959 derrotará con el Ejercito Rebelde al dictador Fulgencio Batista.

131 combatientes se lanzan a ocupar el cuartel exigiendo la restitución de la Constitución de 1940 anulada tras el golpe del 10 de marzo de 1952, siendo derrotados en el intento. Fidel Castro hará un alegato en defensa de la acción cuya frase final rezaba: “La historia me absolverá”.

Ernesto Che Guevara hace una muy interesante descripción del origen ideológico de Fidel y el M26: “Fidel Castro era un aspirante a diputado por un partido burgués, tan burgués y tan respetable como podía ser el partido radical en la Argentina; que seguía las huellas de un líder desaparecido, Eduardo Chibás, de unas características que pudiéramos hallar parecidas a las del mismo Yrigoyen; y nosotros, que lo seguíamos, éramos un grupo de hombres con poca preparación política, solamente una carga de buena voluntad y una ingénita honradez. Así vinimos gritando: ’en el año 56 seremos héroes o mártires’. Un poco antes habíamos gritado o, mejor dicho, había gritado Fidel: ’vergüenza contra dinero’”.

En 1957 Fidel Castro llama a constituir un Frente Cívico Revolucionario en el llamado Manifiesto de la Sierra Maestra donde plantean que: “Unir es lo único patriótico en esta hora. Unir en lo que tienen de común todos los sectores políticos, revolucionarios y sociales que combaten la dictadura. ¿Y qué tienen de común todos los partidos políticos de oposición, los sectores revolucionarios y las instituciones cívicas? El deseo de poner fin al régimen de fuerza, las violaciones a los derechos individuales, los crímenes infames y buscar la paz que todos anhelamos por el único camino posible, que es el encauzamiento democrático y constitucional del país”. Como se puede observar un planteó democrático anti-dictatorial. En el mismo texto hacen una declaración de sus intenciones tibiamente nacionalistas al plantear que “el Frente Cívico Revolucionario no invoca ni acepta la mediación e intervención alguna de otra nación de los asuntos internos de Cuba.(...) y pide al gobierno de los Estados Unidos que en tanto persista el actual régimen de terror y de dictadura, suspenda todos los envíos de armas a Cuba”.

El objetivo declarado del M26 fue siempre la restitución de la Constitución de 1940 y poner límites a las pretensiones norteamericanas sobre Cuba. En el transcurso de la lucha, nos relata el Che Guevara, levantarán la reforma agraria ganándose así una base de masas campesinas y de peones rurales.

En 1958, el M26 firma el llamado Pacto de Caracas con las fuerzas de oposición en términos similares al Manifiesto de la Sierra Maestra. Lo rubrican Fidel Castro, Movimiento 26 de Julio; Carlos Prío Socarrás, Organización Auténtica; E. Rodríguez Loeche, Directorio Revolucionario; David Salvador, Orlando Blanco, Pascasio Lineras, Lauro Blanco, José M. Aguilera, Ángel Cofiño, Unidad Obrera; Manuel A. de Varona, Partido Cubano Revolucionario (A); Lincoln Rodón, Partido Demócrata; José Puente y Omar Fernández, Federación de Estudiantes de la Universidad; capitán Gabino Rodríguez Villaverde, ex oficial del ejército; Justo Carrillo Hernández, Grupo Montecristo; Ángel María Santos Buch, Movimiento de Resistencia Cívica, y doctor José Miró Cardona, coordinador secretario general.

Es decir que el movimiento que se inicia el 26 de Julio de 1953 y culmina en la derrota de Batista el 1° de enero de 1959, es un movimiento democrático-burgués, tibiamente nacionalista, que no tiene por objetivo la lucha contra la burguesía.

