La noche del 13 al 14 de febrero de 1945, las fuerzas aliadas bombardearon la ciudad de Dresde, terminando con la vida de decenas de miles de personas. Se trata de uno de los múltiples crímenes de guerra de las potencias "democráticas" en su supuesta lucha contra las dictaduras fascistas.
Hablar del bombardeo de Dresden no resulta sencillo. Por décadas ha sido reivindicado como un mal necesario por parte de los defensores de las potencias "democráticas" debido a que supuestamente se trataba de un blanco de guerra legítimo. Por otra parte, sectores nacionalistas, reaccionarios y neonazis lo han denunciado demagógicamente, llevando a cabo manifestaciones en "honor" a las víctimas donde aprovechan la ocasión para destilar su veneno xenófobo y discriminatorio. En este artículo intentaremos desenredar este nudo.
El carácter de la Segunda Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial no fue un conflicto ni lineal ni polarizado. Se trató, además del conflicto bélico más destructivo en la historia de la humanidad —terminando con la vida de alrededor de 80 millones de personas—, de una complejidad de escenarios.
Contra la visión de las potencias vencedoras, de que se trataría de una guerra entre democracia y dictadura fascista, el teórico Ernest Mandel ofrecía un análisis [1] que precisaba la complejidad de la contienda: en primer lugar, se trataría una guerra interimperialista entre los capitalismos "democráticos" y los capitalismos con regímenes fascistas (esto pertinente a la guerra entre Alemania e Italia con Inglaterra, Estados Unidos y Francia); en segundo lugar, una guerra de autodefensa de la URSS, donde la tarea del momento, como señalaba Trotsky en sus últimos escritos, era la de defender al Estado obrero con independencia de y a pesar de la dirección estalinista de la URSS y los partidos comunistas nacionales; en tercer lugar, era una guerra de liberación nacional en los países coloniales (Indochina, India, África y Medio Oriente) y posteriormente en los países ocupados, [2] donde los conflictos de independencia se cruzaron con las ocupaciones militares de países imperialistas y la colaboración de sectores de la sociedad con uno u otro bando. [3]
Si la Primera Guerra Mundial requería convertir la guerra mundial en guerra civil bajo la consigna de "el enemigo principal está en el propio país" debido a que se trataba de un conflicto entre potencias imperialistas, la existencia de la URSS imprimía un cambio importante en la cual se debía agitar la misma consigna en los países capitalistas y, como dijimos, agitar al mismo tiempo la defensa de la URSS. La política oportunista de Stalin había conducido a un aislamiento progresivo y sistemático que aceleró y fortaleció el desarrollo de una casta burocrática en el Estado obrero y que llevó a las derrotas de las revoluciones en China (1926-1928), Alemania (como atestiguaba el ascenso de Hitler) y España (1930-1937), lo cual planteaba la necesidad de romper ese aislamiento con revoluciones victoriosas en otros países. De allí el énfasis de Trotsky de defender a la URSS con independencia de la dirección estalinista en el movimiento obrero.
En ese sentido cabe entonces preguntarnos: ¿a qué política obedecía y qué objetivos buscaban las potencias en la guerra?
Del lado de Alemania, la respuesta era demasiado clara: Hitler abiertamente proclamaba buscar un lebensraum, un "espacio vital" para la raza "aria" alemana. Dicho "espacio vital" declaraba que debía buscarse en el este, lo cual solamente significaba mediante la guerra con la Unión Soviética. Asimismo, la política del nazismo era la de un fascismo pangermanista que buscaba la "Gran Solución Alemana", para lo cual se anexó Austria, pero también la región checoslovaca de los Sudetes, la cual tenía una alta concentración industrial. Es decir que, mediante charlatanería racista, el nazismo en realidad buscaba la expansión de los mercados y la economía alemana a expensas de otros países, siguiendo el patrón descrito por Lenin en su obra El Imperialismo: fase superior del capitalismo. Italia, por su parte, al ser un imperialismo en menor rango dentro de la cadena imperialista, se anexó a la política alemana.
