×
×
Red Internacional
lid bot

Opinión. El factor Bergoglio: el declive de Milei y la crisis del peronismo

La bendición papal no alcanza para ordenar las internas en la dirigencia peronista. El Gobierno pierde credibilidad mientras avanza la crisis social. Es preciso unir y coordinar las peleas en curso.

Lunes 23 de septiembre 09:20

Hace poco más de una década, cuando Jorge Mario Bergoglio fue elevado trono papal con el nombre de Francisco, Cristina Kirchner ensayó un potente giro político que desarmó a su base progresista. La entonces presidenta apostó a una reconciliación que prescindía de las tensiones pasadas. Que suturaba heridas y pretendía, incluso, clausurar el debate sobre la actuación del jefe de los jesuitas en la última dictadura.

Te puede interesar: Video. Dictadura, pasado y presente: la gran hipocresía de la Iglesia católica

Criticando por derecha esa afinidad, en un texto lleno de ofuscación, Loris Zanatta escribió que el papa argentino considera al peronismo una “especie de código genético del ‘pueblo’ y de la nación (…) el humus ‘cultural’ que inducía a Perón a sostener que todos los argentinos son peronistas (…) Bergoglio no solo es peronista sino que es el más genuino heredero de Perón”. Ajeno a toda elipsis, el historiador italiano tituló su libro “Puntero de Dios”.

Por estas horas, esa afinidad entra en escena con el despliegue activo que ejercita Francisco para aportar a la recuperación/reconstrucción de un peronismo en aguda crisis y que viene siendo cómplice del ajuste mileísta. En esa labor, marcando agenda, hace pocos días exhibió un discurso excesivamente político para sus propios hábitos, censurando abiertamente la represión a la protesta social por parte del Gobierno argentino. En la misma línea, actuó una defensa -silenciosa, pero potente- de Aerolíneas Argentinas. Yendo incluso más allá de la coyuntura, ensayó una crítica hacia Julio Argentino Roca, ídolo de Javier Milei y espada de aquel régimen terrateniente que, a fines del siglo XIX, modernizó al país mientras masacraba pueblos originarios. Desde Roma, a miles de kilómetros del país, el pontífice desplegó un discurso formalmente a izquierda de aquel al que apelan los dirigentes del peronismo local.

Bergoglio parece oficiar de armador a distancia. Resulta difícil discernir el alcance de sus bendiciones; dilucidar el efecto real. Trabaja sobre una masa política en crisis, donde las aparentes reconciliaciones ceden el paso a las tensiones abiertas. Ocurrido en Merlo, el acercamiento formal entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof mutó a recuerdo fugaz en pocas horas. En La Plata, el viernes pasado, Máximo Kirchner y La Cámpora volvieron a marcar distancia con el gobernador bonaerense. El diputado nacional dio la nota, también, por ejecutar una increíble defensa del "derecho" de Milei a ejercer el veto. Este domingo, en un comunicado firmado por diversos peronismos bonaerenses, se censuró “el capricho constante de Cristina Fernández de Kirchner de querer imponer a su hijo Máximo Kirchner como figura central del peronismo”. Al mismo tiempo, se criticó la “falta de firmeza” de Kicillof para “enfrentar estos intentos de control”. Las firmas despertaron dudas; circuló, incluso, la versión de su carácter apócrifo. En este caso, lo ficcional entronca con lo verídico: el texto revela una crisis extendida.

Te puede interesar: Máximo Kirchner en La Plata: defensa del veto presidencial y chicanitas internas

Ese internismo resulta inevitable. Al peronismo lo acosan los espectros del pasado y del presente. Habita, aun, el recuerdo de la desastrosa gestión del Frente de Todos. En ese tiempo cercano, plagado de frustraciones, anida una de las ventajas relativas de la que goza la gestión Milei.

Si se atiende a la coyuntura, las múltiples alas del movimiento peronista escenifican una parálisis casi total frente al severo ajuste en curso. En el mundo parlamentario, un sector del peronismo directamente aporta gobernabilidad a la gestión mileísta. En el terreno del gremialismo, una fracción de la CGT apuesta todo al diálogo con un Gobierno que hace bandera de la esclavitud laboral. Otro ofrece promesas discursivas de lucha que, cuando lo hace, lleva más que tibiamente a las calles.