Las fuerzas sociales de la revolución

El M26 inicia sus operaciones en la Sierra Maestra luego del desembarco del Granma en diciembre de 1956. El desembarco de los guerrilleros en la Sierra fue alentado por la creciente lucha de clases de obreros y campesinos e irá horadando las bases de la dictadura de Batista. En 1955 los trabajadores del azúcar en las ciudades de Santiago, Camagüey y Las Villas habían llevado adelante una violenta huelga reprimida duramente por la dictadura. Los zafreros en breve tiempo pasaron de exigir salarios a gritar a viva voz ¡abajo el gobierno criminal!. Más tarde, en 1957 una huelga general tiene epicentro en la ciudad de Santiago, tras el asesinato de Frank Pais, popular dirigente urbano del M26. Según relata Ernesto “Che” Guevara, esta huelga “… sirvió para que nos diésemos cuenta que era necesario incorporar a la lucha por la liberación de Cuba al factor social de los trabajadores inmediatamente comenzaron las labores clandestinas en los centros obreros para preparar una huelga general que ayudara al Ejército Rebelde a conquistar el poder”. Asimismo el contacto con los campesinos, la necesidad de ganar su apoyo, convence a los dirigentes del M26 de impulsar la reforma agraria dentro de su programa.

Luego de derrotar el cerco militar sobre la Sierra Maestra, a fines de 1958, las columnas del Ejército Rebelde dirigidas por el Che y Camilo Cienfuegos propinan una fuerte derrota al Ejército batistiano en el combate de Santa Clara, lo que acelera su descomposición. Una huelga general de cinco días posibilita la entrada de los insurgentes a La Habana en enero de 1959 y la posterior instauración del gobierno provisional de Manuel Urrutia Lleó, antiguo Presidente de la Corte Suprema.

Revolución de contragolpe

La revolución liquidó al Ejército dejando su lugar a las milicias del Ejército Rebelde integradas por peones rurales, obreros y campesinos, que acompañarán al nuevo poder. La revolución comienza a tomar una dinámica distinta a la que el M26 le otorgaba en su programa original. Se va a ir radicalizando enfrentando abiertamente a la burguesía y el imperialismo.

Los roces del nuevo Gobierno con el imperialismo comenzaron muy pronto alrededor de los tribunales revolucionarios y la reducción de alquileres y tarifas. La relación se tensará aún más a partir de mayo de 1959 cuando se promulga la Ley de Reforma Agraria. Como escribe Guevara: “En enero de 1959 se estableció el gobierno revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía de poder, como factor fundamental de fuerza. Se produjeron enseguida contradicciones serias, resueltas, en primera instancia, en febrero del ’59 cuando Fidel Castro asume la jefatura de gobierno con el cargo de Primer Ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas”. El poder queda en manos exclusivas del Ejército Rebelde. De un gobierno de coalición con la burguesía se pasa a un gobierno de ruptura con la burguesía apoyado en las masas armadas. Derrotada la invasión organizada por la CIA en Bahía Cochinos en abril de 1961, la revolución se radicaliza y el 1° de mayo del mismo año, Fidel Castro declara el carácter socialista de la revolución cubana.

El M26, que representaba políticamente al ala radical de la pequeño burguesía, se vio imposibilitado de llevar adelante su programa de “mayor democracia y justicia social” viéndose en la obligación, en el transcurso de la lucha, de tener que incorporar las demandas sociales del campesinado y los pobres urbanos. El intento de alcanzar sus metas dentro del orden burgués desnudó sus límites. Castro y su movimiento se convirtieron en agentes excepcionales, no previstos, del proceso histórico y dirección de un movimiento de masas que empuja la revolución frente a las agresiones del imperialismo, superando los límites del capitalismo. A este fenómeno el Che Guevara lo definió como una “revolución de contragolpe”.

Clase y dirección

La dirección pequeñoburguesa del M26 se ve obligada a tomar el programa socialista de la clase obrera, pero lo hace controlando la iniciativa de las masas. Como señala Maurice Zeitlin, en su trabajo, La política revolucionaria y la clase obrera cubana: “El apoyo activo y armado de los obreros al gobierno revolucionario ha sido decisivo para la consolidación y defensa de su poder. Sin dicho apoyo el núcleo dirigente revolucionario no habría podido transformar el viejo orden y establecer el socialismo cubano. Sin embargo, la revolución no fue una revolución obrera en el sentido marxista clásico. No fueron los obreros quienes iniciaron la lucha por el poder, como lo hicieran tres décadas antes en la insurrección contra Machado, que entonces determinó rápidamente la formación de soviets de obreros, campesinos y soldados en todo el país. En la revolución castrista, en cambio los obreros desempeñaron un papel estratégico mediante su apoyo masivo y organizado a las medidas del gobierno revolucionario y su defensa”.

