¿Cómo enfrentamos a la extrema derecha y qué papel puede jugar el movimiento de mujeres en esta pelea?
Los resultados electorales en Castilla y León así como la crisis desatada en el seno del PP muestran que es una posibilidad no descartable un Gobierno PP-Vox para la próxima legislatura. Es pronto para apostar por esta hipótesis y la crisis del PP no deja seguridades sobre cuál será su desempeño electoral, pero lo que está claro es que VOX está capitalizando un descontento creciente por derecha.
Así, inevitablemente surge la pregunta de ¿cómo enfrentar a Vox y qué papel puede jugar el movimiento de mujeres en esta pelea? Es decir, se abre un debate de estrategias en el movimiento feminista.
En un artículo anterior, veíamos cómo el movimiento de mujeres había jugado un papel en la lucha contra el fenómeno vox cuando emergió, coincidiendo con uno de sus puntos más altos. Esto fue posible en gran medida porque en ese momento el 8M venía asumiendo como propias importantes reivindicaciones que cuestionaban la relación estructural entre capitalismo y patriarcado ampliando así el movimiento a la mayoría de mujeres más oprimidas y explotadas: las migrantes, las precarias, las estudiantes, mujeres trans... Ahí su fortaleza. Es decir, el feminismo se comenzaba a ver como una referencia para muchas mujeres, entre ellas también las más oprimidas. En ese artículo también nos hacíamos la pregunta de ¿por qué hoy el movimiento no estaba jugando ese papel?
Para ir al grano, ¿qué ha pasado entre la noche de las elecciones andaluzas de 2018 en la que Vox daba por primera vez el salto a un parlamento autonómico y en la que la respuesta en las calles fue inmediata y contundente, y la noche de las elecciones en Castilla y León en la que Vox arrasa, se postula como socio preferente para formar gobierno, pero no se percibe ninguna reacción importante del movimiento feminista?
La respuesta es que en estos años se impuso la estrategia gradualista y reformista, es decir, la idea de que el capitalismo se puede humanizar o domesticar sin movilizarse demasiado, una idea apoyada además en la lógica malmenorista que plantea que frente al mal mayor siempre hay un mal menor.
La estrategia reformista con aires renovados ha venido estos años de la mano del neorreformismo de Podemos. En términos generales, las formaciones neorreformistas como Podemos, proponían una vía reformista o institucional para conquistar derechos de manera gradual y, en el mejor de los casos, ayudados por un poquito de presión en la calle. Es decir, el objetivo era llegar a las instituciones del Estado capitalista y a partir de ahí todo vendría solo. Así, por ejemplo, en materia de igualdad, el hecho de haber conseguido “conquistar” o “asaltar” si quisieran darle una retórica más de izquierda el ministerio de igualdad sería suficiente (un fin en sí mismo). Porque supuestamente con esa posición conquistada por Irene Montero, las mujeres conseguiríamos gradualmente derechos de manera ininterrumpida.
Podríamos detenernos en valorar los límites de esta estrategia reformista a muchos niveles. Si hacemos balance de estos años de gobierno de PSOE-UP, conquistas como tales no ha habido muchas, incluso las que ha habido han sido enormemente limitadas, como por ejemplo la Ley Trans. Y en realidad no vinieron de la mano de los podemistas en el gobierno sino como resultado de años de movilización. Pero atendiendo a lo que nos ocupa, es decir, si esta vía ha ayudado o ayuda a frenar a la derecha, la respuesta es un evidente “no”.
Las recientes encuestas de intención de voto muestran que hoy Vox recibiría un 20% de votos mientras UP un 12%. En 2019 Vox obtuvo un 10% en las elecciones de abril y un 15,5% en las de noviembre. Es decir la tendencia es claramente de avance, mientras que el peso de UP en intención de voto tomando la misma horquilla temporal es de retroceso.
Entonces, ¿por qué ha avanzado tanto la derecha estos años si supuestamente gobernaban los “progresistas” que venían a parar a la derecha, los del cordón sanitario a Vox y el mal menor al que muchos llevan votando años como única esperanza para frenarlos? Es momento de desmontar un mito, aunque para algunos sea incómodo darse de bruces con la realidad: esta lógica, la del mal menor, no ayuda a frenar a la derecha, es más, es una trampa porque no solo no es eficaz a la hora de enfrentarla, sino que abre el camino para su avance.
Las propuestas del “mal menor” defienden que el “neoliberalismo progresista” del PSOE y el “neorreformismo” de UP son la única alternativa frente al fantasma de la extrema derecha. Pero esconden el hecho elemental de que es el propio gobierno “progre” el que defiende políticas reaccionarias que en estos dos años no han hecho más que abrir el camino a la radicalización y avance de la derecha.
Un ejemplo claro de esto es la campaña contra la juventud migrante que desata discursivamente la derecha incluso con bulos, pero ¿quién manda a la policía a los barrios madrileños? No, no es Ayuso, es la Delegación de gobierno de PSOE-UP. Otro ejemplo: la prohibición del 8M el año pasado. Vale, fue la derecha la que hizo toda una campaña de criminalización de las mujeres y emergencia sanitaria, pero quién se apoyó en eso para prohibir las marchas fue de nuevo el Gobierno “progresista”.
Qué decir de la posición en Ucrania, en la que el Gobierno "progresista" se alinea con el imperialismo europeo como parte de la OTAN para defender los intereses del imperialismo. Podríamos dar algunos ejemplos más, pero lo cierto es que la lista es larga.
