"Tienen nuestros barrios alimentados a harina". "Los pibes con hambre no pueden aprender". Desde los comedores y salas de pediatría hablan las mujeres que enfrentan el crecimiento de la pobreza y el ajuste social. Hay que poner de pie a la clase trabajadora contra este sistema miserable.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Miércoles 24 de mayo de 2023
Foto: Mariana Nedelcu
Cintya sube al micro en Corrientes, ansiosa. No va a pegar un ojo hasta llegar a Buenos Aires, la cara pegada a la ventana. Conoce los campos de arroz y trigo de sus pagos pero le asombra que ese paisaje se repita por horas. Cada tanto, algunos silos cortan tanto verde y amarillo. En Entre Ríos ya aparecen otros colores. Hileras de naranjas, pomelos, arándanos. Pero la soja y el maíz vuelven a abarcarlo todo. Solo las vacas se repiten en cientos de kilómetros de Ruta 14. Marrones o blancas, siempre ajenas. Al pasar por las ciudades desde la ventana del micro se cuelan olores que salen de fábricas y galpones. Granja Tres Arroyos, Frigorífico La Morena, Baggio. El camino se transforma en Puente. Debajo ve pasar los containers flotando por el Paraná. La ruta se hace una autopista muy ancha. No más campos, solo fábricas y depósitos gigantes. Molinos, Arcor, Matarazzo, La Serenísima, Mondelez. Los bordes de la Panamericana son una sopa de letras difícil de seguir. “En 20 llegamos” gritan desde el fondo. Antes pasan por el Puerto gigante. Un tetris de containers coloridos tapa el río.
El micro estaciona en una avenida ancha, encajonada entre edificios modernos y carteles luminosos. “Allá es” señala una de sus compañeras. Cintya levanta la vista y ve un edificio blanco que se mete en la avenida. Tiene un rostro trazado en sus paredes. “Es Evita” dice en voz alta. Cómo no la va a reconocer, si creció rodeada de fotos de esa mujer.
Sigue caminando despacio, un poco aturdida por la Ciudad. Se toca la panza. Tiene hambre, pero está acostumbrada. Pide unos mates con azúcar para tirar otro rato. Mientras se acerca no le saca la mirada a ese rostro conocido, como esperando alguna explicación.
Los caminos del hambre
El de Cintya podría ser cualquiera de esos viajes que recorren las venas de la Argentina agroexportadora. Llena de cereales, silos, góndolas, containers y depósitos rebalsados de alimentos, pero con el estómago completamente vacío.
Una frase repetida hasta el hartazgo dice que “Argentina produce alimentos para 400 millones de personas”. Los especialistas aclaran que ese cálculo incluye productos que no van destinados a personas. Pero también dicen que, sacando lo que va a consumo animal, se exporta o derrocha, queda en el país alimento suficiente para cubrir las necesidades calóricas de más 60 millones de habitantes (Centro de Investigación sobre Problemáticas Alimentarias, UBA).
En las últimas semanas se conocieron datos impactantes de pobreza. Números que hay que volver a decir, pero queremos ir más allá. ¿Qué historias hay detrás de las cifras? ¿Cómo impacta en el futuro de millones de personas? ¿Quiénes son los responsables de esa miseria planificada?
Escuchemos primero a las que saben.
“Tienen los barrios alimentados a harina”
Rosmerie es responsable de un comedor de Somos de Barrios de Pie en la Villa 20 de Lugano. “Van 120 niños pero nos llega comida para 80. Hay que estirarla para que coman todos. Encima nos están bajando menos mercadería y en mal estado. La verdura a veces llega podrida. No tiene proteína, no tiene vitaminas, no tiene esa fuerza para que el niño se alimente”.
Sabrina trabaja en un comedor del Frente Popular Darío Santillán en Vicente López, Gran Buenos Aires. “Venimos arrastrando desde el año pasado un ajuste más profundo. La calidad de alimentos que nos llegan es desastrosa. O sea, eso no lo come nadie. Solo polenta, fideos y arroz. Con eso no se vive, con eso no se nutre. Los barrios somos alimentados a harina y en las provincias es peor”.
Edgar es de Eldorado, Misiones, donde integra el Polo Obrero. “En la provincia la pobreza llega al 60% y la pobreza extrema al 45%. Los niños están pasando hambre, las personas adultas están pasando hambre, mientras que un puñado de personas se benefician con toda la riqueza de la Argentina, se están cagando de risa de la gente”.
