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Red Internacional
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LITERATURA JUVENIL. “El chico de las estrellas” y los chicos de los arrabales

Reseña sobre la novela autobiográfica que generó un importante impacto en la juventud por tomar la temática de diversidad sexual.

Martes 29 de agosto de 2017

La novela trata sobre la búsqueda de identidad sexual de un adolescente en un contexto marcado por la heteronormatividad, y desde su publicación adquirió una muy buena recepción entre los lectores jóvenes de distintos países -para tratarse de la primera novela del joven autor-.

Ello se debe principalmente a que su autor, Christian Martínez Pueyo (Madrid, 1994), era ya, en el momento de la publicación, bastante reconocido en las redes sociales, con más de 20.000 seguidores en Twitter. Tanto es así que la edición está dirigida especialmente a sus seguidores, con un formato similar al de su blog: con tamaños, estilos y fuentes de letra distintas y con oraciones que empiezan en minúsculas, por dar algunos ejemplos.

La novela autobiográfica del estudiante de Literatura General y Comparada (Universidad Complutense) consta de 26 capítulos, un epílogo y un apartado de agradecimientos.

Si bien, como la inmensa mayoría de las novelas que componen el mercado de literatura juvenil, tiene una narrativa lineal y poca profundidad en la personalidad de los personajes en general, a lo largo de la obra se pueden encontrar algunas referencias literarias, metáforas, metonimias, interpelaciones directas del narrador al lector en busca de su complicidad, y la utilización de sobrenombres como nombres de personajes, los cuales encierran un significado.

Al leer los comentarios y opiniones de varios de sus lectores, se puede ver que lo que más les ha gustado es que la obra relate la vida del mismo autor. Esto lleva a pensar sobre la crisis del pacto de ficcionalidad que planteaba Graciela Montes al afirmar que, tanto críticos como lectores, se muestran incrédulos frente a la ficción y se interesan más por los elementos de la realidad que pudieran existir en la obra [1].

Pero también lleva a pensar en que esta repercusión se debe a que toca una problemática real en todo el mundo: la de los mandatos sociales en torno a la orientación sexual.

En este sentido, y teniendo en cuenta que el protagonista de la literatura juvenil suele crearse para que el lector se identifique con él, cabe preguntarse qué referencia da éste en particular a los jóvenes lectores que “quieren ser quienes son” a pesar de los “adultos inteligentísimos y personas que aconsejan asquerosamente bien”.

¿Cuántos jóvenes trabajadores, que engrosan las filas del trabajo precario, podrán dejar su familia y obligaciones para reflexionar sobre su identidad sexual en un lugar donde nadie los conozca ni los juzgue? ¿Cuántos de sus lectores del norte argentino, hijos de jornaleros, podrán pedirles a sus abuelas que les paguen un curso en el exterior para “salir del closet”? ¿Cuántos, a su regreso, encontrarán la aceptación de su familia y sus amigos?

El problema de la sexualidad bajo el patriarcado puede unir a muchos jóvenes de distintos puntos del país, pero dado que la sociedad además también es capitalista, los puede separar en torno a la búsqueda de una salida, que para los sectores oprimidos más explotados de la sociedad requiere objetivamente una respuesta más colectiva que puramente individual.

El chico de las estrellas
Autor: Chris Pueyo
Género: Novela juvenil
Editorial: Planeta
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 208 págs.
Idioma: español


[1Montes G., “La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético”. Fondo de Cultura Económica. México. 1999: «La “fe poética”, el pacto con la ficción parece estar en crisis. (…) Parece haber más exigencia de historicidad que de verosimilitud. Abundan como nunca las autobiografías, las confesiones, las novelas históricas que rescatan aspectos privados de los personajes públicos, y el non-fiction que convierte en novela la política contemporánea y el mundo de los negocios. A los que escribimos ficción a menudo nos rastrean los restos autobiográficos que puedan haber quedado enganchados en nuestros textos (…)» (pág. 26).