El lunes pasado 30 de julio, en el Village Recoleta, fue la avant premiere de la esperada película El Angel, que ya anunció su fecha de estreno oficial para el 9 de agosto.
Gustavo Grazioli @Discolo1714
Miércoles 1ro de agosto de 2018
Este trabajo dirigido por Luis Ortega deja entrever un legado cinematográfico con lenguaje de hampa que recuerda a la película Pixote, la ley del más débil o la clásica Bonnie and Clyde.
El Ángel encarna su búsqueda en representar la historia de Carlos Robledo Puch. Una persona que en la jerga policial se llegó a conocer como “El chacal”, “Ángel negro” o lisa y llanamente como asesino serial. Condenado a cadena perpetua por distintos delitos que incluyen robos y asesinatos, su historia aterriza en la pantalla grande desde un lugar que no sale a juzgar donde está el bueno y donde el malo.
Con un elenco de pesos pesados (Peter Lanzani, Daniel Fanego, Cecilia Roth y Mercedes Morán), Ortega se jugó la puesta más fuerte en la búsqueda del personaje principal. ¿Quién haría de Robledo Puch? Finalmente después de largos castings, el elegido fue un joven de entre 16 y 17 años del que solo, hasta el momento, se sabía que era el hijo del reconocido actor Rafael Ferro. Pero a partir de esta película la cara de Lorenzo Ferro (“Carlitos”) se recordara como la imagen del díscolo, de pelos enrulados al viento, que pasó al rubro actoral, nada más y nada menos que encarnando a Puch.
El disparador de esta travesía fue el libro El Angel Negro. La feroz vida de Carlos Robledo Puch del periodista Rodolfo Palacios. Con el personaje ya identificado, la película terminó de consumarse con un guion en el que trabajaron el mismo Palacios, Ortega y el escritor Sergio Olguín. Este séptimo largometraje del hijo de Ramón “Palito” Ortega y Evangelina Salazar, no pierde literalidad pero rompe la estética más realista en su forma de contar los hechos y trabaja desde un lugar despojado. Siguiendo la línea del protagonista, pone belleza en el oscurantismo de adjetivos policiales. Cuenta la realidad con elementos de la ficción y se mete en los zapatos del protagonista sin apretar el botón de los juicios de valores.
Su aventura inicia en el colegio privado al que va de uniforme. Ahí conoce a Jorge Ibañez (Chino Darín) y por intermedio de una piña que le deja el ojo morado, entabla amistad con ese chico malo y varonil. La primera prueba de rudeza se había puesto en marcha y la había pasado. Después conoce a los padres de Ibañez (Fanego y Morán), aprende a disparar y la vida se le abre hacia los deseos y el placer de ensalzar su juventud con robos, disparos de aquí para allá y una pulsión libertina que se parece más al desencanto de un artista con la realidad que al criminal mítico que dejó su marca en la década del 70.
Carlitos, el rubio estilizado, que no cabe dentro del paradigma Lombrosiano (no es feo, negro ni orejudo, como dice el criminólogo que aparece hablando en la película), roba, mata y vuelve a la casa de mamá (Roth) a comer las milanesas con puré. Adjunta a esa figura de tez joven y cuerpo indefenso, aparece una moral que solo él sabe cómo manejar y que se alimenta de un éxtasis que parece no tener la finalidad de robar solamente por la plata.