El gobierno alemán aprobó el pasado miércoles una ley que restringe aún más su política de asilo y permite a los cuerpos represivos acceder a sus móviles y ordenadores.
Sábado 25 de febrero de 2017
El Consejo de Ministros del Gobierno Alemán, aprobó el pasado miércoles un proyecto de ley que restringe aún más las ya de por sí restrictivas políticas de asilo estatales. El principal pretexto está en la supuesta presencia de terroristas extranjeros y permite a las autoridades acceder a los teléfonos móviles y ordenadores de aquellos refugiados que solicitan asilo. Supuestamente para determinar su identidad.
Esta normativa fue redactada por los ministerios de Justicia y de Interior del régimen alemán, que se escudan bajo el pretexto de evitar la repetición de atentados como el del Mercado de navidad del mes de diciembre del año pasado cuando Anis Amri, un supuesto solicitante de asilo tunecino estrelló un camión contra un mercado.
Con esta reforma, el gobierno de Angela Merkel busca aumentar la facilidad y ritmo de las deportaciones de los refugiados, además de imponer sanciones a aquellos que den datos falsos a las autoridades en el momento de registrarse en el país.
Además, la nueva normativa aumenta de forma escandalosa, el tiempo de que un ciudadano extranjero, considerado sospechoso de terrorismo por las autoridades, puede permanecer detenido en la espera de su expulsión.
La institución a la que se le concederá el poder, y la arbitrariedad, para acceder a los móviles y ordenadores de los refugiados será la Oficina Federal de Refugiados y Migración (BAMF).
Esta decisión ha levantado multitud de protestas entre los trabajadores alemanes, las organizaciones como ProAsyl que ya ha criticado abiertamente la normativa u otras organizaciones de ayuda a los refugiados. Éstas últimas están informando de que el próximo miércoles se prevé una deportación masiva de ciudadanos afganos en la ciudad de Munich.
Asimismo, parte de la izquierda parlamentaria ha mostrado su malestar con tibias protestas, pero no han amenazado al gobierno medidas que lo obliguen a retroceder realmente.
Esta medida propuesta por el gobierno alemán, está en la línea de las políticas que desde hace años se han impuesto en otros países europeos como Italia, donde se crearon campos de retención de migrantes, sin base legal alguna, descritos por una institución capitalista como el Tribunal de Derechos humanos de la UE como: “condiciones deplorables, con una sobrepoblación importante, una insalubridad general, olores y sanitarios inutilizables” y por las devoluciones “caliente”. Posteriormente algunos miembros del Gobierno Renzi llegaron a proponer el trabajo forzado de los retenidos. Una práctica típica de los campos de concentración de los años 30 y 40.
En España se dan prácticas similares en los CIE y con las tristemente célebres “devoluciones en caliente”. Parece que el ejecutivo alemán está sacando lecciones de las medidas tomadas por los gobiernos de sus vecinos del sur.
En lo referente a las escuchas también es probable que el régimen germano esté aprendiendo de legislaciones como la del estado español, que ya legalizó las escuchas sin orden judicial a los ciudadanos con la ley mordaza, y que pretenda conseguir la “normalización” de estas prácticas con el pretexto del terrorismo.
Un pretexto que se lleva utilizando desde hace más de una década para justificar el engorde de los cuerpos represivos, y el enorme negocio de la seguridad (15.000 millones de euros únicamente en las fronteras europeas que probablemente se doblarán en 2016 según dicen algunos expertos, además de la reducción de los escasos márgenes de libertad que los regímenes parlamentarios dejaban a las masas trabajadoras.
Estas actuaciones están comenzando a ser el modelo a seguir en los gobiernos y en la burocracia que controla la UE. Ninguno ha pretendido nunca dar una respuesta seria a las necesidades de los 5 millones de refugiados sirios, ni evitar los millares de muertos en el Mediterráneo.
Esta incapacidad no está causada más que por el interés del capitalismo y su clase dominante, pues estas cifras no son nada comparadas con las decenas de millones de desplazados de la II Guerra Mundial, de los cuáles 6 millones estaban en Alemania. Pregúntese el lector si nosotros o los refugiados podemos confiar en el “capitalismo de rostro humano” o empezar a confiar en nosotros mismos, los trabajadores, como ya hicieron en su día nuestros bisabuelos.