El titular de la UFI 4 de La Plata, especializada en trata y pedofilia, quedó internado en un psiquiátrico. Semanas atrás tomó licencia por recibir supuestos ataques en su despacho. ¿Depresión o coartada?
Daniel Satur @saturnetroc
Domingo 18 de junio de 2017 00:00
Cuando en la tarde del miércoles 4 de mayo una empleada de seguridad de los Tribunales de La Plata halló al fiscal Fernando Cartasegna en su despacho, maniatado, tirado en el piso y con un cable enlazado al cuello, nadie imaginaba que un mes y medio después la víctima sería confinada a una habitación de un hospital neuropsiquiátrico, llevada por su familia sin dudas ni pruritos.
La versión difundida por allegados del fiscal dice que a raíz de un profundo estado depresivo la esposa y los hijos llamaron a su abogado de confianza y decidieron pedir en una de la clínicas selectas de La Plata una habitación para el jefe de la familia. Estaba “desmejorado en los últimos días”, dijeron a algunos medios.
Como se recordará, en aquellos días de fines de abril y principios de mayo Cartasegna denunció varios ataques e intimidaciones hacia su persona. Desde golpes en la calle hasta el ingreso de un desconocido en su despacho, quien le ató las manos con cinta, le tapó la boca, le hizo un simulacro de ahorcamiento y escribió con azúcar en el piso “Nisman”.
Locos
Si al tenor de los supuestos ataques se suma el tenor de las causas que el fiscal tiene a su cargo, como titular de la Fiscalía especializada en casos de trata de personas, pedofilia y otros graves delitos contra las personas, no era difícil que un buen número de mortales lo consideraran una víctima a la que había que apoyar y contener. Desde proxenetas de poca monta hasta grandes redes de trata comandadas por comisarios de fuste, el abanico de potenciales enemigos de Cartasegna es potente.
Pero como también es suculento el abanico de potenciales aliados, cómplices y socios (se trata de un fiscal sumergido en casos donde el poder y el dinero son protagonistas), enseguida hubo quienes pusieron en duda las sufridas versiones de Cartasegna. Tan es así que ahora, enterados de que lo internaron para salvarlo de un cuadro peor, desde los propios tribunales dicen que “no creen mucho en las versiones que viene dando”.
De un lado y del otro, obviamente, está la Policía de la Provincia de Buenos Aires, el cartel delictivo más numeroso y extendido en el territorio provincial, con lazos en cada eslabón de la cadena del narco, de la trata, de la piratería del asfalto, de la prostitución y de varios negocios más.
El diario La Nación difundió versiones judiciales (de fuentes anónimas) según las cuáles Cartasegna no sufre ningún desvarío sino que más bien “quiere hacerse pasar por loco”. Aseguran, por ejemplo, que después del supuesto ataque en su despacho “se le practicaron estudios psicológicos de rutina y los especialistas determinaron que tenía muy buen estado de salud mental y física”. Y eso fue hace poco más de un mes.
Los adversarios judiciales de Cartasegna (que cuentan con los mismos amigos y enemigos que él) aseguran que “quiere hacerse pasar por loco para no se imputado en una serie de irregularidades que encontraron en las causas que tenía a cargo”. Y arriesgan que
va a terminar imputado “por el oscuro manejo que hizo” de varios expedientes.
Extraviados
Una de las cosas más graves que Cartasegna debería explicar es cómo puede haberse perdido en su despacho el expediente (de varios cuerpos) del caso de la desaparición de Miguel Bru. Si bien los asesinos del estudiante de periodismo de La Plata, desaparecido en 1993, fueron juzgados y condenados, el fiscal tiene desde hace años a su cargo la búsqueda del cuerpo del joven.
El “extravío” de esa causa se suma a la inacción del propio fiscal en la búsqueda de Miguel. Dos cosas que pueden estar más que relacionadas. Al menos eso piensa la propia madre de Bru, Rosa Schonfeld, quien desde hace un año exige que se aparte a Cartasegna de la (no) investigación.
Schonfeld dijo a La Izquierda Diario que prefiere no hacer especulaciones, al menos “hasta que la Justicia no dé las explicaciones que correspondan. Hay trascendidos de que aparecieron algunos cuerpos de la causa, pero no sé nada”.
Ella es querellante en la causa pero se enteró de la desaparición del expediente por un periodista amigo que la llamó de casualidad. No le extrañó. “La costumbre de Cartasegna era esa, dar primero información a la prensa en lugar de a las partes. En el caso de Miguel lo hizo las dos veces que ordenó rastrillajes. Y me enojé mucho con él por eso. Ese modo de trabajar parece que se repite”, se lamenta Rosa.
La mujer anticipó que con los abogados de la Asociación Miguel Bru están evaluando cómo proceder ahora. “Es una irregularidad enorme y es responsabilidad del Estado, nos vamos a presentar como particulares damnificados”, aseguró.
