En el marco del proceso para elegir una nueva directiva de la Sección 10 del SNTE en la CDMX, reflexionemos sobre el papel de los dirigentes sindicales en la implementación del modelo educativo proempresarial y del actual, que dice ser antineoliberal, pero no resuelve los problemas de las escuelas.
Miércoles 24 de mayo de 2023
La lucha contra la reforma educativa encabezada por el magisterio durante el sexenio pasado mostró las consecuencias de algo que solo era materia de discusión en la academia y los círculos especializados en educación: el neoliberalismo en la educación y la estandarización del quehacer docente implicó el uso de exámenes estandarizados para evaluarnos y condicionar nuestra permanencia en el trabajo, así como la orientación de nuestra labor (en el último año de secundaria y los últimos semestres de bachillerato) a que lxs estudiantes aprueben sus exámenes de selección para la educación media superior o superior.
En la mayoría de las secundarias de la CDMX, durante las sesiones del Consejo Técnico Escolar, se aborda el tema de cómo “orientar a lxs estudiantes” para que aprueben el examen de admisión al siguiente nivel, impuesto por la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (COMIPEMS) y diseñado por el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), una asociación privada.
Para admitir a lxs jóvenes a la educación media superior, el criterio principal es un examen estandarizado que determina la institución en donde estudiarán y, por tanto, condiciona su futuro académico, algo parecido a lo que como docentes nos han impuesto con el Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros (SICAMM), antes Servicio Profesional Docente, para la promoción y el ingreso al servicio docente.
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El aval del charrismo sindical a la estandarización, un elemento clave del modelo educativo neoliberal, no es nuevo ni se ha dado solo por la actual dirigencia del SNTE.
Desde las primeras reformas neoliberales en materia educativa, la dirección del SNTE fue cómplice del avance de estos planes. Elba Esther Gordillo impulsó el Acuerdo Nacional por la Modernización de la Educación Básica (ANMEB) a principios de los años 90, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, así como la firma de la Alianza por la Calidad Educativa (ACE) en el 2008, con el gobierno de Felipe Calderón.
En tanto que, una vez defenestrada Gordillo, la reforma educativa de Peña Nieto en 2013 fue avalada por Juan Díaz de la Torre, quien presidía el SNTE, mientras Alfonso Cepeda era Secretario General, cargo que ha vuelto a ocupar en el sexenio actual.
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Esta política sindical, contraria a los intereses del magisterio y a la educación pública, se expresa también por los dirigentes sindicales burocráticos de las secciones del SNTE en la CDMX (9, 10, 11 y 60). En la Sección 10, su secretario general, Gustavo Vera, reproduce lo expresado por la dirigencia nacional, además de que no se ha renovado su comité ejecutivo en más de 8 años.
Recuperemos el SNTE para echar abajo la educación proempresarial
Las elecciones para renovar el comité ejecutivo de la Sección 10 del SNTE ponen sobre la mesa el debate no solo sobre las condiciones laborales, sino también sobre la defensa de la educación pública. Esto debería servir para llevar la discusión sobre el neoliberalismo en la educación a las escuelas, desde donde, a través de luchar por la democratización de nuestra organización sindical, las y los docentes podríamos partir para desarrollar colectivamente un proyecto educativo verdaderamente progresivo, en alianza con las madres, padres de familia y especialistas en temas educativos.
El SNTE tiene los recursos materiales y la capacidad organizativa para llevar adelante una labor de ese tamaño. Pero esto no sucede porque durante décadas el charrismo sindical, subordinado a los gobiernos en turno, ha puesto esos recursos para favorecer la educación proempresarial basada en valores como la competitividad y la “calidad/excelencia educativa” y en particular la estandarización educativa, cuya continuidad se muestra ahora, aunque bajo otro discurso, en los exámenes del Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros.
Inclusive ahora, aunque el modelo educativo propuesto por el gobierno de ’la 4T’ dice “romper con la estandarización y la concepción utilitarista de la educación neoliberal”, el SNTE de Cepeda-Vera ha sido cómplice del abandono material que se mantiene en las escuelas: falta de personal especializado para combatir el rezago, la saturación de los grupos y la mayor carga de trabajo para las y los docentes. En tanto que los exámenes estándarizados, continúan excluyendo cada año a miles de jóvenes de la educación media superior y superior, para después responsabilizar a los docentes porque “los estudiantes no se quedaron en su opción principal”, lo que además fomenta una separación entre escuelas ’de primera’ y ’de segunda’.
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Esto sigue en consonancia con el modelo de eficiencia impuesto por la lógica empresarial: “hacer más con menos”, relacionado también con la generación de mano de obra barata, lo que implica que las y los jóvenes acepten la precariedad educativa y laboral, lo cual se contrapone a las necesidades sociales y la formación de seres humanos plenos, que comprendan y luchen por transformar el mundo que los rodea.
El modelo actual, como parte de la llamada ’cuarta transformación’, mantiene en los hechos muchos de los mecanismos del modelo educativo proempresarial, aunque con un lenguaje más “progresista” que habla del “sentido crítico de la educación” pero sin cambiar las condiciones materiales de las escuelas y las condiciones laborales de quienes con nuestro trabajo sostenemos el servicio educativo.
Las y los docentes de la Agrupación Nuestra Clase sostenemos que recuperar el SNTE de las garras del charrismo sindical es una tarea de primer orden, con el objetivo no solo de mejorar nuestras condiciones laborales, sino de preparar el terreno para que junto a las comunidades educativas impongamos la elección de nuestras autoridades, arranquemos un aumento sustancial al presupuesto educativo sobre la base del no pago de la deuda externa y con ello tengamos los recursos necesarios para un proyecto educativo de gran calado, que esté realmente al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo pobre, que parta de una verdadera discusión democrática en las escuelas.