El Cordobazo fue el acontecimiento fundacional del llamado setentismo y como tal abrió un debate sobre los sujetos y las vías de la lucha por la liberación nacional y el socialismo.

Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Sábado 30 de mayo de 2020 00:13
El 29 de mayo de 1969 las masas obreras y estudiantiles protagonizan una de las grandes gestas populares que hiere de muerte a la dictadura del general Juan Carlos Ongania. Un año más tarde en la misma fecha un grupo de militantes peronistas secuestran al general Pedro Eugenio Aramburu, quien será enjuiciado y ejecutado posteriormente en lo que sera el origen de la organización Montoneros. Para los Montoneros “El Aramburazo (…) habría de transformarse, en poco tiempo, en ejemplo y bandera del peronismo, en la máxima expresión de la lucha del pueblo contra el imperialismo y todos sus aliados y sirvientes nativos”. En esta lectura que guió la orientación de la guerrilla peronista la acción de un grupo guerrillero, que no respondía a la realidad de la lucha de clases, significa un salto con respecto al Cordobazo, en sus palabras, este método, es “la máxima expresión” del combate contra el imperialismo.
Caracterización similar hace el PRT-ERP de Mario Santucho quien elabora la siguiente consigna: “Las movilizaciones de todo el país dijeron/ de los miguelitos a las barricadas/ de las barricadas a los francotiradores/ de los francotiradores al ejército revolucionario./ Todos somos extremistas”. El rescate de las formas de combate es utilizado para llegar a la conclusión de que es necesario construir un ejercito guerrillero. Para el PRT-ERP. “A partir del Cordobazo, a partir de mayo de 1969, la lucha antidictatorial del pueblo argentino adquirió considerable fuerza y efectividad. La aparición de la guerrilla urbana en la lucha de clases argentina, como fuerza organizada y efectiva, capaz de golpear con dureza al régimen y sus personeros, dio una nueva tónica a la lucha popular (…) La llamada de la guerra popular como estrategia para la toma del poder, como camino de la revolución nacional y social de los argentinos fue encendida en este período y, aunque débilmente, comenzó a arder ya sin interrupciones.” (Poder burgués, poder revolucionario)
El elemento común a ambas organizaciones guerrilleras es que en nuestro país, después del Cordobazo, la tarea pasa por construir una fuerza militar que se presenta como el brazo armado de las masas para llevar adelante una guerra popular.
Nos centraremos en analizar la concepción que desprende del Cordobazo el PRT-ERP y analizaremos caracterizaciones políticas del periodo inmediatamente posterior a mayo del 69 la dictadura de la Revolución Argentina.
Guerra de clases
El Cordobazo mostró la irrupción violenta de las masas característico de todo gran hecho revolucionario. Durante la jornada obreros y estudiantes realizaron un enorme despliegue de fuerzas que implicaron saltos en las formas de lucha y la conciencia obrera y de la juventud. El frente único de los grandes sindicatos (SMATA, Luz y Fuerza, UOM, UTA) concebido para el llamado a una huelga de protesta en oposición a las medidas de Krieguer Vasena, abrió paso a una huelga general política, o huelga combativa usando el lenguaje de la marxista Rosa Luxemburgo. Los volúmenes de fuerza desplegados en las calles y la marcha desde distintas zonas de la ciudad, el intento de ocupar el centro de la urbe con la movilización fue enfrentado con la represión. Después del asesinato de Máximo Mena se desato una guerra de guerrillas urbana y surgieron las barricadas y la coordinación elemental de los combatientes, por la noche el repliegue va a ser cubierto por los francotiradores que hostigaba al III Cuerpo de Ejercito que ingresaba como fuerza de ocupación. Tales fueron los momentos distintivos de la semiinsurrección obrera y popular.
El dirigente bolchevique de la insurrección de octubre de 1917, León Trotsky definía que: “la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases, cuando ésta, rompiendo los marcos de la legalidad, viene a ubicarse en el plano de un enfrentamiento público y en cierta medida físico, de las fuerzas enfrentadas. Concebida de este modo, la guerra civil abarca las insurrecciones espontáneas, determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurrección para la toma del poder y el período de liquidación de los intentos de levantamientos contrarrevolucionarios”.
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Concebida dentro de estos términos, la semiinsurrección cordobesa fue un acto de guerra civil entre las clases y como tal contenía en germen la posibilidad de su generalización y de una insurrección obrera y popular de carácter nacional para quebrar a la dictadura y el gobierno de las FFAA. De hecho la onda expansiva del Cordobazo se manifestó en distintos levantamientos hasta principios de 1972.