La foto de Olivos

El Gobierno de Milei se asoma, cada vez más, a su propia declinación. Intentando construir fortaleza parlamentaria, el presidente se animó a lo impensado: celebrar con un asado el ajuste a jubilados que cobran menos de $300.000. Ocurrió en la Quinta de Olivos y hubo fotos. La simbología resulta evidente: comportamiento inconfundible de casta, rememora la imagen de Alberto Fernández celebrando, en plena pandemia, en el mismo lugar.

No obstante, el cuadro condensa debilidad. El oficialismo apuesta a construir un tercio parlamentario que permita blindar vetos presidenciales. La Libertad Avanza funciona como una minoría que no puede devenir mayoría: la atracción que ejerce sobre el PRO y una fracción de la UCR se anuda al carácter fracturado de los proyectos políticos opositores.

Esa crisis del oficialismo ya se evidencia en encuestas y sondeos. La últimas semana fue prolífica en mediciones que confirman una caída en la imagen positiva de Milei y una creciente desconfianza en sus palabras. El hándicap presidencial sigue siendo la fragmentación política opositora.

Te puede interesar: Todo el poder a la casta: Milei y el problema de la gobernabilidad

Milei sufre la progresiva erosión de su legitimidad de origen; no logra compensarlo con legitimidad de ejercicio. Aunque apenas tiene pasado como presidente, ya piensa en el futuro electoral. Mira a 2025, buscando esperanzas que palíen la incertidumbre presente. Este sábado convocará a un acto en el porteño Parque Lezama. Será el punto de partida de un raid que busca extender la polarización política con el peronismo al tiempo que construir un nuevo sistema de figuras que garantice posibilidades en las elecciones legislativas por venir. La experiencia de 2023 es amarga: mostró la fragilidad del armado libertariana en los distritos provinciales.

Esa orientación no aparece “condenada al éxito”. Se anuncia, más bien, como tortuosa. El Gobierno continúa una orientación económica que hunde las condiciones de vida de las mayorías trabajadoras. Lejos de cualquier “rebote”, la economía confirma la dureza de la recesión, la caída de la actividad industrial y del mismo consumo. La inflación, ese problema que Manuel Adorni siempre envía al pasado, aparece como una presión presente y constante sobre salarios, jubilaciones e ingresos. La desocupación marca una curva ascendente. Y el futuro inmediato se presenta rodeado de amargas noticias: este jueves se conocerá el dato oficial de la pobreza. Todo indica que los números serán la cruda confirmación de una decadencia social que se profundiza.

El “modelo” mileísta opera con fallas estructurales, cuya resolución asoma lejana. La falta de dólares -problema nodal en la historia nacional- aparece como un límite difícil de franquear. El presidente y su gobierno cifran esperanzas en el triunfo de Trump y en una eventual re-negociación del acuerdo con el FMI que, por el momento, no se anuncia ni inminente ni, mucho menos, exitosa.

Entre esas fallas estructurales hay que contabilizar, por ejemplo, el crítico estado de múltiples servicios. Guillermo Francos, ese eterno funcionario de la casta, acaba de confirmar que el caluroso verano vendrá con dengue y cortes de luz. En el país del tarifazo permanente, la interrupción del servicio energético solo puede mover a la bronca colectiva.

Enfrentar y derrotar a la derecha

Obligado a huir hacia adelante, Milei apuesta a la polarización político-ideológica. El ridículo video que muestra al peronismo como un ejército de zombis se inscribe en esa lógica política. Mueve más a la risa y a la vergüenza ajena que a la preocupación.

Muchísimo más seria es la ofensiva desatada contra los trabajadores y las trabajadoras de Aerolíneas Argentinas y los gremios aeronáuticos. Cuenta el activo acompañamiento de la corporación mediática de derecha. Busca, esencialmente, liquidar o recortar fuertemente el derecho a huelga. Objetivo compartido por el conjunto de la clase capitalista, implica una avanzada contra la totalidad de la clase trabajadora. Ese nivel de ofensiva explica, en parte, el realineamiento operado entre los gremios del transporte, que acaban de conformar una Mesa del Transporte. Allí, sin embargo, aun no se vislumbra una disposición efectiva a responder la dureza del ataque estatal-patronal.

