Finalmente el pre-acuerdo con el Fondo Monetario Internacional llegó al Congreso y me gustaría destacar algunas cuestiones. En primer lugar, la forma. Una forma que hace al contenido, como sucede siempre. El texto del preacuerdo fue traducido a UN artículo de ley y quedó reducido a su mínima expresión, a unos escasos párrafos de —insisto— un artículo que casi no dice nada. Aunque lo dice todo. ¿Qué objetivo tiene esto? Bueno, para que cada sector, cada legislador o legisladora pueda dar su versión libre de lo que votó y de lo que no votó. Para que puedan decir públicamente que no apoyan el programa económico (por izquierda o por derecha), para despegarse, para desligarse para no hacerse responsables y para que el aval que le dan al acuerdo, quede diluido ¿Qué demuestra esto? Que nadie confía en su cumplimiento y que, además, es impresentable como para discutirlo a fondo y en detalle. Mucho menos consultar a la sociedad con la posibilidad de una campaña de debate o esclarecimiento previa. Nada de eso. Y este hecho, más en general, demuestra que la subordinación económica a las grandes potencias y al capital financiero internacional, cuando las papas queman, tiende a chocar o negar cualquier debate democrático. El parlamento se reduce a lo mínimo, la democracia (hasta la democracia formal) termina transformada en una farsa. El Congreso, literalmente, termina convertido en una escribanía al servicio de esos poderes. En segundo lugar, a esta altura nadie niega que el programa propone un plan de ajuste, partiendo de un hecho central: se termina de legalizar de la estafa del endeudamiento de Mauricio Macri. Mueren los discursos encendidos que condenaban el endeudamiento salvaje, ilegal, ilegítimo, irresponsable etc. etc. para que quede legalizado el fraude. El artículo de la ley habla del aval a “las operaciones de crédito público contenidas en el ‘Programa de Facilidades Extendidas’ a celebrarse entre el Poder Ejecutivo Nacional y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la cancelación de los vencimientos del ‘Acuerdo Stand By’ oportunamente celebrado en 2018 y el fortalecimiento de las reservas internacionales”. Listo, otra deuda odiosa cargada sobre las espaldas del pueblo. Sabemos, además que el plan presupone que no va a haber crecimiento económico, que no se van a recuperar los salarios, que la inflación va a seguir licuando ingresos y que la “corrección tarifaria” va a golpear sobre lo que llaman la “clase media” y ahí pueden entrar desde empleados bancarios hasta docentes. Miguel Pesce, el titular del Banco Central dijo en un programa de radio algo que piensan muchos funcionarios en el Gobierno: "Si no estuviera el Fondo, estas cosas que dice el acuerdo las debíamos hacer igual". Es decir, que opina que lo que pide el FMI es lo que hay que hacer. Y, ¿qué es esto que “hay que hacer”? Digamoslo con todas las letras: una orientación muy “Cambiemos 2015”. Muy similar a la hoja de ruta del momento “gradualista” de Macri. Se lo dijo Ricardo López Murphy a Martín Guzmán: el plan era muy parecido al "gradualismo fiscal". Macri no era “gradualista” porque quería, sino porque no podía aplicar un programa de shock. Y saquemos las chicanas del “son lo mismo” porque son coaliciones distintas, sustentos sociales distintos y todo lo que quieran, pero vean lo que proponía Cambiemos en 2015 y encuentren, no digo las siete, digo tres diferencias con la propuesta actual. Datos, no opinión. Y esto conduce directamente a lo que quería plantear en tercer lugar sobre la dinámica política. Ya hemos explicado en este espacio que en esa dinámica hay ciclos de saqueos y recomposiciones o “contenciones” que no revierten los saqueos anteriores y que cuando adoptan un programa de ajuste, además, abren el camino a la derecha. Un tipo llamado Ilan Goldfajn, economista brasileño ultraliberal que ahora es parte del FMI y el encargado de monitorear la economía argentina como director del Departamento para el hemisferio occidental le dijo al economista argentino Eduardo Levy Yeyati, que el acuerdo alcanzado no contiene explícitamente las reformas estructurales que la Argentina necesita pero que el FMI “ve esto como un puente hacia un nuevo gobierno que tiene la capacidad de hacer las reformas para poner sus cuentas en orden y crecer”. ¿Se entiende cómo piensan los estrategas de este acuerdo del otro lado del mostrador? Lo mismo pasó en Grecia cuando la “troika” del Banco Europeo, la Comisión Europea y el FMI le impuso su programa a Alexis Tsipras (que hasta inclusive desconoció un referendo popular que rechazaba la austeridad) para que después gane la derecha; eso le pasó a Dilma Rousseff en Brasil cuando en 2014 puso la economía en manos de Joaquim Levy —que era conocido como el banquero "manos de tijera"— que impuso un ajuste que terminó hundiendo la popularidad de Dilma, del PT y sabemos lo que pasó después. O te obligan a tomar ese programa o te convierten en un vehículo que allane el camino a la derecha ¿Se acuerdan aquello del “juego a la derecha”? Por último, los responsables: Juntos por el Cambio, el Frente de Todos y ojo porque se están escuchando muchos discursos, algunas abstenciones de última hora, mientras acompañaron todo el proceso de este Gobierno (como un sector del kirchnerismo), pero no solo eso, por estas horas sucedió que, mientras públicamente decían que no iban a respaldar el acuerdo, en el proceso técnico-parlamentario se corrieron voluntariamente de algunas comisiones para no obstaculizar la salida del dictamen. Todos y todas, seguramente, deberán responder ante lo que viene: un co-gobierno con el Fondo Monetario que, como siempre, solo podrá ser enfrentado con la lucha.