Pero no solo abren la puerta a la derecha, sino que desarman toda resistencia que pueda venir desde los movimientos autoorganizados como el de mujeres, el antirracista, el LGTBI o el propio movimiento obrero. Hemos visto que el Gobierno en alianza con las burocracias sindicales, con las que tiene muy buena sintonía ha operado y trabajado como un freno en el desarrollo de cualquier alternativa cuestionadora a este régimen, a este sistema capitalista y a las expresiones más aberrantes del mismo. Podemos remitirnos de nuevo a la prohibición del 8M o a la represión a los manifestantes de Justicia por Samuel o a la represión en Cádiz.
Las propuestas del mal menor, además, siempre están puestas a disposición de apuesta estratégica en relación a frenar a la derecha que es la del “cordón sanitario”. Políticas que están mucho más a la derecha incluso que aquellas políticas frente-populistas de las organizaciones obreras con partidos de la burguesía y/o pequeño burguesía que promovió como política el estalinismo a partir de 1935. En su momento, el precio político pagado por la colaboración de clases con la burguesía fue alto, entre otras cuestiones, llevó a derrotas tan importantes como la del proletariado español que se materializó en 40 años de dictadura.
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Desde luego que hoy no estamos en esa situación. Vox no es fascismo y con esto tenemos que ser precisas. Tomando la definición de León Trotsky, uno de los marxistas que realizó posiblemente el análisis más agudo sobre el fenómeno del fascismo, diríamos que el fascismo no es en general la derecha reaccionaria, sino una respuesta militarizada de la burguesía que busca eliminar físicamente las organizaciones del movimiento obrero una vez el movimiento revolucionario de la clase obrera había sido derrotado, es decir, es un movimiento esencialmente contrarrevolucionario. El fascismo era un fenómeno que dependía tanto de causas económicas (la crisis económica profunda que arrastraba a las clases medias a la desesperación), como políticas (el fracaso de la revolución y la respuesta consciente de la burguesía ante su peligro) y con una base social concreta: la pequeña burguesía o clases medias. Bueno, lo que no ha habido es una revolución, ni una derrota de la misma, ni hay un peligro inminente de ello.
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Definir qué es Vox es importante porque las definiciones nos ayudan a pensar el qué hacer o cómo actuar, es decir, pensar la política. Si hoy hubiera fascismo, como algunos dicen, tendríamos que estar pensando cómo conseguir organizar milicias en las calles que enfrenten a las bandas fascista, y sobretodo, cómo armarlas, y no cómo hacer un “cordón sanitario” como proponen los que hablan de que ha llegado el fascismo a España.
Pero incluso sin fascismo, combatir a la derecha no pasa por los cordones sanitarios con la burguesía, ni por la participación electoral en la democracia burguesa como un fin en sí mismo, ni mucho menos por la alianza con partidos que sostienen a este régimen político heredado del franquismo —del que la derecha y Vox forman parte de su ADN— como son Podemos y al PSOE, sino que hoy se plantea la necesidad del frente único de todos los que estamos dispuestos a enfrentar a la derecha reaccionaria y la creación de organismos de autoorganización independientes de los partidos del régimen político para enfrentarla. Esto lleva a la necesidad de levantar un programa por la independencia de clase y el rechazo a todas las propuestas de subordinación a partidos burgueses como “mal menor” frente a la derecha reaccionaria.
Todos los malmenoristas van a levantar la idea de fascismo, van a acompañarla de una retórica izquierdista y de una épica antifascista, como vimos en las pasadas elecciones a la Comunidad de Madrid, todo ello con el simple objetivo de justificar sus propuestas frente-populistas que busquen un cordón sanitario junto al PSOE.
Pero tampoco podemos restar importancia a Vox, ahora no hay fascismo, pero Vox puede ser la vía por la que surja el fascismo si se dan las condiciones que definíamos anteriormente, sobre todo si la clase obrera lucha y es derrotada. Por eso tenemos que pensar de qué manera evitar que esto suceda o, al menos, prepararnos para que si se sigue fortaleciendo o desarrollando pueda haber una respuesta.
Hoy, cuando muchas mujeres conscientes de su potencial como esenciales y de los peligros del avance de la derecha comienzan a recomponer sus fuerzas, debemos comenzar a pensar que se potencian las posibilidades de retomar, reavivar y extender los espacios de auto-organización del movimiento de mujeres, que en muchos casos han sido perdidos o vaciados a causa del desvío que ha supuesto todos estos años el triunfo de la estrategia reformista, y que estos puedan ser el espacio o la trinchera desde la cual desarrollar un programa independiente de los partidos del régimen que sacuda todo lo reaccionario del régimen y sus instituciones en lo que se incluye la judicatura, la corona, la Iglesia, el PSOE, el PP, Vox, las reformas laborales, las leyes de extranjería, mordaza, los CIE, la CEOE, las burocracias sindicales, y todos los que sostienen estas cuestiones, incluidos los sectores que se autoproclaman como “progresistas”… así también, como lugares desde los que organizar ampliamente una respuesta al avance de la derecha y los ataques que se deriven de ello.
Pero las mujeres no podemos quedarnos aisladas en nuestros espacios. Tenemos que plantear alianzas con todos los sectores de lucha. Las mujeres tenemos que potenciar nuestros espacios de autoorganización, pero también tejer alianzas para que haya espacios de frente único con el resto de sectores que sufrimos las consecuencias de este sistema, el avance de la derecha y que queremos enfrentarla.
Esto es una pelea estratégica para enfrentar a la extrema derecha, pero que no va a suceder por sí sola. Para que se desarrollen estos espacios de auto-organización de las mujeres y otros más amplios de frente único es necesario llevar a cabo una lucha contra las políticas reformistas y ministerialistas, así como las lógicas malmenoristas que pretenden que dejemos la pelea contra la derecha en manos de los mismos que les abren la puerta por atrás.
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