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El camino no es la institucionalización. Debates con la internacional feminista

Bárbara Brito

El camino no es la institucionalización. Debates con la internacional feminista

Bárbara Brito

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En otros países, como Argentina, la movilización perdió centralidad luego de la conquista del derecho al aborto y, en Chile, la marcha fue masiva, de al rededor de cuatrocientos mil personas en Plaza Dignidad, sin embargo, hasta ahora no pasa de ser un hito luego de la institucionalización del movimiento de mujeres tras el triunfo de Boric.

Hay quienes hablan de que la cuarta ola del feminismo impulsada por las luchas por Ni Una Menos y el derecho al aborto está en estado de repliegue, al menos momentáneo, sin hablar del por qué, como si se tratara sólo de constatar un hecho, como si la movilización social funcionara del mismo modo que la mecánica de las olas marinas. En ese retroceso la actuación de la derecha y su avance sería también natural. No hay causas, sólo efectos. Pero, como decía Trotsky, “la historia no es un proceso automático. Si no ¿para qué los dirigentes? ¿para qué los partidos? ¿para qué los programas? ¿para qué las luchas teóricas?”(Clase, partido y dirección). En el caso del movimiento de mujeres en Chile, los sectores dirigentes, los partidos ahora en el gobierno y sus programas han cumplido un rol en el repliegue, pero no era -ni es- la única alternativa la masividad del último 8m recuerda que el movimiento de mujeres ganó su protagonismo en las calles, y que si regresa y no se subordina al gobierno puede ser un factor que dinamice la lucha de clases.

Es claro que durante los últimos años el movimiento de mujeres ha copado agendas políticas a nivel mundial y se ha tomado las calles, pero hoy el movimiento ha perdido su fuerza y, más allá de la duración del retroceso, sabemos a ciencia cierta que las demandas del movimiento de mujeres no se han cumplido. En el cono sur sólo encontró un triunfo en la conquista del derecho al aborto, pero también en Argentina otras reivindicaciones se alzan como necesarias: la pelea contra la violencia de género y la precariedad y explotación laboral, la denuncia de la invisibilización del trabajo doméstico y la necesaria socialización del mismo, entre otras.

Aquí abrimos la pregunta: si las mujeres continuamos estando postergadas, sufriendo el flagelo de la violencia machista, de la explotación sexual, de la desigualdad y precariedad laboral, si a la vez venimos de protagonizar grandes procesos de movilizaciones no sólo por nuestros derechos sino como parte orgánica de importantes procesos de lucha de clases como son las rebeliones que se han venido desarrollando en diferentes países de latinoamérica y el mundo. Entonces, ¿por qué no seguimos al frente, en las calles y organizadas?

En Chile la fotografía era de efervescencia social, podríamos afirmar que la desarticulación y vaciamiento de “la calle feminista” vino de la mano con el desvío de la rebelión de octubre y el proceso constituyente amañado en las alturas. Con la asunción de Boric al gobierno y de algunas feministas a los ministerios se profundizó el debilitamiento de la organización por abajo a mayor velocidad, a la vez que se despolitiza el movimiento. Si desde el 2018 el mayo feminista unió sus demandas a las de un sector de trabajadores de la universidades públicas peleando contra el subcontrato y la precarización laboral, si las mujeres alzamos la voz contra el asesinato de un hombre mapuche como lo fue Camilo Catrillanca y el 25 de noviembre la calle unió a pañuelos verdes y banderas mapuche, si el 2019 las mujeres fuimos parte orgánica de la rebelión, especialmente las trabajadoras de la salud, la educación y el sector público y con Las Tesis denunciamos el carácter represivo, capitalista y patriarcal de las instituciones del Estado, hoy en la calle ninguna de esas reivindicaciones se escucha a nivel de masas.

