Mientras diversas organizaciones y activistas de izquierda estamos llevando adelante campañas para denunciar el carácter patronal reinante en todas las candidaturas presidenciales, el PCV/Dignidad abraza la candidatura de uno de esos exponentes. Pero no solo se suma a una candidatura de colaboración de clases, sino que la presenta como que la clase trabajadora sí tiene en él un candidato y con el eslogan: “Un país para la clase trabajadora”. En este artículo polemizamos con eso y revisamos el programa de la alianza político-electoral entre Centrados (Enrique Márquez), el PCV y otras corrientes políticas.
Jueves 25 de julio
Fotografía Tribuna Popular. En la imagen Enrique Márquez de Centrados en la gente y Oscar Figuera del PCV
Con el reducido argumento de que participar y apoyar a cualquier candidato en las elecciones es una cuestión “táctica”, el PCV ingresa en lo que podemos llamar el “todo vale”. Se trata de trivializar al grado extremo “lo táctico”, donde la necesidad de luchar por la independencia política de la clase trabajadora queda reducida a cero. Claro está que, si medimos el asunto por la historia del PCV, esa cuestión no le quita el sueño, más al contrario, siempre estuvo lejos de su horizonte, pues el apoyo a candidaturas y proyectos políticos de colaboración de clases ha sido una constante. Esa tradición se confirma hoy también en las “bases programáticas” de su alianza político-electoral.
Trabajadores y empresarios en “términos de igualdad” para "marchar hacia la reconstrucción nacional"
En el editorial de su último Tribuna Popular, escriben que “El Partido Comunista de Venezuela (PCV) ha dado un paso al frente. Los hombres y mujeres de esta organización han decidido unir fuerzas con todos aquellos que vean en la Constitución una ruta para superar esta etapa terrible… Y es esta dramática situación la que exige la construcción de una alianza político-electoral más allá de la izquierda”. Léase bien, no se trata siquiera de alianzas de las izquierdas en el sentido amplio, sino que plantea unidad política con fuerzas “demócratas” de políticos burgueses. ¿Qué tiene que ver con los intereses de la clase trabajadora?
Una alianza “táctica” que se encumbra en estratégica. Tras la investidura del candidato de Centrados en la Gente, Enrique Márquez, se articula todo un programa donde, en palabras del PCV, “las propuestas concretas delineadas son el faro que guía hacia una nueva aurora”, en el marco de “Una alianza que no es puramente electoral y coyuntural, sino que se proyecta hacia el futuro, abriendo caminos al porvenir” (destacados nuestros). Y para tal “aurora”, se comprometen en la conformación de un “Gobierno de Emergencia y Unidad Nacional, por la paz y la reconstrucción de Venezuela”.
No nos vamos a detener mucho en el “programa” de gobierno (es decir, en lo que aspiran en cuanto al poder político) que han delineado y firmado, donde desde el vamos se aclara que será “garantizando el derecho a la propiedad privada y demás formas de propiedad consagradas en la Constitución” (destacado nuestro), que no es otra cosa que el fiel cumplimiento y respeto de todo el ordenamiento de la propiedad capitalista. Vaya política “comunista” más extraña.
Y en esa buena armonía con los grandes empresarios, en el ordenamiento obrero-patronal, dicen: “Convocaremos a la creación institucional de una Comisión Tripartita Permanente en la que, en términos de igualdad, el Estado, los trabajadores y los empresarios construyan el escenario para marchar hacia la reconstrucción nacional” (destacados nuestros). Sí, leyó bien, “términos de igualdad” (¡!), entre la clase trabajadora y la clase capitalista, como si tal cosa existiera, en una sociedad donde de derecho y de hecho los empresarios viven de expropiar a la clase trabajadora el fruto de su trabajo, imponiendo hoy condiciones de superexplotación, contando incluso para esto con tribunales y fuerzas represivas. Y con el desafío de, "juntos", reconstruir el país. ¿Y esta gente se dice "comunista"?
Acorde con todo esto, hacen “un llamado y una convocatoria a todos los sectores de la sociedad venezolana, sin distinción política ni ideológica, a unirse en un esfuerzo común por el bienestar colectivo, la restauración de la democracia y la reconstrucción del país.” Sí, a todas las clases sociales (no importan los intereses antagónicos), “sin distinción política ni ideológica” (por tanto, todos los patronales y en todas sus variantes), y ¿todos juntos por el “bienestar colectivo”? Es de quedarse perplejos ver lo reaccionario que puede ser llevar a ese grado extremo la concepción de conciliación de clases. Basta con esto para sintetizar los objetivos de las llamadas “bases programáticas”, y por eso afirmamos en que no es necesario detenerse en detalles de las cuatro páginas tamaño tabloide que contienen el texto.
