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Red Internacional
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Opinión. El FMI, el 2023 y las coordenadas de un nuevo momento político

El dato de inflación que se conoció esta semana, mucho más que una cifra: un Gobierno que complica su futuro erosionando la relación con su propia base social. ¿Hay 2023 para el peronismo? Las mayorías, con problemas más urgentes. El salario, la Plaza de Mayo y la construcción de una alternativa de lucha contra el FMI.

Fernando Scolnik

Fernando Scolnik @FernandoScolnik

Miércoles 16 de febrero de 2022 23:29

Con el reloj de arena marcando que el Frente de Todos ya cruzó la frontera que señala la mitad de su mandato, el dato de inflación conocido este martes encierra para el oficialismo preocupaciones que van más allá de lo coyuntural.

En buena medida, y mientras se atraviesa una coyuntura crítica signada para el Gobierno por la necesidad de cerrar y aprobar el acuerdo con el FMI, el debate político urgente se entrecruza cada vez más con un 2023 que empieza a estar a la vuelta de la esquina. Las crisis, continuidades y posibilidades de los distintos proyectos políticos tendrán el año que viene una prueba de fuego, y el del oficialismo no será la excepción.

En ese derrotero, el Frente de Todos se encuentra en una encrucijada que lo ubica como víctima de sus propias decisiones, las mismas que lo vienen llevando de forma lenta pero sostenida por un sendero que erosiona la relación con su propia base social y electoral. Paradójicamente, si tiene “éxito” en aprobar el acuerdo con el FMI, este problema no hará más que agravarse con los nuevos planes de ajuste, complicando aun más sus chances para 2023. Los 26 meses transcurridos desde su asunción ya demostraron que era cierta aquella idea anticipada por la izquierda, de que no se podría cumplir con las demandas de los votantes y con el capital financiero a la vez. Las elecciones legislativas de noviembre fueron la muestra más elocuente de esto, a pesar incluso del crecimiento económico (o recuperación) de 2021.

Si desde un comienzo la subordinación al plan estratégico de acordar con el FMI implicó medidas impopulares preparatorias del entendimiento (como los recortes a jubilados, la eliminación del IFE o la rebaja de presupuestos como el de salud), los datos conocidos este martes tocaron otra vez un punto altamente sensible: en el marco de una pobreza del 40 %, el aumento del 4,9 % en el precio de los alimentos durante enero no solo corrobora lo que ya se sentía en la calle, sino que también choca de lleno con aquella promesa fundacional del Frente de Todos: para millones de personas es cada vez más difícil “llenar la heladera”.

Frente a este drama social, el Gobierno que una vez "amagó" con tocar Vicentin, desde aquel retroceso en adelante tan solo implementó pequeños parches fallidos como "Precios Cuidados" o políticas de congelamiento para intentar controlar los precios. Todas fracasaron, al no afectar jamás los intereses de los grandes formadores de precios en la producción, distribución y comercio exterior de los alimentos. Un puñado de grupos económicos concentrados sigue especulando con el hambre del pueblo.

Otro ítem delicado, el de la vivienda, mostró que en ese mismo mes de enero los alquileres actualizaron los montos de los contratos con una suba de un 52 % con respecto a un año atrás.

En cuanto al empleo, si bien se recuperaron puestos de trabajo con el crecimiento (o recuperación) de 2021, aunque en buena medida precarios, esa dinámica económica no solo está en duda ahora sino que los datos oficiales demuestran que la masa total que reciben los trabajadores cayó un 3,3 % durante 2021, siendo los trabajadores informales los más golpeados, retrocediendo un 10 % en el poder de compra de sus ingresos. Para quienes cobran subsidios como los "Potenciar trabajo" de $ 16.000 hoy la situación es realmente acuciante. Para los registrados, por su parte, se mantiene sin revertir la pérdida que se arrastra desde el macrismo, con caídas de entre un 19 % y un 26 % según el sector. Más aun: hacia el tercer trimestre del año que terminó, los empresarios habían subido su porción en el reparto de la torta de la riqueza producida, quedándose con un 48,3 %, cuando hace cuatro años se quedaban con el 39 %. Inversamente, los asalariados se quedan hoy con apenas el 42,7 %, cuando hace cuatro años atrás obtenían un 50, 6%. Ganan los poderosos.