El relato del feminismo ministerial

Mientras, en Argentina, feministas kirchneristas como Eli Gómez Alcorta ponen eje en el debate contra las promesas de campaña de la derecha que aseguran el cierre del Ministerio de la Mujer, en Chile las feministas de Apruebo Dignidad defienden a todo pulmón la institucionalización del movimiento de mujeres como vía de acción. En ambos países se fortalece el feminismo ministerial e institucional, y se busca silenciar las críticas aludiendo a que cualquier cuestionamiento por izquierda estaría fortaleciendo a la derecha y a la extrema derecha.

Para ellas la pregunta sobre cómo modificar la base estructural de desigualdades que mantienen a las mujeres en un lugar de segunda categoría se resuelve “pensando cada una de las áreas del gobierno desde una perspectiva de género y diversidad”, en la misma línea que Antonia Orellana, Ministra de la Mujer del gobierno de Chile, planteó su política de transversalización de género.

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A nivel internacional figuras del reformismo y del neoreformismo se pronuncian. Kirchneristas, militantes de Apruebo Dignidad de Chile, de Podemos de España, del gobierno de Evo Morales en Bolivia. Referentes como Verónika Mendoza de Perú, del Frente Amplio Uruguayo, de Morena de México, de Die Linke de Alemania o del PCdoB, convocaron el mismo ocho de marzo a una “Internacional Feminista” que replica esta fórmula de constatar como un hecho el avance de la extrema derecha: “a nivel planetario se despliega una reacción conservadora y neofacista, que tiene al movimiento de mujeres, sus liderazgos y su agenda como un objetivo central de sus ataques”, dicen, a la vez que buscan aplacar las críticas por izquierda.

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A nivel teórico, podemos recordar a Julieta Kirkwood que sin ser revolucionaria ya criticaba en su análisis cómo la institucionalización del movimiento de mujeres puede llevar a engrosar las filas del conservadurismo.

En su libro “Ser política en Chile” criticaba la “tendencia a la reducción del problema a datos cuantificados, en cuotas de participación política, laboral, sindical, etcétera, desconectando sus significados del sistema global de relaciones sociales” (1986, p.26).

Es decir, las reformas acotadas a los marcos del régimen político vigente y del sistema capitalista y patriarcal, no serían suficientes, por el contrario, en momentos de mayor pasividad, las mujeres, azotadas con problemas tan profundos como la carestía de la vida, el desempleo, el trabajo doméstico, podrían derivar en reacción al no verse reflejadas o sentirse reconocidas en las políticas públicas de igualdad meramente institucional.

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En términos políticos, las mujeres que firman la internacional feminista han replicado en mayor o menor nivel políticas que han derivado en la represión y degradación de la vida de las mujeres, de la clase trabajadora y de las grandes mayorías.

El discurso de Antonia Orellana, la Ministra de la Mujer del gobierno de Boric realizado el 8M, quien fue una de las dirigentas de la Red Chilena contra la Violencia (convocante de importantes fechas como el 25N) es, en este sentido, preocupante: un defensa acérrima al Ministerio de la Mujer contra la derecha, a la vez que busca acallar las voces críticas dentro del movimiento de mujeres bajo el llamado a “avanzar”. Replica la fórmula del reformismo y neo reformismo internacional al pie de la letra. Suma políticas de nombres grandilocuentes en lo económico pero que en realidad no responden a las necesidades reales de las mujeres trabajadoras. Su política ha consistido hasta ahora en la llamada “transversalización de la política de género en el Estado” y, junto con ello, anunció una segunda etapa de “autonomía económica” que no es otra cosa que la reforma de pensiones del gobierno a través de la cual se podrá garantizar el cobro a los deudores de la pensión alimenticia. La reforma de pensiones, sin embargo, ha sido duramente criticada por seguir favoreciendo al mercado de capitales que contará con mayor flujo de ser aprobada.