Como hemos dicho, si nada sorprende de la estrategia de colaboración de clases, lo que sí deja atónito a cualquiera es que esto sea presentado como la vía para “un país para la clase trabajadora”, por parte de una organización que tiene la arrogancia de autoproclamarse como la “expresión de los intereses de la clase obrera y el pueblo”.
Los “acuerdos programáticos” de la conciliación de clases
Antes de que los dirigentes del PCV nos mareen con el argumento infaltable sobre “ultraizquierdismo” acerca de los compromisos en la política, es bueno decir que antes de ser anunciado el acuerdo con Enrique Márquez y recibir las primeras críticas, el partido del gallo rojo se ufanaba en hablar de que al candidato de Centrados en la Gente lo habían hecho firmar un acuerdo programático. Solamente hubo que esperar algunos días para depararse con qué tipo de programa se referían, incluso hasta con ribetes estratégicos, tal como lo hemos explicado.
Si al caso vamos, en abril del 2018 el PCV firmaba junto con el PSUV el acuerdo marco de los 17 puntos, en la que establecía “sobre la base del presente acuerdo y de los diversos puntos de coincidencia con el PSUV sobre aspectos de política nacional e internacional, asume la candidatura del compatriota Nicolás Maduro Moros, para que, al frente de una amplia coalición de fuerzas políticas y sociales, patrióticas, populares y revolucionarias –como germen de la dirección colectiva y unitaria del proceso– represente las aspiraciones populares de lucha antiimperialista, unidad latinoamericana y desarrollo soberano en interés del pueblo venezolano…”. Esto después que Maduro llevaba años descargando sobre los hombros de la clase trabajadora y los sectores populares una de las más grandes crisis en la historia del capitalismo nacional, acompañado, por supuesto, de un giro abiertamente represivo.
No bastando con eso, a pocos meses de firmar dicho acuerdo, el reelecto presidente, que para su reelección había contado con el apoyo del PCV, aplicaba el más brutal de los paquetes antiobreros y antipopulares (agosto). ¿Acaso había que ser muy audaz para prever que tales “acuerdos en el papel” eran apenas un saludo a la bandera, un papel mojado, una demagogia que quedaría en la nada? Mientras “el papel de los acuerdos” tuvo su curso, lo hacía también el rol de engaño a los trabajadores y continuar llevándolos tras el apoyo a Maduro.
En el caso con Enrique Márquez y el acuerdo de las “bases programáticas”, vemos que se firma en los extremos de la conciliación de clases y el descarado engaño de “un país para los trabajadores”, no sin estar en los cálculos las promesas de cuotas en las elecciones legislativas, de gobernadores y de alcaldes en el 2025, en la tarjeta de Centrados.
No está demás mencionar el rol jugado por Enrique Márquez precisamente en cuestiones democráticas cuando fue rector principal del Consejo Nacional Electoral (CNE) hace algunos años. Como lo han venido denunciando desde el PPT-APR, cumplió este cargo en el período en el que hubo una ofensiva gubernamental de proscripciones e intervenciones judiciales de partidos del chavismo crítico y otros de izquierda, sin que se le haya conocido una oposición clara a eso. Aunque estas intervenciones las llevó a cabo en su mayoría el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el CNE tiene responsabilidad en otro aspecto de la política antidemocrática en el sentido que, según cuestiona el PPT-APR, ellos le pidieron una audiencia cuando la intervención judicial de su partido y Márquez nunca les respondió, nunca los recibió. Además de esto, es el período en el que se acumularon decenas y cientos de nuevas solicitudes ante el CNE de organizaciones que pedían iniciar el proceso de legalización con fines políticos, ante lo cual el ente electoral hizo caso omiso sin que se conozca la oposición de Enrique Márquez a esta política restrictiva.
Una lamentable historia de respaldo a candidatos patronales
Esta política actual y en los años previos es parte de una larga experiencia en ese mismo camino. Así fue el apoyo a Medina Angarita, justificado en la promesa de la eliminación del Inciso Sexto de la Constitución de entonces (que prohibía la propaganda comunista), gobierno capitalista en el cual se promulgaron algunas reformas “nacionalistas”, a cambio de avalar el programa de la creación artificial de una burguesía industrial autóctona con fuerte financiamiento estatal y la cooptación de los sindicatos por el Estado.