De parte de Francia e Inglaterra, el mantener a raya a Alemania significaba también frenar dichas expansiones hacia sus colonias en África y el Cercano y Medio Oriente. De igual forma, la política de Estados Unidos como país imperialista en expansión lo llevó inicialmente a tener una postura neutral y de no intervención por su posición estratégica privilegiada, en la cual una invasión se volvía difícil gracias al obstáculo que presentaban los océanos Atlántico y Pacífico. El ataque a Pearl Harbor fue lo que permitió que ese país pudiera desplegar su industria bélica y hacer la guerra en dos frentes: el Teatro de Operaciones Europeo contra Alemania y el Teatro de Operaciones del Pacífico contra Japón.
En el Pacífico, Japón tenía el objetivo de expandir su imperio, para lo cual contaba con una poderosa flota naval y fuerza aérea, cuya combinación hacían que la guerra moderna se librara en el aire, a diferencia de las batallas navales de cañones de un siglo atrás. La colonización de Corea, el estado títere de Manchukuo en China, la ocupación de Birmania, Indonesia y posteriormente de las posesiones inglesas hacia India y las islas del Pacífico le imprimía a este conflicto el de la liberación de los pueblos coloniales.
Pero el carácter reaccionario de la guerra se desnuda cuando observamos cómo entra la URSS en la ecuación. ¿Por qué Inglaterra "ingenuamente" permitió, de la mano de David Chamberlain, que Alemania se rearmara con tanta facilidad, violara el Tratado de Versalles y reocupara militarmente la cuenca del Ruhr, así como anexar con relativa facilidad a Austria y Checoslovaquia? La respuesta es porque los países capitalistas occidentales esperaban que Hitler comenzara a amasar sus tropas en función de enfrentar a la "amenaza bolchevique". Tan es así que, con la invasión a la URSS en 1941, los posters de propaganda abiertamente anunciaban una "cruzada contra el bolchevismo" y sumaban a cientos de voluntarios de diversas partes de Europa, como la Legión Carlomagno, compuesta por Franceses, divisiones de rumanos, italianos, españoles franquistas, finlandeses, etc.
Por su parte, la burocracia estalinista se empecinaba en mantener a la URSS fuera de todo conflicto cediendo en diversas oportunidades a los países imperialistas. Ante el fracaso de los diversos pactos de no agresión firmados con las potencias occidentales (como lo fue en su momento el llamado "Pacto Laval-Stalin), la burocracia del Kremlin llevó a cabo el infame Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado un día antes de la invasión a Polonia. Pero la ingenuidad de Stalin era tal que sistemáticamente se rehusó a escuchar cualquier reporte que afirmara la inminencia de la invasión de Hitler, lo cual tomó al país por sorpresa y sin preparación ante la incursión de la Wehrmacht.
La situación global hacia 1945
Pero la invasión a la URSS fue enfrentada heroicamente por el pueblo soviético, el cual peleó por defender su revolución. No es casual que las bajas soviéticas fueran las más numerosas a lo largo de todo el conflicto. La Batalla de Estalingrado significó un cambio en la correlación de fuerzas en la cual la ciudad se convirtió en la tumba del 6to Ejército y obligó a los alemanes a tomar posiciones defensivas.
A partir de 1943, los alemanes dejaron de estar a la ofensiva. Pero la victoria en Estalingrado y el enorme gasto de recursos que significó fue sentido en la maquinaria de guerra alemana, la cual no contaba con la capacidad para hacer frente a las tropas soviéticas, las cuales a partir de la Operación Bagratión comenzaron a sufrir el embate del Ejército Rojo.
Esto no pasó desapercibido en el plano político, el cual comenzaba a desgastarse tras cuatro años de guerra y ocupación. 1943 significó el inicio de una oleada revolucionaria al interior de la guerra. En Francia, los maquis, como se conocía a las células de partisanos de la resistencia, comenzaron a volverse un movimiento masivo con varios adherentes luchando clandestinamente contra los alemanes. En Italia, tan sólo un mes después de la derrota alemana, en Turín, Milán y Génova se suscitaron huelgas contra las patronales fascistas.
