Vestidos a lo Alan Faena, en sus 4x4, los estancieros entrerrianos patalean ante el conflicto por tierras que involucra a uno de sus líderes. Medios oficialistas y opositores buscan recrear una épica que termina en la tranquera.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Miércoles 28 de octubre de 2020 00:21
El “culebrón” de la familia Etchevehere ocupa tapas de diarios, horas de radio y tv.
Todo ocurre en un campo de Santa Elena, Entre Ríos. Para quienes no siguen el tema, los Etchevere son una de las familias tradicionales de la provincia. El personaje más emblemático es Luis Miguel. Cuando era presidente de la Sociedad Rural Macri lo eligió ministro de Agroindustria. Era el sueño del país atendido por sus dueños.
En los últimos quince días, junto a su madre y sus hermanos han desatado una cruzada que primero sacudió a la tranquila ciudad y después hizo eco en Buenos Aires.
Resulta que Dolores, la única hija del patriarca Luis Félix, pateó el tablero. La denuncia no sorprende tanto por lo que uno imagina de hombres de la Sociedad Rural, sino porque salió desde las propias entrañas. “Creo que es necesario contar mi historia, una historia que está atravesada por los crímenes cometidos por mis hermanos contra mí, pero también contra muchas otras personas víctimas del poder, e incluso, también, contra el Estado. Hicieron todo tipo de actos de corrupción, muchísimos, como lo es el perjuicio ejecutado hacia una escuela rural, el vaciamiento de El Diario, el trabajo esclavo en los campos, la evasión sistemática de impuestos, todo bajo la mirada de fiscales, jueces y políticos”.
Pero la mujer fue más lejos. Hizo una alianza con el Movimiento de Trabajadores Excluidos, una organización perteneciente a la CTEP que lidera Juan Grabois. Una mojada de oreja dicen en esos pagos. Con ellos anunció el “Proyecto Artigas”. ¿De qué trata? Según plantean los organizadores, de “construir un modelo agrario sostenible, libre de agrotóxicos y explotación”. Según adelantaron, en la primera etapa del proyecto diez familias de la zona comenzarán con la producción agroecológica de aves, chanchos y hortalizas, en las hectáreas cedidas. El segundo años se sumarán 70 familias.
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La patota de las 4x4
El anuncio fue un cachetazo para el orgullo oligárquico de Luis Miguel y sus amigotes. También para Leonor, la madre, que se convirtió en una vocera sin filtro que destila odio de clase en cada una de sus palabras. “Quieren hacer como Guernica”, “no puedo tolerar que estén tocando las cosas de mi casa, usando mi baño”.
Cargado de ese mismo sentimiento llegó la caravana de 4x4 hasta la tranquera de Las Margaritas. La imagen captada por un dron es sencillamente impactante, una pintura de época. Por momentos parece el estacionamiento de la planta de Toyota o Ford. Un simple cálculo diría que hay 1500 millones de pesos en “fierros”. De pronto, se convierte en una versión moderna de la caballería del General Roca.
Debajo de sus “chatas”, Luis Miguel y sus amigos parecen vestidos para una fiesta de Alan Faena, arropados con esos colores “hueso” y “pastel” tan estimados por la gente de bien. Pero cuando se prenden las cámaras se ponen en modo “barrabrava”, picantes. “Vamo´ a entrar” amenazan. “Va a haber otro Kosteki y Santillán”. “Proceda” le gritan al oficial que, con la docilidad que supone merece un patrón, le pide que se aleje de la tranquera.
No pueden creer que esta vez el poder judicial, donde tienen tantos amigos, no les haya dado la razón. Todavía. Que la Policía de Entre Ríos, esa que desde siempre les brinda servicios a cambio de religiosos aportes en especies, no actúe a sus órdenes. Todavía.
Ante esas imágenes y palabras, uno no puede dejar de simpatizar por el resultado actual del conflicto: que los usurpadores históricos de la tierra pierdan una vez. Uno no puede dejar de rechazar las amenazas contra los militantes que están dentro del campo amenazados por los estancieros.
Garca
En su libro “De Patrones y Peones, los aliados esclavistas de Mauricio Macri”, el periodista Sebastián Premici, recorre las causas penales por evasión tributaria, trabajo esclavo y administración fraudulenta de Luis Miguel. Allí cuenta que cuando llegó a la estancia para hacer una nota, “el panorama era desolador: en un punto remoto de la estancia, dos hombres mayores, en edad de jubilarse, cargaban el yugo de su trabajo sin agua potable, luz ni energía eléctrica. Estaban escondidos en medio del campo ´sirviendo´ en condiciones infrahumanas”. Eran Sergio y Alfredo Cornejo, “conchabados” por los Etchevehere desde que terminaron la colimba. Uno de ellos llegó a ser bandillero, como llaman a los peones que marcan dónde fumigar a los aviones.