Si Julieta Kirkwood critica la subordinación de la política feminista a los marcos de la institucionalidad, el problema de Apruebo Dignidad y de la Ministra Orellana es mucho más profundo. Ya no es solo una política limitada a abrir espacios a las mujeres en el Estado, como lo fue su ofensiva por políticas de paridad (muy limitadas al contar con un techo del 60% con lo cual en la convención constitucional terminaron quedando mujeres fuera). Hoy es una legitimación abierta a las instituciones que en la rebelión eran las más cuestionadas, como Carabineros. El Frente Amplio y el Partido Comunista rápidamente se subieron al carro del paquete de leyes represivas de Piñera y se esmeran en demostrar su apoyo a una institución que el 2019 violó sistemáticamente los derechos humanos en total impunidad. Finalmente terminaron apoyando la Ley de Gatillo Fácil “Nain-Retamal”, y la misma Ministra Orellana, antes asidua a las asambleas universitarias y activa partícipe en la organización callejera durante el 2011 desde la vereda del “anarquismo libertario”, manifestó a La Tercera que el acuerdo logrado con el gobierno para el despacho de la Ley Nain Retamal cumple “el objetivo central del gobierno, que era alcanzar un equilibrio, que es necesario en cualquier democracia entre la protección de las policías y el respeto por el derecho de las personas”. Lo cierto es que lejos de asegurar el derecho de las personas, “entre algunos de los aspectos que se denuncian está el hecho de que es una medida que entrega facultades excesivas (dice la Comisión Chilena de DDHH) que atentan contra los derechos humanos y que incluso desconoce recomendaciones de organismos internacionales.” A dos años de su gobierno su subordinación al programa de la derecha y a los poderes reales (empresariado, policías…) es total.

Un debate con la internacional feminista

Al iniciar el mes de abril se reunió la internacional feminista publicando su primer manifiesto. En el que plantean que “el feminismo es una apuesta estratégica para toda la humanidad que busca dignificar la forma de reproducción de la vida. Es un proyecto de sociedad que mejora las condiciones de vida de la humanidad y su relación con el planeta, porque es capaz de ofrecer las respuestas a los retos que enfrentamos actualmente y de construir una salida democrática, igualitaria y justa para la crisis neoliberal y multidimensional actual”.

Para ellas la lucha contra el neoliberalismo es una de las grandes claves, si bien se reclaman anticapitalistas su “proyecto de sociedad” está puesto en función de “construir una salida democrática, igualitaria y justa para la crisis neoliberal”. El problema de esta concepción reside en que desliga las tareas anticapitalistas de la pelea en contra del modelo económico actual, porque si bien el neoliberalismo es una forma que ha adquirido el capitalismo, el capitalismo no siempre ha sido neoliberal. Antes estaba configurado de manera diferente. El neoliberalismo entonces “esuna configuración del capitalismo que se posibilitó por medio de una derrota histórica al movimiento obrero -en lugares tan disímiles como Chile, Inglaterra, Estados Unidos, México- se implementaron medidas que desmantelaron los derechos y servicios sociales, redujeron los salarios y el tamaño del Estado que abandonó sus funciones empresariales entregando esas actividades a los privados y simultáneamente perfeccionó sus aspectos coercitivos y de consenso.”

Una lucha estrictamente antineoliberal guarda de suyo la ilusión humanizante del capitalismo y la utopía de que es posible conquistar una sociedad más “democrática, igualitaria y justa” sin contar con la fuerza organizada de la clase trabajadora que se proponga enfrentar los grandes poderes tanto del Estado como empresariales. Como ellas mismas dicen, su lucha es “por la redistribución de la riqueza y la renta”, es decir, no busca tocar la propiedad de los medios productivos.

