Renunciar a tocar la reforma laboral, impulsar la flexibilización por medio de los ERTEs, el compromiso de ajustes futuros para volver a la ortodoxia fiscal del 135 y el abandono de toda reforma fiscal. Estos son los gestos de PSOE y UP para sumar a la mayor parte de la derecha.

Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 25 de junio de 2020
El apoyo del PP al decreto de la llamada “nueva normalidad” no es necesario. El gobierno del PSOE y Unidas Podemos tenía garantizados los votos necesarios con la suma de lo que le queda del bloque de la investidura – con una ERC que marca distancias – la derecha vasca del PNV y la hiperespañolista de Cs.
Finalmente el Decreto se tramitará como Proyecto de Ley, lo que permitirá debate y las enmiendas pertinentes sobre la norma que regirá las limitaciones y normas de aplicación hasta la erradicación de la pandemia de la covid-19.
Pero los “síes” del partido de Casado, que llega el mismo día en que brindaban su apoyo público a la candidatura de Calviño al Eurogrupo, es todo un gesto de que hay márgen para el acuerdo en lo fundamnetal: buscar una hoja de ruta común para el rescate del capitalismo ibérico.
Los grandes medios se congratulan de la noticia. Los llamamientos y loas a la unidad habrían sido escuchados. Todos celebran, también la patronal, el IBEX35 y la burocracia sindical siempre tan atenta en la defensa del rescate a las empresas.
La sesión de hoy en el Congreso de los Diputados confirma que las páginas más progresistas de este gobierno ya están escritas, quedan atrás. Las medidas estrellas del “escudo social” ya han sido aprobadas, y son más fuegos de artificio que medidas reales.
Lo son las “ayudas” a alquiler en forma de créditos a las familias, la “prohibición” de los desahucios que no pasa de una prórroga a la que le quedan 3 meses, lo es el “ingreso mínimo vital” que deja fuera a 8 de casa 10 personas en riesgo de pobreza, lo es el subsidio a autónomos caducado con el estado de alarma... Cuando lo peor de la crisis golpee, en torno al otoño, los paliativos prometen disolverse como un azucarillo.
La última medida de esta tanda, el “impuesto a los ricos”, falleció ayer antes de ver la luz, horas antes de la presentación oficial de la candidatura de Calviño. Era también más fogueo que fuego real por lo poco que se proponía recaudar. Pero ni esas medidas efectistas serán parte de agenda del llamado “gobierno progresista” en lo que le queda por recorrer.
La apuesta de presidir el Eurogrupo es capital para que el Estado español mejore su posición en la UE en plena negociación de las cuantías y condiciones de subvenciones y créditos. En esta senda el gobierno busca reformular sus alianzas escorándose cada vez más a la derecha. Primero fue la preferencia del PNV sobre el resto del bloque de la investidura, después la suma de Cs a su geometría variable y ahora la búsqueda de acuerdos de Estado con el PP.
Lo logrado con el decreto de la nueva normalidad tiene precedente en el apoyo del PP a la aprobación del “ingreso mínimo vital” después de incorporar a este proyecto las exigencias de la patronal -que quedara por debajo del SMI y excluyera a los inmigrantes sin permiso de residencia-.
En los próximos meses se buscará su respaldo a las medidas económicas de “reconstrucción” que salgan de la comisión del mismo nombre que se aspira se convierta en unos Pactos de la Moncloa bis. Para ello ni “impuesto a los ricos”, ni tocar una coma a la reforma laboral que no sea para profundizar la flexibilidad y precariedad que la ministra de Trabajo está impulsando por detrás en la negociación de los ERTEs.
Las grandes crisis convierten en fugaces los destellos del progresismo en el gobierno. Tsipras tardó medio año en llegar al gobierno como el ariete de la Troika a comenzar a aplicar el peor memorándum contra el pueblo griego. Iglesias y Sánchez, en mitad de una crisis que puede superar con creces la anterior, van en la misma dirección.

Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.