Este jueves 7 de abril se estrena el documental sobre ALUAR, que podrá verse hasta el 13 de abril en el Cine Gaumont. Un trabajo necesario y sensible para introducirnos en el entramado de complicidades que encubren la contaminación del gigante del aluminio, en la ciudad de las ballenas.
Domingo 3 de abril de 2022 23:52
“Entonces, de pronto, se dejan caer, con la cabeza hacia adelante, boca abajo, o de costado con las piernas vencidas; a menudo también dan una vuelta carnero. Así quedan atrapadas. Como aviones estrellados con un ala hacia arriba. O como caballos muertos. Con eternos gestos de desesperación. O muy tranquilos, como si estuvieran dormidas. Incluso puede que al otro día una se despierte y sacuda una pata o un ala. En ocasiones esos movimientos despiertan a las otras y entonces todas se hunden un poco más profundo en la muerte.”
El fragmento es del cuento Atrapamoscas de Robert Musil, y fue la inspiración para el nombre del documental sobre la relación entre ALUAR y Puerto Madryn, una ciudad atravesada por la presencia de las moscas en muchas acepciones del término. Musil cuenta que las moscas son atrapadas por el papel matamoscas, primero como “una suave obstrucción, tibia e ineludible” que irá transformándose hasta verse “atrapadas en una posición desfavorable” en la que “todas se hunden un poco más profundo en la muerte”.
Lucia Levis Bilsky es la directora, junto a Octavio Comba, de “El encanto de la mosca”, ganadora del FIDBA 2021 en la categoría nuevos directores. Filmada entre noviembre de 2018 y octubre de 2019, la película se mete con el tema tabú de la ciudad chubutense: ALUAR. “Zafamos de la pandemia porque ya teníamos todo grabado y nos dedicamos a editar el material” cuenta a la Izquierda Diario Lucía, antropóloga (UBA) y magister en Cine Documental por la Universidad del Cine, de cara al próximo estreno de la película en el cine Gaumont de CABA el próximo jueves 7 de abril, y que continuará en cartelera hasta el 13.
Las moscas son una presencia constante en las playas de Madryn. La fermentación del alga Undaria pinnatifida, traída a principios de los noventa por los barcos cargueros que llegan al Puerto Almirante Storni en el agua de lastre y vuelta una especia invasora del sustrato marino, genera la presencia de millones. Su presencia, sin dudas, es una característica de la ciudad que no escapó a la atención de los realizadores.
“Invitada por el MAFICI (Festival Internacional de Cine de Puerto Madryn), un festival financiado por ALUAR, conocí la situación en Madryn. En el tour que nos llevaba a ver las ballenas me impactó esa presencia industrial, y por lo bajito me contaron que generaba un montón de casos de cáncer, pero que no se podía decir”, cuenta Lucía. “El proceso de investigación fue haciendonos conocer a activistas locales sobre la problemática. En general fueron voces sueltas que fueron llevando la resistencia contra ALUAR. El problema en Madryn es que todo el mundo sabe lo que contamina la planta, pero todos lo tienen naturalizado. Hay una contradicción entre desarrollo económico, “progreso” y salud, sin exigir los controles del impacto en el medio ambiente y la salud de la población.”
Puerto Madryn, famosa por las ballenas que llegan a sus costas, y que la vuelven foco de ecoturismo internacional, alberga en simultáneo a una de las mayores fábricas de aluminio de América Latina, y la única de Argentina. ¿Cómo transcurre el cotidiano de un pueblo agradecido por el "progreso" que les llegó con el aluminio, y que a la vez se sabe inexorablemente intoxicado por el aire que respira?
“Puerto Madryn y su zona de influencia se incorporan al proceso nacional de desarrollo” anuncia el locutor ante la visita del ministro de defensa Cáceres Monié en 1971. “Argentina ha decidido por fin librar la batalla del aluminio, será uno de los polos de desarrollo en la Patagonia y un jalón en el desarrollo de nuestro país hacia su gran futuro”, anuncia otro locutor ante el inicio de las obras para la planta de aluminio. Otro documental de la época da rienda suelta al vuelo poético para mostrar las obras de la represa Futaleufú, “Yo soy el río Futaleufú”.
De aquel “futuro promisorio” que anunciaban los filmes de la época, la película pasa a un presente marcado por las denuncias de contaminación. Nubes violáceas sobre la ciudad, infinidad de enfermedades, y una demanda por daño ambiental colectivo, conviven con centenares de turistas que bajan de los cruceros en el Puerto Storni para visitar las loberías y avistar ballenas. En la primera versión del documental, estaba propuesto desarrollar con datos duros esta situación, ya que como nos cuenta la directora “existe un entramado perverso por el cual ALUAR financia los estudios químicos que el CENPAT, dependiente del CONICET, realiza sobre las muestras que la propia empresa toma y que constituyen la base de las presentaciones que ALUAR realiza ante los organismos de control estatales. Así se asegura que no haya proyectos de investigación sobre contaminación por procesos industriales en Madryn”. Pero la elección del relato finalmente fue más indirecto, buscando despertar el interés desde los detalles cotidianos que emergen para mostrar sutilmente la presencia de la planta y la tragedia silenciada.
Carlos Moreno
“Es un caso super interesante a trabajar, porque hubo una enorme movilización popular contra la zonificación minera en diciembre, y en simultaneo es completa la naturalización de ALUAR. Es un paralelismo muy fuerte, porque paradójicamente las asambleas no se meten con el tema de ALUAR. Como inyecta dinero en todas las esferas de la vida social, con una capilaridad muy profunda, es un tema que no se habla, que no se cuestiona. De algún modo hace pensar cómo sería la presencia de las mineras si se aprobara la actividad en la provincia, generando una complicidad social construyendo escuelas, financiando equipos de futbol, actividades turísticas, viajes de estudio, etc.”
Alternando la naturaleza imponente y una vida social atravesada por la presencia de la planta, el documental va develando poco a poco la trama de enfermedades y muerte que constituyen el presente para la población de Madryn, con testimonios de ex trabajadores y víctimas de la contaminación de ALUAR. El tiempo es el de los mismos testimonios y se va hilvanando con el ritmo del recuerdo y de la asunción de la catástrofe socio ambiental que se ha ido construyendo desde principios de los setenta. “Una ciudad que se vende a sí misma como “super verde” por la fauna marina de sus costas, que recibe turismo internacional, y el lado B es este esquema industrial super contaminante” destaca Lucía.
Para ello, las denuncias de Hugo Trovant, médico de la planta que denunció las enfermedades que ALUAR causa sobre los trabajadores y autor del libro “BREA”, han sido fundamentales. Carlos Moreno, ingeniero que denuncia los efectos de la planta desde hace años, dice “la verdad se termina manifestando”. “¿Porque preferimos vivir engañados antes que afrontar la causa de nuestros males?” se escucha en la reconstrucción del Vía Crucis por las calles de la ciudad. Una revelación de la situación de una ciudad atravesada en su vida cotidiana por la presencia de su silencioso verdugo, pero parece que el dios cristiano no tiene respuesta a este drama terrenal. “Nosotros no podíamos creer lo que estábamos filmando, porque hablaban de otra cosa, pero estaban hablando de eso”, dice Lucía.
Via Crucis Subacuatico
La película, que tendrá su estreno en CABA luego de ganar el FIDBA, sin dudas, es un gran ejercicio documental para pensar como contar las realidades trágicas en lo socio ambiental que atraviesan nuestro país y no sólo, con la sutileza de lo sencillo.
Sobre la acepción del término “mosca” en nuestro argot, quizás la más directa sea su significación como dinero, pero también de “quedarse tranquilo, pasivo”. Esa espera pasiva por el encanto del “progreso” en forma de dinero que ALUAR derrama homeopáticamente sobre Madryn, junto con venenos y toxinas que consumen la vida de sus habitantes, es quizás la imagen vívida de la trágica metáfora del atrapamoscas.