Dirección e insurrección
Desde el punto de vista de la conciencia de clase, con el Cordobazo los trabajadores y la juventud comprendieron que para obtener sus demandas democráticas, entre ellas terminar con la proscripción del peronismo y poner fin a los intentos de la burguesía de hacer que los trabajadores retrocedieran en sus conquistas, debían hacer uso de su fuerza, que en Córdoba se había mostrado imponente para derrotar a las fuerzas represivas, pero insuficientes para enfrentar a las FFAA.
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El principal limite que encontraron obreros y estudiantes cordobeses para avanzar en la insurrección fue el de la crisis de su dirección, en este caso los dirigentes de los grandes sindicatos cordobeses entre los que se encontraba Agustín Tosco, quienes no previeron el curso de los acontecimientos. Su objetivo era hacer una demostración política de oposición Ongania. Pero la muerte de Máximo Mena convenció a la clase obrera y los estudiantes que había que derrocar a la dictadura. Entre ambos objetivos talló la falta de una dirección consciente que tomando nota del cambio operado en las calles, se lanzara a dotar al movimiento de una política para extender nacionalmente el choque, dotar de armamento y llamar a la organización para lograr el objetivo de derrotar a Ongania y las FFAA. Como señalaba León Trotsky: “cualquiera sea su fuerza, la huelga general no resuelve el problema del poder, no hace más que ponerlo de relieve. Para tomar el poder hay que organizar la insurrección, apoyándose en la huelga general”. Esta perspectiva estuvo ausente en las direcciones que actuaron durante el Cordobazo.
Ciertamente la represión descabezó a los sindicatos en Córdoba, impidiendo que al día siguiente fueran un vehículo de organización de una resistencia a la ocupación y fueron las propias masas las que intentaron superar estas limitaciones creando una embrionaria coordinación entre las barricadas y aprestos de armamento popular en los francotiradores que resistían desde los techos de las barriadas.
A nivel nacional el limite era aún mayor porque la CGT encabezada por Augusto Timoteo Vandor que había sido conciliador con Ongania, no tenia ninguna intención de nacionalizar el movimiento. La CGT de los Argentinos por su parte, carecía de fuerza para hacerlo y de independencia con respecto a Perón para trazar un plan de lucha que desembocara en una gran insurrección nacional.
Hay que recordar que ya desde los tiempos de la resistencia peronista el líder exiliado se había opuesto a la idea de organizar un movimiento insurreccional contra el régimen de los fusiladores de José León Suarez bajo el argumento de que mejor era hostigar a la dictadura para obligarla a otorgar concesiones.
La dirección peronista del movimiento obrero se volvió la garantía de la burguesía para evitar la guerra civil. Toda política de conciliación con esta dirección, como la que representaba el sindicalismo de liberación en el movimiento obrero cordobés y que era apoyada por la guerrilla, reforzaba su papel de contención de la lucha de clases. Luchar por la independencia política de los trabajadores, expresada en un partido revolucionario de la clase obrera, era una cuestión fundamental e inseparable de una estrategia revolucionaria que tuviera por fin desarrollar la movilización y la autoorganización de las masas hacia la insurrección obrera y popular.
El Cordobazo y la guerrilla
Habría que señalar que en general las organizaciones guerrilleras en nuestro país fueron ajenas prácticamente al movimiento semiinsurreccional. En el caso de Montoneros ni siquiera existían como organización. En el caso del PRT, aún no se había fundado el ERP, ocho días antes del Cordobazo, aconsejaba llevar adelante acciones masivas solo donde “hubiera fuerza militar” para enfrentar la represión y proponía realizar “escaramuzas” para debilitar al régimen (El Combatiente, 21 de mayo 1969), es decir no incentivar las tendencias al combate abierto a la dictadura. En su propio balance, el PRT rescata que, lejos de proponer un programa, la constitución de organizaciones combatientes de las masas o consignas para extender la lucha, su gran aporte en el Rosariazo de setiembre de 1969 fue que “una unidad de combate del PRT tomó un puesto de la Gendarmería recuperando dos fusiles FAL y pistolas” (Resoluciones del V Congreso del PRT ).
Las organizaciones guerrilleras extrajeron como conclusión del Cordobazo que lo que faltaba era armamento y que para superar dicha debilidad era necesario construir una organización externa a la lucha de clases y las organizaciones de las masas, un ejercito guerrillero que actuara como brazo armado del pueblo. Dicha estrategia implicaba que su militancia entre los jóvenes y los trabajadores no estaba orientada a disputar la dirección y la conciencia del movimiento de masas a las direcciones conservadores y burocráticas. Tampoco estaba destinada a formar fracciones revolucionarias que expresaran una orientación para que las masas avanzaran en el frente único y la autoorganización superando a sus dirigentes.
