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Red Internacional
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EXPLOTACIÓN Y OPRESIÓN. El costado Fort menos conocido (y más odiado)

Miércoles 26 de noviembre de 2014

Fotografía: Mariana Elorga

Fotografía: Mariana Elorga

El 25 de noviembre de 2013 moría Ricardo Fort, el millonario dueño, junto a sus hermanos y su madre, de la mítica fábrica alimenticia Felfort. Por esas paradojas de la vida, el día de su muerte es el Día Mundial de la No Violencia Contra las Mujeres.

Seguramente los lectores se preguntarán por qué hablamos de paradojas. ¿Será porque Felfort es una de las fábricas donde abundan las mujeres trabajadoras y sostén de familias y donde hay record de maltrato y fraude laboral?

Ubicada en el medio de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Almagro, esta fábrica tiene más de 100 años. Cuenta con más de 500 trabajadores efectivos y más de 100 contratados (que fueron despedidos en su totalidad hace aproximadamente un mes). El 70% del personal son mujeres. La Delicia Felipe Fort S.A, su razón social, es una de las empresas que más factura en el país y es líder en venta de chocolates y bombones. El año pasado facturó más de 35 millones de dólares.

En su página web se puede leer su lema: “100 años de dulzura y sonrisas”. Sin embargo, sus trabajadoras no sienten lo mismo. Hace años que ellas denuncian todo tipo de atropellos y maltratos. El último de los ataques fue el despedido de más de cien trabajadores, mayoritariamente contratados con más de una año de trabajo. Y también a una operaria efectiva de 12 años de antigüedad, reconocida por su actividad sindical y miembro de la Agrupación Bordó del gremio de la Alimentación, opositora a la conducción de Rodolfo Daer.

En 2009, mientras Ricardo Fort irrumpía mediáticamente de la mano de Marcelo Tinelli y con un séquito de aduladores que lo ayudaban a ostentar públicamente sus millones y sus excentricidades, las obreras y obreros de Felfort hicieron una serie de denuncias que llegaron a grandes medios como Perfil y Radio Mitre. Decían, entre otras cosas, que de los 700 trabajadores de la planta en ese momento la mitad trabajaba como contratado por agencia, por un período mayor a seis meses.

De esta manera el negocio para los Fort era redondo. Se aseguraban así que la mitad de sus trabajadores cobraran menos salario que un efectivo (al no pagar antigüedad ni categorías) y quedaban eximidos de tener que responder por la continuidad laboral de los empleados.

Mientras Ricardo mostraba en TV botas de U$S2.500 y Rolex de oro que pueden llegar a valer hasta U$S18.000, el personal contratado ganaba apenas $2.000 mensuales y en época de pascuas estaban obligados a trabajar jornadas de 12 horas para garantizarse su estabilidad laboral y un mejor salario para mantener a su familia.

Padre rico, madres pobres

Como parte de su excéntrica vida Fort hizo un show aparte con sus hijos y su paternidad. Por medio de una clínica de genética de EE.UU. logró ser padre de dos mellizos, Marta y Felipe, quienes aún después de su muerte viven en un mundo de lujos al que les resulta imposible de acceder a los hijos de sus trabajadoras.

Intentó por todos los medios transmitir una imagen de padre cariñoso y amante de los chicos. Sin embargo los niños de sus trabajadoras no eran bienvenidos ni por él, ni por su familia y mucho menos bien tratada la maternidad de sus obreras.

Eso lo vivió en carne propia Viviana, quien contó a La Izquierda Diario que cuando quedó embarazada tuvo que ocultarlo. “Si lo decía antes de los tres meses me echaban. Cuando declaré el embarazo y presenté los papeles me echaron igual. Me sacaron a empujones y me largaron sin un peso. Por haber levantado los cajones y trabajar parada, desde el cuarto mes tuve que hacer reposo por amenaza de aborto”.

Los trabajadores denuncian que entre los últimos despidos figuran el de una trabajadora embarazada y el de una madre de una bebe de un mes y medio que estaba con su correspondiente licencia posparto.

En 2011 el propio Ministerio de Trabajo confirmó que el 41 % de los empleados de la fábrica Felfort eran eventuales y que tenían contratos, con distintos agencias, por un tiempo prolongado. Por estas razones decretó que La Delicia Fort S.A estaba cometiendo “fraude laboral”, al tiempo que fijó una multa por más de $700 mil y la exigencia a la empresa de que contrate bajo relación de dependencia y por tiempo indeterminado a 279 trabajadores.

Pero pasados tres años las cosas siguen igual. En este tiempo se acumularon las quejas contra la familia Fort, hubo cientos de despidos, decenas de denuncias de falta de higiene en la mercadería y en las instalaciones, denuncias ante el Ministerio de Trabajo y el propio Congreso de la Nación de que continúa el “ fraude laboral” constatado hace años.

Incluso en los últimos despidos fue dictada la conciliación obligatoria, que la empresa no respetó y el ministerio no hizo nada para que la cumpla.

Carina Brzozoski es una de las despedidas de este año. Ella, a diferencia de la gran mayoría, no era contratada sino una efectiva de 12 años de antigüedad y activista sindical de la Agrupación Bordo. A diferencia de lo que quiere transmitir la empresa, Carina no cree en la división entre contratados y efectivos y cuestiona el argumento de las tareas eventuales esgrimido por la empresa.

En uno de los tantos cortes que realizaron los trabajadores despedidos en lucha por su reincorporación le comentó a La Izquierda Diario que “en Felfort no hay tareas eventuales, siguen cometiendo fraude laboral, aunque lo nieguen en el Ministerio de Trabajo, las chicas despedidas cubrían puestos fijos, no eventuales, todas tenían un sector y un puesto fijo”.

Otra de las contratadas, que trabaja hace dos años en la fábrica, denunció que “de un día para el otro me echaron como a un perro, no nos tratan como dicen ellos como una gran familia. La mayoría somos mujeres y necesitamos trabajar”.

Evidentemente a Ricardo Fort y su familia le sentó y le seguirá sentando bien el espíritu noventista, no sólo por su obsesión constante de ostentar, sino por su también obsesión constante de ganar más y más dinero a costa de superexplotar a cientos de mujeres trabajadoras.

Su familia estará, seguramente, eternamente agradecida al menemismo y sus leyes de flexibilización laboral que todavía hoy, a pesar de la retórica kirchnerista, continúan vigentes y garantizándoles millones y millones de pesos anuales de ganancia. Leyes, por otra parte, que no hubieran podido prosperar sin la complicidad de los dirigentes sindicales como Rodolfo Daer, dirigente del gremio de la alimentación y secretario general de la CGT durante el gobierno de Carlos Menem.