Te puede interesar: Ataque a Aerolíneas, salarios y derecho de huelga: ¿se viene un paro general del transporte?

Todo pareciera indicar que la ofensiva oficial asumirá, también, el formato de un nuevo ataque contra la educación pública y contra las universidades nacionales. De consumarse, el veto a la Ley de Financiamiento Universitario iría de la mano de un Presupuesto 2025 que estima la mitad de los recursos solicitados por las casas de altos estudios. Aun con las imágenes frescas de la masiva marcha de abril, el Gobierno elige jugar con fuego. Su apuesta es esencialmente a la moderación de las autoridades universitarias y las conducciones gremiales burocráticas estudiantiles.

Azotado por sus propias contradicciones, el Gobierno y las cámaras empresarias crean un frente de lucha que amalgama a diversos actores. El país asiste a una resistencia desigual pero creciente. Se suman allí duras peleas como la del Hospital Garrahan en CABA o la pelea del Sutna contra los despidos y la flexibilización laboral. En el listado entra, categóricamente, la lucha del movimiento de jubilados, que sigue siendo un factor moralizador en la escena política. Las y los adultos mayores actúan desafiando la amenaza represiva; demostrando una voluntad de lucha de la que carecen las conducciones sindicales burocráticas del peronismo.

Te puede interesar: Ante los ataques. Crece la resistencia: unir aeronáuticos, jubilados, salud, universidad en una misma lucha

La necesidad de coordinar y unir esas peleas sigue siendo esencial. La tarea de imponerle a la CGT y la CTA el fin de la tregua y el llamado a un paro nacional, también. Esto, sin embargo, debe ser el primer paso en la preparación de la huelga general, único medio capaz de derrotar el conjunto del plan antiobrero y antipopular de Milei y las grandes patronales. Hay que poner en movimiento toda la fuerza social de la clase trabajadora. Desplegar su capacidad para golpear económicamente el poder capitalista. Ese camino debe construirse desde abajo, con la organización democrática en cada lugar de trabajo, en cada barriada popular, en cada universidad y escuela.

La urgente militancia socialista

El internismo de las conducciones peronistas opera como factor de desmoralización para una fracción de su militancia. Enfrascados en acusaciones mutuas, dirigentes y dirigentas permiten pasar el tiempo. Y con el tiempo pasa, también, el ajuste feroz de Milei. Esa orientación atiende a un problema estratégico: el peronismo no puede ofrecer un país sustancialmente distinto al que propone la gestión libertariana. Ni Cristina Kirchner, ni Kicillof ni Juan Grabois asumen como programa desafiar la dirección de la economía que impone el Fondo Monetario. La salida, bajo ese esquema, es la administración “regulada” de un capitalismo nacional en permanente crisis. Pero ese fallido programa fue el que expresó el Frente de Todos.

La orientación que ofrece Roma carece de banderas progresistas. El "peronismo papal" acepta discutir la flexibilización laboral, cuestionar el derecho a huelga de la docencia y dejar de lado lo que ha sido mal llamado "agenda de género". Ese conservadurismo es, lógicamente, un complemento de la subordinación ante el programa económico que ordena Washington.

La crisis nacional no admite soluciones moderadas. Solo un programa que plantee romper con el FMI y cuestione el poder y las ganancias del gran capital puede ofrecer una salida favorable a las grandes mayorías trabajadoras. Solo atacando la riqueza del gran empresariado se puede enfrentar la creciente desocupación y la miseria que padecen millones.

Te puede interesar: Como NO hacerle el juego a la derecha

Quienes se proponen enfrentar y derrotar a Milei tienen la urgente tarea de forjar una nueva herramienta política; de aportar a la construcción de un nuevo partido socialista de la clase trabajadora. Tienen, también, la tarea de retomar y profundizar el camino de la militancia, combatiendo el escepticismo y el conformismo. Esa militancia exige nuevas banderas: socialistas, anticapitalistas y revolucionarias. Exige un nuevo horizonte: el de una sociedad libre de toda explotación y opresión. Plantea, al mismo tiempo, la tarea inmediata y urgente de apostar al despliegue de toda la fuerza de la clase trabajadora y el pueblo pobre para enfrentar y derrotar el ajuste en curso.

Te puede interesar: Myriam Bregman en Neuquén: ¿Por qué construir una fuerza anticapitalista y socialista?


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

X