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Red Internacional
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Tribuna Abierta. El 52% de AMLO y la crisis de la élite gobernante

El 52% de López Obrador se debe menos a su propio esfuerzo o capacidad y mucho más al desplome del bipartidismo de la derecha.

Viernes 1ro de junio de 2018

Colapso interno por la división intrapartido entre calderonistas y anayistas –fruto del intento de control autoritario de los primeros y de la ambición pragmática de los segundos–; división también interna entre tecnócratas y estructura priista, tensión que fue creciendo por un mando incapaz y alejado de las bases. Pero en especial, derrumbe del pacto de terciopelo roto entre ambos partidos, que va desde la concertacesión de 1989 en Baja California, la quema de paquetes electorales ocultando el fraude de 88 con el aval de Acción Nacional, pasando por la alternancia del 2000, por el pacto implícito de impunidad del PAN hacia el PRI en el foxismo -que estancó e hizo fracasar la transición-, hasta llegar a las reformas estructurales. Esa añeja alianza que espantó la posibilidad del colapso del viejo régimen se deshizo, se rompió, se agotó.

Pero lo más importante del 52% no es la ruptura arriba sino la ruptura abajo. Y es que la tragedia mexicana, la realidad, ha hecho emerger la crítica al poder. La triada de guerra, corrupción y precariedad politiza desde abajo mucho mejor que comunicados anticapitalistas o spots de Tatiana Clouthier.

De Ayotzinapa a la ahogada revuelta del gasolinazo, (pasando por los vergonzantes abusos de los gobernadores, las ridículas torpezas del presidente, la estupidez de la clase política toda) la energía popular acumulada de rabia, frustración, impotencia e indignación se convirtió en una marea incontenible. Un flujo descomunal de hartazgo y crítica a la clase política. Esa multitudinaria expresión de veto al poder, no terminó de desplegarse en las calles, aunque por unos breves instantes parecía estar a punto de hacerlo, sino que encontró la vía electoral como forma de expresión. No encontró otra forma, no ofrecimos ni construimos otra. Y hoy se expresará como voto de castigo.

Su fuerza hoy también ha arrastrado incluso a sectores de la clase dominante. Si los empresarios tienen que salir a defenderse ellos mismos por su propia voz, es porque el comité al servicio de la burguesía está fallando. No logra liderearlos, no logra aglutinarlos. Entre la misma elite económica se han dividido.

Sólo el gran capital se resiste, mientras los pequeños capitales y los desprendimientos de la clase política se pliegan ante el torbellino de López Obrador, que no es otro, que el torbellino de una fuerza nacional-popular que se expresa a través de él, aunque contradictoria, sin claridad, con vehemencia caudillista, y sobre todo sin organización propia, es decir, sin autonomía, sin ser un sujeto colectivo por sí mismo. Para la elite, es una crisis hegemónica.

Es una serie de eventos desafortunados que nos llevaron hasta aquí, porque son ellos mismos quienes nos condujeron a esta debacle. Es su momento más débil. Y es el momento, paradójicamente, más fuerte de la izquierda institucional, que llegará al poder, con el programa más alejado de la izquierda en el momento más importante de quiebre de la clase dominante. Esto es México hoy, en plena coyuntura electoral.