La lista de andanzas de estos delincuentes de guantes (…sombreros, pantalones…) blancos, es larga. Incluye un fenomenal crecimiento patrimonial durante su cargo en el Estado: Luis Miguel incrementó su patrimonio en 25 millones de pesos en un año; también las denuncias de empleadas de la Sociedad Rural contra él y otros directivos.
Pero una de las más infames es la usurpación de los Etchevehere a una escuela rural. En la década del 90 se apoderaron de 70 hectáreas de la Escuela Agrotécnica “El Quebrachito”. El rector de entonces contó que avanzaron con prepotencia oligarca, rompiendo candados y alambrados, quedándose con las tierras más productivas.
Fumigando al peón y la gurisada
Cualquiera podría decirnos: ¿a quién le puede sorprender las patotedas de los dueños de la tierra? Otra pregunta, más oportuna, podría ser: ¿por qué se sienten envalentonados?
Quizá porque el paraíso terrateniente ha gozado, en Entre Ríos pero también en el resto del país, de “campo fértil” para ejercer su poder.
El agropower de los Etchevehere, y su consecuente impunidad, ha convivido con todos los colores políticos. Pero, para que negarlo, lo ha hecho muy bien con el peronismo. Desde aquel secretario de Agricultura de Menem, Felipe Sola, que inauguró la era Monsanto, pasando por el eterno Jorge Busti y su hijo pródigo Gustavo Bordet, actual gobernador de la provincia.
Fue a él a quien una maestra rural le empujó contra el pecho un cartel que decía “Bordet decretaste fumigar a la gurisada”. El gobernador acababa de decidir que los sojeros podían rociar agrotóxicos a 100 metros de las escuelas de la zona. El Superior Tribunal de Justicia de la provincia, que no son gente progre que digamos, había establecido una distancia mínima de 1.000 metros para fumigaciones terrestres y de 3.000 para las aéreas.
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La medida de Bordet fue aplaudida en su momento por Luis Miguel y por Mauricio, quien había emprendido una “guerra gaucha” contra quienes osaban proteger a las y los pibes contra los “daños colaterales” del progreso.
A nadie le importó, macristas ni peronistas, que el gremio docente AGMER denunciara que el 80 % de las escuelas rurales fueran fumigadas entre 4 y 8 veces al año. Tampoco otro dato mucho más duro, cruel, insoportable: el 55% de los niños y adultos internados en los hospitales Garrahan e Italiano por cáncer y malformaciones son de Entre Ríos.
Hoy Bordet intenta mantenerse lo más distante posible del conflicto: “que actúe la justicia” dice.
¿El paraíso terrateniente en peligro?
El caso Etchevere seguirá acaparando las tapas y pantallas. Tiene motivos. Entre ellos, que le sirve a quienes prefieren “polarizar” políticamente entre dos modelos que supuestamente se oponen. Pero el relato está lejos de la realidad.
Alberto Fernández ha dejado claro que seguirá sosteniendo el modelo agroindustrial y extractivista que beneficia a los terratenientes y las grandes exportadoras. A los Etchevere y los Vicentin, por más delitos que tengan encima.
Lo confirmó, si alguien tuviera dudas, con la baja de retenciones y la introducción del trigo transgénico HB4. A pesar de todo, los dueños del oro verde siguen especulando para que el Gobierno devalúe.
El “Proyecto Artigas”, hay que decirlo, tampoco es un desafío real a la patria estanciera. Como lo han planteado sus mismos impulsores, es parte de un acuerdo entre una de las herederas y la CTEP para ceder parte de su propiedad privada para que trabajen en una primera etapa a 10 familias. José Gervasio Artigas quedó en la historia como el impulsor de una reforma agraria para “que los más infelices sean los más privilegiados”. Aunque ahí también el mito exageró los verdaderos hechos.
Sin embargo, sectores del kirchnerismo intentan convertirlo en la nueva épica de un supuesto enfrentamiento contra una oligarquía a la que le ceden todos los días. Una épica que no puede ocultar que en otras tierras, las de Guernica, actúan como policía de los terratenientes y grandes propietarios urbanos, que hacen negocios mientras millones no tienen un techo para dormir.
Como dijo Alberto Fernández cuando le preguntaron sobre el tema, “decir que en la Argentina la propiedad privada está en riesgo es una estupidez profunda”. Decir que en el conflicto en la estancia entrerriana está en riesgo el modelo terrateniente y agrotóxico es otra, igual de profunda.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.