El martes, Fernando Rosso junto a Pablo Feldman y Julio Brudman debatieron en torno a la coyuntura actual y el futuro del peronismo en el marco de la presentación de La hegemonía imposible (libro de Rosso) en la Facultad Libre.
Miércoles 31 de agosto de 2022 20:50
Este martes por la tarde en la Facultad Libre, Fernando Rosso debatió, en el marco de la presentación de La hegemonía imposible, editado por Capital Intelectual, junto a Pablo Feldman y Julio Brudman, sobre el futuro del peronismo
Tras una breve presentación de los expositores a cargo de Feldman, Brudman tomó la palabra y anunció la entrega de un libro en el que se encuentra trabajando. El autor comenzó confesando su simpatía por el peronismo, lo que lo lleva a la constante reelaboración o, al menos, dilación en la presentación del libro del que pasó a contarnos el argumento general. Luego de distinguir diferentes etapas del movimiento peronista, sostuvo que el eje de su trabajo es similar al de la convocatoria de la fecha: “El futuro del peronismo”. Vislumbrarlo sin caer en predicciones pueriles fue la tarea del panel, que bien abordó el fenómeno aunque desde ópticas diferentes.
La hipótesis de Burdman para entender la situación actual del peronismo en su forma kirchnerista y, más precisamente, en su forma Frente de Todos, es que la falta de hegemonía desde el regreso de la democracia, aunque tal proceso empezó con el golpe de Estado a Perón en 1955, se debe a que el Estado Nacional dejó de conducir el curso económico y político del país. Dicho de otro modo, el unitarismo -tómese con pinzas este término- de Perón se vio infiltrado de federalismo, lo que provocó, como es natural, el fortalecimiento de caudillismos provinciales, i.e. de los gobernadores, en detrimento de la soberanía nacional, de no tener un único plan económico; resultando provincias ingobernables desde Capital, en las que sus demandas populares las reciben los gobernadores y se descargan en el Estado Nacional.
No obstante, Burdman afirmó que es un falso federalismo el argentino ya que se sigue tributando a la Nación, sigue existiendo el Banco Nación, etc. Es decir, se cuenta con una retórica federalista no muy respaldada en los hechos. Para Burdman, Perón resolvió este problema “haciendo un nacionalismo popular, popularizando el Gobierno Nacional” con él a la cabeza como el mito asegurador de la cohesión, como dijera Cooke.
Ahora, continuó Burdman, el gobierno es provincial y popular; incapaz de pensar en perspectiva nacional planes frente a las crisis que se presentan, también efectos de no contar con una conducción unificada, sin claridad en el rumbo económico (factor principal para el desequilibrio político).
En este escenario, el peronismo tiene dos caminos: o sobrevive como provincial y popular sin sacar a la Argentina en su conjunto de su crisis o recrea el nacionalismo popular e impone una idea estratégica nacional por sobre las demandas provinciales, como en algún momento ha sabido hacer el kirchnerismo, abandonando Santa Cruz para ser Nación, convirtiéndose en un partido que evite los provincialismos por lograr integrar en un proyecto general las demandas parciales.
Por su parte, Fernando Rosso se ocupó de reflexionar en torno a la aparición de la clase trabajadora y su vínculo con el peronismo, cómo se incorpora bajo la política peronista, considerado esta relación como un deber a pensar para cualquier interesado en política, como un hecho ineludible de ser abordado. Rosso lo hizo desde una perspectiva de la evolución institucional, de las configuraciones políticas que adoptó el movimiento peronista, a diferencia de Brudman que se ocupó más bien de la conformación del Estado Nacional a partir del desarrollo del movimiento.
Luego analizó el debilitamiento del peronismo tras la última dictadura cuando perdió banderas y medidas políticas populares como la sindicalización, el alto nivel de empleo, etc. quedándose con el abstracto de la justicia social tras la desintegración del “gigante invertebrado” del movimiento obrero y la implementación de políticas neoliberales. Rosso sostuvo que la experiencia del peronismo con Menem la considera como el momento de mayor debilitamiento social -no político y económico necesariamente-, el punto donde mejor se observa la fragilidad de la relación de los movimientos ya considerados: peronismo y clase trabajadora, el vínculo de lo político con lo social.
Posteriormente, retomando la idea de Halperin Donghi en la que el Estado es el monopolio de la violencia que en 2001 consigue gobernar a costa de no usar ese dispositivo, continuó con el desarrollo de lo que fue el kirchnerismo de “no represión a las manifestaciones sociales” como principal política, ya no gobernando “a los palos” como lo hizo, hasta el momento, el gobierno de Duhalde, por ejemplo, aunque es más bien, para ser rigurosos, solamente una operación en la que se sostienen esas banderas discursivas de no agresión ya que, de hecho, sí hubo represiones. Entonces, el kirchnerismo puso paños fríos sobre la efervescencia social, pudo dialogar con ello, incorporarlos nuevamente al escenario legítimo de la política. Esta operación del kirchnerismo no consiguió transformar el caos, sino ordenarlo tímidamente, dado que las bases sociales continuaban divididas, lo que se expresó en la falta de dirección clara en la superestructura haciendo que en 2015 se pierda el gobierno contra el macrismo (“esa colectora del radicalismo ampliada”).
En la coyuntura actual, es el Frente de Todos el que quiso dar solución a la falta de dirección. Evidentemente la coalición política no subsana las divisiones de base que son económicas, quedando claro que para que sea posible la hegemonía son necesarias medidas económicas hegemónicas y no sólo movimientos políticos. Esta es la tesis principal del libro: “no puede haber hegemonía si estás ajustando”. Le cabe al macrismo y ahora al Frente de Todos esta observación.
El kirchnerismo, con los ajustes del nuevo superministro que van contra jubilados, docentes, trabajadores de salud, etc., se intenta aferrar al fundamento histórico del peronismo que es la retórica de la justicia social, pero que no consigue disimular la fractura social de la base.
Como síntesis, Rosso remarcó que la contención que intenta aportar el kirchnerismo es paliativa, con un discurso populista, porque abriga la crisis con políticas económicas neoliberales que entran en contradicción con lo primero.
Luego hubo lugar para el intercambio y preguntas. Destacamos aquella referida a la resiliencia del peronismo y cómo se reconfigura a lo largo de la historia argentina, con la que Rosso se posicionó tanto teórica como políticamente para sostener que su ubicación no se reduce a la futurología de cuál va a ser el próximo estadio del peronismo sino, a partir del análisis político, cómo se para el ajuste que, tanto el oficialismo como el Pro, tienen acuerdo en llevar adelante, pese a que sus discursos difieran.