“Queremos ver qué explicaciones da el fiscal general, qué es lo que hicieron. Aparentemente una empleada habría declarado que ella vio la causa en el juzgado después de que Cartasegna se tomó la licencia. Hay que tomar todo con pinzas. Así como el fiscal tiene sus archienemigos ahí adentro, también hay gente que lo va a proteger”, describió Schonfeld.
La madre de Miguel recibió hace pocos días una llamada que le hizo comprender que la de su hijo no es la única causa en la que Cartasegna no sólo no buscó la verdad sino que actuó en contrario.
“Lamentablemente la de Miguel no es la única causa que se perdió en los despachos de Cartasegna. Una señora me llamó para comentarme que a ella se le perdió una causa el año pasado en la misma fiscalía y está desesperada. ¿Cómo hace alguien que no sabe cómo proceder cuando le dicen ’su causa se perdió, no está más’?”, se pregunta indignada.
Un dato nada menor. El actual jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Fabián Perroni, puede ser uno de los interesados de que algunos expedientes de la fiscalía de Cartasegna desaparezcan. Sin ir más lejos y como informó ya este diario él formó parte de la patota que actuaba en los 90 en la misma comisaría en la que desapareció Miguel Bru.
Perversos
Si las cosas que dice Cartasegna que le hicieron quienes lo atacaron sucedieron de verdad, entonces posiblemente el fiscal haya recordado en ese momento algunas de los tantos relatos de personas que fueron víctimas de trata o de abusos sexuales.
Quizás a Cartasegna se le hicieron presentes, mientras alguien le entrelazaba un cable de teléfono al cuello, los recuerdos de esos hombres sordos que de niños pasaron por las garras de los curas del Instituto Antonio Provolo de La Plata.
Cuando el caso estalló en Mendoza, en noviembre de 2016, algunas de las víctimas hablaban de que Nicola Corradi y Horacio Corbacho ya habían cometido violaciones y torturas en La Plata. Por eso se abrió una causa paralela en la capital bonaerense que cayó en manos, como era de esperar, del titular de la UFI 4.
“Cuando me enteré que la causa del Instituto Provolo estaba en manos de Cartasegna yo dije ’pobre gente, con este fiscal no va a pasar absolutamente nada’”, recuerda Rosa Schonfeld de Bru.
Dicho y hecho. La causa del Provolo de La Plata no sólo no avanzó sino que casi desde el minuto cero pareció destinada al estancamiento. Solamente declararon algunas víctimas que, conmovidas por el escándalo en Mendoza, decidieron denunciar lo hecho contra ellos en La Plata.
El testimonio de Daniel Sgardelis, relatado a este diario pero también a Cartasegna en el despacho del juzgado platense, no sólo fue contundente sino que arrojó mucha información que el fiscal prácticamente no tomó en cuenta. Sgardelis, quien hoy vive en Salta pero estuvo internado en el instituto platense durante los 80, sigue esperando novedades.
Pero hay quienes ya no esperan nada de Cartasegna. R, un hombre que vive en el Chaco y del que se acordó preservar su identidad, también fue alumno del Provolo de La Plata hace muchos años, y viajó casi mil kilómetros para dar su testimonio como víctima de abusos sexuales por parte de sacerdotes y “hermanos”.
“Yo presenté una denuncia gravísima contra esos curas, pero creo que me equivoqué, que fue al pedo”, asegura R. Y apunta directamente a Cartasegna. “No están investigando nada, mucho menos detuvieron a nadie. Me dí cuenta que solamente les interesan sus sueldos y sumar puntos, pero desde febrero hasta ahora nadie me informó absolutamente nada de cómo va la causa, ni noticias”, relata con bronca.
Un hecho sufrido personalmente por R grafica el interés de Cartasegna por investigar a la Curia platense y sus maniobras de encubrimiento a violadores de niños y adolescentes: “A mí me hicieron ir desde Chaco a La Plata y me tuve que pagar mi propio pasaje. Gasté $ 2.460 ida y vuelta y cuando estuve en La Plata la fiscalía solamente me dio mate. Así me trataron”. El hombre no esperaba precisamente que Monseñor Héctor Aguer le pagara el viaje, pero al menos consideraba que desde el Estado podían darle una mano.
Peligrosos
Este diario no pudo confirmar si Fernando Cartasegna toma mucho mate en su habitación de la clínica selecta de La Plata donde lo internó su familia. Posiblemente le caiga mejor el té de tilo.
Pero lo que a esta altura ya puede confirmarse es que estar guardado por un tiempo, caminando por los jardines del hospital junto a quienes van a visitarlo por las tardes, se haya convertido quizás en el mejor de los pasares para Cartasegna.
Tal vez a muchas personas les impresione pensar que quien hasta hace muy poco manejaba investigaciones complejas, donde debía analizar y tomar decisiones sobre vidas y muertes ajenas, ahora está loco. Es cierto, suena fuerte. Pero quizás tengan razón sus enemigos del Poder Judicial y todo se reduzca a una curiosa maniobra psiquiátrica para camuflar la necesidad de tomarse un tiempo encerrado entre cuatro paredes.
Cosa de locos.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc