El próximo 29 de mayo se van a cumplir 50 años del fusilamiento de Pedro Eugenio Aramburu que diera a conocer a la luz pública a la organización Montoneros. La conmemoración presenta la ocasión para que los grandes medios burgueses condenen la insurgencia de masas de las década de los 70.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Miércoles 20 de mayo de 2020 19:31
El general Pedro Eugenio Aramburu fue, junto al almirante Isaac Rojas, uno de los cabecillas del golpe contrarrevolucionario que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955. Aramburu asumió la presidencia luego de un breve interregno del general Eduardo Lonardi, quien había declarado que no habría “ni vencedores ni vencidos”.
Lo cierto es que el régimen impuesto por el golpe de la autodenominada Revolución Libertadora instauró un periodo de terror, represión, proscripción de las grandes mayorías populares, intervención de los sindicatos y dio vía libre a la penetración del imperialismo yanqui y al ataque a las conquistas de la clase trabajadora.
Aramburu y Rojas fueron los responsables de los asesinatos de militantes peronistas en los basurales de José León Suárez, que serán retratados magistralmente para que queden marcados en la memoria popular como un crimen contra el pueblo, por Rodolfo Walsh en Operación Masacre. También será fusilado en aquella jornada, en el antiguo penal de la calle Las Heras, el general Juan José Valle. Desde entonces la Revolución Libertadora será llamada como la revolución Fusiladora.
Aramburu confesará a sus captores que aquella fue su decisión con estas palabras “- Y bueno, nosotros hicimos una revolución, y cualquier revolución fusila a los contrarrevolucionarios”.
Insurgencia obrera y peronismo
En la revista La Causa Peronista Norma Arrostito (desaparecida en la ESMA) y Mario Firmenich hacen un relato pormenorizado del hecho. En la introducción a la nota se plantean los ejes centrales sobre los que se planificó la acción del grupo guerrillero y como concebían su alcance: “El día en que el pueblo festejaba el primer aniversario del Cordobazo. Habían nacido los Montoneros. El "Aramburazo", como lo bautizó el pueblo, que jamás tuvo dudas respecto de los autores del operativo, fue el lanzamiento público de una organización político militar que habría de transformarse, en poco tiempo en ejemplo y bandera del peronismo, en la máxima expresión de la lucha del pueblo contra el imperialismo y todos sus aliados y sirvientes nativos.
El primer objetivo del "Operativo Pindapoy", como lo bautizaron en un principio los Montoneros, era el lanzamiento público de la Organización, se cumplió con éxito. En cuestión de horas, días cuanto más, todos los argentinos supieron que las luchas peronistas, las de la Resistencia; las del Plan de Lucha, la de los Uturuncos y toda las expresiones combativas del peronismo, se habían sintetizado en un grupo de jóvenes dispuestos a triunfar o morir por su pueblo (…)”.
El acto inaugural de Montoneros busca presentar al peronismo en una versión radicalizada como la conducción necesaria de los trabajadores y el pueblo. El fusilamiento de Aramburu es una acción espectacular de propaganda armada, ajena a la lucha de clases, que no tiene por fin extender el desarrollo de las tendencias insurreccionales, sino que busca reemplazarla por la acción de un aparato armado que actúa en su nombre.
El 29 de mayo de 1969, un año antes, el proletariado y los estudiantes de la ciudad de Córdoba protagonizaran una acción histórica independiente de las masas, una semi-insurrección obrera y popular que va a llenar la ciudad de barricadas, ocupar un radio de 150 manzanas y que solo retrocederá ante el ingreso del Ejército para reprimir.
La acción de masas había sobrepasado los planes de los dirigentes sindicales que habían convocado a la huelga y la movilización y desconocido los consejos de Perón que, desde los tiempos de la Resistencia, desalentaba toda acción de masas para centrarse en desgastar al régimen libertador y obligarlo a negociar. En las calles de Córdoba se coreaba “luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Nacían el clasismo y los procesos de autoorganización en comisiones internas y cuerpos de delegados que van a ser la fuerza más subversiva del periodo.