Laura es de Bernal Oeste. Es parte de la Asamblea Permanente por Techo y Trabajo de Guernica. “El gobierno nos da solamente comida seca, nada de alimentos frescos. Es horrible ver esas familias con hambre de verdad, sin trabajo y no se puede vivir más así. Y lo peor es que los chicos al no tener buena alimentación en esta etapa no están creciendo bien, no le estamos llenando el estómago como corresponde”.
Cada denuncia golpea. Pero no se quedan en la denuncia. “Somos mujeres organizadas, vamos a seguir peleando” dice Laura. Cada una de estas voces las escuchamos en la marcha de organizaciones sociales del 18 de mayo. En la Avenida 9 de Julio confluyeron miles de trabajadoras y trabajadores desocupados y precarios. La CGT y la CTA no aparecieron nunca, quizá porque son cómplices de la situación. “El hambre no se aguanta más” era la consigna y de alguna manera resume lo que gritan esas mujeres. Detrás de ellas hay ollas, hay carteles que denuncian al ajuste y al FMI. Y hay un edificio blanco, gigante, que dice “Desarrollo Social”.
Los organizadores no dijeron [si van a continuar el reclamo unitario o quedó en esa sola acción. No puede quedar ahí.
Las que luchan y las que recortan
En el Ministerio no atienden a las organizaciones sociales. Pueden quedarse viendo el rostro de Evita todas las horas que quieran. Victoria Tolosa Paz suele mirar las movilizaciones desde su country o desde otro lugar del país. En eso se parece a Carolina Stanley, la anterior ministra macrista. Ambas son ricas y detestan a los pobres. Y si se quejan mucho los denuncian penalmente. Una es del Frente de Todos y otra de Juntos por el Cambio. El resto es igual.
“Los recursos que nos manda el gobierno son una cargada. Al huevo en polvo, ¿en qué lo utilizás?” dice Carolina, del Frente de Organizaciones en Lucha. “La miserable ayuda que le está dando a los comedores es polenta, garbanzo, lenteja y no mandan lo más esencial que hoy necesitamos: carnes, frescos, verdura. El pobre hasta pierde la esperanza de qué va a comer”.
Jonatan Castillo es de la Federación de Cartoneros (UTEP), o sea parte de las organizaciones oficialistas. Pero reconoce que “es una vergüenza que en un país tan rico no puedan sostener y alimentar a 44 millones. Se nota que la cosa está peor. Hay gente que termina de laburar, se cambia y sale a cartonear”.
Es que al ajuste social que ya había aplicado el macrismo, el Frente de Todos le dio “massa”. Se vive en la miseria del “salario social complementario” que cubre un quinto de la canasta básica o en el recorte de programas sociales. Pero no es una política “de Tolosa Paz”. Es un programa de gobierno. Por ejemplo en el Gran Buenos Aires la inseguridad alimentaria, o sea si al menos uno de los integrantes de una familia debió reducir la porción de alimentos o experimentó hambre severa, se duplicó entre 2013 y 2021. En el último año, la cobertura de programas sociales cayó del 64,2% al 51,7% donde gobierna “el bueno” de Axel. En otros distritos donde manda el “peronismo de los gobernadores” o la oposición de derecha también cayó.
Golpe bajo
Esa pobreza se siente en todo el país y las edades, pero hay algo especialmente criminal.
“Cada día se suman más chicos a los comedores. Ya no se puede vivir más así en la situación que estamos, cada vez peor” dice Liliana. Junto a Karen y Marcela impulsan la Asamblea Permanente por Techo y Trabajo de Ensenada, Berisso y La Plata. Dicen que "ahora vas al almacén y no podés traer un kilo de pan, entre los vecinos nos vamos ayudando". “¿A vos te parece que un chico pueda comer una vez al día cuando está en crecimiento y no pueda tener sus cuatro comidas diarias? Los chicos se enferman por no tener una buena alimentación”.
Según los estudios de UNICEF y la UCA, en base a estadísticas oficiales, hay más de 8 millones de menores de 18 años que viven en la pobreza. Más de 4 millones sufren hambre, como reflejó en esta nota Celeste Vázquez. Dos de cada tres.
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“Los más afectados son los chicos de los 4 hasta los 12 años, está habiendo una desnutrición muy grande, también en las personas mayores y en los adolescentes. Pero esa falta de comida, de lo esencial, de un desayuno está afectando para la rendición de los estudios de los chicos” dice Carolina (FOL).
