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Red Internacional
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Economía. El déficit fiscal en México, ¿bajo control?

El gobierno de López Obrador y sus intelectuales afines afirman que lo tienen controlado, sin embargo, se proyecta el crecimiento del déficit fiscal, ¿Cómo puede afectar a los trabajadores el comportamiento de esta variable macroeconómica?

Viernes 14 de junio de 2024

El crecimiento del déficit fiscal, esto es que el gobierno gaste más respecto a lo que recauda, es tema recurrente entre analistas neoliberales que acusan a la 4T de gastar de forma irresponsable recursos y alertan que esto puede traer consigo desequilibrios macroeconómicos y momentos de crisis.

Estas críticas se dan en el marco de la pelea política que la oposición, sigue lanzando desde los tiempos de las campañas electorales y, luego de que la candidata del proyecto neoliberal perdió de manera aplastante en la contienda. Desde muy temprano la derecha busca atacar al próximo gobierno de Sheimbaum.

Para los liberales, es fundamental que el Estado gaste poco y que esto le permita reducir la carga fiscal a las empresas, es decir, que no cobre impuestos a los ricos. Por algo Salinas Pliego se reclama defensor de “la libertad” que también defiende Milei, mientras apela una sentencia judicial que lo obliga a pagar 18 mil millones de dólares al SAT.

Por su parte, los economistas keynesianos o desarrollistas, afirman que un déficit fiscal que sea producto de inversiones productivas desde el Estado o ayude a mantener un mercado interno robusto, es algo conveniente y puede resultar virtuoso. Desde la entrada del modelo neoliberal hace cuatro décadas con Miguel de la Madrid se dejó de lado esta visión y se pone énfasis en reducir gastos del Estado y en la privatización de servicios públicos de la mano de los tratados de libre comercio en beneficio del imperialismo estadounidense.

La cierto es que, en la economía capitalista, un Estado no puede mantenerse en un estado con un balance deficitario de forma indefinida sin tener que recurrir a la deuda para solventar sus gastos; lo cual, a su vez, genera nuevas presiones económicas que pueden profundizar su déficit, si es que no se recurren a fuertes ajustes del gasto social. Otra manera de enfrentar el déficit es con política fiscal, aumentar los impuestos.

Los marxistas sabemos que respecto al presupuesto del Estado, existe la posibilidad de aumentar la recaudación a partir de impuestos a los ricos en lugar de pasarle la factura a las masas trabajadoras al reducir el presupuesto a la educación, por poner un ejemplo, son decisiones que están inscritas en una sociedad que tiene como característica fundamental encontrarse inmersa en una lucha de clases. Esto es, una sociedad donde hay intereses contrapuestos y donde los gobiernos toman decisiones de política pública que no es “neutral”.

Normalmente, la falsa salida de los gobiernos de turno es que recurran a aumentar la precarización laboral y el desempleo, para sostener los topes deficitarios que se imponen desde el extranjero. Si no, vendrán castigos mayores, como las devaluaciones monetarias, con shocks inducidos que llevan a las masas trabajadores a una mayor miseria.

El déficit en el gobierno de AMLO

Según cifras oficiales el gobierno de AMLO terminará con el mayor déficit fiscal en cuatro sexenios, la cifra llegaría al 5.9% del Producto Interno Bruto, el más alto registrado desde el año 2000. Hay que decir que la herencia que recibe Obrador ya anunciaba un problema latente, pues Peña Nieto llegó a tener un déficit de 4.54% en 2014 y entregó el gobierno con un 4%.

Sin embargo el gobierno de la 4T reporta resultados favorables según el presupuesto 2024 votado en las cámaras legislativas. De acuerdo con su boletín del 25/04/24:

“el desempeño de los balances fiscales fue mejor al previsto en el programa. Al cierre del trimestre, el déficit presupuestario se ubicó en 452 mil 370.9 millones de pesos, 117 mil 946.9 millones de pesos por debajo del nivel programado para el trimestre. Además, el déficit primario presupuestario alcanzó los 192 mil 790.5 millones de pesos, menor a lo programado en 79 mil 321.7 millones de pesos.”

Es decir, si bien el desempeño del déficit fiscal está por debajo de lo presupuestado, las críticas opositoras apuntan al incremento al final del sexenio, considerando las necesidades de gastos de término de los megaproyectos de la 4T. El aumento del déficit en el sexenio, se da a pesar de haber gastado poco comparativamente con otros países durante la pandemia, de hecho, sectores del empresariado le reclamaban al gobierno no endeudarse para darles más apoyos.

Por su parte, la deuda pública se mantiene en un 55.6% del PIB, lo cual es poco respecto a países de la región y otras economías. Esto no significa, sin embargo, que el panorama económico no tenga contradicciones importantes.

El gobierno asegura que creció el déficit este año porque buscaron terminar las grandes obras. Sin embargo, con el actual nivel de recaudación y contemplando los recursos que se van por el pago de la deuda, los programas sociales que mantiene el gobierno, junto con problemas estructurales de la administración pública como la deuda de Pemex están siendo focos de inestabilidad. Habría que contemplar también el menor crecimiento proyectado para la economía global y su impacto en la economía nacional.

Reforma fiscal progresiva ante la rapacidad capitalista

Un gobierno puede elegir recortar en salud y educación para sanear sus cuentas, mantener a trabajadores estatales de forma precaria o recortar en presupuesto para el deporte y la cultura o bien, cobrar impuestos a la minoría capitalista multimillonaria, la cual se se apropia del grueso de la riqueza que producimos socialmente los trabajadores.

Una reforma fiscal progresiva para defender los intereses de la mayoría trabajadora significa tocar los intereses de los ricos y poderosos. Cobrar impuestos a las grandes fortunas para financiar una buena salud y educación para el pueblo trabajador es algo mínimo por lo que habría que luchar.

No obstante, si la discusión de una reforma fiscal que cobre más a los que más tienen avanza, será producto de la capacidad de la clase trabajadora de poner sobre la mesa sus intereses.

Para conquistar nuestros derechos, hay que confiar en la fuerza de la clase trabajadora organizada y movilizada, no en promesas de políticos, ni los de derecha que defienden abiertamente a los ricos, ni de los que dicen que gobiernan para ricos y pobres pero hacen todo lo necesario para congraciarse con los empresarios, las calificadoras internacionales y los fondos de inversión.