Poco a poco, sobre todo a partir de la alianza con la URSS, se va consolidando un tipo de régimen bonapartista. En un artículo del 2016 señalábamos. como el castrismo subordinó a las organizaciones de los trabajadores: “Los sindicatos van a ser puestos bajo el liderazgo de Lázaro Peña que provenía del estalinista PSP (que en la década del ’40 participó dentro del gobierno de Batista), aún contra el rechazo de los obreros que habían votado masivamente a la lista del M26 en contra de los comunistas. De 163 delegados al X Congreso de la Central de Trabajadores Cubanos solo 3 eran del PSP". 

Por último, es necesario mencionar aunque sin profundizar, que el carácter excepcional de la revolución cubana y de su dirección pequeñoburguesa dará por origen a un Estado obrero deformado, donde el poder es ejercido por una burocracia y un régimen de partido único; y no por las organizaciones de las masas autodeterminadas como los consejos de obreros, campesinos y soldados (la comprensión de esté fenómeno excede esté articulo e invitamos a profundizar en el mismo leyendo aquí).

Cooke y la radicalización del peronismo

La revolución de 1959 fue un golpe tremendo al nacionalismo burgués y desmiente todas las teorías y concepciones que hablan de que para lograr la liberación nacional y las reformas democráticas es necesario conciliar los intereses de obreros y burgueses en un frente común. Enseñó que para lograr la liberación nacional, el fin del latifundio y la resolución del problema de la vivienda mediante la reforma urbana, hay que combatir a las burguesías criollas, destruir su aparato represivo, expulsándolas del poder político y expropiando sus propiedades.
John William Cooke intentó llevar las conclusiones de la revolución cubana al plano más general sosteniendo que “la burguesía latinoamericana ya no es capaz no sólo de realizar una política antiimperialista, sino de plantearla”. Para quien fuera jefe de la resistencia peronista después del golpe del ‘55, “desde que la liberación nacional es indivisible de la revolución social, no hay nacionalismo burgués” porque según la experiencia histórica que marca la revolución cubana. “Las ‘burguesías nacionales’ ya no son contradictorias con el imperialismo (lo son, por cierto, algunos sectores de la burguesía, pero ya hemos dicho que carecen de peso y de vocación para encabezar e imponer una política nacional)”.

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Este gran paso adelante que da Cooke al establecer las tareas y los medios fundamentales de la lucha contra el imperialismo, no fue hecho de manera completa. Para el ideólogo de la izquierda peronista, se debía rescatar al nacionalismo burgués criollo predicando su transformación en un movimiento de carácter socialista, convocando a Perón a ponerse a la cabeza de la lucha revolucionaria y unir sus destinos a la Revolución Cubana. Cooke lo dice claramente al afirmar que: “Sabemos que sólo ganan las batallas los que están en ellas. Y que sí éramos peronistas hasta ayer, no vemos motivos para dejar de serlo hoy, sino todo lo contrario”. Apuesta entonces a radicalizar la estrategia del frente nacional que una a la burguesía y la clase obrera en una etapa de la lucha contra el imperialismo y no a romper con la misma, que es la gran enseñanza del proceso cubano.

Clase obrera y revolución

La historia de la revolución cubana demostró, frente a los experimentos fracasados del nacionalismo burgués y el reformismo, que la lucha contra el imperialismo y por las demandas de tierra y vivienda, solo pueden triunfar enfrentando abiertamente a la burguesía y los terratenientes. También verificó que el hecho de que una dirección pequeñoburguesa pueda avanzar más allá de su programa democrático original hacia la revolución socialista, es una excepcionalidad histórica.

La lucha por una revolución que una la liberación nacional con la revolución socialista necesita como instrumento de un partido revolucionario de la clase trabajadora, para conquistar su independencia política y avanzar en la lucha por de un gobierno de las y los trabajadores y el pueblo pobre, basado en las organizaciones democráticas de las masas autodeterminadas.


Facundo Aguirre

Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.

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