Pese a su posición en el campo antineoliberal que han impulsado tanto el reformismo como el neo reformismo en todo el globo, en el manifiesto se declaran anticapitalistas al reconocer que “el sistema económico, político, social y cultural que el capitalismo reproduce es la cuna de la opresión y la explotación”. Sin embargo no sólo lo desligan de la tarea actual, que -para ellas- es antineoliberal, sino que, además, la característica distintiva del anticapitalismo que se aducen viene acompañada de la total ausencia de las y los trabajadores como clase explotada, en cambio, plantean en los primeros párrafos que su feminismo “busca dignificar la forma de reproducción de la vida” pasando por alto las condiciones de producción que azotan también a la mitad femenina y sexodiversa.

Consecuente a su pensamiento y política de reformas parciales al capitalismo y transformación del modelo económico, consecuente también a la anulación de la clase trabajadora como sujeto -incluso en su lenguaje-, las reivindicaciones por las cuales plantean luchar han sido abandonadas en países como Chile, donde gobiernan. Es que para pequeñas reformas la fuerza que se requiere depende más de maniobras parlamentarias y gubernamentales que de la fuerza social en la calle, de unidad de sectores con la clase trabajadora al frente.

Así en su manifiesto plantean la lucha por “la legalización del derecho al aborto y el pleno goce de todos los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos.” Pelea postergada por el gobierno de Boric, con Camila Vallejo como Ministra Vocera de Gobierno y Antonia Orellana, ex dirigenta feminista, como Ministra de la Mujer.

En el libro recientemente publicado por el Instituto de Pensamiento Socialista “Mujeres, revolución y socialismo” Josefina Martínez y Diana Assuncao explican la posición de Rosa Luxemburgo en la primera década del siglo XX frente a la lucha por el voto femenino y la postergación de esta demanda por parte de sectores reformistas. Afirman que “la reflexión de Rosa Luxemburg trasciende el debate concreto acerca del debate femenino. Apunta a la lógica común de las tendencias conciliadoras y reformistas que, a lo largo de la historia, han llamado a “postergar” demandas muy sentidas de las mujeres y la clase trabajadora en función de lograr “acuerdos prácticos” con fuerzas del centro político o incluso de la derecha”. Para Rosa Luxemburg “(…) cada vez que se hacen compromisos vacíos a expensas de nuestros principios, en realidad lo que se consigue no son los imaginarios “logros prácticos”, si no sacrificar nuestras demandas programáticas, que a nuestros “políticos prácticos” no les importa en lo más mínimo (…)”

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Es en este marco de la política nacional e internacional que desde Pan y Rosas vemos la necesidad de posicionar el feminismo socialista, marxista, de la clase trabajadora. En denuncia a aquellos feminismos que avanzan de la mano de gobiernos que, como el de Boric, llamándose progresistas, no han tocado ningún interés del gran capital y han gobernado en completa armonía sacando leyes antes frenadas por la movilización como la agenda represiva de Piñera. En denuncia de aquellos feminismos que, como el de Antonia Orellana y Apruebo Dignidad, promueven la idea de que la lucha de las mujeres y disidencias avanza con la tutela estatal. Para nosotras la fuerza de la movilización está en la unidad con otros sectores, haciendo como en Francia donde, con independencia del gobierno, las mujeres se organizaron en sus lugares de trabajo, discutiendo en sus sindicatos cómo extender la huelga contra las pensiones, cómo incluir y hermanar las demandas del movimiento de mujeres y de la clase trabajadora, demostrando que la movilización de las mujeres puede confluir con otras luchas para frenar las agendas reaccionarias, no hay avance de la derecha que nos derrote de antemano. Francia, es además un gran ejemplo para “recuperar la tradición del 8M que nunca se trató de biología sino de política y lucha de clases”. (Celeste Murillo).

Ver: El Círculo Rojo. 8M ¿Feminismo de ministerios o de las calles?

Bibliografía

Trotsky, León. “Clase, partido y dirección”. En: https://ceip.org.ar/Clase-partido-y-direccion

Martínez, Josefina L. y Assuncao (2023), Diana. “Mujeres, Revolución y socialismo”. Ediciones IPS.


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Bárbara Brito

Docente y ex vicepresidenta FECH (2017)