
Octavio Crivaro @OctavioCrivaro
Miércoles 17 de diciembre de 2014
El triunfo que tuvieron los trabajadores de Lear luego de un año de una larga lucha, con la Justicia ordenando la reinstalación de los despedidos, no solamente hace que cierre el año con un enorme triunfo de los trabajadores y la izquierda. También pone sobre el paño una realidad que es mucho más extendida de lo que se cree y que ya vio en Rosario sus primeros frutos en el conflicto de Liliana. Hay dos Rosarios puestas cara a cara y una discusión de cómo expresar política y electoralmente la lucha de clases de todos los días.
En efecto, la lucha de los trabajadores de Lear fue el punto más alto de todos los conflictos obreros a lo largo y ancho del país. No fue solamente una lucha sindical, no. Fue eminentemente una lucha política desde un comienzo: puso a trabajadores organizados e influenciados por una corriente de izquierda, el PTS en el Frente de Izquierda, al frente de detener los despidos que la burocracia sindical K deja pasar. Demostró, o bien confirmó, que a la izquierda del kirchnerismo efectivamente hay una pared, pero no la que dijo Cristina, sino la de la unidad de sectores combativos cada vez más masivos de trabajadores y la izquierda clasista.
El conflicto de Lear denunció a la Gendarmería de los caranchos, volteó a un lugarteniente de Berni a la cabeza de la infiltración, desnudó el carácter abiertamente represivo del kirchnerismo, develó las pérfidas maniobras de multinacionales “buitres” que especulan y planifican ataques antisindicales con la anuencia del Ministerio de Trabajo. Los diputados del PTS y del FIT, especialmente Nicolás del Caño y Christian Castillo, hoy precandidatos a presidente y a gobernador de Buenos Aires, respectivamente, amplificaron esta lucha en los cortes de autopista y metieron las luchas de los trabajadores dentro del hermetismo de recintos parlamentarios sellados a estos reclamos y abiertos a intercambiar favores y leyes con los empresarios.
Lear (potencialmente) está ahí, en Rosario, en todos lados
Aunque la lucha de Lear, el destacado tesón de esos luchadores indomables apoyados por la izquierda, fue el punto más alto de la resistencia obrera y popular frente a los ataques, no es, sin embargo, un caso excepcional o una realidad restringida a la zona norte del Gran Buenos Aires. La actitud política de empresas que, mientras acomodan sus ganancias millonarias en sus cajas fuertes, perfeccionan su actividad antisindical de despedir y atacar a los sectores de trabajadores combativos o de izquierda, es una norma. Y Rosario no es la excepción a esa norma.
Temprano en este año que termina, en febrero, la patronal de Liliana despidió a doce activistas que habían sido los referentes de una lucha que terminó con un triunfo resonante: el pase a planta de la totalidad de los trabajadores de esta metalúrgica. Los trabajadores, apoyados por el PTS y la izquierda, sostenidos firmemente por los compañeros de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y también del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, de la Comisión Antirrepresiva por los Derechos Humanos y de amplios sectores de derechos humanos, sindicales, parlamentarios, estudiantiles y políticos, dieron una lucha inédita, bloqueando una enorme empresa durante casi un mes, cortando autopistas, ganando las calles. Una juventud trabajadora, pibes de veinte a veinticinco años que se hartaron del látigo sobre sus espaldas, emergió de pie. La silenciosa colaboración cotidiana de los funcionarios de los Ministerios de Trabajo de Nación y Provincia quedó claramente expuesta. El rol carnero de sindicatos K como la UOM, que actúan como “ministros” de despidos, más aún. La dignidad de los trabajadores, por un lado, y el entramado de ganancias millonarias, bajos salarios, falta de derechos sindicales, todo ello bancado por sindicatos y Gobierno, quedó en evidencia para un importante sector de trabajadores que aún hoy dicen espontáneamente: “Hay que hacer como en Liliana”.
