En una editorial publicada en El Mercurio el 19 de marzo, Leonidas Montes, director del CEP, intenta presentar la crisis que se abre con el COVID-19 como una oportunidad para que surja “lo mejor de nuestro carácter, de nuestros líderes y representantes”. Se trata de un discurso de “unidad nacional”, funcional al gobierno que tendrá que afrontar una crisis sin precedentes.
“Todo estaba mal”
Este ingeniero -que además es Licenciado en Filosofía y Magíster en Ciencia Política-, construye un poco creíble relato de la rebelión chilena. Según él, habríamos pasado de un extremo a otro de la noche a la mañana. Según su escrito, en el periodo que va desde la década de 1990 hasta octubre de 2019, crecimos “como nunca” y “con mayor equidad”. “A todas luces logramos los mejores años de nuestra historia republicana. Pero de pronto, un 18 de octubre, amanecimos con la idea de que todo estaba mal”. Como si de un capricho se tratara. Como si el 18 de octubre hubiese sido un rayo sobre un cielo sereno. Como si, en los últimos años, no se hubiesen realizado marchas multitudinarias contra las AFP; como si el movimiento estudiantil no hubiese irrumpido contra la educación de mercado; como si los trabajadores portuarios no se hubiesen revelado jamás contra las precariedades del trabajo eventual o los subcontratistas mineros contra el subcontrato; como si una nueva generación de profesoras y profesores no hubiese cuestionado la carrera docente; como si el movimiento de mujeres no hubiese cuestionado jamás el machismo, el conservadurismo en calles y universidades.
Este director de una de las más prestigiosas instituciones que produce “opinión pública” como lo es el CEP, quiere hacernos creer que “todos estábamos felices”, pero una mañana se nos ocurrió que “todo estaba mal”. Esta ficción es pura altanería empresarial. Es un relato que refleja la ideología de un intelectual al servicio del capital, que borra el hecho de que la raíz de la crisis está en cómo se estructuró el capitalismo chileno en las últimas décadas y nos vende una narrativa de “unidad nacional” que oculta la lucha de clases.
Se trata de una construcción funcional al gobierno, que quisiera que olvidemos un poco las luchas y la represión de los últimos meses. Le interesa que el gobierno vuelva a legitimarse en sectores de masas: se da cuenta de que la “crisis será grande y larga” y que habrá una recesión; y como buen analista, sabe que un presidente que venía con un 6% de apoyo, la tendrá difícil en un escenario que podría traer inéditas penurias para la mayoría del pueblo trabajador. Es por eso que Montes nos invita a “reconocer que tenemos un Presidente con la experiencia, energía y capacidad para hacer frente a estos duros momentos”.
El director del CEP se refiere a todo el periodo posterior a al 18 de octubre como un “caos” o una “depresión endógena”. Según este intelectual que posiblemente jamás pisó un consultorio público, la crisis del Corona Virus nos traería una inyección de realidad, pues nos jugamos la vida de ciudadanos y seres queridos. En sus palabras “bien vale la pena unirse y postergar lo que parecía urgente y necesario para combatir el verdadero enemigo” que sería el COVID-19. “Tenemos una oportunidad para conectarnos, recuperar la confianza y dejar de ser ese paisaje triste”.
Tratando de darle un tono épico a su relato, nos habla de la “sorprendente capacidad para enfrentar desastres naturales” que tendrían Chile y los chilenos. La crisis actual sería para él un escenario propicio para que aflore esa capacidad, que tendría que ver más con cuestiones de “carácter” que con capacidades técnicas efectivas. Con afirmaciones de este tipo, el intelectual de derecha sólo embellece la horrible circunstancia de que tendremos que afrontar la pandemia partiendo de un sistema de salud pública completamente neoliberal y con un mercado farmacéutico que especula con nuestra desgracia, mientras los ricos se atienden en clínicas privadas con todos los recursos.
Un programa anticapitalista para enfrentar los peligros que se avecinan
La perplejidad que genera la pandemia modificando la rutina de millones de personas en todo el mundo –con comercios cerrados, plantas paralizadas y la mitad de los escolares de todo el planeta sin clases-; las consecuencias políticas del mayor peso de los aparatos militares en la gestión de la crisis; y las graves consecuencias en la economía mundial y local –con el “miedo a perder el trabajo”-; en lo inmediato, le permiten ganar tiempo a Piñera. En ese marco, en una jugada rápida, decretó el estado de catástrofe y sacó a los militares a la calle, con el argumento de resguardar cadenas de abastecimiento y la infraestructura crítica (salud). Montes acompaña esta jugada en el terreno intelectual.
En realidad, las FF.AA. no cumplen ninguna función útil en la crisis y sólo resguardan a un gobierno que es el primer enemigo de la salud pública. El día de mañana, podrán ser usadas para reprimir al pueblo si muestra descontento.
Enfrentar los peligros que nos amenazan, es imposible sin chocar con la ideología de “unidad nacional” que los enemigos del pueblo nos quieren imponer para que soportemos cabeza gacha la pandemia. Implica luchar por una política que no sólo enfrente al gobierno sino a la raíz del problema: el capitalismo en Chile, que no es capaz de planificar ni siquiera la producción de insumos mínimos de salud en una crisis como esta. Implica estatizar los principales monopolios incluyendo las cadenas farmacéuticas y un plan para reorganizar la economía para enfrentar la pandemia, lo que incluye la nacionalización del cobre bajo gestión de los trabajadores para financiar el plan; la estatización bajo gestión de sus trabajadores de toda empresa que quiebre o cierre para ponerla al servicio del plan nacional contra la pandemia; y la estatización y centralización de la banca, suspendiendo los cobros de cuotas de deudas y créditos baratos. En los lugares de trabajo hay que formar comités de higiene y seguridad para combatir la desidia patronal con nuestra salud. En todos los centros laborales que sean claves para el abastecimiento y la atención médica de la población (puertos, termoeléctricas, hospitales, redes de farmacias), hay que formar comités de trabajadores y trabajadoras para controlar la producción y la distribución, para combatir la especulación, e incluso reconvertir la producción donde sea posible para producir los insumos necesarios para la crisis sanitaria. Quienes no puedan trabajar por cierres necesarios o razones de salud, deben recibir licencias todo el tiempo que sea necesario sin que mermen sus ingresos. Este programa no es el de la “unidad nacional” con Piñera que desea realizar L. Montes. Es un programa de la clase trabajadora que no pierde de vista que ellos que hoy se muestran “preocupados” y predican sobre el “carácter de Chile”, son en realidad los verdaderos enemigos de la salud del pueblo.
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