Independiente jugó su primer partido por la Copa Argentina ante un club prácticamente amateur: Alianza de Coronel Moldes, de Córdoba. El plantel del club que milita en el Torneo Federal B está mayormente compuesto por trabajadores. Sentimientos encontrados en los hinchas de Independiente que simpatizamos con el fútbol “desde abajo”.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Martes 28 de abril de 2015
Foto: web oficial de la Copa Argentina
El domingo por la noche, mientras comenzaban a conocerse los resultados de las elecciones en Neuquén y las PASO en Capital, los hinchas del rojo de Avellaneda sintonizamos el partido que –por Copa Argentina- nuestro equipo jugaba en el Estadio mundialista Mario Alberto Kempes ante el humilde Alianza de Coronel Moldes, club surgido de la fusión de otros tres pequeños clubes de un también pequeño pueblo del interior de Córdoba: Coronel Moldes, de alrededor de 10 mil habitantes. Era David contra Goliat, tomando una referencia famosa. Todo indicaba que iba a ser un “trámite”,
Los primeros 5 minutos parecían confirmar la “obviedad”: Independiente salió con todo. Pero “todo” duró menos de 6 minutos: por una distracción infantil de la defensa roja, Alianza llegaba al gol, al golazo, de la mano de Juan Reynoso que recibió una pelota de espaldas y con oficio de goleador la mandó a besar la red.
Increíble, un equipo varias categorías menor vencía al primer equipo de Independiente (o el segundo, para ser justos, pues se trataba de mayoría de suplentes, pero todos PROFESIONALES).
A partir de ahí, el fútbol lo pusieron “los obreros” de Coronel Moldes: el arquero Airaudo, un panadero regordete con una personalidad envidiable y buenos reflejos; el segundo marcador central, Pallandri, mozo de un bar del pueblo, que anticipaba al anodino Valencia y sacaba todo de cabeza como si fuera Passarella; Zalazar, un león en el medio que volvió de su retiro a los 36 años para poder seguir su vida de laburante (cuanlquier similitud con la película “El 5 de Talleres”, no es pura coincidencia); el flaco Mugnaini, un atorrante con la pelota… ¿Cómo no encariñarse con esos jugadores? Encima con el correr de los minutos, el Independiente sin sal de Almirón (un plantel profesional) no le encontraba la vuelta y “los obreros” de Coronel Moldes se animaban. Tiraron 4 caños. Cuatro. No les salieron, pero los tiraron. La alegría de jugar al fútbol y de vivir un momento único en sus vidas. Los de Independiente no tiraron NINGUN caño. Absolutamente ninguno.
Cualquier hincha de izquierda no podía más que enamorarse de la desfachatez de los jugadores de Coronel Moldes. Era la misma de Bochini y Bertoni, que –arengados por el Pato Pastoriza- se animaron a dar vuelta un partido ante Talleres, 7 jugadores contra 11 de los cordobeses… ¡¡Y salir campeones!! La misma alegría de jugar al fútbol del “Kun” Agüero cuando desparramó a la defensa de Racing y gambeteó 2 veces al mismo jugador (el pobre Crossa) y que lloraba como un chico por una amarilla que le impidió despedirse del público rojo antes de viajar a Europa y transformarse en el astro del fútbol que es hoy…
Luego vino el triste empate de Ortíz, lastimosa definición por penales y la injusticia: clasificó Independiente y Alianza de Coronel Moldes quedó en el camino. Una emoción muy confusa, extraña, sobre todo para los hinchas de izquierda, o que simpatizamos con los más débiles.
El panadero volvió a vender pebetes, el mozo a servir algún cortado en jarrito, el carpintero a pulir sus muebles. Pero esta vez el fútbol, lo hermoso del fútbol, lo entregaron ellos.
Para los hinchas de Independiente, el peor castigo: llegar al punto en que ni siquiera nos alegra un pase a la siguiente ronda. Por suerte, la mayoría simpatizamos con el noble rival, lo aplaudimos y los llevaremos siempre en el corazón. Porque son jugadores,JUEGAN al fútbol. Como los que hicieron grande al Club Atlético Independiente.