Recuento de la entrega de Telmex a Carlos Slim por el gobierno de Salinas de Gortari con la complicidad de la cúpula sindical y de cómo se apoderó del sindicato una burocracia servil al patrón y el Estado, a quienes acompaña en los ataques contra las grandes conquistas de los trabajadores.
Lunes 18 de julio de 2022
Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, en 1990, se decretó, después de 14 años de haber funcionado como empresa “estatal”, la privatización de la empresa Teléfonos de México (Telmex). Sin embargo, Telmex no fue la única empresa en privatizarse, dichos decretos se realizaron también con centenares de empresas hasta ese momento estatales, siguiendo los mandatos del FMI y bajo el supuesto de una política “modernizadora” para México. [1]
Se planteó que, a través de la privatización de empresas que "no eran rentables" o que necesitaban modernizarse, el país entraría en una nueva etapa de auge económico. En realidad, este era el argumento de una nueva estrategia global del capital imperialista que, para recomponerse de la profunda crisis económica iniciada a mediados de los setenta, buscaba el “adelgazamiento del Estado”, es decir, que los países dependientes eliminaran las “trabas nacionalistas” para adueñarse de las empresas estatales y absorberles sus ganancias. Al mismo tiempo se eliminarían del presupuesto federal las prestaciones conquistadas por los trabajadores de dichas empresas durante décadas de lucha, al cambiar de patrón y establecer nuevos contratos colectivos en condiciones precarias. De esta manera, se instaló el sistema de superexplotación conocido como neoliberalismo (el cual persiste hasta nuestros días). Los ganadores de ese periodo, como Carlos Slim, siguen enriqueciéndose aún, sin que la pandemia les haya afectado mínimamente.
Este decreto fue lesivo no sólo para los telefonistas agrupados en el STRM sino para la soberanía de la nación, pues las telecomunicaciones son estratégicas para el desarrollo de cualquier país en todos sus ámbitos internos: desde lo militar, lo político, lo económico, además de que cumple un papel fundamental en la integración y la formación de una cultura nacional. Esto fue complementado con la firma del TLCAN, hoy reconvertido en T-MEC, firmado para garantizar el despojo de las riquezas naturales de la nación y la penetración de las grandes transnacionales beneficiadas con la mano de obra abaratada brutalmente por los planes gubernamentales al servicio de sus maquiladoras.
Colaboración estrecha entre gobierno y charrismo
En el caso de la entrega de Teléfonos de México al capital privado, haremos un repaso breve por los hechos y algunos datos para entender mejor cómo fue este proceso, así conoceremos las posiciones de los actores que intervinieron y las medidas que tomaron la empresa, el gobierno, los trabajadores y la ya entonces dominante burocracia “juarista” del STRM.
El 19 de mayo de 1988, el entonces candidato por el PRI a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari, planteó que “vivimos en la edad de piedra en las telecomunicaciones, pero el Estado no tiene recursos para intervenir en su modernidad, así que debe dársele oportunidad de invertir en las telecomunicaciones a quien sí los tenga”. Por otro lado, el 8 de junio Francisco Hernández Juárez (FHJ) declaró ante la Asamblea Nacional de Representantes del STRM que “se está creando un ambiente propicio para imponer la requisa [2] y definir unilateralmente la productividad y establecer condiciones extracontractuales que permitan abrir cauces a la reprivatización”. De esta manera, ambos actores preparaban el terreno para que tanto la opinión pública nacional como los trabajadores de Telmex fueran aceptando la reprivatización.
A pesar de sus palabras, el 19 de junio FHJ negó en entrevista con el periódico La Jornada que Telmex se fuera a reprivatizar, sin embargo, en medio de sus declaraciones contradictorias recorrió todos los departamentos de la empresa argumentando que si Carlos Salinas llegaba a la presidencia la privatización sería un hecho y, como en su opinión el candidato del PRI ocuparía la silla presidencial, los telefonistas no tenían más opción que “apoyarlo para evitar posteriores represalias”.