Con ese cuadro social, y si el tiempo en política es tirano, la realidad es que como proyecto político la presidencia de Alberto Fernández entró en tiempo de descuento para mostrar resultados para su base electoral. Dicho de otro modo, se agregan cada vez más interrogantes a una pregunta que todos los dirigentes de ese espacio político se hacen por estas horas: ¿hay 2023 para el peronismo?

Si Alberto Fernández y Martín Guzmán triunfan en su política de hacer aprobar el acuerdo con el FMI - como todo parece indicar-, la respuesta a aquella pregunta aumenta sus chances de responderse negativamente, aunque todavía jueguen la carta del "mal menor" frente a una derecha que también enfrenta sus crisis y divisiones.

Incluso entre quienes todavía perdieron menos y han mostrado más "paciencia" con la situación (por la herencia recibida, el "mal menor" o la pandemia) no está descartado que puedan comenzar a surgir nuevos fenómenos políticos o de lucha con lo que vendrá. De hecho, el malestar salarial ya es parte de lo que estamos viendo incipientemente en procesos como los estatales de Neuquén, vitivinícolas de Mendoza, paros en fábricas como Ferrum de Pilar, entre otras, así como entre quienes luchan por sus puestos de trabajo o paran en defensa de la salud, como en el ferrocarril Sarmiento.

Hacia el futuro inmediato, a los aumentos de tarifas ya planificados (como el del gas del 20 % a partir de marzo), se sumarán otras malas noticias como más ajuste fiscal, tasas de interés más altas o reducción de la emisión monetaria, medidas contempladas en el plan con el FMI. Algunos analistas, por estas horas, se atreven a preguntarse si en el 2022 la Argentina superará el récord de inflación macrista de 2019, que con un 54 % había sido el índice más alto desde 1991.

Más aún: el ministro de trabajo, Claudio Moroni, dejó trascender que la pauta estipulada para las paritarias de este año sería del 40 %, es decir, que se busca darle un nuevo mazazo a los ya alicaídos salarios.

Por su parte, el contexto internacional de alta inflación y próxima suba de tasas de interés en Estados Unidos, no ofrece buenas noticias para Argentina.

De conjunto, y si bien es un escenario abierto ante el cual el Gobierno hará política y tratará en un primer momento de usar el acuerdo con el FMI como un factor de estabilidad, se trata de un combo sumamente dificultoso para el peronismo de cara 2023. Sobre ese trasfondo, se desarrollán experiencias de lucha y un proceso de experiencia política con el Gobierno actual, que serán la base de sustento para la lucha por otra alternativa política.

Quien sin dudas comprendió la complejidad de este escenario para el oficialismo, es el ala kirchnerista del Gobierno que, primero con las cartas de Cristina y después con la explosiva renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del Frente de Todos en Diputados, busca despegarse de los costos políticos de los planes de ajuste y preservarse como corriente política interna del peronismo. Sin embargo, su política es cómplice del acuerdo con el FMI, calculada para que Máximo renuncie después de anunciado el principio de entendimiento (es decir, dejándolo correr) y centrada en la gestualidad y la negociación, y no en la lucha por cambiar el rumbo (lo cual implicaría ruptura con el Gobierno, con el FMI y movilización en las calles, todo un repertorio muy alejado de ese espacio político), sino todo lo contrario. Eso hace que este espacio político no represente ninguna alternativa a la crisis, sino que aumentan las chances de que la crisis los afecte a ellos también, o al menos los disminuya significativamente en su volumen político, como una corriente política impotente ante los acontecimientos.