En este sentido Montoneros se presentaba como una tendencia que buscaba reencausar dentro del peronismo las tendencias a la radicalización y a la ruptura de los límites que este había impuesto al movimiento obrero a lo largo de la años de la Resistencia y las luchas contra los gobiernos del régimen libertador.
Desde su aparición pública, Montoneros no impulsó la lucha de masas contra la dictadura ni contra los gobiernos peronistas posteriores como estrategia, sino acciones de propaganda armada, descolgadas de la movilización de masas. A fines de 1972 combinarán el guerrillerismo con un vuelco masivo a la campaña electoral del peronismo impulsando la consigna "Cámpora al gobierno, Perón al poder", que será parte de una estrategia de desvío del proceso de insurgencia abierto en el Cordobazo y que tiene a Perón como herramienta fundamental.
Guerra de aparatos y conciliación de clases
El guerrillerismo en los ‘70 tiene su origen en el impacto de la revolución cubana, la guerra de Vietnam y la caída del Che en Bolivia en el imaginario y la conciencia de la juventud pequeñoburguesa. El Cordobazo va a actuar como catalizador de las tendencias a la radicalización política y le va a dar a la guerrillera la posibilidad un crecimiento exponencial entre los estudiantes y jóvenes obreros.
Más allá de las diferencias ideológicas y de concepción, las guerrillas tenían por denominador común creer que la guerra civil consistía en la formación de un aparato armado, que iba a conducir la lucha contra el imperialismo independientemente de los ritmos de la lucha de clases, de la organización de los trabajadores y el pueblo, y de las condiciones materiales en que se desarrollaba la lucha de masas. Era una concepción sustituista que reemplazaba a la clase obrera y su autoorganización como sujeto de la lucha de clases, por el ejército guerrillero.
El guerrillerismo de Montoneros tenía la particularidad. Que además adhería o se concebía como el brazo armado de la estrategia de Perón: “Tenemos clara una doctrina y clara una teoría de la cual extraemos como conclusión una estrategia también clara: el único camino posible para que el pueblo tome el poder para instaurar el socialismo nacional, es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada, que tiene como eje fundamental y motor al peronismo”.
Perón a su vez los alentaba como sus “formaciones especiales” que le permitían negociar in extremis con la dictadura de Alejandro Lanusse: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara”.
A su vez Montoneros asume como propia la estrategia de conciliación de clases de Perón, bajo el argumento que la contradicción principal era la que oponía a la Nación con el imperialismo y se sumaban al llamado a un frente de liberación nacional que agrupara a “todos los sectores sociales dispuestos a luchar contra el capital extranjero, desde los pequeños propietarios rurales de las ligas agrarias hasta los empresarios nacionales que estén contra los monopolios, hasta los radicales, socialistas, democristianos y comunistas que efectivamente luchen por la liberación”.
Montoneros y el Pacto Social
Un ejemplo de la política de conciliación de clases de Montoneros es su subordinación dentro del Frejuli y a la política de Pacto Social. El FreJuLi que llevó al poder a Héctor Cámpora y el conservador popular Vicente Solano Lima fue la concreción del frente de liberación que proponían Perón y Montoneros.
Su programa central era el “Pacto Social”, rubricado por la CGT, diversas cámaras empresariales (de la CGE a la UIA y la Sociedad Rural). En junio de 1973, con la masacre de Ezeiza protagonizada por las bandas de José Ignacio Rucci y José López Rega, un golpe de palacio derroca a Cámpora y pone fin al idilio de Montoneros con Perón.
Con Perón en el gobierno se inician los golpes que destituyen a los gobernadores afines a la Tendencia Revolucionaria del peronismo. En Córdoba, cuando durante el Navarrazo, la policía y las bandas de la burocracia de las 62 Organizaciones atacaban a la vanguardia obrera y popular, Montoneros no impulsó el frente único obrero apelando a los sindicatos combativos para ejercer la defensa del gobierno de Obregón Cano. Tampoco denunciaron el papel de Perón. La respuesta fue profundizar una guerra de “aparatos” contra la derecha peronista, que ya había tenido una expresión enorme con el asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT.
Esto llevó a Perón a lanzar la línea de aniquilar la “infiltración” en el peronismo. En vida de Perón Montoneros no enfrentó el Pacto Social, llave maestra para poner fin al ascenso revolucionario, junto a las bandas fascistas de la Triple A. En una situación donde pese a estar prohibidas las huelgas, la vanguardia obrera desde las comisiones internas fabriles protagonizaba rebeliones antiburocráticas para defender sus derechos, su política era la de no chocar con Perón.
Un ex militante montonero, el antropológo Guillermo Robledo, declaró hace poco a la Agencia Paco Urondo, en defensa de la política de Montoneros: “Se habla mucho de Ezeiza, y se silencia la movilización conjunta de Montoneros y las 62 Organizaciones el 31 de agosto de 1973, en la CGT con Perón en el balcón, todas las columnas sin un roce, durante seis horas de movilización. Esa movilización, que fue posterior a Ezeiza, la acordó Lorenzo Miguel con Montoneros (si mal no recuerdo fueron Roberto Perdía y Dardo Cabo y varios más), como signo de unidad a veinte días de que asumiera Perón. La idea era borrar lo que había dejado Ezeiza. De eso no hay relato. De Ezeiza sí (…) Montoneros bancaba el pacto social entre Rucci y Gelbard, a diferencia de Peronismo de base y otras organizaciones. Criticábamos cosas, pero desde adentro”.
Montoneros y la huelga general de junio y julio de 1975
Después de su ruptura con el gobierno de Isabel, la organización nunca dejará su referencia al “programa del 11 de marzo de 1973”, el que llevó al gobierno al FreJuLi. Ni aún en junio y julio de 1975 cuando en medio de una crisis económica sin precedentes, el gobierno de Isabel lleve adelante un ajuste brutal que el movimiento obrero derrotará con una extraordinaria huelga general política que va a expulsar del poder a López Rega y al ministro de Economía, Celestino Rodrigo. Será el principio del fin del peronismo como fuerza de contención.
El gran protagonista de la huelga fue el movimiento obrero organizado en las coordinadoras interfabriles, que reunían a las fábricas combativas y antiburocráticas de la Capital y el conurbano bonaerense y donde Montoneros tenía mucha influencia vía la Juventud Trabajadora Peronista. Sin embargo, ante la posibilidad de derrocar por la acción de masas al gobierno de Isabel, Montoneros redujo el movimiento a las demandas salariales al igual que la burocracia sindical. En lugar de buscar desarrollar la coordinadora para impulsar la huelga general que derrocara a Isabel y frenara los planes golpistas, profundizó su linea guerrillerista con el copamiento del cuartel de Formosa. El ex dirigente montonero Roberto Perdía explicaba así la decisión: “El golpe de Estado ya tenía fecha. La idea fue la de conformar una fuerza armada y demostrarle al propio Ejército que teníamos condiciones para operar”.
A modo de conclusión
No pretendemos con esta nota trazar un balance a fondo de Montoneros, sino señalar, a rasgos generales, una caracterización política de una experiencia militante que sufrió los embates del terrorismo de Estado.
No se nos escapa que la demonización de Montoneros y la guerrilla en los ‘70, con las profundas diferencias estratégicas que señalamos en el artículo y que nos separan de ella, es un intento de demonizar a toda una generación de militantes obreros y populares que dieron todo de sí para luchar contra la burguesía y el imperialismo.
Es una condena de la insurgencia obrera y popular por la vía de la identificación de la lucha de clases con la de la guerrilla, que no fue más que uno de los protagonistas de las confrontaciones políticas del periodo.
A diferencia de lo que creía Montoneros, el fusilamiento de Aramburu no inauguró la etapa de la lucha por la “patria socialista” sino que sirvió para fortalecer una política: la de Perón, que se demostró contrarrevolucionaria. Esta decisión de Montoneros implicó contener a amplios sectores de la juventud radicalizada dentro del peronismo.
En lugar de pelear por la conducción real de las grandes masas, la política de Montoneros separó a una vanguardia militante de sus luchas, para llevar adelante una guerra de aparatos retrasando la autoorganización obrera y popular. Fue un bloqueo para que la clase obrera, que tendía a la independencia política, constituyera su propio partido para luchar por la victoria de la revolución socialista.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.