Esta actitud de la cúpula sindical se enmarca en una estrategia de colaboración con la empresa y un deseo de quedar bien con el gobierno, lo que llevó a transformar la organización sindical de instrumento para la lucha por la obtención de las demandas de sus agremiados a un eficaz colaborador comprometido con la productividad de la empresa. Así, el STRM se convirtió de una organización “confrontativa” a una que privilegia la negociación con la empresa, en la que se utilizan los derechos ya alcanzados como monedas de cambio. Al mismo tiempo que se plantea ser una alternativa frente a las burocracias obreras tradicionales agrupadas en el Congreso del Trabajo. Para esto se ha valido de numerosos medios y más adelante trataremos de enumerar los más importantes, pero precisamente es su estrategia respecto a la cuestión de la modernización de la empresa una de las justificaciones más frecuentes, mientras mantiene un control hacia la base trabajadora.
La situación de Telmex antes de la privatización
Desde 1977 Telmex, bajo la administración estatal, empezó a caminar lentamente hacia la transición digital de su servicio, en ese año se contrataron especialistas en cuestiones técnicas de telecomunicaciones, los cuales entregaron un proyecto de modernización de Telmex en 1979. Este estudio contemplaba y señalaba las ventajas de la modernización consistentes en la reducción de espacio en los edificios, mayor ‘confiabilidad, eficiencia y sencillez’ en el mantenimiento; flexibilidad en la contratación del servicio, ya que se facilitaba la asignación de números, y la prestación de nuevos servicios.
Como era de esperarse una de las cuestiones más importantes para la empresa fue la reducción de costos, debido a la reducción del personal necesario al implementarse el nuevo equipo. Las metas trazadas por este proyecto se cumplieron de manera paulatina, aunque no muy acordes con los plazos. Sobre la reducción de personal no solo no se redujo la plantilla laboral, sino que fue aumentando cada año, sin embargo, la amenaza de despidos estuvo presente todo el tiempo. A pesar de no haber alcanzado sus metas, la empresa registró para 1982 un incremento de 90% de sus utilidades respecto al año anterior.
No obstante, como resultado del terremoto de 1985 las instalaciones y el equipo de Telmex resultaron afectados. Los edificios de Victoria y San Juan, donde se concentraban el mayor número de operadoras, quedaron inutilizados. Once compañeros murieron en Victoria. Gran parte del equipo cayó, se desniveló o desconectó y seis de las siete centrales que estaban en servicio salieron de operación.
Es importante reconocer el esfuerzo y la solidaridad de los compañeros telefonistas de esa época, entre las acciones solidarias que se llevaron a cabo podemos mencionar que se trabajó tiempo extra sin goce de sueldo, y entre escombros, para hacer funcionar el servicio lo más pronto posible. Se brindó apoyo para la comunicación de los habitantes de la ciudad que tenían familia en provincia e incluso llegaron a participar en las cuadrillas de rescate.
Es importante reconocer el esfuerzo y la solidaridad de los compañeros telefonistas de esa época, entre las acciones solidarias que se llevaron a cabo podemos mencionar que se trabajó tiempo extra sin goce de sueldo, y entre escombros, para hacer funcionar el servicio lo más pronto posible. Se brindó apoyo para la comunicación de los habitantes de la ciudad que tenían familia en provincia e incluso llegaron a participar en las cuadrillas de rescate.
La empresa por su parte, obligaba a los compañeros a entrar a las centrales no para salvar vidas sino el equipo telefónico, el rescate de los cuerpos de los compañeros fallecidos duró casi un mes. En la central de San Juan, en el mes de noviembre, se habían reparado los circuitos automáticos en un 80% pero aún no se rescataban los cuerpos de los compañeros atrapados. Algunos meses después del sismo se habían inaugurado 5 nuevas centrales digitales ‘reconvertidas’. En el mismo año, Telmex se situó como la empresa más grande por sus utilidades dentro de la Bolsa Mexicana de Valores, sin embargo, falseó su declaración y ocultó más de 8,000 millones de pesos, lo que posteriormente se supo. En tanto aumentaron sus ventas en un 113.99% y sus utilidades en 127.13%.
