Mientras los precios no paran de subir, los empresarios del sector hablan de que aun falta "compensar" el precio respecto al dòlar.
Viernes 17 de agosto de 2018 16:46
Una vez más los precios se disparan: lo vemos en las góndolas, en las facturas de servicios y nuevamente en el transporte, que provoca uno de los impactos más grandes en el bolsillo de los trabajadores. Mientras vemos que el dólar pica en punta, sabemos que dicha suba implica más aumentos. Uno ejemplo de esto es lo que pasa con los combustibles: la liberación completa del precio que les dio el exministro de Energía Juan José Aranguren oficializó la dolarización de los precios. Los empresarios de los combustibles hablan de que aun falta "compensar" el precio, ya que èste ahora se calculan en dólares. Veamos cómo se desarrolló la evolución de los precios de los combustibles, factor determinante para que suban luego muchas otras mercaderías.
Desde agosto del año pasado a este año el combustible subió en promedio 52%, según los valores registrados por CECHA (Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la República Argentina). Mientras los grandes medios buscan dibujar este número de manera menos explícita, a la vez transmiten las necesidades de los empresarios que hablan de un “atraso” de un 25% aun en el precio del combustible con respecto a lo que debería costar, según su criterio. La suba de los combustibles tiene un impacto directo en la cadena de precios: en la canasta básica, el 35% del valor corresponde al combustible de la logística, y en cargas corresponde casi al 90% de costo.
La liberación de precios hace que el de este producto esté atado al precio internacional y dolarizado; esto quiere decir que el precio aún debe alcanzar al del dólar actual, pasada la última devaluación del peso. Por eso lo empresarios y funcionarios saben que tiene más aumentos por delante todavía.
Simultáneamente, las empresas siguen importando parte de la producción, mientras que por cuestiones de negocios particulares, paralizaron la refinería de Oil en San Lorenzo poniendo en peligro la fuente de trabajo de más de 200 personas. Los costos de importar a precio dólar en una economía devaluada implican un aumento del 49,11%; en el primer semestre de 2017 se importó por U$S 503.838.432, mientras que en 2018 se lleva comprado combustible por U$S 751.311.721.
Mientras tanto, las paritarias petroleras cerraron en 15%, como gran parte de los gremios, y los empresarios siguen insistiendo en que los “costos laborales” son altos. No conformes con esto, han modificado los convenios y las condiciones de seguridad a la baja en Vaca Muerta, con la complicidad de la conducción sindical. Las refinerías no escapan a esta lógica, y comenzaron a recortar personal de seguridad e higiene, responsable de monitorear las condiciones en distintos tipos de trabajos, en una industria de alto riesgo. A su vez YPF ha modificado también el convenio, apuntado a la polifuncionalidad de trabajadores especializados. Mayor precariedad y riesgo, de la mano de las conducciones sindicales cómplices.
Ni el gobierno anterior, ni mucho menos el actual -que arrancó con el exministro Aranguren beneficiando a todo el sector y a Shell donde tiene acciones en particular- ha controlado la evolución de las inversiones y compromisos realizados por las petroleras, desde los pozos que paralizaron adrede esperando las suba de precios y el deterioro del convenio para los trabajadores del sector, a la expansión de las refinerías.
Ningún gobierno se propuso mejorar seriamente la ya complicada y vetusta matriz energética del país. Hoy solo se habla de inversiones en Vaca Muerta, que solo apuntan a la expansión de las empresas para la exportación.
Cuando el Frente de Izquierda presentó un proyecto de ley de nacionalización de la industria de hidrocarburos, fue conociendo este saqueo de las multinacionales y el potencial de las reservas e industria local. Con un control de los trabajadores de todo lo relacionado a este sector podríamos no solo trabajar sin poner en riesgo la vida de nadie, sino diagramar la producción de acuerdo las necesidades locales. Permitiría reinvertir la renta del sector no solo en mejoras de la matriz energética por una más eficiente y económica, sino aprovechar dicha renta para invertir en educación salud y nuevas tecnología. Es utópico pensar que una multinacional tendrá en cuenta estos intereses.
Calculado en base a los valores de CECHA de agoto del 2017 a agosto a 2018:
Comparación de precios: