Dante Benítez se emocionó con el regalo de la novela El Paso del Diablo. Fue un homenaje a su padre Severo Benítez, quien fue protagonista de la huelga de 1921 y sobrevivió a los fusilamientos del ejército argentino. Se refugió en Chile y allí mantuvo viva la memoria de sus compañeros hasta sus últimos días.
Sábado 12 de junio de 2021 00:49
Su padre Severo Benítez era uno de los pocos peones que sabía leer y escribir. Redactaba los comunicados y actas de la zona de Lago Argentino (Santa Cruz). Era el delegado de sus compañeros y lo respetaban mucho. Osvaldo Bayer lo menciona en el segundo tomo de La Patagonia Rebelde “La Masacre”, como uno de los delegados más importantes que tenía la Sociedad Obrera. Estuvo en la Estancia La Anita y pudo huir de una de las masacres más aberrantes que sufriera la clase obrera argentina y chilena. Allí fueron fusilados decenas de activistas y delegados de los huelguistas por las balas militares, entre el 7 y 8 de diciembre de 1921.
Severo se fue con otro compañero, con rumbo a Puerto Natales y allí estuvo hasta principios de los años ochentas sin querer regresar a la Argentina. El impacto de los fusilamientos de los 1500 compañeros estuvo presente al punto de temer por su vida, si regresaba a Santa Cruz. Pudo volver al país en 1983, apenas comenzó el gobierno de Alfonsín y al poco tiempo falleció.
Severo Benítez
En Puerto Natales tuvo varias hijas e hijos y uno de ellos fue Dante Benítez. Actualmente tiene 91 años y me comenta que su padre siempre hablaba de la huelga y el terrible desenlace, que varias veces rompía en lágrimas e indignación. También lo transmitía a sus nietas y nietos. Ante todo no quería olvidarse de lo ocurrido y Dante y sus familiares siguen manteniendo viva la memoria de su abuelo junto a la de sus compañeros.
El regalo de la novela de Pavel Oyarzún Díaz, está inspirada en los sucesos de la Patagonia Rebelde Es un reconocimiento a la lucha de su padre, que luego colaboró con la organización sindical del Frigorífico Bories de Puerto Natales (allí también hubieron masacres y rebeliones obreras), mientras vivía en aquel bello pueblo.
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Dante Benítez se emociona y a pesar de su avanzada edad, mantiene una lucidez admirable. Ya no escucha bien y hay que levantar la voz, pero en cuanto logra entender empieza a hablar de las anécdotas que su padre siempre le contaba a él y sus hermanos. Incluso recuerda que Severo Benítez mantuvo una amistad entrañable con Antonio Soto en Puerto Natales, donde se quedaban charlando horas, a lo mejor regresaban a los momentos vividos en Santa Cruz.
La casa donde me encuentro con Dante y su familia es humilde como la de gran parte de las familias trabajadoras de Río Gallegos y me imagino cuantos serán descendientes de aquellos peones rurales que gestaron una de las hazañas más heroicas de su clase. Algunos llegaron en barcos desde Croacia, España, Alemania, Italia, Rusia o Gran Bretaña, escapando de la pobreza o la primera guerra mundial. Pero la gran mayoría de aquellos peones llegaron a la Patagonia desde Chiloé, descendientes de la comunidad mapuche. Forjaron una férrea organización obrera de inmigrantes y migrantes. Pero la historia oficial impone que hubo supuestos pioneros en estas tierras deshabitadas y arrebatadas en la Conquista del Desierto a los pueblos originarios. El presidente Alberto Fernández dijo que los argentinos llegaron en barcos desde Europa, negando la verdadera historia de genocidios de antiguas comunidades ancestrales y obreros huelguistas por estos lados. Las calles siguen nombrando a quienes saquearon las tierras y se los consideran próceres.
La historia es un campo de disputa y hace poco escuché una frase que dice “la muerte es el olvido” y evitar que se borren aquellas luchas obreras de la memoria de nuestra clase, es por las que existen personas como Dante Benítez con sus recuerdos y es muy emocionante encontrarlos.