Como en otros momentos de la historia, los altos funcionarios gubernamentales y empresarios situados en la dirección de Telmex supieron salir de la crisis que había impuesto la naturaleza con una mayor acumulación de riqueza.
"Saneamiento" de la empresa por parte del gobierno
Contradiciendo sus propias declaraciones como candidato y ya con la privatización prácticamente pactada, el gobierno de Carlos Salinas invirtió, en los meses anteriores a ésta, 55% más recursos en la empresa que en el año de 1989. Así mismo, una parte importante de la deuda externa de la empresa fue convertida en deuda pública federal. De la misma manera, Telecom de México, organismo dependiente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, vendió a Telmex la red federal de microondas para que la empresa privatizada no dependiera del Estado en las transmisiones terrestres.
Privatizada Telmex, el gobierno derogó el impuesto al consumo en servicios telefónicos que debería aplicarse a la nueva empresa, al mismo tiempo que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público creaba el impuesto por prestación del servicio telefónico, mismo que la nueva administración terminó haciendo que recayera en los consumidores finales. Esto contribuyó a acrecentar el caudal de ganancias de la gran fortuna de Carlos Slim. En el segundo año de su privatización, la empresa Telmex había elevado las tarifas de telefonía básica en un 150%. Tarifas que nunca han estado reguladas o sujetas a ningún tipo de acuerdo económico, lo que ha llevado a que en México sean de las más elevadas a nivel mundial.
La situación del STRM antes de la privatización
El sindicalismo telefonista ha llevado a través de la historia obrera mexicana numerosos episodios de lucha. Fueron parte de las luchas de los grandes sindicatos de industria (petroleros, mineros, electricistas) que pelearon duramente en el bienio 58-59 contra la patronal, el gobierno priísta y el control de la colaboracionista CTM, desligándose definitivamente el STRM de esta central y el dominio de Fidel Velázquez. En los años setenta, en medio del ascenso de luchas conocido por algunos autores como “insurgencia obrera”, que generó importantes luchas bajo la bandera de la democracia sindical, las bases telefonistas se hicieron eco de esta tendencia y en abril de 1976 un contundente movimiento generado entre las operadoras, que protestaban ante una revisión salarial ya avalada y suscrita por sus dirigentes, conmovió al sindicato hasta logar una crisis definitiva.
En 1982 el STRM tomó medidas para enfrentar la modernización. Se propuso añadir una cláusula al CCT para que la empresa se obligara a proporcionar capacitación a los trabajadores, pero ésta se mostró poco dispuesta a la formación de la Comisión Mixta de Capacitación y Adiestramiento. En este año, la oposición sindical de izquierda sufrió uno de los golpes más duros cuando intentaba quitar de la dirección del sindicato a FHJ, quien desde 1978, en un principio cada dos años y después cada cuatro años, ha conseguido reelegirse, hasta la fecha.
En esa ocasión, se desarrolló una huelga con motivo de la revisión contractual y exigiendo la negociación del Convenio Departamental de Centrales, que la empresa había retrasado. Se expulsaron a 500 compañeros (en su mayoría eran opositores a FHJ) la dirección encabezada por éste, no hizo ninguna acción en su defensa. Esto llevó a que se desconociera el CEN encabezado por FHJ y a la toma del local sindical.
Según los estatutos cuando el CEN es desconocido deberían entrar en funciones como secretario general interino el secretario de la Sección 1 de Monterrey. Sin embargo, este movimiento fue derrotado con el desalojo violento del edificio sindical, la requisa de la empresa y la imposición de FHJ como secretario general. Mencionamos estos hechos porque, por imposible que parezca, FHJ salió prestigiado, ya que la empresa se portó “bondadosa” en la negociación contractual y bajo su dirección se “logró” que se modificaran 15 cláusulas del CCT. Para la dirección de la empresa gastar unos pesos en prestaciones eran de gran utilidad para fortalecer a su gran aliado, deshaciéndose de otras corrientes indeseables.
