Los habitantes están expuestos a problemas de salud y no consiguen fuentes potables. Israel mantiene el bloqueo a los recursos y en su último ataque destruyó 750 pozos hídricos.
Miércoles 3 de agosto de 2016
Fotografía; nuevatribuna
Al caminar por la Franja de Gaza, en Palestina, es habitual la imagen de personas cargando cubos de agua de pozos hídricos creados por las organizaciones que se solidarizan con ese país. Ocurre que alrededor del 95 por ciento del agua en la Franja de Gaza no es apta para el consumo humano, según la Autoridad Palestina del Agua.
Responde a que los pozos que abastecen a los barrios están contaminados y mezclados con agua de mar y aguas residuales. Incluso no está permitido beber de las canillas a las que se bombea desde los municipios locales, solo se pueden utilizar para lavar o bañarse. Los niveles de nitrato en el agua son seis veces superiores a las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, lo que puede causar anemia a los niños y el síndrome de color azul entre los recién nacidos, que en algunos casos puede conducir a la asfixia y la muerte.
Los habitantes se quejan del color, el olor y el gusto, aunque tampoco tienen muchas alternativas. La opción más frecuente en la de comprar agua filtrada (desalinizada) a los distribuidores privados, pero muchos no pueden costearlo y gran parte de estas estaciones no son supervisadas por las autoridades ni tienen licencia para vender, por lo que tampoco brindan seguridad.
Esta situación, que es similar en Cisjordania, es parte de la realidad que vive la población palestina por la ocupación israelí, que se ocupa desde hace años de mantener un bloqueo a los recursos, especialmente el agua. Israel no solo mantiene el cerco sino que tiene el control de los acuíferos palestinos.
Los mínimos estándares sanitarios recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), son de 100 litros de agua por persona por día. En Palestina, Israel a través de su empresa de aguas Mekorot, solo vende a sus habitantes un promedio de 70 litros diarios mientras que en el territorio israelí el suministro es de aproximadamente 280 litros diarios.
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Resulta aún más indignante si se tiene en cuenta que las razones más profundas de la contaminación del agua responden a los continuos ataques perpetrados durante años por las fuerzas sionistas. Sin ir más lejos, durante la última ofensiva contra Gaza durante 2014 devastaron más de 750 pozos de agua. Menos de 150 pudieron ser reparadas, mientras que el resto quedó en ruinas.
Se debe a que las restricciones impuestas limitan la cantidad permitida de cemento y otras materias primas necesarias para arreglar la infraestructura en la sitiada Franja.
Mientras que roba el agua, el estado sionista no da lugar a los reclamos sobre el tema argumentando que será resuelto y se discutirá cuando se llegue a un “acuerdo final de paz”. Las potencias imperialistas como Estados Unidos o países de Europa hacen declaraciones al respecto, pero hasta el final continúan apoyando la ocupación en Palestina. La solución para el problema del agua está en el legítimo y pleno derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino, incompatible con la vigencia de ese estado racista y colonialista.