El día 19 de marzo empezaron a cundir las huelgas por los talleres de las fábricas Caproni, de Milán y Breda, así como por las fábricas Pirelli. Cuando Mussolini y Bastianini [4] fueron a Salszburgo en el mes de abril, Bastianini habló a Ribbentrop de las huelgas de Turín y Milán como una de las razones por las que Italia no podía continuar la guerra. [5]
Por esta razón, la aviación aliada y alemana se concentró en bombardear el norte de la península itálica, así como que las incursiones aliadas se concentraran principalmente en el sur del país, pero no fue suficiente para frenar el descontento obrero. La escasez de materiales e insumos puso en fuerte crisis al Estado italiano, con el gabinete fascista comenzando a quebrantarse contra el Duce por lo que el rey Víctor Manuel se vio forzado a detener a Mussoli y nombrar a un Primer Ministro —lo que no significó el fin de la guerra para Italia.
Pero la agitación obrera continuó. En Francia, tras el desembarco de Normandía, los ejércitos británico y estadounidense comenzaron la ofensiva contra la Wehrmacht, la cual no podía combatir tanto en el frente occidental como contra el Ejército Rojo al este. Especialmente en ese país, la clase obrera desde 1942 había comenzado un proceso de resistencia en las fábricas, con obreros en huelga cantando la internacional o directamente saboteando el esfuerzo de guerra al frenar el envío de deportaciones de obreros a Alemania a trabajar en las fábricas nazis. Estas situaciones eran el temor de las burguesías de los distintos países, que temían que a la caída del nazismo los obreros alemanes continuaran en su ascenso e impusieran un Estado obrero, como lo afirmaba el Gral. Stauffenberg, el ideólogo de la famosa Operación Valkiria que intentó infructuosamente asesinar a Hitler:
La política bolchevique hacia el Reich se ve favorecida por el hecho de que existen similitudes en la construcción política y económica, junto con una estructura social obviamente muy diferente. Por otra parte, la clase obrera socialista, la juventud alemana radicalizada y la presencia de 12 millones de trabajadores extranjeros en el Reich crearon, en verdad, un terreno fértil". [6]
El bombardeo de Dresde
La propaganda de los Aliados (llamándose a sí mismos desde 1942 las Naciones Unidas) argumenta hasta nuestros días que Dresde era una ciudad estratégica por ser un nudo de comunicaciones y ser un centro industrial. Sin embargo, por su proximidad al frente oriental, la ciudad se encontraba administrada por el Volksturm, que eran unidades improvisadas compuestas por civiles con escaso entrenamiento militar, a la vez que varios puntos como salones y hoteles fueron reconvertidos como centros de refugiados y hospitales.
Según datos del gobierno británico, [7] Dresde figuraba en el vigésimo lugar de 100 ciudades más importantes durante la guerra. Previo a febrero de 1945, la ciudad no había sido bombardeada y la mayoría de las tropas que alguna vez estuvieron estacionadas en ella habían partido al frente de batalla.
El propósito del bombardeo obedecía a intenciones políticas. En primer lugar, generar una desmoralización del ejército alemán. Para ello, las potencias "democráticas" recurrieron a una táctica que los nazis ya habían utilizado antes: el terror mediante el ataque a poblaciones civiles. El primer ejemplo de ello fue el infame bombardeo de Guernica, durante la Guerra Civil Española, la cual fue usada como laboratorio de pruebas para la maquinaria de guerra alemana. El segundo, fue el criminal bombardeo de Rotterdam el 14 de mayo de 1940, donde la aviación nazi bombardeó la ciudad después de que se hubiera rendido.
La destrucción de la industria alemana no podía hacerse en una ciudad como Dresde. Como señala Mandel, "las pérdidas decisivas para la maquinaria alemana no fueron aquellas inflingidas por los bombardeos enemigos sobre sus flancos civiles o militares, sino las que resultaron de las batallas aéreas". [8] De igual manera y para dar una muestra de la "efectividad" de los bombardeos aliados, según datos del gobierno estadounidense, [9] de las 198,492 toneladas de bombas arrojadas sobre Alemania en 1943, solamente el 11.24% se arrojaron sobre locales industriales y bases submarinas.