A partir de esta fecha, con la mayoría de la oposición reprimida o replegada, la burocracia juarista dio pasos firmes en su dominación sobre las bases telefonistas. Retomaremos un par de planteamientos del investigador y académico Enrique de la Garza Toledo [3] para quien esto se da en dos sentidos principales: a) la creación de instituciones sindicales que le permiten el monopolio de la representación y b) el cambio de terreno en la negociación con la empresa hacia el proceso de trabajo y la productividad.
1.- Planilla de los trabajadores y CEN Paralelo
En cuanto a la “innovación” juarista en lo que se refiere a la organización sindical cabe mencionar especialmente la creación de la Planilla de los Trabajadores, votada por la Convención Sindical Extraordinaria de 1983 consistente en que las asambleas departamentales, donde participan todos los trabajadores de base, proponen y votan candidatos para la planilla encabezada por FHJ. Los cuales posteriormente son objeto de un proceso de selección por parte del CEN en el que el principal criterio es ideológico. Así, entre los trabajadores con mayor iniciativa de lucha, la burocracia les da alas para postularse, pero tienen que aceptar incondicionalmente el liderazgo, y los objetivos políticos del grupo de FHJ. De esta manera, el ejercicio aparentemente democrático termina en un mecanismo de control y selección de futuros cuadros quienes “desde arriba” serán el sostén de las maniobras para las acciones y reelecciones por venir.
En las subsiguientes votaciones para el CEN la oposición todavía participó. En las elecciones donde se inauguró la Planilla de los Trabajadores obtuvieron 24% de los votos, en 1984 obtuvieron el 25% y ya en 1987 la oposición se había dividido. En 1988 es la última vez que la oposición se presenta a las elecciones obteniendo el 25% de los votos, sin embargo 2 de sus miembros fueron electos para la Planilla de los Trabajadores. Desde entonces y hasta el año 2000 no hubo oposición formal en el STRM.
Aunque formalmente hay pluralidad y la posibilidad de que las diversas posturas se expresen, al final todo queda controlado por la burocracia juarista y el sentido común de la base telefonista ha llegado a caer en la idea de que cualquier disenso solo se puede expresar y prosperar dentro de los marcos de dominación impuestos por la dirección del sindicato. Y es que, por si hiciera falta, para hacer frente a esta “pluralidad” dentro del CEN y para garantizar a toda costa el control de las decisiones, la burocracia juarista ha creado la figura del Comité Ejecutivo Nacional paralelo, conformado por FHJ, sus colaboradores más cercanos y asesores a sueldo del sindicato. Es en este CEN y no en el formal donde se decide e instrumenta la estrategia real del sindicato.
2.- Modelo de calidad de Telmex y desaparición de los acuerdos departamentales
En el año 1986 se negoció con la empresa y ante la Secretaría del Trabajo la introducción de la telefonía digital. Se pactó la cláusula 193 en el CCT, por la cual quedó reglamentada la introducción de la nueva tecnología, en donde se asentaba la obligación de la empresa de informar sobre los nuevos proyectos y se definía con claridad lo que la empresa estaba obligada a informar al sindicato, se establecía el camino que iba a seguir la implantación de la nueva tecnología y se pactaba que no habría reducción de personal.
En opinión del mismo De la Garza Toledo este era un “acuerdo ejemplar”, del que se llegó a decir, lisonjeando a la patronal y sindicato, “con respecto a problemas de modernización productiva, los contratos colectivos en México nunca tuvieron una cláusula tan avanzada en bilateralidad”. Sin embargo, pocos meses antes de la privatización, durante la revisión contractual de 1989, esta cláusula quedo profundamente mutilada para favorecer al futuro comprador. En la revisión contractual de 1989 (Convenio de Concertación) se pierden aspectos medulares en cuanto a la bilateralidad con la empresa. En esta ocasión el sindicato sólo mantuvo el derecho de ser informado de los planes de la empresa en la medida en que dichos cambios implicasen capacitación del personal.
En 1987, se había formado la Comisión Mixta de Productividad, con ella se firmó la primera minuta sobre la implementación de nueva tecnología y se planteó elaborar un nuevo modelo de capacitación. A consecuencia de esto, la dirección sindical planteó formalmente su orientación de colaboración con la patronal: el Modelo de Calidad de Telmex. Esta idea del Modelo de Calidad de Telmex era planteada por antiguos aliados de la burocracia juarista, el grupo maoísta Línea Proletaria, poco tiempo antes de ser expulsado por aquélla. Esta idea, entre otras, son retomadas por el juarismo, pero una de las que en nuestra opinión más ha hecho escuela a su interior es la de “la política de las dos caras”, que consiste en mostrar una cara ante la empresa y otra ante la base telefonista, supuestamente en beneficio de esta última. El Modelo de Calidad consistía en la participación sindical en las gestiones del proceso del trabajo a través de comisiones mixtas de modernización, productividad, nueva tecnología, higiene y seguridad, capacitación y adiestramiento, cultura y recreación y de círculos de calidad.
Al principio esto solo funcionó a nivel de las comisiones mixtas y las gestiones del CEN, a nivel general se implementa hasta el año 1993 cuando se firmaron los convenios de productividad con la empresa en proceso de privatización, estableciéndose los indicadores y creando los grupos de análisis, los cuales
“estudiarán la información y propondrán soluciones a los problemas sin afectar el mando de la empresa y que los incentivos no formaran parte del salario en cuanto a impactar en prestaciones o jubilaciones”
“estudiarán la información y propondrán soluciones a los problemas sin afectar el mando de la empresa y que los incentivos no formaran parte del salario en cuanto a impactar en prestaciones o jubilaciones”
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Hay que agregar que dichos convenios establecen una “bolsa de productividad” que se constituyó en detrimento de las horas extras a las que hasta entonces tenían acceso los telefonistas.
Otro hecho por demás importante en esta cadena de revisiones favorables al patrón, fue la eliminación de los convenios departamentales, que eran una especie de contratos específicos por departamento, los cuales regulaban al detalle las relaciones laborales. Con esto se permitió la movilidad de compañeros entre distintos puestos de trabajo y la multitarea. Pero lo más importante es que se acabó con la intervención de los sindicalizados directamente en la consecución de sus demandas para lo cual se tenían que organizar al interior de cada unidad y actuar ante la patronal, obligando al respaldo de ellas por la dirección del sindicato. Estos núcleos de organización interna eran una herramienta efectiva que la burocracia no podía permitir para mantener el control y el usufructo de la relación obrero patronal y que habrá que ponerlos de nuevo de pie como parte de una lucha por recuperar al sindicato y ponerlo al servicio de la democracia de base.
A manera de conclusión
El “Modelo de Calidad” no es otra cosa que la adaptación de la dirección sindical para con las necesidades empresariales. Con este tipo de orientación el sindicato pierde el sentido histórico para el que fue creado: la lucha por la reivindicación y la conservación de los derechos de la clase trabajadora en el terreno de la lucha de clases. La burocracia sindical se convirtió en un apéndice de la empresa haciéndose parte de las maniobras para conseguir mayores índices de explotación laboral y el consiguiente incremento de las ganancias de la patronal.
En los años siguientes a la privatización, el “buen desempeño” de Telmex, a pesar de los vaivenes financieros relacionados con la crisis del 95, se debió a dos factores principalmente: los aumentos de tarifas que hicieron que el usuario de los servicios locales fuera el que asumiera el peso principal de los ingresos de la empresa a partir de su privatización, y en segundo término el constante aumento, desde 1990, de la productividad de los trabajadores telefonistas sin que se tenga acceso, en proporción, al aumento de las utilidades de la empresa [4] producto del esfuerzo de las bases y sin que exista ninguna oposición por parte de la cúpula sindical hacia estas políticas
En este camino el bono de productividad se ha vuelto una parte importante de las percepciones de los telefonistas del STRM y la presión individual y grupal, para llegar a los parámetros de productividad que permitan obtener el bono, se ha convertido en el punto principal donde se concentran los esfuerzos de las bases telefonistas en detrimento de una verdadera y sana vida sindical. Para los telefonistas actuales el camino que tenemos que seguir para conservar lo que tenemos y recuperar lo perdido es reorganizarse para recuperar el sindicato y ponerlo al servicio de la causa obrera.
Para detener a la patronal, que mientras se enriquece con sus múltiples negocios y enormes utilidades del negocio de las telecomunicaciones, debemos oponer la más amplia democracia obrera, reflejada en asambleas de base que realmente nos representen y se escuchen y tomen en cuenta todas las opiniones, además donde se decida el verdadero beneficio de las bases y no de los charros y la patronal. Para asegurar la democracia obrera es menester que las bases se reorganicen para echar de sus filas a los viejos sindicalistas burocráticos, ellos no tienen cabida entre nosotros, para así poder enfrentar unidos a los trabajadores de las filiales al mismo patrón y reconquistar las viejas condiciones de trabajo que FHJ codo a codo con la patronal ha ayudado a expropiarnos.
Hay llevar esta lucha por la recuperación del STRM y la industria telefónica poniéndola al servicio de sus trabajadores y la población en general en unidad con los demás movimientos en lucha, porque recuperar el sindicato pasa por imponerle a la patronal y el Estado una renovada reorganización que recupere las condiciones de los acuerdos departamentales bajo un estricto control obrero de la producción, con total independencia del Estado, para poner la industria telefónica al servicio de los trabajadores y el pueblo pobre del campo y la ciudad.
Para ello, el objetivo es que Telmex tiene que ser renacionalizada y administrada por su personal. La estrategia, reorganizar nuestras filas junto a las del movimiento obrero en general, en ruptura con los charros del Congreso del Trabajo y en unidad con los demás oprimidos que estén en pie de lucha, reeditando lo mejor de aquellos años de “insurgencia obrera”, en los que nuevamente los telefonistas pueden jugar un papel destacado. Por un sindicato combativo e independiente, vale decir revolucionario. ¡Telmex es de sus trabajadores!
Con información de:
De la Garza Toledo, Enrique. Op. Cit.
Rangel Pérez, Mario. Los telefonistas frente a la crisis y la reconversión. México, Nuestro Tiempo, 1989
[1] “De acuerdo con datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante el gobierno salinista se vendieron 18 bancos, entre ellos Banamex, Bancomer Serfin, Comermex y Somex, que hasta entonces eran propiedad del Estado. También se vendió Teléfonos de México (Telmex), hoy propiedad de Carlos Slim el mexicano más rico.
Empresas del ramo siderúrgico como Altos Hornos de México, Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas y Siderúrgica Nacional también se privatizaron. En el ramo aeronáutico destaca la venta de Mexicana de Aviación y Aeronaves de México; mientras que en cuestión minera resaltan Mexcobre y Minera Cananea.
También se vendieron tres empresas de Almacenes Nacionales de Depósito y se puso a disposición de empresarios nacionales o extranjeros 3.2 millones de hectáreas de reservas de minerales nacionales. El proceso de privatización siguió con Ernesto Zedillo Ponce de León, cuya estrategia de venta de bienes del Estado estuvo caracterizada por la entrega del sector ferrocarrilero. De las 1,155 empresas que tenía el Estado en 1982, para finales de 1999 solo quedaban 203. (Consultado en sputniknews.com que a su vez lo retoma del link de la UNAM anotado arriba)
[2] Ocupación y operación militar de las instalaciones por decreto presidencial
[3] De la Garza Toledo, Enrique. Cultura y subjetividad: el caso del sindicato de telefonistas de la república mexicana. Espacio Abierto [en linea]. 2006, 15 (1y2), 295-322 [fecha de Consulta 19 de Septiembre de 2021]. ISSN: 1315-0006. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12215216
[4] Por el contrario, en estos días, uno de los planteamientos centrales de la empresa a los cuales la cúpula charra se adapta, simulando oponerse en tanto controla el descontento generado es precisamente el plan de eliminar las pensiones por jubilación bajo la fachada de intercambiarlas por acciones de la empresa. Por otra parte, para desviar la atención de la base, promueve la paralización de las empresas filiales atentando contra la integridad de los trabajadores de dichas empresas cuando debiera estar al frente de la lucha por la unificación de todos los trabajadores de la industria.