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Red Internacional
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Crisis Económica. El FMI no quiere que la clase obrera "perturbe" el orden burgués

En conferencia en Washington, la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo un llamado a los diferentes gobiernos y bancos centrales a que atiendan la crisis en sus países para evitar los posibles “disturbios” que puedan desatarse pasada la cuarentena.

Jueves 16 de abril de 2020

Cabe preguntarse ¿al FMI le preocupan las condiciones de vida de los trabajadores en el mundo o lo que le inquieta es que exploten procesos organizativos y de movilización que lleven la crisis económica al ámbito político? Veamos.

A la crisis sanitaria que se ha llevado cerca de 127 mil muertes, se suma la tremenda crisis económica que está alcanzando proporciones no vistas en 90 años. El resultado de las políticas empresariales y gubernamentales ha sido el despido de al menos 195 millones de trabajadores hasta hace una semana en todo el mundo.

El FMI, organismo del imperialismo que durante décadas ha profundizado las deudas de los países dependientes -o subdesarrollados como a los economistas burgueses les gusta llamarles - y aplicado un sin fin de reformas que han flexibilizado el trabajo, permitiendo que hoy haya una ola masiva de despidos y se hayan mermado los salarios de millones más. Con sus planes han encarecido la vida de millones así como avanzado en privatizar los sistemas públicos como lo es el sector salud. Todo esto bajo la fraseología del apoyo económico a los países más pobres.

Hoy las consecuencias de estas políticas de saqueo a los países periféricos y de salvatajes a las grandes empresas, están cobrando el precio de sus contradicciones. El FMI, junto al Banco Mundial (BM), los gobiernos imperialistas y los gobiernos lacayos de éste, es de los principales responsables de la crisis económica que se calcula implicará la contracción del 3% de la economía a nivel mundial, -un nivel superior al del crack del 29.

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Las condiciones que la crisis sanitaria y económica está generando en los hogares y en los bolsillos de los más pobres, no le generan ningún tipo de resquemor ni desvelo al FMI, hace falta sólo una pizca de memoria histórica para saber que ésta nunca ha sido parte de su lista de preocupaciones.

Lo que realmente les quita el sueño es la posibilidad de que se generalice el cuestionamiento al status quo y al endurecimiento de las políticas que beneficiaron a las grandes empresas por sobre las del pueblo pobre y trabajador, pues esto puede llevar a la conclusión a millones de trabajadores precarizados y despedidos, de que bajo el capitalismo, no hay salida real a la crisis.

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Los posibles disturbios de los que habla Kristalina Georgieva, presidenta del FMI, son inminentes y de hecho ya son una realidad. A finales de marzo los trabajadores italianos protagonizaron una enorme huelga general, pues con 7,500 muertos aún se obligaba a laborar a diez millones de trabajadores.

En Estados Unidos a mediados del mes pasado, 25 fábricas de la industria automotriz se vieron obligadas a cerrar tras decenas de huelgas de obreros que exigían no se arriesgaran sus vidas. En México suman ya decenas de paros en la industria del norte y del bajío por la misma razón, pues de las muertes por Covid 19 en ellas ciudades fronterizas, la gran mayoría son de trabajadores de la maquila. Así podríamos seguir país por país.

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Antes de que explotara la pandemia y se esparciera por todos los rincones del mundo, comenzábamos ya a ver la respuesta de la clase obrera frente a las repercusiones de 10 años de crisis. En Francia comenzó con los chalecos amarillos, pero las movilizaciones se alargaron un año hasta llegar a la huelga general más grande que han tenido desde el mayo francés. En Chile fueron meses de revueltas contra el gobierno de Piñera y la constitución pinochetista. En Ecuador se desató un importante proceso contra el paquetazo del FMI el cual se replicó en Colombia.

Los disturbios que el FMI y los gobiernos burgueses del mundo entero buscan evitar, son hoy ineludibles y son también la única esperanza para salir del tremendo mar en el que se ha convertido la crisis en la que la humanidad completa está sumida, pero en la que, como dicen en redes sociales, unos van en cruceros y yates y otros nadan con sus propias fuerzas.

Hoy cae de una vez y para siempre el mito del fin de la historia, aquél con el que Fukuyama y los ideólogos del neoliberalismo decían que el capitalismo había llegado para quedarse. Y la clase obrera internacional no puede depositar ni una partícula de confianza en las salidas que organismos imperialistas como el FMI ofrecen, pues la historia a demostrado que sus intereses son antagónicos a los nuestros. Hoy una vez más toca confiar en nuestras propias fuerzas.

Avanzar en el control de la producción por parte de los trabajadores es esencial para garantizar el abastecimiento de los suministros necesarios para atender la pandemia, también para garantizar que los trabajadores tengan condiciones dignas. La expropiación de la salud privada, la centralización del sector público y el funcionamiento de este bajo control de sus trabajadores, es una demanda que sólo se conseguirá a través de la unidad de los trabajadores de la salud con los trabajadores de los sectores estratégicos de la industria. Es también la única manera de garantizar que sobrevivir al Covid-19 no sea un privilegio de clase

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Pero la perspectiva debe ir más allá, si sólo aquellos que mueven el mundo con su sudor son capaces de resolver la crisis actual, son también los únicos capaces de evitar que ésta se patee para después aumentando así sus repercusiones.

Frente a quienes plantean que los gobiernos, las empresas y los organismos internacionales como el FMI tienen las cartas para ganarle el juego a la crisis, es necesario que los trabajadores y los sectores más golpeados como las mujeres, la diversidad sexual y la juventud, adopte una perspectiva anticapitalista.

Ante la unidad internacional de los capitalistas en sus organismos imperialistas, la clase obrera debe formar también su propia unidad con sus aliados naturales: los trabajadores del mundo entero. En cada país debemos desarrollar la lucha contra la burguesía y sus representantes políticos que son los gobiernos. La barbarie ha anunciado ya su llegada y se hace urgente la pelea por un mundo sin explotadores ni explotados.