La noche del 13 y 14 de febrero de 1945, aviones de las fuerzas aéreas de Inglaterra y Estados Unidos bombardearon día y noche la ciudad con bombas incendiarias. Si efectivamente el objetivo era golpear la industria alemana, eso no se hizo, pues las zonas industriales de la periferia de la ciudad no fueron bombardeadas. [10] Con ello se desnuda que el propósito de esta táctica era la de inflingir un castigo social y una advertencia sobre el avance del Ejército Rojo. Las bajas de la ciudad oscilan entre 25 y 40 mil fallecidos a casua de las bombas y los subsecuentes incendios que redujeron a la urbe a un montón de escombros humeantes.
Ni con las "democracias" capitalistas ni los herederos de Hitler
Al día de hoy, los apologistas de los Aliados sostienen que Dresde era un interés militar estratégico legítimo. Del otro lado, los sectores de ultraderecha denuncian que es un crimen de guerra mientras realizan saludos romanos.
Estos últimos, como dijimos, usan de manera oportunista y demagógica el bombardeo, pero no porque genuinamente les enfurezca que miles de vidas civiles y obreras perecieran bajo las bombas de la RAF y la USAAF, sino porque fue un bombardeo a gran escala en una ciudad alemana. No dicen nada sobre el bombardeo de Rotterdam hecho casi cinco años antes por la Luftwaffe porque para ellos esos objetivos eran legítimos por tratarse de conquistas de Hitler.
Los Aliados, por su parte, continuarían con esta campaña de bombardeos en otras ciudades. En Colonia, Hamburgo y también en Tokio usarían bombas incendiarias previo a que el Proyecto Manhattan pudiera probar con éxito el uso de la energía nuclear para la guerra con la creación y posterior uso de las bombas Fat Man y Little Boy sobre Hiroshima y Nagasaki.
Como hemos explicado a lo largo de este artículo a partir de las definiciones de Mandel, la Segunda Guerra Mundial ofrecía un escenario complejo y los revolucionarios debían posicionarse sobre un crisol de acontecimientos. El estalinismo ofrecía una política patriotera que, de un lado gritaba A chacun son boche! (a cada quien su "boche", que es un epíteto ofensivo contra los alemanes) en Francia, a la vez que insistía en agitar entre los oficiales alemanes una salida política capitalista; como señala nuestro compañero Nathaniel Flakin, los estalinistas "fundaron un ’Comité Nacional para una Alemania Libre’ (NKFD) y una ’Liga de Oficiales Alemanes’ (BDO) con un programa completamente burgués adaptado a los generales de la Wehrmacht". [11]
Solamente los trotskistas fueron audaces en intentar poner en práctica la política leninista de convertir la guerra mundial en guerra civil. Martin Monath organizó células en Francia con soldados de la Wehrmacht y obreros franceses publicando el periódico Obrero y Soldado con la intención de fomentar la confraternización obrera internacionalista contra el fascismo; Abraham León intentó lo mismo en Bélgica. Ambos, quienes habían sido amigos, fueron cazados por los nazis hasta acabar con sus vidas. Lo mismo sucedió con los trotskistas en Vietnam, cazados por Ho Chi Minh, quien aprobó que se ejecutara al dirigente Ta Thu Thau.
El bombardeo de Dresde debe ser denunciado con fuerza como un ejemplo de que las potencias "democráticas" no luchaban por la libertad, sino para mantener las ganancias capitalistas. Pero esta denuncia debe ser hecha delimitándose de los sectores de ultraderecha que cada año desfilan por Dresde para atacar a sectores progresistas. No dicen nada sobre los 12 millones de trabajadores extranjeros que Stauffenberg advertía que podían desencadenar una revolución; hoy, en un mundo más globalizado, la clase obrera tiene una composición más grande de sectores migrantes. Por ello, es importante situarnos del lado de los esclavos insurrectos y fomentar esa solidaridad internacionalista a la que Roosevelt, Churchill y Hitler temían lo suficiente como para permitir el bombardeo de poblaciones civiles enteras.
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