Unicef calcula que solo en 2022 más de un millón de niños, niñas y adolescentes dejó de comer alguna comida diaria y redujo un 67% el consumo de carne y el 40% la ingesta de frutas, verduras y lácteos. A pura harina, como decía Sabrina.
La dupla Mauricio-Alberto logró que entre 2017 y 2022 la pobreza infantil se duplicara en casi todo el país. Donde más creció fue en el Gran Tucumán, de 30,5% a 60,2%. Le sigue La Rioja, que aumentó 28,25 % y Jujuy 24% más.
Esos números en los bolsillos se sienten en los cuerpos. Según el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCI), el promedio nacional de niños con malnutrición alcanza al 44%. Allí se contempla no solo la desnutrición sino el sobrepeso y la obesidad.
Pero no hay ningún dato que conmueva a Tolosa Paz ni sus jefes Alberto, Sergio y Cristina. Tampoco a Rodríguez Larreta o Gerardo Morales. Emocionados con sus roscas y relatos, no escuchan la panza de los pibes.
Peor, siguen ajustando cinturones. Según un informe de Unicef en base al Presupuesto Abierto y datos de acceso público, el presupuesto nacional destinado a la infancia en 2023 implica un ajuste de entre el 13,3% y 22,2% interanual real (de acuerdo con el índice inflacionario que se considere). Y ya veníamos de un ajuste en 2022 de la AUH (Asignación Universal por Hijo), Prestación Alimentar, Plan Primera Infancia y jardines infantiles.
A ese ajuste estatal se le suma el aumento de la explotación capitalista: según UNICEF “en hogares con trabajadores no registrados, la pobreza infantil asciende a 60%, mientras que en hogares con ocupados formales cae al 32%”.
Un crimen social
Los números son brutales. Duelen. Lo peor es que son solo una foto de la realidad. De una película aún más dura. Como dicen Rosmarie, Laura, Carolina, el hambre y la falta de una buena alimentación les impide hoy crecer bien. Pero además le hipotecan el futuro.
Pame Galina es pediatra en un hospital de la zona Sur bonaerense. “La alimentación es un pilar fundamental para el crecimiento. Carecer de los nutrientes necesarios en la primera niñez implica alteraciones en el neurodesarrollo. Es decir que a los chicos después les cueste el aprendizaje, leer, escribir. Pero también está totalmente comprobado que una mala alimentación en la infancia condiciona después ese tipo de enfermedades en el adulto, como la diabetes, la hipertensión o enfermedades cardiovasculares”.
En estos días algunos medios mostraron cómo un brote de bronquilitis hizo estallar las salas de pediatría de los hospitales Elizalde, Garrahan, Posadas. El estado de salud de las infancias y el ajuste a la salud pública se convierten en un combo criminal. Muchos están funcionando con un 30 % del personal que debería tener, denuncian sus profesionales. Los salarios miserables los llevan a tener 5 trabajos para llegar a fin de mes.
“En esta época donde crecen los casos de infecciones respiratorias agudas, bajas (IRAB), como la bronquitis o bronquiolitis, no hay con qué dar respuesta”. La que habla es Mariana Niño, trabajadora social en el Hospital de San Justo. “En el Oeste del Gran Buenos Aires tenés dos hospitales pediátricos para más de dos millones de habitantes. Y el Germani de Laferrere está colapsado desde hace tiempo. Hay muchísimas más familias acudiendo al sistema de salud público porque perdieron sus laburos y la obra social. Hay más demanda”. Pero los problemas que traen los cuerpos van mucho más allá de estas salas. “Muchos viven cerca del río o en villas, lugares recontrahúmedos, condiciones que van en contra de la salud de los pibes. Son familias con generaciones que se mantienen en la pobreza y eso los afecta porque la salud es integral. Todo eso hace a la formación física y psíquica y el desarrollo de los pibes. Entonces desde el vamos ya les estás cagando el futuro”.
Pame y Mariana con parte de la Marrón de Salud que impulsa el Movimiento de Agrupaciones Clasistas y el PTS. En las últimas marchas piqueteras vienen impulsando postas sanitarias para apoyar el reclamo y fomentar la unidad de ocupados y desocupados.