Los militantes de la guerrilla en el seno de las masas reclutaban para que individuos aislados se enrolaran en un ejercito cuyas acciones estaban dictadas por la idea de una guerra popular de largo aliento donde la movilización de las masas jugaba un papel aleatorio y subordinado a los objetivos de la dirección guerrillera. Como señala en su V Congreso el PRT: “en esta Argentina en guerra, la política se hace en lo fundamental armada, por lo tanto, en cada lugar donde el Partido esté presente en las masas se deben impulsar las tareas militares. Combatir, formar el ejército en la práctica de la lucha armada”
En su V Congreso en 1970 a un año del Cordobazo, el PRT define que: “La guerra civil revolucionaria se irá transformando en guerra nacional antiimperialista, tanto porque lucharemos contra la burguesía y contra un enemigo invasor, como porque la librará el conjunto de la clase obrera y el pueblo. En este momento nuestras consignas tenderán a neutralizar a sectores de las etapas superiores de la pequeña burguesía y mediana burguesía e incluso sectores de las fuerzas represivas, entonces nuestra guerra adquirirá un sentido patriótico (…) Nuestro Partido no debe olvidar ni por un momento la experiencia vietnamita”. Es decir que mientras el ascenso obrero y popular se inicia con una acción histórica independiente de masas que enfrenta a la dictadura y la burguesía de conjunto, el plan de guerra del ERP pasa por neutralizar a la burguesía "progresista" y sumarla a una guerra patriótica. De allí que el modelo que se presenta es el de Vietnam.
La otra conclusión del guerrillerismo del PRT fue que en el marco del ascenso del proletariado industrial urbano, el eje de la lucha pasaba por la formación de la guerrilla rural para cercar las ciudades, donde el elemento de lucha armada urbana estaba subordinado a la capacidad de liberar ciudades ligadas a su cercanía con la guerrilla rural: “Lo que podemos prever es que la guerra revolucionaria se asentará sobre dos elementos militares principales; la lucha armada en el campo, con sus características de guerra de guerrillas primero y de movimientos después y la lucha armada en las grandes ciudades, con un desarrollo que a partir de acciones de recuperación y resistencia llega a operaciones de aniquilamiento. Esto en cuanto a características particulares; en lo general, ambos procesos desarrollan una lucha de desgaste de la fuerza enemiga (moral, humano y material, en este orden) quebrando su capacidad ofensiva en el campo mediante su dispersión y aferrándolas al terreno en la ciudad: movilizando a las masas e incorporando a todo el pueblo a la guerra; creando tanto en el campo como en la ciudad unidades militares estratégicas, con un número y potencia de fuego que les permita dar combates de aniquilamiento; hasta desembocar en la insurrección general urbana con el cerco y liberación de las ciudades medianas, cercanas a la zona de operaciones rurales”
De allí que se defina que el proletariado azucarero de Tucumán, que había sido derrotado por la dictadura de Onganía tiempo antes del levantamiento cordobés, era la vanguardia de la revolución: “Dentro de este marco, el proletariado azucarero mantiene su puesto de vanguardia, pero con menos diferenciaciones con el resto que en años anteriores, por la extensión de la crisis económica y social”. Sintetizando, se define la “estrategia” política de la guerra civil por la geografía apropiada para las operaciones guerrilleras, el campo, y el sujeto que puede manejarse como combatiente rural. En esta concepción el Cordobazo y las tendencias de los trabajadores a autoorganizarse no cumplen ningún papel. El PRT-ERP no solo no le da ningún valor a esta autoorganización sino que la rechaza para resolver el armamento obrero y popular: “La formación de las milicias de autodefensa, (…), es un problema serio, delicado, que exige una política prudente (…). Los espontaneístas, con su irresponsabilidad y ligereza característica gustan plantear sin ton ni son ante cada movilización obrera y popular por pequeña y aislada que sea, la formación inmediata de milicias de autodefensa. (…) sectores proletarios y populares de vanguardia, plenos de combatividad, pueden caer bajo la influencia de esta hermosa consigna y llegar a la formación apresurada de tales milicias (…) Las milicias de autodefensa son parte esencial en el armamento obrero y popular, constituyen sólidos pilares en la edificación de las fuerzas armadas revolucionarias, pero por su amplio carácter de masas sólo pueden surgir de una profunda y total movilización del pueblo en zonas de guerrilla o zonas liberadas”(Poder burgués, poder revolucionario).
