En una elección disputada y sin un claro favorito, el Frente Amplio viene profundizando su discurso centrista en una desesperada búsqueda de ganar cueste lo que cueste. Con un programa que prácticamente no se diferencia de la derecha en los aspectos centrales, cada vez está más claro que votarlo no es un una salida para las y los trabajadores.
Miércoles 9 de octubre
Foto Diario El País Estefanía Leal
Ya entrados en el último mes de la campaña electoral, los distintos candidatos han terminado de mostrar sus propuestas y programa de gobierno.
En el caso del Frente Amplio y luego de las elecciones internas donde triunfó Yamandú Orsi por sobre Carolina Cosse, las distintas decisiones, discursos y declaraciones van mostrando el perfil que le dará el Frente Amplio a un eventual cuarto gobierno.
Gabriel Odonne, un garante del modelo
Hacia fines de setiembre y en plena arremetida del capital financiero contra el plebiscito que impulsa el PIT-CNT (que incluye la creación de una especie de psicosis y caos ante una eventual derogación de las AFAP), Yamandú Orsi adelantó el anunció oficial sobre quien sería el ministro de economía en un eventual gobierno del Frente Amplio.
El momento no es casual, pero también es parte de una política de largo aliento de mostrar a toda costa que el empresariado puede estar totalmente tranquilo con el FA.
El tema del plebiscito de la seguridad social puso en una posición muy incómoda a la coalición progresista: sus principales dirigentes han expresado de manera contundente que no son afines a ninguna iniciativa que genere roces con el capital financiero, pero igualmente los partidos tradicionales se toman del apoyo minoritario de algunos sectores del FA al plebiscito, para poner en duda la capacidad del Frente Amplio de mantener los pilares del régimen económico del país.
Ante este panorama Orsi jugó una de sus principales cartas, oficializar a Gabriel Odonne como futuro ministro de economía y trasmitir de esa manera la tranquilidad que reclaman los empresarios y los propios organismos internacionales que responden al imperialismo (FMI, Banco Mundial, BID, etc.).
La movida puede parecer innecesaria, la propia Constanza Moreira en un reciente reportaje en La Diaria, señaló que “El FA no tiene que demostrar que puede gobernar bien la economía, si lo hizo maravillosamente durante 15 años. No tiene por qué dar señales de tranquilidad a los empresarios. Los empresarios hicieron mucha plata durante los gobiernos del FA… a ellos les fue muy bien” pero sin embargo la incertidumbre final sobre el resultado de las elecciones parece llevar a Orsi a ser más papista que el Papa y poner a la figura de Odonne como garante de la confianza que asegura el FA a los empresarios.
Y no es para menos, realmente Odonne encarna la moderación del Frente Amplio, se trata de alguien que ha elogiado el papel de Vegh Villegas (ministro de economía durante la dictadura), a Domingo Cavallo ( ministro de Menem), ha propuesto desindexar salarios y hasta opinó que había que acompañar la reforma jubilatoria que impulsó Lacalle Pou.
Si se trata de trasmitir certezas, parece que Odonne es el indicado.
Muestra más que a las claras el rumbo que tendrá el posible cuarto gobierno frenteamplista: respetar las bases neoliberales del régimen (que como bien señaló el propio Odonne, impuso la dictadura con Vegh Villegas y fue continuado por todos los gobiernos democráticos) continuar con la política de promoción de inversiones extranjeras y asegurar beneficios al capital transnacional.
La crudeza de las definiciones no deja lugar a dudas, nada bueno pueden esperar las y los trabajadores de un futuro gobierno del FA, ni siquiera que no verán disminuido su salario.
En esta campaña electoral el Frente Amplio ha profundizado su discurso moderado, acercándose aún más al resto de los partidos del régimen. Las aspiraciones de la mayoría de la población, aquella que sobrevive con salarios de hambre, con trabajos precarios y en condiciones de explotación, quedan postergadas en función de dar “certezas a los empresarios”. El FA es un garante de este modelo profundamente desigual, y ya nadie lo pone en duda.
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La impotencia y complicidad de la “pata izquierda”
En este contexto, de clara derechización discursiva del Frente Amplio, resulta cada vez más difícil argumentar “desde la izquierda” que hay que apoyar y votar al FA.
Las declaraciones de Constanza Moreira rozan el cinismo; si Odonne es el representante del gran empresariado, podría preguntarse que hace ella dentro de un partido que promueve a esta figura como ministro de economía.
El PCU, socio electoral de Moreira, no está mucho mejor; el dirigente Juan Castillo también declaró que Odonne "no sería la mejor expresión para la conducción económica para un gobierno del Frente Amplio".
Sectores que supuestamente se ubican a la izquierda dentro de la coalición progresista quedan reducidos a la impotencia o a ser una colectora de votos por izquierda para un proyecto político que se esfuerza por defender los negocios del capital financiero y las AFAP, que sabotea el plebiscito de la seguridad social, que trajo a UPM y que promueve un modelo que da cada vez más participación al capital y a los empresarios en la economía del país.
Las bases frenteamplistas, que honestamente creen aún que el FA es una herramienta de cambio social, las que apoyan el plebiscito, las que no se bancan a Odonne porque saben que nada bueno trae para las y los trabajadores tendrán que ir sacando sus conclusiones; el FA consolida su papel como partido del régimen y ya no genera ni las más mínimas expectativas de cambio.
Construyamos una izquierda anticapitalista y socialista
Desde La Izquierda Diario Uruguay creemos que hay que levantar otra política: Contra esta alternancia entre reformismos neoliberales y derechas reaccionarias, es que tenemos que proponer una alternativa propia.
Hay que dar una salida obrera a la crisis y cuestionar las bases estructurales de este modelo que le garantiza ganancias a un puñado de capitalistas mientras hunde en la miseria a grandes sectores de la población.
Como hemos señalado en una nota anterior “Para esto, no podemos sino apostar a la autoorganización obrera y popular, a la conquista y recuperación de los sindicatos para la lucha de clases – y no solo de la presión in extremis -, a la renovación del cuerpo dirigente de todas las organizaciones obreras y populares, a la transformación de la democracia directa en una maquinaria asamblearia con mandato que se respete, y que la revocabilidad sea en cualquier momento. Una autoorganización que integre y nuclee a todos los sectores en lucha, ambientales, de mujeres, disidencias sexuales, movimiento estudiantil, etc etc, con una perspectiva de clase y socialista”.
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