En el aniversario de la muerte de José de San Martín recordamos la enigmática entrevista que ambos líderes mantuvieron para consolidar el proceso independentista.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Lunes 16 de agosto de 2021 00:00
Voy a encontrar en Guayaquil, al libertador de Colombia; los intereses generales de ambos estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen de nuestra entrevista necesaria. El orden de los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables del éxito de esta sublime empresa. José de San Martín
La figura de San Martín asociada al cruce de los Andes es un clásico de la estampa escolar. Sin embargo, conocemos de manera muy fragmentada los sucesos de su gesta en búsqueda de la independencia continental de la metrópoli española. Así, en este género de hechos se incluye el que por momentos se presentó como un encuentro enigmático, la entrevista de San Martín con el líder americano Simón Bolívar en la ciudad de Guayaquil.
Sobre el encuentro se ha escrito mucho y en múltiples formatos. No solo la historia sino el cine, la narración novelada o la sociología han aportado a las controversias y debates convirtiendo a los protagonistas en héroes o villanos, más o menos virtuosos, dejando de lado no pocas veces las condiciones políticas y conflictos sociales. Repasamos brevemente de qué se trató aquel evento.
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Hacia el Perú
El gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata supeditado a Buenos Aires, antigua capital del virreinato, y el territorio chileno habían logrado para 1820 avanzar sobre las tropas realistas en el camino independentista de una manera casi definitiva. Sin embargo, en el plan continental sanmartiniano alcanzar el virreinato del Perú era crucial pues allí residía el centro más firme de la contrarrevolución realista.
El Virreinato reunía una serie de condiciones particulares, entre ellas sus características sociales: contaba con una población de casi 1 millón de habitantes, de los cuales casi 60% estaba compuesto de indios y un 20% de mestizos, utilizados como mano de obra en minas y haciendas, y menos del 5% compuesto de negros esclavos. Los españoles y blancos criollos representaban alrededor de un 10%, eran el grupo económicamente dominante, forjado como clase alrededor del monopolio comercial con la metrópoli y la posesión de las minas del Alto Perú. Esta minoritaria elite blanca era firme defensora de sus privilegios y claramente conservadora ante los vientos de cambio. Como señala el historiador John Lynch en Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, sus intelectuales más liberales eran partidarios de reformas políticas igualitarias para los blancos criollos pero siempre dentro del armado colonial.
Cuando la crisis monárquica amenazó transformarse en ruptura colonial, el por entonces virrey Abascal se aseguró de convertir al Perú en la base más firme de la contrarrevolución y encontró en los criollos una base social para hacerlo, comprometidos y ligados por mil lazos a las condiciones de explotación colonial y el temor compartido a los levantamientos de los pueblos originarios que, desde la rebelión de Túpac Amaru (1780), aparecían como una sombra latente siempre amenazante.
San Martín en Perú
La estrategia independentista de San Martín en el Perú consistía en asegurar la declaración de independencia con la participación de los criollos peruanos, una forma de aminorar las desventajas de todo ejército invasor en un territorio ocupado, agravado por la superioridad del ejército realista.
En parte lo consigue. Luego de casi un mes de travesía naval, logra desplegar sus fuerzas en la zona costera, se asegura el control del norte peruano y el bloqueo del puerto de Lima, poniendo a la defensiva a las tropas del nuevo virrey De la Serna , que abandonan la ciudad y se retiran hasta El Callao. El 10 de julio el ejército de San Martín accede a la capital.
El éxodo realista y el vacío de poder en un contexto de temor a la rebelión plebeya convencen a la elite peruana de respaldar a San Martín. El cabildo declara la independencia, formalmente instaurada el 28 de julio de 1821. Y el 3 de agosto San Martín es nombrado Protector Supremo, con plena autoridad civil y militar, con el propósito de instalar un “gobierno vigoroso” que evite lo que se evaluaba como anarquía.
En pocos días adopta una serie de reformas sociales y económicas contra los peninsulares que le permitieron, sin alejarse de sectores de la elite criolla, ampliar el respaldo entre los sectores del “bajo pueblo” peruano: la libertad de los hijos de esclavos nacidos a partir de ese momento, el fin del tributo indígena, la mita y de todo tipo de trabajo obligatorio para los pueblos originarios; la libertad de imprenta y de comercio con potencias neutrales.
Mientras tanto en el interior peruano la situación se mantenía aún abierta, permaneciendo bajo control e influencia de las tropas españolas que supieron sacar provecho contra el nuevo gobierno de la crisis fiscal y del desabastecimiento general de la ciudad que en nada contribuían a la estabilidad política. En el ejército criollo, a su manera, era posible reconocer cómo se expresaban ese orden de problemas: por un lado el agotamiento creciente de sus fuerzas provocado por la extenuante expedición y por otro, el aumento de las rivalidades políticas en el mando y entre las tropas, en sus estratos más bajos, atentaban contra su disciplina y organización.
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El enigma de Guayaquil
En este contexto tiene lugar el 26 y 27 de julio de 1822 la reunión entre los dos líderes americanos. El encuentro se realizó en la ciudad de Guayaquil, de común acuerdo. El interés de San Martín se centró en obtener el refuerzo militar para la derrota realista definitiva y asegurar el respaldo para la constitución de un gobierno peruano estable bajo la forma institucional de una monarquía. Por su parte Bolívar, en un momento de ascendentes logros militares y políticos, buscaba reafirmar la incorporación de Guayaquil a Colombia evitando su separación autonomista o integración a la órbita peruana, tras los pasos de un propósito mayor, lograr la unidad americana bajo la forma de repúblicas fuertes.
El resultado fue menos ambicioso para ambos. San Martín aceptó favorecer una definición en el campo militar y desarmar definitivamente el brazo armado del poder colonial español en Sudamérica y en ese momento solo Bolívar podía realizarlo sin demoras, decidiendo su renuncia al cargo de Protector del Perú para luego embarcarse hacia Chile donde permaneció hasta 1823. Así lo declaraba: “Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile y el Perú: existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí recompensados con usura diez años de revolución y guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos”.
Del lado bolivariano la coyuntura que parecía más favorable no le permitió, sin embargo, avanzar en el sueño de la patria grande pues caería víctima de ambiciones y límites territoriales, sin prosperar la creación de una sola “nación” en esos dominios. La antigua dominación colonial española había asegurado cierta unidad política de espacios regionales pero económicamente fragmentados. En el transcurso del proceso independentista cada nuevo gobierno americano buscó realizarse conquistando nuevos mercados, profundizando así su inserción y dependencia del mercado mundial.
Es posible entrever en los resultados de aquel encuentro el carácter centralista de las formas de gobierno y de los proyectos políticos que ambos líderes americanos abrazaron con el fin de lograr la independencia que tanto ambicionaban y de ese modo, responder también al temor de las elites criollas de lograrlo abriendo las puertas a la rebelión “incontrolada” de las masas. Lejos de las leyendas y mitologías patrias, más allá de las renuncias y otorgamientos, aquel encuentro sintetizaba estas contradicciones y confluencias.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.