En el caso de Montoneros, aunque no lo tratemos aquí, su posición fue la de concebirse como “formaciones especiales” al servicio de la estrategia de Perón de golpear a la dictadura para obligarla a negociar.
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De conjunto tanto Montoneros como el ERP, al abandonar los esfuerzos por organizar la movilización revolucionaria de las masas, peleando la conciencia e impulsando el frente único obrero y la autoorganización para crear las condiciones de la insurrección, servían al objetivo del líder justicialista de sacar a las masas de escena, mostrarse garante de su contención y negociar con la dictadura el salvataje de las FFAA. En palabras del propio Perón: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara”
Autoorganización e insurrección: el partido revolucionario
El Cordobazo permitió el surgimiento de una extendida vanguardia de masas militante de los trabajadores y la juventud que señalaba los problemas del país e identificaba los sufrimientos del pueblo trabajador en la dominación del imperialismo y el capitalismo. Esa era la fuerza social que indicaba el camino de la insurrección. En el seno del movimiento obrero el estado de insurgencia dio lugar al clasismo del SITRAC-SITRAM y más tarde las vanguardias anti-burocráticas que al calor de las luchas contra el Pacto Social van a dar origen a las Coordinadoras Interfabriles de junio y julio de 1975, verdadero doble poder fabril que, integrada por más de 140 comisiones internas y cuerpos de delegados, señalaban las posibilidades de desarrollo de las posiciones clasistas y el germen de nuevas organizaciones de combate que representaran el frente único de las masas en lucha por el poder.
En un articulo reciente de La Izquierda Diario sosteníamos: “Una de las consecuencias de las barricadas callejeras fue que las mismas fueron tomando cuerpo como barricadas sociales en las fábricas en las que se apoyó la ofensiva de la insurgencia proletaria y estudiantil. El producto más radical del Cordobazo fue la formación del los sindicatos clasistas en la Fiat, el Sitrac-Sitram.
Fundados en los ‘50 como sindicatos de empresa amarillos (pro-patronales), van a ser conquistados por la insurgencia de la juventud proletaria como instituciones de la democracia obrera y doble poder fabril. Entre ambos sindicatos contaban con 4000 afiliados y en el caso del Sitrac un cuerpo de 125 delegados. Van a plantear además, el germen de una alternativa de dirección clasista a la burocracia sindical peronista.
Eran lo que en la historia del movimiento obrero internacional se conoce como un consejo de fábrica. Una institución que une a todo el colectivo de trabajadores, disputa en el terreno de la producción el poder al despotismo patronal, los ritmos de producción y las condiciones laborales. Expresarán la rebelión de los trabajadores no solo contra la dictadura militar sino patronal, contra la explotación capitalista.
Como lo definió el marxista italiano Antonio Gramsci para los consejos de fábrica de los años 20 en Turín: "Al constituir ese aparato representativo la clase obrera realiza la expropiación de la primera máquina, del instrumento de producción más importante: la clase obrera misma". Estas instituciones contenían dentro suyo el germen del gobierno obrero y popular que se coreaba en las barricadas del Cordobazo”.
Estas instituciones que se desarrollaron al calor del ascenso obrero y popular eran las que de desarrollarse podían dotar a las masas de las herramientas para superar el limite de la dirección y constituir la base de una milicia que coordinara los comités de autodefensa para lanzar un plan insurreccional.
La acción de un partido revolucionario de la clase obrera tenia que buscar generalizar esta experiencia, dotarla de un programa y una estrategia que señalara el objetivo de unir a las grandes masas para derrocar a la dictadura. Volviendo al gran dirigente de la IV Internacional: “La revolución proletaria es una revolución de enormes masas desorganizadas en su conjunto. El impulso ciego de las masas juega un rol considerable en el movimiento. La victoria sólo puede lograrse por un partido comunista que tenga como objetivo la toma del poder, que, con minucioso cuidado medite, conspire, reúna los medios para alcanzar el objetivo perseguido y que, apoyándose en la insurrección de masas, lleve adelante sus propósitos”.
La ausencia de un partido así durante la semiinsurreccón de mayo, que se hubiera preparado construyendo fracciones revolucionarias en los sindicatos de masas y con presencia en las posiciones estratégicas de la clase trabajadora, análisis que excede los objetivos de este articulo, explica el éxito posterior de la política de la burocracia sindical y el peronismo que negocio con el general Alejandro Lanusse la salida electoral para desviar el ascenso de masas. Evitaron así que una insurrección obrera y popular triunfante ajustara cuentas con los personeros del régimen libertador y destruyera a las FFAA, abriendo el camino para la victoria de la revolución socialista.

Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.