Puede también citarse el respaldo a Larrazábal y la Junta de Gobierno del 58’, en medio de lo cual destaca, para peor, nada menos que el nefasto “Pacto de Avenimiento Obrero-Patronal” con Fedecámaras (abril del ’58), que comprometía a la clase obrera a cesar su lucha de clases y fue clave en la estabilización del nuevo régimen burgués, el puntofijismo.
En ese listado está el recordado acuerdo con otro destacado político burgués del puntofijismo como Caldera, en el ’93, con el argumento de que era a cambio de la absolución líder del 4F, ¿alguien con mínimo conocimiento de la realidad de la época puede pensar realmente que la liberación de Chávez y los protagonistas del 4F se debió a algo con tan poco peso en la vida política del país como “un compromiso con el PCV”? Más allá de ese mito autogenerado, ayudaron a llegar al gobierno al candidato burgués que llevó adelante hasta donde pudo el programa neoliberal (y represivo), con la “Agenda Venezuela”.
Seguimos planteando que la clase trabajadora no tiene candidato y luchamos por la independencia de clase
Las distintas organizaciones que nos articulamos alrededor de la campaña “La clase trabajadora no tiene candidato”, ya que las proscripciones e inhabilitaciones imposibilitaron tener una candidata o candidato propio, planteamos de una manera inequívoca que “Ni el gobierno y su candidato, ni los postulados por la oposición patronal son opción para los que vivimos de nuestro trabajo”.
Manifestamos que: “Todos los candidatos representan los intereses de empresarios, transnacionales y funcionarios gubernamentales enriquecidos a la sombra del control de la renta petrolera. El escenario es la disputa entre un gobierno ampliamente repudiado, que apuesta a mantenerse en el poder a como dé lugar, y sus opositores patronales, también antiobreros y proimperialistas, que solo buscan retomar el control estatal y gestionar el capitalismo venezolano.”
Por supuesto que hay un enorme hastío con un gobierno tan nefasto como el de Maduro y las Fuerzas Armadas, bajo el cual ha habido una destrucción sin precedentes de los derechos laborales y las condiciones de vida del pueblo, junto a una sistemática y persistente represión contra los trabajadores y luchadores sociales, un período en el cual el país cayó en una verdadera tragedia económica y social. Un gobierno que, todos lo sabemos, se ha mantenido en el poder no precisamente gracias a la voluntad mayoritaria del pueblo. Sin embargo, quienes se postulan como alternativa en estas elecciones son otra variante de esos programas y políticas que sacrifican los intereses del pueblo trabajador.
En nuestra declaración unitaria hemos dicho claramente que “no compartimos la posición de algunas organizaciones que se reivindican de izquierda, así como de exministros de Chávez e individualidades provenientes del chavismo, que estarían por llamar a votar por el candidato de la Plataforma Unitaria (Edmundo González de María Corina Machado) u otras variantes de oposición patronal, con el argumento de que eso sería lo “menos malo”, con tal de salir de Maduro”. En ese arco entra el PCV con su apoyo al candidato Enrique Márquez, donde ya no solo se trata de sumarse sino refrendar unas “bases programáticas” de conciliación de clases.
Por eso, si bien los trabajadores y trabajadoras necesitan deshacerse del lastre que impone el Gobierno y sacar las lecciones históricas de la falsedad del “socialismo” del chavismo, también deben desechar cualquier esperanza en esa oposición burguesa que anhela llegar al poder al servicio de los poderosos de siempre. Por eso este 28 de julio llamamos a votar nulo, además de un acto de protesta contra la existencia de solamente candidaturas patronales, es también para plantear que la clase trabajadora necesita una alternativa política que represente verdaderamente sus intereses, sacando las lecciones históricas del fracaso del chavismo y no caer en las trampas de la oposición patronal de la derecha.
Se plantea más que nunca la necesidad de poner en pie una izquierda anticapitalista y socialista, y ese es nuestro llamado también a quienes en estos meses hemos levantado conjuntamente la campaña "La clase trabajadora no tiene candidato". Creemos que, para salir de estas encerronas, de esa historia en la que solo nos dan a elegir entre proyectos políticos que representan intereses de clase ajenos, los trabajadores tienen la imperiosa necesidad de construir una herramienta propia, un partido revolucionario que se plantee la lucha en clave anticapitalista por un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre.