Tras ganar las elecciones en castellanoleonesas, el PP formó gobierno con el partido de extrema derecha Vox. Mientras en Francia la segunda vuelta se debate entre Macron y Le Pen. En este escenario, ¿cuál es el mejor freno a la extrema derecha?
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Martes 12 de abril de 2022
Juan García-Gallardo (VOX) y Alfonso Fernández Mañueco (PP) se saludan, este lunes. EFE
El resultado de la primera vuelta de las elecciones francesas, con Macron y Le Pen como las candidaturas que se jugarán la presidencia en la segunda vuelta, ha coincidido con la investidura en Castilla y León de Alfonso Fernández Mañueco del PP como presidente de la Comunidad, en un gobierno de coalición con Vox. Dos acontecimientos políticos que dan cuenta del avance de la extrema derecha a los dos lados de los Pirineos.
En Castilla y León el PP obtuvo la victoria electoral hace dos meses, pero quedó lejos de una mayoría que le permitiera gobernar en solitario, dependiendo de pactos con el partido ultraderechista Vox, liderado en la región por el cacique Juan García-Gallardo. A cambio del apoyo a la investidura de Mañueco, Vox ha conseguido entrar al gobierno de la comunidad castellanoleonesa junto con los populares e imponer parte de su programa.
De hecho, la presentación política de Mañueco como presidente autonómico ha sido asumir el programa ultraderechista de Vox en tres ejes claves: la ley de violencia de género, la ley de memoria histórica y la política de inmigración.
Mientras asegura que no tocará la ley contra la violencia de género, el Gobierno de Mañueco va a establecer una ley paralela de “violencia intrafamiliar” o “doméstica” al gusto de Vox, que pretende borrar la cuestión de la violencia hacia las mujeres, como si se tratara de problemas privados del ámbito familiar. Una vía para negar la existencia de la violencia patriarcal. Y si bien Vox lo que pretendía era suprimir la anterior ley, ya marca un precedente claro.
Otra cuestión es la supresión de la ley de memoria histórica, que ya de por sí resultaba insuficiente en la reparación a las víctimas de la dictadura franquista. Será ahora sustituida por una nueva “ley de concordia” defendida por Vox en clave de “reconciliación nacional” que, según VOX evite usar la historia para “dividir a los españoles”. Una vía directa para relegitimar el franquismo.
Y como no podía faltar, el tema de la inmigración, clave en el discurso racista de Vox, también entra en los primeros gestos políticos de Mañueco. En su discurso el dirigente popular habló de “inmigración ordenada” y de incorporar “a personas extranjeras de una forma legal, ordenada, con clara vocación de incorporarse al mercado laboral y que busquen la plena integración a través del respeto a las leyes, valores y libertades europeos de la sociedad que las integra”. Son todos eufemismos para aceptar políticas migratorias aun más restrictivas.
¿Un “cordón sanitario” frente a la extrema derecha?
Mientras en Castilla y León las dos derechas van a gobernar en coalición, en Francia la derecha reaccionaria de Macron se está presentando como la “alternativa democrática” a la ultraderecha de Le Pen. De nuevo, como en 2017, aparece el discurso del “voto útil” o del “mal menor” para votar en favor de Macron y “frenar” a Le Pen. Un “cordón sanitario” o “democrático” que partidos del “extremo centro” político quieren mantener frente a la extrema derecha.
¿Pero cómo se puede vender el relato de que Macron es una alternativa democrática? Su gobierno ha estado marcado por la ofensiva gubernamental securitaria, autoritaria y racista, la represión violenta de los movimientos sociales, las leyes islamófobas o la disolución de organizaciones. Su intento de posicionarse ahora como la “alternativa” a la extrema derecha en la segunda vuelta de las presidenciales es una estafa evidente.
En este marco, Pedro Sánchez aprovecha la idea del “cordón sanitario” que sostiene la derecha “liberal” europea, para presionar a Alberto Nuñez Feijóo por sus acuerdos con Vox. De hecho, Donald Tusk, político al frente del Partido Popular Europeo (PPE), cuestionó públicamente el acuerdo de coalición del PP con Vox en Castilla y León. Con la lógica del “mal menor” de apoyar a Macron, el PSOE termina legitimando hasta a la derecha del PP, cuyo programa en muchas cosas no se diferencia de VOX.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que más allá de la retórica discursiva de Pedro Sánchez, es el Gobierno “progresista” el que abre terreno a la derecha y a la extrema derecha al aplicar políticas social-liberales como cualquier otro gobierno neoliberal europeo.
En el Estado español, el Gobierno de Sánchez ha gestionado la pandemia con similares criterios securitarios y policiales que el de Macron; ha avalado y legitimado la reforma laboral del 2012 del PP con Yolanda Díaz a la cabeza; ha sostenido una brutal política antimigratoria militarizando fronteras y acordando la subrogación de la mismas a Marruecos, traicionando una vez más al pueblo saharaui; y ahora es parte del criminal rearme imperialista de la Unión Europea y de las políticas militaristas de la OTAN. Es esta “izquierda” que aplica la agenda neoliberal y hace propia la agenda de la extrema derecha.
La desmovilización que promueve no sólo el PSOE, sino también Unidas Podemos al estar en el gobierno, como las grandes direcciones sindicales de CCOO y UGT, también abre la vía a que la extrema derecha intervenga y capitalice conflictos como el del transporte.
Y al igual que Macron no es alternativa a Le Pen, tampoco el PP lo es a Vox. El propio Abascal salió de la formación popular antes de formar Vox, tomando los elementos más reaccionarios y franquistas que han estado siempre presentes en el PP y antes en Alianza Popular (AP), un partido directamente formado por dirigentes franquistas de la dictadura. Ahora el PP y Vox forman un gobierno, es un paso más, pero en verdad son primos hermanos.
El freno a la extrema derecha es la movilización social
El discurso del “cordón democrático” sólo busca que los partidos políticos del “extremo centro” mantengan los gobiernos y con la mayor estabilidad política posible, que podría romperse con la entrada de la extrema derecha al poder. Pero no busca cuestionar las causas sociales que están detrás de la extrema derecha, ni sus políticas, cuando son estos mismos gobiernos los que ya las están aplicando.
Lo que más teme la extrema derecha, pero también los partidos de la derecha y de la centroizquierda neoliberal, es la movilización social y la lucha de clases. Y por ello la alternativa pasa por esta vía y por construir una izquierda independiente, de clase, con un programa anticapitalista. Para luchar por un programa que apunte a resolver los problemas que atraviesan a la clase obrera y a los sectores populares intermedios arruinados por la crisis y que los que paguen sean los capitalistas.