De momento, la política del Gobierno vino beneficiando a la derecha, al menos en términos electorales, tanto a su variante de Juntos por el Cambio (que ganó la elección de medio término) como a la alternativa ultra liberal de Javier Milei o José Luis Espert. Aun así, eso también tiene sus límites por sus propias divisiones y su falta de liderazgos indiscutidos hacia 2023, a la vez que desde distintos sectores de las clases dominantes buscan que lo que se imponga sea un centro político que mantenga la gobernabilidad y el ajuste a la vez. La crisis de las coaliciones políticas es otro factor de inestabilidad de la situación.

Sin embargo, también el crecimiento del Frente de Izquierda, y las movilizaciones en las calles, son el punto de apoyo para otra salida política.

Otro camino

Por estas horas, aun son muchas las voces que intentan convencer de que el acuerdo con el FMI no traerá aparejado un ajuste. Incluso entre los dirigentes sindicales: la CGT le puso la firma al anuncio del principio de acuerdo y hay dirigentes como Sergio Palazzo de La Bancaria que todavía intentan explicar que se podrá reducir el déficit fiscal sin recortes en términos reales. Puro verso. Por parte de la CTA, Hugo Yasky reconoció que el acuerdo implicará “cargarle una mochila en la espalda a millones de argentinos”, pero no se le conoce ningún llamado a enfrentar esto en las calles.

El Gobierno le debe mucho a estos dirigentes: sin ellos (y el efecto disciplinador de la pandemia), difícilmente se hubiera mantenido cierta estabilidad social con estos índices de ajuste y pobreza. La mayor parte de la resistencia vino este tiempo por parte de sectores autoconvocados de distintos lugares, de “elefantes” como los de la salud de Neuquén, de precarios que lucharon sin apoyo de sus sindicatos o de quienes lucharon por tierra y vivienda como en Guernica y otros puntos del país.

Pero hoy la situación se vuelve más acuciante: por eso ya dos veces fueron decenas de miles quienes coparon la Plaza de Mayo para rechazar el acuerdo con el FMI y volverán a hacerlo cuando esa entrega nacional se quiera votar en el Congreso, mientras que los movimientos sociales también dan el presente en las calles por trabajo genuino, asistencia alimentaria y apertura y aumento de los planes sociales. Por su parte, los movimientos ambientalistas, con la juventud al frente, vienen de una gran lucha en Chubut y enfrentan ahora la ofensiva del Gobierno por el petróleo off shore en Mar del Plata, mientras que el movimiento de mujeres comienza a organizarse para movilizar el próximo 8 de marzo.

También se empieza a ver, claramente, que a medida que avance la crisis, la lucha enfrentará cada vez más la represión, como vimos en los últimos días en Córdoba o en Misiones, frente a lo cual es necesario el más grande frente único democrático para denunciarla y la organización de la autodefensa.

Contra los que militan la resignación, lo cierto es que en ellos y ellas, los que están saliendo a las calles, existe una gran fuerza social para salir a pelear por las demandas inmediatas como el salario y el control de precios, que se hacen urgentes con el ajuste, pero también para pelear por sacar a los sindicatos y todas las organizaciones de masas de su pasividad cómplice, exigiéndoles que rompan con su subordinación al Gobierno y salgan a las calles por las demandas de los trabajadores. La clase trabajadora, que mueve el país, tiene la fuerza para dar vuelta la historia, que con el FMI siempre fue la historia de desastres para el país y sus grandes mayorías.

En ese camino, como plantean el PTS y el Frente de Izquierda, es necesario asumir un programa que parta de las demandas más sentidas, y culmine con los planteos por una salida de fondo, por un gobierno de los trabajadores que reorganice el país según las necesidades sociales y no por los intereses de pequeñas minorías, rompiendo con el FMI y tomando medidas de emergencia como el monopolio estatal del comercio exterior, la nacionalización de la banca y la expropiación bajo control obrero de los recursos estratégicos del país. No es un camino fácil, sino un camino de lucha, pero el único realista para salir de la decadencia infinita a la que el peronismo y la derecha de Juntos por el Cambio nos llevaron hoy.


Fernando Scolnik

Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.

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