A la pobreza monetaria hay que agregarle lo que llaman “pobreza mutidimensional”. La casa donde viven, los servicios que tienen. Pero también otra parte de la vida de los pibes y pibas. Según un estudio de Observatorio de la Deuda Social de la Infancia (UCA), el 83% de los no tiene actividades culturales fuera de la escuela, el 53% no hacen actividades deportivas o físicas fuera de la escuela, el 66% no tiene libros en su casa, el 53% no tiene computadoras y el 15% es ocupado en trabajos que los distraen de la educación y el juego propio de su edad.
Eso también es criminal.
Nos gobiernan los formadores de precios
Los medios hablan de la inflación y el hambre pero poco de quiénes ganan con el hambre, con el ajuste. Los diarios opositores apuntan solamente al gobierno y el “fracaso” de sus políticas. Los oficialistas dicen que las empresas no respetan los “precios cuidados”.
La verdad es que ambos son responsables.
Tres de cada cuatro productos que se venden en las góndolas pertenece a un puñado de 20 empresas. Unilever, Mastellone, Coca Cola, Sancor, Danone, Molinos Río De La Plata, Procter & Gamble, Pepsico Co, Arcor, Mondelez, Nestle, Bagley S.A., Molino Cañuelas, Ledesma. Algunos prácticamente monopolizan sus segmentos. Mastellone y Sancor los lácteos, Molinos los fideos, Arcor-Bagley las galletitas.
La cadena de comercialización también está concentrada: Carrefour, Cencosud (Disco, Jumbo y Vea), Coto, Walmart (Changomás) y La Anónima terminan de “remarcar” las ganancias capitalistas.
Hace poco difundimos las fabulosas ganancias de Arcor, Molinos Río de la Plata o el Grupo Ledesma en los primeros meses de este año. Es obsceno. Y encima la Facultad de Económicas de la UBA asegura que la inflación de alimentos será de 197 % en los próximos doce meses.
Pero el Estado es también responsable. No solo con el ajuste social que escuchamos en la 9 de Julio. También porque es quien permite a los grandes grupos económicos hacer negocios con los bolsillos populares y el hambre de las infancias. El programa “precios cuidados” (ponerle mayúsculas sería demasiado) ha sido un cínico relato para disimular la voracidad de los dueños de la comida. La inflación es una fenomenal transferencia de riqueza de parte de la clase trabajadora a la clase empresaria. Si analizamos el sector agrario, los trabajadores se quedan solo con el 10% de la torta de la riqueza generada. En el caso de los trabajadores industriales, en los últimos años perdieron 18 puntos en el reparto de esa torta. El aumento de la explotación obrera es una de la principal fuente de ganancias de los pulpos alimenticios.
No se puede leer esos números, escuchar esas denuncias, mirar a esos pibes, y quedarse de brazos cruzados. No podemos dejar que quienes gobiernan hace 40 años le sigan sacando el pan de la boca al pueblo trabajador. El capitalismo está empobreciendo hasta el hambre a las infancias, hasta embrutecerlos si hace falta.
Como decían frente a Desarrollo Social. “Son un puñado de ricos que se ríen de los trabajadores”. Se ríen de la clase que cosecha el trigo, el maíz y el arroz, la que hace funcionar los frigoríficos, la que mueve las líneas de producción en las grandes alimenticias, la que transporta esos alimentos en camiones, barcos, trenes, la que repone las góndolas y acomoda los depósitos. Los propios capitalistas dicen que casi 4 millones de trabajadores y trabajadoras están ocupados en la cadena agroindustrial.
Esa fuerza social, junto a los millones de desocupadas y precarios que son quienes más padecen el ajuste, son quienes pueden terminar con la miseria planificada. Como decía Raúl Godoy, obrero de Zanon y dirigente del Movimiento de Agrupaciones Clasistas, en la marcha contra el hambre. "Esta demanda que hoy se hace unificada no puede terminar en una medida aislada. Hay que unir a toda la clase trabajadora para pelear contra el hambre, por salario y trabajo con derechos. Un gran encuentro de ocupados y desocupados nos daría fuerza para exigirle a la CGT, la CTA y los movimientos oficialistas que rompan con el Gobierno y convoquen un plan de lucha".
Hay que poner de pie a la clase trabajadora para reorganizar el país desde abajo. Para que los 44 millones puedan comer según sus necesidades, para que los pibes puedan crecer, aprender y jugar, para que no tengamos que laburar 12 horas para llenar los bolsillos de un puñado de parásitos. Para vivir bien.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.