El asesinato del joven peruano Jackiel Cántaro en Colombia ha conmovido al país. Esto viene siendo utilizado por sectores xenófobos y reaccionarios para atizar el odio contra los migrantes. De esa manera dividen a la clase obrera y sacan de la discusión central los graves problemas económicos y políticos que involucran a la denominada “clase política” y a los grandes empresarios, quienes son los verdaderos causantes de la pobreza y el desempleo que hoy vivimos en el Perú.
Miércoles 24 de febrero de 2021
Foto: Agencia EFE
Hace una semana atrás, lamentablemente se hizo viral en las redes sociales la forma como dos delincuentes lanzaron desde un puente de aproximadamente 50 metros de altura en la región del Cauca, en Colombia, al joven peruano Jackiel Cántaro.
Este crimen causó la indignación de todos, pues, lo que se percibe en los videos, es que no hubo intención de robo o ajusticiamiento. Jackiel, días antes ya había sido víctima de estafa por parte de sus acompañantes de viaje. Al parecer, el crimen habría sido alimentado por la xenofobia y por un cúmulo de acontecimientos de estigmatización, prejuicios y discriminación entre personas de diversas nacionalidades, quienes, ante la profunda crisis económica que se vive en el continente, han iniciado procesos migratorios muy dinámicos. De esto se aprovechan sectores reaccionarios para, sosteniéndose en la delincuencia, azuzar odios nacionales.
Esta muerte, que desde ya condenamos, no puede ser evaluada superficialmente ya que ello nos llevaría a terminar justificando las posiciones xenofóbicas que, como ya se mencionó, no nos permiten entender las causas reales de este y otros crímenes contra los migrantes. En ese entender, consideramos que es importante preguntarnos ¿qué hay más allá de la fatalidad ocurrida en el crimen de Jakiel? ¿qué motivó a un joven de 19 años – como Jackiel Cántaro - ha enrumbarse temerariamente a un país desconocido para él y a vincularse con personas que apenas conocía?
Desde que dejó Huánuco - su región de origen - y vino a Lima hace 3 años, Jackiel fue uno de los muchos jóvenes “provincianos” que buscaban oportunidades laborales, las cuales son casi inexistentes en sus regiones de origen.
Muchos de estos jóvenes llegan cotidianamente a la capital con un enorme anhelo de cambiar su realidad adversa, pero lo único que terminan encontrando en Lima es un trabajo informal. De hecho, según estudios realizados (por la ESAN) se demuestra que el 82% de jóvenes que trabajan en el sector informal, lo hacen en condiciones precarias y de semi esclavitud.
Cuando hablamos de esta situación, nos viene a la mente la trágica muerte de los dos jóvenes en la galería Nicolini, en Las Malvinas (2017). Y si hacemos también un análisis exhaustivo nos damos cuenta que, incluso dentro de la formalidad, hay precariedad laboral como se vio en el caso de los dos jóvenes que murieron electrocutados en el restaurante de comida rápida de McDonald’s (2019), esto como consecuencia de la poca fiscalización laboral y la reducción de derechos laborales.
En la mayoría de los casos, el instinto de supervivencia y la urgencia de satisfacer necesidades básicas en plena crisis sanitaria y económica, obliga a muchos jóvenes a aceptar trabajos informales, aunque estos sean temporales u ocasionales. La idea que tienen muchos jóvenes es que estos trabajos les permitirán acceder al capital necesario para luego poder agenciarse un emprendimiento que les permita un ingreso mejor y mejores condiciones de vida. Esa es la idea que prima en la mayoría de jóvenes precarizados como Jackiel.
Con esta idea en la cabeza y tentado tal vez por facinerosos, Jackiel salió del país obligado por la necesidad de buscar ingresos, ante un panorama hostil propiciado por una “clase política” corrupta y ruin que solo beneficia a los grandes empresarios que precarizan el trabajo y despiden trabajadores.
Esa misma “clase política” que, expresada en los diversos gobiernos de turno, actúa en detrimento de los derechos de los jóvenes trabajadores, genera no solo la ausencia de trabajo digno, sino que también limita al máximo las posibilidades para que los jóvenes puedan acceder a una educación pública de calidad. Esto ocurre porque en el país tenemos una educación que se mueve bajo la lógica del lucro, la improvisación y la estafa. Esto se expresa claramente en indicadores que evidencian, por ejemplo, que: solo 3 de cada 10 jóvenes tienen acceso a una educación superior (Fuente Encuesta Nacional de Hogares ENAHO).
Esto nos lleva a entender que los jóvenes, más allá de que representemos el presente y el futuro del país, nunca hemos sido la prioridad para los gobiernos patronales. Para aquellos gobiernos, los jóvenes somos apenas un “segmento poblacional” que hay que explotar como mano de obra barata para que los empresarios se enriquezcan.
En países donde imperan las leyes del capitalismo, como es el caso del Perú, los jóvenes somos vistos como meros recursos humanos capaces de abaratar el salario e incrementar así el margen de ganancia (plusvalía) de los empresarios. Por eso nosotros nos hacemos más pobres cada día y en muchos casos nos vemos obligados a migrar - como ocurrió con Jackiel -, sin embargo, los empresarios se hacen cada vez más ricos.
Es claro que Jackiel Cántaro fue víctima de la delincuencia inducida por la xenofobia, pero también es claro que fue víctima de las políticas de gobiernos corruptos y pro empresariales como los que hemos tenido en el país, los cuales le robaron las oportunidades y su futuro. Ellos le obligaron a dejar el país y lo pusieron en las manos de la muerte.