La agenda para organizar a esa juventud trabajadora, y a sus amplias redes barriales y fabriles, es colosal, entusiasmante, revolucionaria. Por eso la tomamos como propia.
Dos veces dos Rosarios
Muchas veces, desde amplios sectores de trabajadores se habla de que existen “dos Rosarios” para graficar la obscena desigualdad sobre la que se construye nuestra ciudad. Incluso sectores del progresismo K se rasgan las vestiduras por esta realidad, mientras su “comandanta” elogia las torres de lujo sobre el río Paraná, que son el símbolo de la opulencia, del despilfarro, de la acumulación y de la avaricia de la clase dominante y también del lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
Es verdad, hay dos Rosarios, y nosotros militamos diariamente en una de ellas. En la Rosario de esa juventud que se apiña en las líneas de las fábricas y que produce tanta riqueza ajena como falta de derechos y de conquistas propias. Militamos entre esos docentes que día a día son el sostén material, afectivo y moral de la juventud y de la niñez que son arrojadas a una papelera de reciclaje social.
Nuestra izquierda milita en esa juventud que sale de sus trabajos y se mete en los barrios donde es hostigada por la Policía, por los punteros de bandas narco, por la prepotencia de los gendarmes, y que encima tiene sobre su cabeza el cartel de sospechoso por usar una gorra, por ser morochos, por quedar fuera del plan del conjunto de un Estado que sostiene una Santa Fe sojera, blanca, aria, prácticamente.
No hay solamente dos Rosarios sociales, una línea divisoria entre “la gente”, para la que gobiernan los partidos patronales, y el resto del mundo, para los que existen vallas, retenes policiales y estigmas sociales. También existen distintas expresiones políticas de esas Rosarios.
La imagen del Concejo Municipal votando aumentos en los impuestos a los sectores populares en una de sus últimas sesiones, o de la Legislatura santafesina votando una reforma política para concentrar más poder en los partidos tradicionales, silenciando a la izquierda, es un botón de muestra de que peronismo, macrismo y binnerismo-radicalismo podrán distinguirse por el color de los globos de sus campañas, pero gobiernan para la misma clase social, para los sojeros, para mimar a las multinacionales, para cerrar los ojos ante los mismos capitalistas del narcotráfico. Son listas internas de un mismo partido de los empresarios.
Las batallas y la unidad de la izquierda: una defensa del FIT
Lo que buscamos nosotros como izquierda, como Frente de Izquierda, es que las luchas de la que somos parte todos los días tengan una expresión política, pero no cualquiera. Luchamos por una expresión de independencia de clase, anticapitalista, de enfrentamiento a ultranza con todas las variantes patronales. Luchamos por que esa organización silenciosa de los trabajadores, la pelea por justicia por Franco Casco, por el Triple Crimen y otras atrocidades del avance del narcotráfico policial, por que las luchas de los docentes de AMSAFE, de los universitarios de la COAD y de los estudiantes combativos puedan oponer una muy contundente pared frente a las expresiones políticas de los empresarios. En esa batalla, que de por sí es ardua, luchamos por la unidad más amplia posible, pero con criterios de clase, programáticos y políticos claros. Por eso defendemos el programa y el método del Frente de Izquierda y decimos con modestia, pero con claridad, “no, gracias” a los sectores como el de Víctor De Gennaro, que hablan de “unidad” para ir con emisarios del Papa antigay y antiabortista y con terratenientes “combativos” de la Sociedad Rural. Eso es hacer una nueva (vieja) centroizquierda, lo que, lejos de fortalecer las luchas, las debilita, las confunde, las mancha.
El año que termina fue uno de luchas de trabajadores, de batallas políticas y de enfrentamiento con los empresarios y su Estado. El 2015 que nos espera tendrá doblemente este carácter. A descansar un poco y a prepararse para entrar al ring nuevamente.

Octavio Crivaro
Sociólogo, dirigente del PTS y candidato nacional por el Frente de Izquierda-Unidad en Santa Fe.