Martes 4 de agosto de 2015
Otra vez el horror golpea al pueblo palestino. El asesinato de Ali Saad Darwabshe, un bebé de apenas 18 meses de existencia, abrió una profunda conmoción que dejó estupefactos a sectores del establishment internacional, incluso a numerosas instituciones de la sociedad israelí, generando el repudio de la ONU, EE.UU. y la UE, que exigieron el esclarecimiento de la brutal acción criminal. Las imágenes del bebé quemado generaron una oleada de protestas callejeras en los campos de refugiados de Kalandya, Jelazun y los pueblos de Isawie y Nablus. La Fuerza de Defensa Israelí (FDI) disparó a mansalva a los jóvenes palestinos que manifestaban arrojando piedras y cócteles Molotov. Laith Jaldi y otro adolescente de la franja de Gaza, de 17 y 16 años respectivamente, fueron heridos de muerte de forma instantánea. El joven residente en Gaza fue ultimado bajo el increíble relato de intentar sortear la muralla de división formal con el Estado hebreo.
La FDI movilizó tropas en la zona norte de los territorios palestinos de Cisjordania ante posibles nuevos coletazos de franjas de masas, indignadas con los acontecimientos enunciados. Una movilización de 3 mil israelíes concentrada en Tel Aviv y convocada por el movimiento pacifista Paz Ahora denunció las políticas derechistas del premier Benjamin Netanyahu, que instigan los “crímenes de odio”, tales como los ocurridos durante la marcha del Orgullo Gay, donde el judío ortodoxo Ishai Shlisel acuchilló a seis personas, acabando con la vida de una de ellas de 16 años. Shlisel recién había salido de prisión, después de purgar una condena de diez años por el mismo crimen. La indignación también sacudió a los llamados “árabes israelíes” (palestinos que residen en el Estado de Israel) que marcharon en la aldea de Umm el Fahem, desplegando banderas de Hamas en las mismas narices de la FDI, solidarizándose con sus hermanos de Cisjordania y Gaza.
El crimen del bebé fue perpetrado por un grupo de colonos judíos que lanzó bombas incendiarias en la vivienda de la familia Darwabshe, localizada en Duma, un pueblo de Nablus en el corazón de Cisjordania. Los padres del bebé y su hermano de 4 años continúan internados en estado de gravedad con el 60% de sus cuerpos quemados y pronostico reservado. Los colonos judíos dejaron inscripto un grafiti en hebreo que decía “venganza” junto a una estrella de David, a modo de represalia contra la demolición de dos edificios en construcción en el asentamiento judío de Bet El, ordenada por la Corte Suprema de Justicia israelí, aunque de forma expeditiva Netanyahu aseguró la construcción de 300 nuevas viviendas en ese territorio palestino.
El terror más atroz no tenía registros desde mediados del año pasado, cuando el joven de 16 años Mohamed Abu Kdeir fue carbonizado en vida, tras el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes, una escalada de violencia que desembocó en el operativo Margen Protector, donde la FDI asesinó a más de 2200 palestinos y destruyó casi íntegramente la infraestructura de Gaza.
Obligado por las circunstancias, Netanyahu derramó lágrimas de cocodrilo y señaló que “hay tolerancia cero con el terrorismo, venga de donde venga, tenemos que hacer una causa común con nuestros vecinos palestinos para darnos un futuro mejor, un futuro libre de violencia, un futuro de paz”. Nadie relativamente sensato podría dar crédito al “dolor” del inoxidable líder derechista del Likud, que no vaciló durante la campaña electoral en agitar una política abiertamente racista contra los árabes israelíes. Sin embargo, sus términos conceptuales fueron similares a los trazados por el laborista Itzjak Herzog, jefe de la opositora Unión Sionista, quien condenó los hechos apuntando que “los terroristas son terroristas y punto, ya sean judíos o musulmanes”. Derechistas y “progresistas” acostumbran reeditar la vieja teoría de los dos demonios, que siempre favorece al pueblo opresor en tanto resta al pueblo oprimido la legitimidad que asiste de su derecho a la violencia para liberarse de la opresión nacional. El único terror es el que monopoliza el Estado sionista mediante todas las instituciones de la FDI, que alienta el movimiento de colonos judíos para extender la colonización en Cisjordania, mientras estrangula por inanición la franja de Gaza mediante un bloqueo por aire, tierra y mar desde 2007. Más de 600 mil colonos armados ya ocupan los 60% de la superficie de Cisjordania, alentados por el Estado hebreo con todo tipo de facilidades impositivas y créditos blandos.
Tras su fulminante victoria en la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, el Estado de Israel se expandió arrebatando la península del Sinaí a Egipto y los Altos del Golán a Siria, en tanto ocupó Gaza, Jerusalén oriental y Cisjordania. Así, desde 1968 EE.UU. comenzó a financiar las colonias en Cisjordania, sin embargo este curso pegó un salto en calidad tras la firma de los Acuerdos de Oslo de 1993, la cobertura jurídica que sirvió para extender como nunca la colonización a más del 80% de la vieja Palestina histórica, detrás del fraude de la solución de dos estados.
El movimiento de colonos en Cisjordania se gestó en 1974 después de la Guerra de Yom Kipur, cuando la FDI fue sorprendida por los ejércitos de Egipto y Siria, con la finalidad de asegurar la permanencia en las colonias. Bajo las ideas del Bloque de los Creyentes (Gush Emunim) el movimiento de colonos desarrolló un nacionalismo religioso mesiánico, recreando un judaísmo milenarista que se propone restaurar “el reino de David” a partir de un mandato bíblico que invoca el derecho divino para justificar sus acciones. La destrucción de olivares (de 200 o más años de existencia), la humillación sobre sitios religiosos y el terror contra las mezquitas y las iglesias son la moneda corriente de estas bandas fascistas, consentidas por los Rabinatos Ashkenazí y Sefaradí que rigen los destinos del Estado judío. Hoy el movimiento de colonos esta orgánicamente vinculado a la coalición de gobierno de Netanyahu, y en particular al partido ultraderechista Habait Hayeudi del ministro de Educacion Naftali Benet, cuya compañera de armas, la ministra de Justicia Hayelet Shaked, exhortó a un nuevo genocidio palestino, “dando muerte a todas las madres palestinas” porque dan a luz a “pequeñas serpientes”.
El horror y los crímenes de odio se desprenden de la naturaleza del Estado sionista, emparentado con el fascismo sobre la base de una guerra civil permanente contra el pueblo palestino.